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Ruta de 4 días por Cantabria, capricho del destino

Creemos sinceramente que no podíamos haber puesto un mejor título para hablar de nuestra escapada de 4 días a Cantabria, «capricho del destino». Y es que, en primer lugar, la palabra «capricho» hace referencia al excepcional edificio que Gaudí diseñó para Máximo Díaz de Quijano en la ciudad de Comillas. Por otro lado, era cosa del destino que fuéramos juntos a visitar esta maravillosa tierra. Ya lo habíamos hecho por separado cuando éramos pequeños con nuestras respectivas familias, ahora llegaba la hora de crear nuevos recuerdos juntos en la tierruca cántabra. Por último, tenemos que decir que esta es la primera escapada que hacemos después de saber una estupenda noticia: ¡un capricho del destino en forma de bebé llegará a nuestras vidas en marzo del año que viene! Esta es la principal razón por la cual este pequeño viaje será siempre especial para nosotros. ¡Bienvenidos a Cantabria!

Esta escapada constará de cuatro días. Como el camino desde Cieza era largo, decidimos dormir la primera noche en el pueblo de Covarrubias, a muy pocos kilómetros antes de llegar a Burgos. No perdimos la oportunidad de visitar a la mañana siguiente este precioso pueblo medieval y más tarde la capital, Burgos, siguiendo los pasos de una princesa noruega.

¿Te apetecería conocer la curiosa historia de la princesa noruega que vino a casarse con un infante español? Pues no dejes de visitar el SIGUIENTE ENLACE y leer nuestro post cantinelero sobre el pueblo de Covarrubias y la ciudad de Burgos,  pero… ¡recuerda continuar leyendo después nuestra ruta por Cantabria!

Calle de Covarrubias

Ya en Cantabria, nuestro alojamiento elegido fue la Posada La Cotía, uno de los lugares donde mejor nos han tratado, ideal para visitar toda la región ya que se encuentra a muy pocos kilómetros de todo.

Día 1: las playas y los acantilados de Suances

Eran alrededor de las 17h y era la hora de dejar Burgos para dirigirnos a nuestro gran destino de aquella escapada, Cantabria. Recorrimos el trayecto hasta la Posada La Cotía en aproximadamente dos horas, y allí nos estaba esperando José, el perfecto anfitrión de una casa deliciosamente bien decorada y atendida. Después de instalamos en nuestra habitación, una auténtica cucada, estábamos decididos a aprovechar lo que quedaba del día así que fuimos de nuevo al encuentro de José a preguntarle qué nos aconsejaba para última hora de la tarde. Él no vaciló ni un minuto: teníamos ir a contemplar el atardecer desde las playas de Suances. Sin duda una experiencia que no olvidaríamos en muchísimo tiempo…

Suances es una de las localidades costeras más animadas de Cantabria, sobretodo durante la temporada de verano. Sus excelentes playas, hoy atestadas de surfistas, se extienden a lo largo de lo que fue el antiguo Portus Blendium de los romanos. Quedaba muy cerca del hotel, a unos 15 minutos, pero nos costó bastante encontrar la zona que nuestro anfitrión nos había indicado. Después de dar un par de vueltas por la ciudad, terminamos aparcando el coche e ir caminando hasta las playas, sin saber muy bien si nos encontrábamos cerca o no. De pronto, a mí me dio por subir unas escaleras. Una vez arriba, contemplé lo que había frente a mí y le dije a Inma: «creo sinceramente que deberías subir…». Entonces no lo sabíamos, pero estábamos admirando la Playa de los Locos.

Playa de los Locos
Mirador de la Playa de los Locos

En aquel momento creímos tener un déja vu, pues la panorámica que se abría ante nosotros se parecía mucho a los acantilados escoceses, aunque no iba a ser la única vez en este viaje que tuvimos esa misma sensación.

Playa de los Locos

Decidimos llegar hasta el final del camino, en Punta del Torco, allá donde parece terminar el mundo, allá donde el faro de Suances no consigue gobernar en todo su reino, pues los humanos, que pasean a sus anchas, se lo han robado.

Punta del Torco

Y una vez allí, ya definitivamente, se nos cayó el alma a los pies. Un síndrome de Stendhal en toda regla… La gente se arremolinaba entorno a aquellos precipicios esperando a que el sol se sumergiera en el mar. El atardecer mágico de Suances. Absolutamente precioso.

Acantilados de Suances
Acantilados de Suances
Acantilados de Suances
Acantilados de Suances

Juntos esperamos a que muriese el atardecer y volvimos a la posada, no sin antes hacer una parada para cenar en un restaurante de comida rápida. El primer día de nuestra escapada había sido fabuloso, ¿qué nos depararían los demás? ¡Estamos deseando que lo descubráis! ¡Hasta mañana!

Pareja esperando la puesta de sol
Puesta de sol en Suances

Día 2: una cueva prehistórica, tres mentiras y un capricho

Amanecía un nuevo día en Helguera, en la Posada La Cotía, donde José nos sirvió el desayuno en el jardín. El de hoy iba a ser un día completito, plagado de caprichos (algunos naturales, otros ideados por el hombre), aunque lo teníamos todo extremadamente cerca. Primero fuimos a conocer la neocueva del Museo de Altamira, uno de los yacimientos más importantes del mundo, y más tarde a disfrutar de todo aquello que ofrece la ciudad de Comillas. Después de comer nos acercamos al acantilado de El Bolao y por último, a Santillana del Mar, considerado uno de los pueblos más bonitos de España.

Museo de Altamira

En una colina a tan solo 2 km de Santillana del Mar, pueblo que luego visitaríamos, se halla uno de los tesoros más importantes de la arqueología mundial, la cueva de Altamira, apodada «la Capilla Sixtina del arte rupestre paleolítico». Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO e inscrita en el arte rupestre paleolítico del norte de España, esta cueva fue decorada varias veces con pinturas rupestres hace entre 35.000 y 14.000 años, es decir, ¡a lo largo de 20.000 años!

Habíamos reservado para las 10.30h la entrada al Museo de Altamira (entrada: 3€ por persona), a solo 10 minutos de la posada. Como llegamos con tiempo suficiente, el personal nos invitó a visitar en primer lugar el museo interactivo, donde aprendes datos acerca de la época del Paleolítico y del arte rupestre en general. Por desgracia la auténtica cueva de Altamira no está abierta al público, a excepción de muy pocas ocasiones al año y con grupos muy selectos (se cerró cuando comprobaron que la gran afluencia de turistas era extremadamente peligrosa para la conservación de las pinturas), pero que nadie se preocupe porque se diseñó una réplica con un esquema exacto de la posición de las pinturas, lo que se conoce como Altamira II o la neocueva.

Museo de la neocueva de Altamira
Museo de Altamira (Fuente de la imagen: página oficial del Museo de Altamira)

Para visitar el interior de la neocueva es necesario reservar anticipadamente en la página web del Museo de Altamira, donde una guía experta acompaña a un máximo de 20 personas por grupo explicando todos los aspectos relativos a la cueva original, cómo se descubrieron las pinturas, cómo se cree que se pintaron, la datación aproximada de las pinturas… ¡Lo más fascinante de todo es que aún hoy en día se siguen haciendo nuevos descubrimientos! Si bien la altura desde el suelo hasta el techo de la cueva original es de poco más de un metro, en la neocueva uno puede contemplar las pinturas con toda comodidad pues la altura es mucho mayor.

Neocueva de Altamira (Fuente de la imagen: página oficial del Museo de Altamira)

Descubierta por primera vez por un cazador en 1868, fue visitada en 1876 por un terrateniente local, Don Marcelino Sanz de Sautuola, quien descubrió algunos signos pintados en negro en la pared del fondo pero no les dio mayor importancia. Tres años después, en 1879 volvió a realizar algunas excavaciones y, mientras cavaba el suelo buscando herramientas prehistóricas, su hija María de 8 años se encontraba jugando en la gruta. De repente, la niña avistó el grupo de grandes pinturas de bisontes multicolores en el techo. Su padre, incrédulo en un principio, se interesó más cuando notó que las figuras parecían estar realizadas con una pasta grasienta y advirtió cierta similitud en estilo con las pequeñas representaciones de arte mobiliar del Paleolítico que había visto en la exposición de París, deduciendo entonces que el arte parietal que había descubierto tenía la misma antigüedad.

Sin embargo, sus intentos por presentar su descubrimiento en el ambiente académico de la época se encontraron con un clamoroso rechazo y acusaciones de fraude (¡el estado de las pinturas era tan formidable que todo el mundo pensaba que las había pintado el propio Marcelino!). Todos los pormenores del hallazgo, así como las tribulaciones que este hombre sufrió para conseguir que se autentificaran las pinturas en unos tiempos oscuros para la arqueología, se recrearon en la película de reciente estreno Altamira (2016), cuyas escenas fueron rodadas en la neo-cueva.

La cueva de Altamira tiene 296 metros de longitud, abarca una serie de salas y pasillos y termina en una larga y estrecha sección conocida como Cola de Caballo. Aunque el lugar se conoce principalmente por su techo excelentemente decorado con animales, sus galerías contienen una gran cantidad de grabados, incluidas algunas cabezas de ciervos excepcionales y trazos acanalados de dedos. En la Gran Sala se distribuyen una veintena de animales pintados, entre ellos 18 bisontes, un caballo y una cierva que mide dos metros y medio de largo, la figura más grande de la cueva. Las imágenes son polícromas, están realizadas en ocre, manganeso y carbón, y para realizarlas se aprovecharon algunas de las protuberancias que había en el techo, dando así volumen a los animales. No se sabe con seguridad cuántos artistas trabajaron en aquel espacio, lo que sí sabemos es que fueron unos verdaderos genios.

En nuestra opinión merece la pena cada minuto que pasas allí, primero visitando el museo y después escuchando las explicaciones de la guía dentro de la neocueva. Lo tienen todo muy bien organizado y aprendes muchísimo sobre este misterio asombroso que es Altamira. Salimos encantados por todo lo que aprendimos. Esta experiencia nos hizo replantearnos muchas cosas acerca del fenómeno mismo del arte: ¿dónde se genera el impulso humano por la creación? ¿Con qué fin se pintaron aquellas figuras tan extraordinarias? Preguntas que seguirán revoloteando en la mente de muchos estudiosos… y de muchos soñadores como nosotros.

Comillas, colonia del modernismo catalán

Volvimos al coche y pusimos rumbo a Comillas, una ciudad con una gran cantidad de atractivos y que nadie debería perderse. Comillas se asoma al mar y a sus espléndidas playas que protegen uno de los núcleos urbanos más hermosos de Cantabria. En ella conviven en un excelente equilibrio las viviendas rurales, las casas solariegas y los edificios modernistas de finales del siglo XIX, que le dieron el impulso arquitectónico definitivo. Llegamos allí desde el Museo de Altamira en unos 20 minutos y aparcamos en uno de los párkings públicos que hay en la entrada, concretamente en el del Polideportivo. La casualidad quiso que disfrutáramos de esta ciudad engalanada con motivo del Día del Indiano, una festividad que recuerda y exalta su pasado emigrante.

Arquitectura tradicional cántabra en Comillas
Ayuntamiento de Comillas

Si hay un nombre inevitablemente asociado a Comillas y a su época de máximo esplendor, ese es el de Antonio López y López, primer marqués de Comillas, el cual tuvo una vida digna de una película de Hollywood. Nació más pobre que las ratas y terminó convirtiéndose en uno de los personajes más influyentes de su tiempo. ¿Cómo? Teniendo importantes éxitos empresariales durante su aventura al emigrar a Cuba. Vamos, como un sueño americano pero a la española. Incluso llegó a prestarle dinero al Rey de España para pagar la guerra de Cuba, y éste, para devolverle el favor, le concedió el título de marqués. El caso es que, a su regreso a su villa natal, se dedicó a embellecerla con una activa labor de mecenazgo que reunió en Comillas a los más afamados artistas de su tiempo, la mayoría catalanes (Antoni Gaudí, Domènech i Montaner, Joan Martorell, Josep Llimona, Agapito Vallmitjana y Llorens Masdeu, entre otros). Comillas se convirtió, así, en un foco artístico de primer orden.

Palacio de Sobrellano

El Palacio de Sobrellano (o Palacio del Marqués de Comillas, entrada: 3€) solo se puede visitar con visita guiada. Ya nos estábamos acostumbrando a las maravillosas visitas guiadas que se realizan por esta región, y esta tampoco defraudó en absoluto.

Palacio de Sobrellano

En 1881, año en que comenzó a construirse su palacio, don Antonio López, Marqués de Comillas, era propietario de la mayor empresa naviera española, la Compañía Trasatlántica, y había creado el Banco Hispano Americano, la Compañía General de Tabacos de Filipinas, la Sociedad de Crédito Mercantil y poseía un alto porcentaje de la Compañía de Ferrocarriles del Norte, entre otros. Vamos, que tenía un coco privilegiado, el hombre. Lástima que nunca llegó a ver finalizado su palacio, concluido en 1890, seis años después de su muerte.

Detalle de la fachada

El edificio, sencillamente colosal, se construyó en el mismo lugar en el que se levantaba su casa natal. De estilo neogótico y con influencia de la escuela modernista catalana, el palacio fue concebido como residencia veraniega del marqués, que vivía en Barcelona con su familia el resto del año, y fue obra del arquitecto Joan Martorell.

En el interior hay algunas piezas de mobiliario diseñadas por Cristóbal Cascante y por el mismísimo Antoni Gaudí, el cual tenía una estrecha relación con el Marqués, pues una de las hijas de éste estaba casada con Eusebi Güell, el popular promotor del arquitecto. Así mismo, Llorens i Masdeu se encargó de las pinturas y Joan Roig de los conjuntos escultóricos.

Capilla-Panteón de los Sobrellano

Si la visita al palacio resulta interesante, todavía lo es más la visita a la Capilla-Panteón (entrada: 3€), realizada incluso antes que el anterior, en 1878, debido a que el hijo mayor del marqués había muerto joven y necesitaban tener lista la capilla para poder enterrarle allí.

La Capilla-panteón está situada justo al lado del Palacio de Sobrellano

La Capilla-Panteón de los Sobrellano es también obra de Martorell y fue concebida como una catedral a pequeña escala, dotada de girola. Cumple la función de mausoleo familiar pero también de templo donde celebrar oficios. Su interior alberga los monumentos funerarios de los miembros de la familia, obras de escultores tan afamados como Josep Llimona o Agapito Vallmitjana. Nuevamente Antoni Gaudí vuelve a estar presente, pues el sitial, los reclinatorios y los bancos fueron diseñados por él.

Sentado en uno de los bancos diseñados por Gaudí

Al salir al exterior pudimos contemplar a lo lejos el imponente edificio de la Universidad Pontificia de Comillas, construida en 1883 gracias a la intención del marqués de dotar a la población de un seminario. En ella trabajaron nuevamente Joan Martorell, Cascante y Domènech i Montaner.

Universidad Pontificia de Comillas

Todavía quedaba la mayor maravilla de todas, la razón principal por la cual habíamos venido hasta Comillas, pero tocaba reponer fuerzas y así lo hicimos en un bar-restaurante, El Filipinas, que estaba rebosar de gente debido al Día del Indiano. Estaba deseando terminar de comer para visitar la joya de Comillas, el Capricho, uno de los tres edificios que Antoni Gaudí diseñó fuera de Cataluña (los otros dos son el Palacio Episcopal de Astorga y la Casa Botines de León).

Capricho de Gaudí

Al Capricho (entrada: 5€) se le conoce también como la Villa Quijano debido a que Gaudí la diseñó para el joven abogado que llevaba los asuntos legales del Marqués de Comillas, Máximo Díaz de Quijano. Como aquel, Díaz de Quijano también se había enriquecido en América y pensó en Gaudí para proyectar una villa de veraneo «pequeña pero confortable» en los jardines aledaños al Palacio de Sobrellano.

El Capricho de Gaudí
El Capricho de Gaudí

El arquitecto catalán, que nunca viajó a Comillas durante la construcción de su edificio, diseñó una casa de estructura simple y funcional, con sótano, planta noble y desván, adaptando su proyecto a la preexistencia en el solar de dos construcciones: un invernadero que servía para cultivar plantas tropicales y como salón de invierno (muy de moda entre los burgueses de la época), y un templete, levantado a raíz de una visita real. El nombre de Capricho es una referencia directa a su propietario, músico aficionado, por analogía con la pieza musical rápida que rompe con los esquemas académicos. Se trata de una obra original y colorista que combina el ladrillo, los azulejos, la teja y el hierro forjado en un arriesgado ejercicio formal inspirado en los estilos árabe, mudéjar y oriental que tanta influencia tuvieron en sus primeros edificios.

Gaudí tenía apenas 31 años cuando se terminó esta vivienda en 1885 y posiblemente sin saberlo había dado origen a la arquitectura surrealista e irrepetible de sus edificios de Barcelona y que más tarde se convertiría en un referente mundial. La planta noble está constituida entorno al invernadero central, que juega un papel fundamental en la distribución de la luz y el calor por toda la casa. En ella se distribuyen 5 estancias de distintos tamaños, algunas pequeñas y acogedoras, otras más amplias y funcionales.

Sala del Capricho

La buhardilla del piso superior es un elemento al que Gaudí siempre concedía mucha importancia. En ella pudimos apreciar mejor que en ninguna otra parte su genio creativo, pues allí diseñó una original cubierta en la que el ángulo de abertura de las vigas cambia según la situación: cuanto más cerca del centro de la crujía, más cerrado es el ángulo. a fin de que la cubierta alcance una mayor altura.

Buhardilla del Capricho

Bien es sabido que la mejor fuente de inspiración que el arquitecto tuvo presente para las caprichosas formas ornamentales que encontramos en todos sus edificios fue la propia naturaleza. De ello se nutre todo el movimiento modernista catalán pero Gaudí lo transformó en un lenguaje singular y visionario. En este sentido, el Capricho es un ejemplo perfecto del gusto del arquitecto por la combinación de materiales y las artes decorativas. 

El jardín de El Capricho, presidido por un patio en forma de herradura, ha sobrevivido al paso del tiempo y es uno de los pocos proyectos de paisajismo que se conservan del arquitecto. Inma y yo recorrimos este pequeño espacio sin parar de hacer fotos. La cámara echaba humo… ¡Incluso nos encontramos al propio maestro sentado en un banco de piedra, mientras contemplaba su propia obra! Una auténtica pena que el propietario, Máximo Díaz de Quijano, fallecido a las 44 años de edad, solo pudiera disfrutar del edificio terminado durante unos pocos meses.

Admirando juntos este capricho de edificio

Acantilado El Bolao

Maravillados con El Capricho y con Comillas regresamos al aparcamiento y pusimos rumbo a Cóbreces, a muy pocos kilómetros. Habíamos oído que cerca de allí se encontraba uno de los acantilados más impresionantes de toda la costa cantábrica, y como nos encantan pues allí que fuimos. Eso sí, el acceso al Acantilado de El Bolao resulta algo lioso, no está muy bien señalizado. Al final lo encontramos un poco de casualidad. Eso sí, nos estaba esperando una más que merecida recompensa…

Acantilado El Bolao
Acantilado El Bolao

Volvimos a tener nuevamente un déja vu, pues nos pareció estar de nuevo en Escocia. Y entonces nos preguntamos, ¿cómo pudo marcarnos tanto aquel viaje?

Acantilado El Bolao
Acantilado El Bolao
Acantilado El Bolao

Nos dimos un buen paseo por la falda de aquel precipicio milenario, mientras escuchábamos cómo algunos metros más abajo el mar se rompía en mil pedazos al chocar violentamente contra las rocas. Ya en el coche, nos dispusimos volver a la civilización mientras dejábamos atrás a excursionistas que se dirigían a El Bolao a pie y a vaquitas que pastaban a sus anchas, indiferentes y acostumbradas a los pocos turistas que llegan hasta allí.

Vacas en los alrededores de El Bolao

Santillana del Mar, la villa de las tres mentiras

Nuestro último destino del día fue Santillana del Mar, quizás el pueblo más famoso de Cantabria gracias a su belleza y a su historia milenaria. Se dice de ella que es la villa de las tres mentiras, pues ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Sus orígenes hay que agradecerlos a una comunidad de monjes que llegó al lugar durante el siglo IX portando las reliquias de una santa llamada Juliana. Éstos se establecieron en torno a una pequeña ermita que con el tiempo llegó a convertirse en una de las principales abadías medievales de toda Cantabria. En el siglo XII el monasterio ya era parada obligada para los peregrinos del Camino de Santiago.

Santillana del Mar

Un siglo después, bajo el reinado de Alfonso VIII Santillana se convirtió en la capital de la Merindad de las Asturias, momento en que la villa comenzó a organizarse en torno a un nuevo trazado urbano presidido por la Plaza del Mercado. Las dos calles principales serían a partir de entonces, como en la actualidad, la rúa del Rey (hoy del Cantón), y la calle Juan Infante.

Plaza del Mercado o Plaza Mayor

A mediados del siglo XV, la jurisdicción de la población pasó a Íñigo López de Mendoza, el primer marqués de Santillana. Desde entonces y hasta el siglo XIX, momento en que se acabó el poder del señorío nobiliario, Santillana del Mar se llenó de nobles casonas y palacios gracias a lo cual esta villa fue declarada Conjunto Histórico Artístico, además de uno de los pueblos más bonitos de España por la Asociación del mismo nombre.

Calle del Cantón

De todos los edificios de Santillana del Mar, el más emblemático es la Colegiata de Santa Juliana, una de las joyas románicas más espléndidas del norte peninsular. A la construcción principal levantada en el siglo XII en sillería arenisca se le añadieron la casa del abad y la sacristía durante los siglos XVI y XVII. Para llegar a la antigua puerta de acceso se debe subir una amplia escalinata en la que dos leones de piedra tallados en el siglo XVI vigilan el paso.

Colegiata de Santa Juliana
Uno de los leones que vigilan el acceso de la colegiata

La iglesia es de planta basilical con tres naves. En el centro del crucero se encuentra el sepulcro de Santa Juliana, que puede verse a la vez que el retablo principal, una excelente obra hispanoflamenca de finales del siglo XV, policromado y dorado. Al bello claustro, de mediados del siglo XII, se puede acceder por la nave izquierda. Sus 42 capiteles, una síntesis de la escultura románica, sirvieron también como telón de fondo para la película Altamira (2016).

Claustro de la colegiata
Claustro románico

A pesar de que posee motivos suficientes, quizás esperábamos mucho más de Santillana del Mar, que no llegó a satisfacer todas nuestras expectativas. Sencillamente, no nos pareció para tanto. Sin duda la masificación de turistas no ayudó demasiado en nuestra apreciación…

Finalizamos el día cenando en nuestra posada una exquisita cena que nos había preparado nuestra anfitriona Sofía, servida por su marido José. Bien cenados nos fuimos a la cama que al día siguiente había que hacer muchos más kilómetros, ¡buenas noches!

Día 3: explorando los Picos de Europa

Esta mañana no desayunamos en el jardín sino en el interior de la posada, pues hacía algo de fresco. El día que nos esperaba prometía, y mucho: hoy exploraríamos la zona cántabra del Parque Nacional de los Picos de Europa, concretamente la comarca de Liébana (con capital en Potes), haciendo varias paradas interesantes mientras atravesábamos el increíble desfiladero de La Hermida hasta llegar a Fuente Dé, donde cogeríamos el teleférico que nos subiría a más de 1800 metros de altura. Por la tarde, para rematar, nos detuvimos a visitar la espectacular cueva geológica de El Soplao.

Ya nos habían dicho que no podíamos marcharnos de Cantabria sin visitar los Picos de Europa, que en su zona cántabra alcanzan una superficie de unas 15.000 hectáreas. Su variado relieve de rocas calizas con agujas, circos, collados y lapiaces, entre otros, da lugar a una geomorfología realmente espectacular. La mejor manera de acceder es desde el desfiladero de La Hermida, una de las carreteras montañosas más hermosas que existen en España. Allí, el tiempo parece ir más lento pues el conductor debe ir atento en todo momento a las interminables curvas del camino. Los coches siguen el sendero que el río Deva traza en el interior de esta garganta de piedra, un marco natural que nos recordó mucho al congosto que accede al valle de Benasque, en el Pirineo oscense.

Iglesia de Santa María de Lebeña

Al llegar al pueblo de Lebeña, uno debe seguir las indicaciones para llegar a la Iglesia de Santa María (entrada: 2€ por persona). Esta iglesia es antigua, muy antigua, de hecho está considerada el mejor testimonio de arte prerrománico de toda Cantabria. Nos recibió una guía extremadamente graciosa y entrañable, que nos contó la interesante historia del templo: el Cartulario de Liébana señala la construcción del pequeño templo en el año 925, cuando, según la leyenda, el conde  de Liébana, Alfonso, y su ejército de 50 hombres pretendían llevarse por la fuerza las reliquias del santo Toribio, entonces en el Monasterio de San Martín (y posteriormente denominado de Santo Toribio), para trasladarlas a una nueva iglesia. Ocurrió que al abrir la cripta quedaron completamente ciegos y que, tiempo más tarde, al recuperar la vista, desistieron de su empeño sintiéndose muy arrepentidos. Así fue como el conde Alfonso mandó construir igualmente esta iglesia, pero ya no para albergar las reliquias, sino para donarla al monasterio.

Santa María de Lebeña

Santa María de Lebeña tiene planta rectangular centralizada y unas proporciones tremendamente armónicas, con sus tres naves rematadas por otros tantos ábsides paralelos. El espacio interior es de una gran belleza, destacando los hermosos arcos de herradura, uno de los detalles que la vinculan indudablemente al estilo mozárabe o «estilo de repoblación», que añadió elementos del mundo islámico a la tradición visigoda.

Santa María de Lebeña

Otra anécdota se refiere al periplo que vivió la pequeña imagen de la Virgen de la Buena Leche, del siglo XV, que se encuentra en su retablo, una virgen amamantando al niño Jesús. Pues resulta que fue robada en 1993, lo que provocó un auténtico disgusto en el pueblo, incluso se llegó a realizar una réplica ya que los desolados habitantes del pueblo habían perdido ya todas sus esperanzas de recuperarla. No obstante, ocho años después reapareció la talla original en un chalet de un pueblo de Alicante y con ella, la alegría de los parroquianos, incluida la de nuestra guía.

Santa María de Lebeña

No vamos a desvelar otra de las leyendas que relaciona a esta iglesia con el olivo y el tejo que se encuentran en su entrada. Una bonita historia de amor que tendréis que descubrir cuando vengáis….

Santa María de Lebeña

Monasterio de Santo Toribio de Liébana

Nuestro siguiente destino era precisamente el Monasterio de Santo Toribio de Liébana (entrada gratuita), uno de los más antiguos de España. Se encuentra a un par de kilómetros antes de llegar al pueblo de Potes, en la ladera del monte Viorna. Según el rito católico, hay solamente cinco lugares en el mundo donde se celebra el año jubilar in perpetuum, Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela, Caravaca de la Cruz (Murcia) y este monasterio.

Monasterio de Santo Toribio de Liébana

Se cree que la fundación de este monasterio se debe a un monje palentino de nombre Toribio, que junto con otros monjes se retiró en el siglo VI a estas montañas, donde fundaron un monasterio bajo la advocación de San Martín, obispo de Tours. Años más tarde, tras la invasión árabe del año 711 y la rápida conquista de la Península, Alfonso I, hijo de Don Pelayo, organizó el territorio de Liébana y lo repobló con cristianos de la Meseta para crear una frontera a los ejércitos musulmanes asentados en el valle del Duero. En este contexto, el monasterio tuvo una gran importancia asegurando la repoblación de este territorio, pues se convirtió en un centro religioso y cultural de referencia.

En un determinado momento el lugar recibió el cuerpo de otro Toribio, un santo de Astorga, junto con las reliquias que él mismo presumiblemente se trajo de Tierra Santa durante el siglo V. La más importante de ellas, el Lignum Crucis, el trozo de la cruz de Cristo más grande que según la Iglesia Católico aún perdura, que en la actualidad podemos contemplar en una de las capillas del monasterio. Otro personaje emblemático relacionado con el monasterio fue el Beato de Liébana, quien en el siglo VIII escribió e ilustró los libros que terminarían siendo referencia imprescindible para la evolución del arte románico. Algunos de ellos se pueden contemplar en el monasterio.

Capilla del Lignum Crucis del Monasterio de Santo Toribio, incrustado en una cruz de plata dorada

El edificio que vemos en la actualidad data del siglo XIII aunque con importantes reformas posteriores que desvirtuaron su aspecto gótico. Si obviáramos su innegable importancia histórica, lo cierto es que esta visita nos resultó bastante prescindible…

Claustro del monasterio

Teleférico de Fuente Dé

A muy poca distancia de allí se encuentra Fuente Dé, en un subvalle abierto por un circo glaciar. Allí se encuentra una de las más famosas atracciones cántabras, el teleférico que asciende a la base calcárea de los Picos de Europa. El clima no estaba acompañando demasiado aquella mañana, al llegar al aparcamiento del teleférico nos dimos cuenta de que la espesa niebla cubría la parte superior del paisaje montañoso.

Aparcamiento del teleférico de Fuente Dé

En la estación del teleférico nos dijeron que la visibilidad arriba era prácticamente nula, sin embargo decidimos pagar la entrada (17€ por persona) para, al menos, vivir la experiencia de ascender 753 metros para llegar a una cumbre de casi 1850 metros de altitud. Desde luego, me impresionó bastante el hecho de estar colgado solo de un cable a semejante altura. ¡Menuda experiencia!

Teleférico de Fuente Dé
Teleférico de Fuente Dé

Al llegar arriba, en efecto, no se veía nada. Pero nada de nada, literalmente. Estábamos sumergidos en un espeso manto blanco que incluso dificultaba enormemente la visión. Sin embargo, a los pocos minutos y como por arte de magia, aquella niebla empezó a disiparse, dejando al descubierto las maravillas del macizo central de los Picos de Europa. Por allí caminamos durante casi una hora por una de las muchas rutas senderistas que este lugar ofrece. La Madre Naturaleza nos había concedido una breve tregua para contemplarla en toda su inmensidad.

Picos de Europa
Picos de Europa
Picos de Europa
Picos de Europa

No tardó la blanca densidad de la niebla en volver a hacer su aparición… Una verdadera lástima no poder disfrutar por más tiempo de las maravillosas vistas, sobretodo desde el mirador en forma de plataforma que sobresale y que cuelga literalmente sobre el precipicio (aunque tenemos que decir que la sensación de estar colgado en medio de la blanca nada es también toda una experiencia…). ¡Habrá que volver!

Cabras en los Picos de Europa
El mirador de los Picos de Europa cubierto por la densa niebla

Como ya era hora de comer, decidimos reponer fuerzas en el mismo restaurante de la estación superior del teleférico. Unos platos combinados que nos supieron a gloria y acto seguido, tocaba de nuevo montar en el teleférico para volver a bajar.

Potes, puentes de piedra

Una vez en el aparcamiento, pusimos en marcha nuestro bólido poniendo rumbo a Potes, capital de la comarca de Liébana. Esta localidad, cuyo nombre procede de la palabra pontes (literamente, puentes), es encrucijada de ríos (Bullón, Quiviesa y Deva) y también de valles (Valdebaró, Valdeprado, Cereceda y Cillorigo), además de posada de montañeros, centro de reunión de excursionistas y enclave privilegiado para conocer una comarca repleta de aldeas pintorescas.

Potes
Potes

En Potes se pueden contemplar algunos monumentos destacados, como la torre de Orejón de la Lama, la Iglesia de San Vicente y, muy especialmente, la imponente torre del Infantado, una fortaleza de planta cuadrada del siglo XIV cuya construcción se atribuye a la familia de la Lama y que a lo largo de su historia ha pasado por varias manos (perteneció al Señor de Liébana, hermano del rey Enrique II, al Marqués de Santillana y a sus descendientes, la casa ducal del Infantado, a los Duques de Osuna y, en la actualidad, al Ayuntamiento del pueblo). Lastimosamente no pudimos visitar su interior.

Iglesia de San Vicente
Torre del Infantado

Potes es un pueblo realmente precioso (mucho más bonito que Santillana del Mar, para nuestro gusto), con toda seguridad uno de los más bonitos de Cantabria. Durante nuestro paseo disfrutamos de la arquitectura popular lebaniega, fabricada a base de piedra, madera y tejas. Sus elementos más característicos son sus puentes medievales (aquellos que le dieron nombre), que se levantan poderosos sobre los tres ríos que se dan cita aquí. Pasear por las calles de Potes con el rumor del agua como sonido de fondo es una experiencia verdaderamente deliciosa.

Puente Nuevo, en Potes
Puente de San Cayetano
Arquitectura de piedra en Potes
Puente Nuevo de Potes, desde el ángulo opuesto

Cueva de El Soplao

Como vimos que todavía nos quedaba algo de tiempo aquella tarde, decidimos adelantar una visita que teníamos programada para el día siguiente y que se convertiría sin duda en uno de los puntos fuertes del viaje: la Cueva de El Soplao (entrada: 12€ por persona), una espectacular cavidad geológica situada en plena Sierra de Arnero, un emplazamiento privilegiado que permite disfrutar de una bellísima panorámica de la Sierra de Peña Sagra, los Picos de Europa y el valle del río Nansa.

Panorámica desde El Soplao
Muy cerca de la cueva, se encuentra el Mirador de El Soplao

La Cueva de El Soplao constituye un deleite absoluto para cualquier visitante (incluyendo aquellas personas con movilidad reducida, pues el recorrido está acondicionado a todo tipo de público). La visita comienza en el Centro de Recepción de Visitantes, donde se debe acudir al menos con 30 minutos de antelación a la hora que reservaste tu entrada anticipadamente (¡resulta absolutamente imprescindible reservar en el siguiente enlace si no quieres quedarte sin entrar!). Allí te dan las instrucciones para comenzar una visita que dura alrededor de una hora en el caso de la visita turística normal (la visita de aventura, para los más osados, dura algo más).

Centro de Recepción de Visitantes de la cueva, que incluye una cafetería, un restaurante y una tienda de recuerdos

Normalmente es un tren minero quien se encarga de conducir al grupo de visitantes al interior de la cueva (aquel día no se encontraba en funcionamiento), donde, una vez allí, una guía te acompaña en un recorrido sobrecogedor por el interior de algunas de sus galerías subterráneas más espectaculares (no de todas, ya que su longitud total es de aproximadamente unos 20 km). La iluminación, los colores, los efectos sonoros y la atmósfera que se respira hacen de ésta una de las visitas espectaculares de toda Cantabria.

La Cueva de El Soplao está íntimamente ligada a la actividad minera desarrollada en la Sierra de Arnero, concretamente en las minas de La Florida, orientada a la extracción de zinc y plomo (resulta curioso saber que el propio nombre de «el soplao» proviene del argot minero y se refiere a la corriente de aire que entra desde el exterior hacia el interior). La cavidad fue descubierta a principios del siglo XX, cuando un grupo de mineros decidió realizar un avance subterráneo a través de la construcción de un túnel.

Cueva de El Soplao (Fuente de la imagen: www.espeleofoto.com)

La primera reacción ante la aparición de la cueva no fue precisamente de alegría, dado que suponía un enorme espacio vacío sin mineral, sin embargo rápidamente supieron dar uso a estas galerías naturales, acondicionándolas para comunicar distintos frentes de explotación dispersos por la montaña, para transportar personas y mineral o para proporcionar oxígeno a las galerías mineras.

Cueva de El Soplao (Fuente de la imagen: www.espeleofoto.com)

Esta cueva está considerada una de las grandes maravillas de la geología mundial (de hecho, se la conoce como la Capilla Sixtina de la geología), atesorando una cantidad indecente de excéntricas, estalactitas, estalagmitas, coladas y columnas, entre otras formas moldeadas pacientemente por el agua durante miles de años. De todas ellas, cabe destacar la enorme acumulación de excéntricas (aquellas que crecen en todas direcciones), hecho que hace que la Cueva de El Soplao sea realmente única.

Cueva de El Soplao (Fuente de la imagen: www.espeleofoto.com)

Empachados de tanta belleza, regresamos a nuestra posada, donde José ya nos tenía la mesita preparada para la cena. Unas albóndigas de verdel que quitaban el hipo y que nos sentaron estupendamente. Luego una duchita y a la cama. Mañana regresaremos a casa pero no sin antes visitar la capital cántabra, Santander, una ciudad que nos sorprendió muy gratamente. ¡Buenas noches!

Día 4: Santander, la elegante capital del norte

Hoy teníamos un largo viaje por delante de vuelta a casa (nada menos que siete horas…), pero nos resistíamos a abandonar este idílico lugar. Como teníamos unas pocas horas disponibles antes de nuestro regreso, José nos aconsejó visitar la capital, Santander. Después de nuestro último desayuno en la Posada la Cotía, nos despedimos de un fabuloso anfitrión (uno de los que mejor nos ha tratado nunca) y de un estupendo alojamiento, y pusimos rumbo al centro de la capital cántabra.

La capital de Cantabria vive a un ritmo tranquilo mientras se deja abrazar por su bahía. El rumor de las olas es el sonido más frecuente de una ciudad en la que sus monumentos hablan de la historia y sus calles guardan el silencio de un pasado no siempre agradable de recordar. De hecho, Santander ha sido golpeada en más de una ocasión: en el siglo XV por las epidemias de peste, en el siglo XIX por la explosión del barceo de vapor Cabo Machicaco, en el siglo XX por la guerra Civil primero y por el gran incendio de 1941 después, probablemente la tragedia más recordada por los santanderinos. De todos estos golpes Santander ha sabido recuperarse y en la actualidad está lista para abanderar una nueva época como ciudad turística de primer orden, con una larga tradición cultural y un entorno natural envidiable.

En tan solo 20 minutos ya estábamos aparcando en un párking público en el Paseo de Pereda, probablemente la arteria más elegante de una ciudad por sí misma elegante. Discurriendo paralelos a la línea del muelle, sus edificios resumen diferentes etapas de la ciudad, pues algunos datan de finales del siglo XVIII y otros de principios del siglo XX. Nos dirigimos a pie primeramente a contemplar el llamativo Edificio de Correos y Telégrafos, proyectado en estilo neogótico a principios del siglo XX por los arquitectos Quintanilla y Secundino Zuazo. Fue una de las pocas construcciones que se mantuvo en pie tras el incendio de 1941.

Edificio de Correos
Jardines de Pereda, frente al Edificio de Correos

Catedral de Nuestra Señora de la Asunción

Junto a él, se levanta la Catedral de Santander, un pequeño templo que, a pesar de ser construido entre los siglos XIII y XIV en un sobrio estilo gótico (y modificado durante los siglos posteriores), tuvo que ser restaurado casi por completo tras el fatídico 15 de febrero 1941, una fecha impresa a fuego (y nunca mejor dicho) en la mente de los santanderinos. Ese día se desató un grave incendio en el centro de la ciudad afectando, además de al templo catedralicio, a un gran numero de casas.

Catedral de Santander

Destacan en la catedral por su belleza e historia el retablo mayor barroco churrigueresco, una pila árabe de mármol blanco y el sepulcro del que ha sido probablemente el santanderino más ilustre y universal: Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912), catedrático, erudito, filósofo, historiador y escritor, una de esas mentes privilegiadas que surgen una vez en cada generación.

Al interior del templo se accede por una portada gótica decorada con elementos barrocos que se encuentra después de atravesar el claustro, un hermosísimo espacio de planta rectangular que parece que empezó a construirse en el siglo XIV, una vez se hubo terminado el templo principal. Durante un tiempo, el claustro fue utilizado como cementerio de monjes, razón por la cual hoy pueden verse esculturas de piedra y madera, antiguos sepulcros y restos de sarcófagos.

Claustro de la Catedral de Santander

Casa-museo de Menéndez Pelayo

Al salir, teníamos mucho interés en visitar la Casa-museo de Menéndez Pelayo, en especial su biblioteca, que apareció también como escenario en la película Altamira (2016). En 1915, el arquitecto Leonardo Rucabado, uno de los grandes nombres del regionalismo montañés, recibió el encargo de edificar esta biblioteca con el fin de albergar los más de 40.000 valiosos volúmenes que el intelectual legó en herencia al Ayuntamiento de la ciudad. Como él mismo escribió en una ocasión, «no puede amar a su nación quien no ama a su país nativo y comienza por afirmar este amor como base para un patriotismo más amplio. El regionalismo egoísta es odioso y estéril, pero el regionalismo benévolo y fraternal puede ser un gran elemento de progreso y quizá la única salvación de España». Pues eso.

Entrada a la Casa de Menéndez Pelayo

Actualmente este complejo cultural también acoge la casa donde Menéndez Pelayo nació y murió, y el Museo Municipal de Bellas Artes. Ante nuestra sorpresa no nos cobraron por la entrada. Un trabajador muy simpático nos puso un vídeo que te introduce en la vida de Menéndez Pelayo y posteriormente nos hizo pasar a la fabulosa biblioteca. Es tan bonita que la consideramos una visita absolutamente imprescindible para cualquiera que venga a Santander.

Biblioteca de Menéndez Pelayo

Anexa a esta biblioteca, se encuentra la casa natal del erudito, que conserva algunos de los muebles originales. En una de sus estancias ocurrió una anécdota enormemente significativa del carácter de este hombre: encontrándose leyendo sentado en un sillón, de repente una chispa saltó de la chimenea y prendió fuego al lado de sus pies. Él, sin inmutarse, prosiguió leyendo. Por suerte, su hermano y su cuñada llegaron minutos después, advertidos por el humo, y le recriminaron a Marcelino que no se hubiera dado cuenta del peligro que corría. Él continuó absorto en su lectura.

Al salir de la casa y de camino al puerto, pasamos primero por la Plaza del Ayuntamiento, donde se levanta la Casa Consistorial, y después por la Plaza Porticada, un bonito espacio de estilo herreriano. A continuación, un breve paseo por los Jardines de Pereda, el parque más transitado por los santanderinos.

Casa Consistorial de Santander, edificio del siglo XIX
Jardines de Pereda

Monumento a los Raqueros

Una vez en la zona portuaria de Santander, fuimos en busca de Los Raqueros, las cuatro esculturas en bronce que José Cobo creó para homenajear a los niños pobres que a principios del siglo XX mendigaban por las calles de la ciudad y solían tirarse al mar a por las monedas que les lanzaban los transeúntes a modo de propina.

Los Raqueros
Los Raqueros
Los Raqueros

Parque de la Magdalena

Antes de volver al coche decidimos detenernos a tomar algo en el Café Suizo, degustando unos pequeños bocadillos que nos supieron a gloria. Nuestro siguiente destino, el último de nuestro viaje, fue el Parque de la Magdalena, situado en la península del mismo nombre. Más de dos hectáreas de naturaleza verde, acantilados y playas que invitan a pasear tranquilamente y a relajarse junto al mar. A principios del siglo XX, el Ayuntamiento de Santander donó este espacio, hoy agradable parque público cerrado al tráfico, al rey Alfonso XIII.

Palacio de la Magdalena, en el Parque de la Magdalena

Fue entonces cuando se convocó una suscripción popular para construir un palacio espectacular en el que el rey no pudiera negarse a descansar durante las temporadas veraniegas. Los artífices del edificio fueron los arquitectos Gonzalo Brinchas y Javier González de Riancho, ambos cántabros. Éstos realizaron un elegante palacio con claras influencias inglesas y francesas, una planta asimétrica coronada por dos torreones de altura desigual y una monumental escalinata. El Palacio de la Magdalena ya no pertenece a la realeza, hoy su solemne interior se destina a funciones docentes.

Palacio de la Magdalena
Palacio de la Magdalena

La península une el puerto y la bahía de Santander con la zona más famosa y frecuentada de la capital cántabra, la Playa del Sardinero, la cual se puede contemplar desde aquí. Además del palacio, el Parque de la Magdalena guarda otras atracciones turísticas, como un pequeño zoológico con focas, leones marinos y pingüinos, y un museo al aire libre de embarcaciones históricas donde se pueden admirar los tres galeones que utilizó el navegante cántabro Vital Alsar para atravesar el Atlántico y la balsa con la que se atrevió a cruzar el océano Pacífico. ¡Con un par!

El Faro de Mouro, desde la Península de la Magdalena
Mini-zoologico de la Península de la Magdalena, con la Playa del Sardinero al fondo
Museo de las Embarcaciones

Nuestra escapada, ahora sí, había llegado a su fin y después de comernos una buena pizza en un Pizza Hut retomamos el largo viaje de vuelta a Cieza, nuestra casa.

Alojamiento cantinelero

En muy pocos lugares nos han tratado tan bien como en la Posada la Cotía, en Helguera, a muy poca distancia de las playas de Suances, del Museo de Altamira o del pueblo de Santillana del Mar. Se trata de una casa restaurada de 1860 situada en el paraje natural del valle de Reocín. En este rústico alojamiento cuidado al detalle, sus anfitriones José y Sofía os tratarán como a reyes desde el mismo momento en que crucéis la puerta. Qué placer poder dormir en una habitación tan bonita y limpia, qué maravilla poder cenar comida casera y desayunar en el jardín escuchando el canto de los pájaros. Si venís a esta parte de Cantabria, ¡no dudéis en elegir esta posada!

Posada la Cotía

¿Qué podemos decir de Cantabria? Que es una tierruca llena de posibilidades, especialmente recomendable para ir con toda la familia. Allí encontrarás playa, montaña, cultura paleolítica, cuevas geológicas,… y gente extremadamente servicial. Un mundo lleno de posibilidades. En definitiva, y como ya dijimos al principio, un capricho del destino que al fin pudimos disfrutar juntos.

Gracias por seguirnos en otra de nuestras escapadas y… ¡hasta pronto!

2 comentarios

  • Mª José Gragera

    ¡Qué bonita es Cantabria!
    Una de las cosas que más me sorprenden de este país es que parece que tengamos paisajes de distintas partes del mundo en nuestra pequeña península. Alucinantes esos acantilados y tus fotos, como siempre, magníficas.
    A las Cuevas de Altamira (bueno, la réplica) fuimos con las niñas y les encantaron los hologramas y habían talleres familiares geniales.
    Una ruta completísima.
    Un abrazo.

    • Rafael Ibáñez

      Buenas María José! Muchísimas gracias por tu comentario compañera, tienes toda la razón, en España tenemos unos contrastes alucinantes, ¡no sabemos valorar lo que tenemos como se merece!
      Un fuerte abrazo

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