
Cehegín
El pueblo de los tesoros perdidos
Indice
La primera vez que visité Begastri, la antigua ciudad íbero-romana-visigoda situada a pocos kilómetros de Cehegín, me explicaron que los estudiosos habían estado buscando su ubicación durante años. Su existencia era conocida desde antiguo pero no se conocía su ubicación exacta y por esta razón se la llegó a conocer como «la ciudad perdida». Hasta que un día apareció, de la forma más inesperada, cuando unas lluvias torrenciales a finales del siglo XIX dejaron al descubierto un importante hallazgo en el cerro Cabecico Roenas. Sin embargo, Begastri no es el único tesoro patrimonial perdido que encontraréis en Cehegín, el pueblo que acaba de ser nombrado la primera Maravilla Rural de España 2019 por el portal HomeAway. Este artículo tiene la humilde pretensión de contribuir a destapar algunos de estos tesoros.
Situada en el corazón de la comarca del Noroeste murciano (inabarcable en cuanto a valor patrimonial y natural), el municipio de Cehegín cubre con su faz blanca y ocre la superficie de un cerro flanqueado por los ríos Argos y Quípar. Desde la lejanía se asemeja a uno de esos pueblos de madera y cartón que coronan las montañas de corcho de los Belenes. Su casco antiguo, formado por estrechas calles de irregular trazado medieval, fue declarado Conjunto Histórico-Artístico por la gran cantidad de palacios nobles y templos que atesora. Pero eso no es todo: en su término municipal existen numerosos vestigios procedentes de diferentes culturas desde tiempos muy remotos, convirtiendo a Cehegín en uno de los pocos pueblos que puede presumir de contar con restos de casi todas las épocas históricas, desde el periodo neolítico pasando por los íberos, romanos, visigodos, árabes y cristianos (incluyendo a la míticas Orden del Temple y Orden de Santiago). ¿Alguien da más? ¡Acompáñanos a uno de los pueblos más bonitos de la Región de Murcia!

Ruta de palacios, iglesias y miradores por el casco histórico
Existen dos maneras de visitar Cehegín: la primera es por libre; la segunda, de la mano de los profesionales de Cehegín Tierra Adentro, un grupo de expertos historiadores como Magdalena y Manuel que decidieron constituirse como asociación para mostrar los encantos de su pueblo a los visitantes. Ofrecen acompañamientos personalizados por el casco antiguo y el yacimiento de Begastri (8€ por persona), con la posibilidad de incluir una degustación final de vinos con D.O. Bullas en las instalaciones de la Escuela del Vino (12€ por persona). A la manera del proverbio quien avisa, no es traidor, ellos empiezan siempre sus intervenciones transmitiendo al grupo aquello de «nosotros no somos guías oficiales, nosotros somos historiadores», un gesto que a mi juicio les honra enormemente, pero lo cierto es que su acompañamiento resulta más que grato y sus explicaciones, amenas, curiosas y teñidas del cariño que le tienen a sus tesoros patrimoniales y a sus vecinos, muchos de los cuales han permanecido largo tiempo ajenos a la importancia de éstos. Es ese tipo de cariño gestado desde esa infancia jugada por las calles. Por si fuera poco, solo en su compañía podrás acceder al interior de alguno de ellos, como es el caso del Palacio de los Duques de Ahumada, una auténtica joyica sin la cual vuestra visita a Cehegín quedaría incompleta.

Desde aquí recomendamos dejar el coche en la zona baja del pueblo, fruto de la ampliación urbanística moderna, para después subir caminando y apreciar la singularidad de su trazado irregular de origen musulmán. Nuestra ruta tiene a Magdalena Zamora como Cicerón particular y comienza frente a las puertas de su propia tienda, donde vende las obras de arte que ella misma crea como pintora profesional. Cómo podéis ver, estamos entre amigos. Nos encontramos en la Calle López Chicheri, donde tenemos la oportunidad de admirar los primeros ejemplos de palacios nobles que veremos durante nuestro paseo por el casco histórico de Cehegín. Y es que Cehegín es el pueblo de las casas señoriales por excelencia, muchas de las cuales fueron antaño ocupadas por hidalgos beneficiarios del reparto de tierras como premio a la conquista cristiana en una época en la que este lugar se encontraba en primera línea de frontera con el antiguo reino nazarí de Granada. Repartidos por los muros del casco histórico se pueden encontrar hoy en día casi un centenar de antiguos escudos nobiliarios (antes del expolio sufrido durante la Guerra Civil, existían muchos más).


Casa Jaspe (Ayuntamiento de Cehegín)
Nos detenemos primeramente frente a una de las casas nobles más hermosas, Casa Jaspe, cuyo nombre procede del material que recubre el primer cuerpo de su esplendorosa fachada. Cuidado, no me refiero a la piedra rosada que enmarca puerta y ventanas, sino al característico mármol gris con vetas ocres procedente de las ricas canteras de Peña Rubia, la montaña mágica de Cehegín en cuyas cuevas se asentaron sus primeros habitantes. Sin duda este mármol jaspeado es un importante detalle de calidad que aporta pistas sobre la pretensión que tenían sus dueños a la hora de diseñar este edificio a finales del siglo XVIII. Como la ubicación del palacete no iba a ser la más propicia (la Calle López Chicheri se encuentra algo alejada de las plazas importantes, con escasas posibilidades de visibilidad), los propietarios de Casa Jaspe decidieron no reparar en gastos para levantar la fachada más suntuosa del pueblo.

Una vez en el interior, las sorpresas y las curiosidades continúan. Nos recibe un espacio majestuoso decorado con tres colores: el celeste, el blanco y el dorado. ¡Qué colores más curiosos para un palacete! A propósito de esta cuestión nos comentó Magdalena que, lejos de tratarse de una mera cuestión de gustos personales, significó en su día todo un gesto de rebeldía hacia la mismísima monarquía, quien prohibía taxativamente el uso de esos colores en las fachadas de las casas nobiliarias.

Presidiendo el recibidor, una elegante escalera imperial da acceso al segundo piso. Magdalena nos hizo reparar en otro detalle curioso, consistente en el diferente grado de desgaste en las baldosas de los escalones. Y es que los sirvientes debían obligatoriamente subir y bajar por los extremos, visiblemente más gastados, y los nobles por el centro de la escalera, por supuesto por encima de una cómoda alfombra.

¿SABÍAS QUE…?
La lámpara central que preside la escalinata imperial de Casa Jaspe es una pequeña obra de arte. Resulta que fue comprada por los antiguos propietarios para ser donada a la Iglesia, siendo sin embargo rechazada por ésta. ¿Por qué? Por un pequeño detalle: una figura femenina que muestra sus dorados senos. ¿Eres capaz de verla en esta imagen? Pues el párroco, sí fue capaz.

Una vez en el segundo piso pasamos al antiguo salón principal de la casa, actual Salón de Actos del Ayuntamiento de Cehegín, quien adquirió el palacete en el año 1973 después de haber pertenecido a diversas familias nobiliarias. A pesar de los arreglos modernos, esta sala conserva todavía la moldura de estuco de la época, así como las galerías de los cortinajes de madera dorada.

Plaza Mesoncicos
Al salir de Casa Jaspe, continuamos hasta la pequeña Plaza Mesoncicos. Allí se encuentra el Bar Mesoncicos, antiguo establecimiento y lugar de reunión de personas de mal vivir y dudosa reputación durante tiempos pasados, y del que al parecer en más de una ocasión uno podía salir con la mandíbula partida después de participar en una buena trifulca. Frente a él se levanta el antiguo Hospital de la Real Piedad del siglo XVIII (hoy residencia de la tercera edad) y otra casa noble, la Casa de Don Octavio Ruiz de Assín, la más grande del municipio con 3.000 metros cuadrados de planta. A propósito, este palacio se encuentra actualmente en venta, lo digo por si existe algún interesado entre nuestros lectores. Conviene señalar que, si bien la fachada se encuentra en estado ruinoso, el interior, al parecer, es fabuloso.


Paseo de la Concepción: Ermita de la Concepción y Mirador de la Vega
Junto a esta casa, una escalinata sube por la Calle Poyos del Paseo hasta uno de los puntos más altos de Cehegín: el Paseo de la Concepción, una amplia explanada donde antiguamente se levantaba un convento cuyo único recuerdo visible aún hoy en día es la Ermita de la Concepción, una de las joyas indiscutibles del municipio y posiblemente la sorpresa más grande que uno se llevará cuando visite Cehegín.

Esta ermita tiene un tamaño propio de una iglesia y un valor histórico-artístico propio de una catedral. Vamos a poner un ejemplo muy gráfico para que todos los lectores cantineleros lo entiendan sin problema: pongamos que un tal Manolico (murciano, por supuesto) decide visitar Cehegín un sábado por la mañana. Pongamos también que a Manolico, por una de esas casualidades de la vida, le entra un ataque de hipo estando en Cehegín. ¿Qué debería hacer Manolico? Pues sin duda adentrarse en el interior de este templo de tres naves de estilo renacentista. «No te dejes engañar por el sencillo exterior, Manolico», le diríamos nosotros, «pues es su interior el que quita el hipo».

Una vez dentro, levantad la mirada y contemplad el fabuloso artesonado mudéjar en madera policroma que es único en toda la Región, pues conserva dos oraciones cristianas completas, una en latín y otra en castellano antiguo. En definitiva, uno de los muchos tesoros perdidos de Cehegín que milagrosamente ha llegado hasta nuestros días a pesar del mal uso que durante las últimas décadas se le dio a este lugar sagrado, fruto principalmente de la dejadez de las instituciones.


Sin embargo en los últimos tiempos se ha puesto remedio a esta injusticia y hoy el templo luce una cara hermosísima. Los últimos trabajos de restauración han sacado a la luz una preciosa pintura de trampantojo en la pared del altar mayor, así como diversas pinturas en las naves laterales y una rica decoración en la capilla de San Juan de Letrán, en la que también se han encontrado dos criptas.


¿SABÍAS QUE…?
En el año 1623 el hidalgo Martín de Ambel se enfrentó en un duelo de honor a Alonso de Góngora, alférez mayor de Cehegín, del cual salió victorioso al matar a su oponente. Para evitar ser juzgado por su crimen, se acogió a sagrado y se refugió en el interior de la Ermita de la Concepción. Encontrándose a salvo de una sentencia a muerte segura, decidió quedarse a vivir en un pequeño cuarto de la parte alta del templo. ¿Durante cuánto tiempo creéis que llegó a permanecer allí? Hagan sus apuestas: nada más y nada menos que… ¡38 años! Esto no le impidió, sin embargo, casarse dos veces, tener varios hijos y escribir un valioso documento histórico, Antigüedades de la Villa de Cehegín. Allí murió, como no podía ser de otro modo, en el año 1661.
En 2011 un grupo de estudiantes de Comunicación Audiovisual de la Universidad de San Antonio de Murcia decidió realizar un cortometraje sobre la interesante vida de este personaje. Sin embargo lo que comenzó siendo un modesto proyecto universitario, terminó convirtiéndose en todo un acontecimiento social en Cehegín. Prácticamente la totalidad de los habitantes, ya fueran ricos o pobres, jóvenes o viejos, se involucró enormemente en la realización de lo que acabó siendo el largometraje Ambel, la película (2013). Así, mientras unos hicieron de figurantes, otros prestaron sus viviendas para el rodaje de algunas escenas, y otros cosieron el vestuario, y otros prepararon la comida… Imaginad el día del estreno, con todos los cehegineros vistiendo sus mejores galas para asistir al evento más importante del año. Según nuestra Cicerón particular, Magdalena, ¡aquello parecía los Óscars!
En el hipotético caso de que a Manolico (¿os habíais olvidado de él?) no se le hubiera quitado todavía el hipo, un nuevo remedio le esperaría justo al salir de la ermita. En pleno Paseo de la Concepción encontramos el Mirador de la Vega, desde el que se puede disfrutar de una de las estampas más bellas de Cehegín, cuya pintoresca fisonomía recuerda a un cuadro cubista en el que se combinan diversas gamas de blancos, celestes y colores cremas. Coronando esta composición pictórica, destaca en su punto más alto el perfil de la Iglesia de Santa María Magdalena, que más tarde visitaremos.
Panorámica de Cehegín desde el Mirador de la Vega

Calle Mayor
Volvemos a la Plaza Mesoncicos para seguir esta vez por la Calle Mayor, posiblemente la arteria con más enjundia de todo Cehegín debido a que allí se levantaron otro gran número de palacetes realmente extraordinarios, como el antiguo Casino del siglo XVII, edificio de estilo barroco que llegó a ser centro de la actividad durante las centurias pasadas y que, desde hace algunos años, fue reabierto al público como bar. Aunque nosotros no llegamos a entrar, por lo visto goza este lugar de unas vistas privilegiadas desde su terraza posterior hacia la fértil vega del río Argos y el perfil de la ciudad.

Otro edificio destacable, justo enfrente del Casino, es la Casa de las Boticarias, de los siglos XVII y XVIII. Sobre los balcones y puertas de su decadente fachada ocre el artista Francisco Fernández instaló recientemente unas lonas retroiluminadas con fotografías que muestran rincones del interior de la casa como una manera de denunciar el lamentable estado en el que se haya el edificio. Pero el verdadero secreto de la Casa de las Boticarias lo encontraremos al girar la esquina, en una callejuela estrechísima: flanqueando la entrada de acceso al palacio, dos impresionantes columnas de orden jónico aparecen adosadas a la pared. No son dos columnas cualquiera, ¡pertenecían a un templo romano que se hallaba en Begastri, la antigua ciudad romano-visigoda! Este es posiblemente el ejemplo más significativo de los muchos elementos que fueron sustraídos del yacimiento para ser «recolocados» en la nueva ciudad.
Palacio de los Duques de Ahumada
Llegamos al punto fuerte de la ruta por Cehegín, el Palacio de los Duques de Ahumada, en plena Calle Mayor. Tal y como habíamos comentado anteriormente, el acceso a este lugar es exclusivo de la Asociación Cehegín Tierra Adentro, por lo que únicamente podréis entrar acompañados de la historiadora del arte Magdalena, la misma que supo persuadir (en el sentido más cariñoso del término) a don Diego Chico de Guzmán y Girón, VII Marqués de Ahumada, y a su esposa, doña Blanca Escrivá de Romaní y Mora (ni más ni menos que la sobrina de la Reina Fabiola de Bélgica) para que accedieran a abrir las puertas de su palacio privado del siglo XVIII, una auténtica joya que no podía permanecer oculta a los ojos del resto del mundo.

Obviamente y al tratarse de un palacio en uso, el recorrido de las visitas (reducidas a un número de 10 personas) se encuentra limitado a algunas pocas zonas del edificio, pero suficientes para hacerse una idea de cómo debe transcurrir la vida de sus dueños. De hecho, el día en el que fuimos nosotros, nos encontramos correteando por allí a la nieta de la duquesa y a sus amigas, que jugaban en la escalinata principal acostumbradas a la presencia de grupos de personas que habitualmente visitan su casa.

De la zona inferior del palacio se visita el sótano, donde se ubica un interesante museo etnográfico repartido en diversas salas donde se exponen todo tipo de objetos relacionados con las tradiciones y costumbres de los cehegineros, algunos tan curiosos como la primera olla exprés que llegó a la Región de Murcia (este pequeño detalle demuestra el alto poder adquisitivo del que gozaban algunas familias cehegineras como la de Ahumada, que siempre tenía lo último de lo último). Admiramos también una habitación con valiosos ropajes de la regia familia expuestos en una vitrina (entre los que figuran uniformes de la Orden de Santiago y varios trajes de corte del siglo XIX y comienzos del XX, entre otros) y la bodega privada del palacio.



También en la planta baja del edificio, en un patio exterior repleto de vegetación, nuestra acompañante Magdalena nos abrió las puertas de una antigua caballeriza con varios carruajes de gran valor. Allí tuvimos el privilegio de poder subirnos literalmente encima de la historia.


El recorrido por el interior del Palacio de los Duques de Ahumada finaliza en la planta superior, donde únicamente pueden visitarse dos salas, la más deslumbrante de las cuales es sin duda el salón de baile (también conocido como el salón rojo), una réplica fidedigna del que se encuentra en el Palacio de Tarancón y mandado diseñar por la Reina María Cristina de Borbón como regalo de bodas a la Condesa de Geinduráin. En definitiva, la guinda de un pastel exquisito.

Plaza del Castillo: soportales, mirador e Iglesia de la Magdalena
Al salir del Palacio de los Duques de Ahumada continuamos Calle Mayor arriba hasta alcanzar el punto más alto del municipio, la Plaza del Castillo, destino final de todos los turistas que peregrinan por las calles de Cehegín. Si la historia tuviera memoria (al menos en este país, parece que no es el caso…), sin duda toda se concentraría en este lugar, pues aquí conviven edificios históricos de gran relevancia con el fantasma de algunos que ya no están. Este era el caso de la desaparecida fortaleza de origen musulmán (que dio nombre precisamente a la plaza) y que más tarde pasó a ser cristiana, cuando primero la Orden del Temple (en los tiempos en que Cehegín dependía de la encomienda templaria principal en tierras murcianas, situada en Caravaca de la Cruz) y posteriormente la Orden de Santiago se instalaron en el territorio.

El espacio que antiguamente albergaba ese castillo está hoy ocupado por un párking de coches que desluce la visión general de la plaza, atentando directamente contra su belleza (estimado Ayuntamiento de Cehegín, ¡casco histórico peatonal ya!), excepto el cuarto domingo de cada mes, cuando en ella se celebra el Mercadillo del Mesoncico, donde numerosos artesanos de la zona se dan cita para ofrecer sus productos artesanales, embutidos, cerámicas, dulces, jabones, vinos, quesos, etc. Un momento único para conocer distintas tradiciones de la comarca.
Quizás el elemento de la Plaza del Castillo que antes capta la atención del visitante es la galería con soportales del siglo XVIII que parecen desafiar la ley de la gravedad. Siempre se ha dicho (quizás con demasiada ligereza) que estos soportales se construyeron como palcos para que los miembros de las familias ricas pudieran tener una vista privilegiada de los eventos que tenían lugar en la plaza. Sin embargo, resultaría más creíble pensar que dicha galería servía en realidad para la venta del pescado y la carne.


Precisamente a la espalda de estos soportales se encuentra otro de los miradores más destacados de Cehegín, desde donde podemos contemplar, además de la Ermita de la Concepción con el Mirador de la Vega en el horizonte, un espacio verde en el corazón del trazado urbano. Se trata del laberíntico Jardín El Coso, un vivero de empresas diseñado a partir de terrazas cuyo vanguardista diseño permite canalizar el agua de la lluvia y del alcantarillado, filtrándola y reciclándola después, para terminar nutriendo a las plantas del propio jardín. El proyecto, obra de la empresa José Díaz García S.A., no gozó en primera instancia de la simpatía de los cehegineros, pero el paso del tiempo y el reconocimiento de diversos premios internacionales de arquitectura han hecho de este nuevo espacio toda una referencia en proyectos de sostenibilidad medioambiental.

Sin duda el edificio más importante de la Plaza del Castillo es la Iglesia Mayor de Santa María Magdalena, el templo principal de Cehegín y uno de los más sobresalientes de la Región de Murcia. En su interior se guarda algo inédito de lo cual pueden presumir muy pocos lugares, otro de esos tesoros perdidos que fueron descubiertos solo porque la casualidad así lo quiso.

El actual templo renacentista, de importantes dimensiones, sustituyó en diferentes etapas constructivas a la anterior mezquita musulmana que aquí se levantaba. Posee una nave central cubierta con bóveda de terceletes y naves centrales cubiertas por bóvedas de crucería con nervios y claves secundarias formando estrellas. Su aspecto es realmente impecable.

Pero nuestra acompañante de lujo, Magdalena, se guardaba la mejor sorpresa para el final. Cerca del altar mayor, en un rinconcito escondido y protegido de las miradas indiscretas (sobretodo de aquellas aficionadas a las cuestiones esotéricas), se encuentra dentro de una vitrina una talla de una mujer en madera muy especial que, según se cree, llegó a pertenecer a un retablo. De hecho, existen algunos indicios que apuntan a que, más que especial, podría incluso ser excepcional. El destino quiso que esta imagen fuera finalmente rescatada del confinamiento en el que había permanecido durante años en lugares oscuros y olvidados. Quizás el desconocimiento de haberla considerado un objeto viejo y sin valor alguno (¡un mero tronco de madera de olivo se pensaba que era!) fue precisamente la razón por la que hoy podemos disfrutar, casi con total seguridad, de una imagen de María Magdalena, pero no una cualquiera.

Fijémonos en su iconografía: con la mano izquierda sujeta un libro abierto (simbolizando que es una mujer culta e inteligente) y con la derecha, un vaso (para ungir los pies de Cristo, por lo que también es una mujer espiritualmente importante); en su cabeza, además, lleva una tiara (lo cual nos habla de su alto poder económico). Esta representación no se corresponde con la María Magdalena que todos tenemos arraigada en nuestro imaginario y es que, antes de que la Iglesia Católica se encargara de transformar su imagen drásticamente con fines religiosos (de mujer intelectual a prostituta), esta santa era muy venerada, especialmente por los caballeros templarios, quienes muy probablemente pudieron haber traído esta imagen a Cehegín allá por el siglo XIII además de introducir su advocación en el templo (pero que nadie se confunda, que ni esposa de Jesús, ni prioratos de Sión ni Códigos da Vinci, ni ninguna gaita de esas). Sea como fuere, y a la espera de que un análisis más profundo y concienzudo pueda confirmar o desmentir su datación exacta, lo cierto es que esta imagen tiene uno de los rostros más bonitos que hemos visto en un trozo de madera. Observad, ¡parece que respira!

Escuela del Vino
El acompañamiento de Magdalena de Cehegín Tierra Adentro finaliza en la Escuela del Vino, ubicada en la antigua bodega de otra casa noble del pueblo, la Casa de la Tercia, en la zona baja del pueblo. Curiosamente el edificio fue construido en el siglo XVII por la Orden de Santiago como centro de administración de su encomienda en Cehegín y como lugar de almacenaje y recaudación de los diezmos que pagaban los habitantes de la villa. Hoy esta bodega, que aún conserva gran parte de sus elementos originales (como algunas de las tinajas provenientes del desaparecido castillo, que hasta ese momento había sido el centro de la encomienda de la orden), pretende ser un centro de formación en torno al mundo del vino en el que, además, sirve como punto de encuentro cultural donde se realizan diversos actos, fundamentalmente exposiciones y conciertos.


Allí, en la Escuela del Vino, se nos ofreció una degustación de vino con D. O. de Bullas para terminar nuestra ruta de palacios, iglesias y miradores por el casco histórico de Cehegín. Resulta curioso saber que alrededor de un 99% de los vinos con esta denominación no se producen en los viñedos de Bullas, sino en los de Cehegín. Y es que, como ha pasado siempre… ¡unos cardan la lana y otros crían la fama!

LOS CANTINELEROS RECOMIENDAN…
En pocos pueblos existe un consenso tan grande sobre cuál es el mejor lugar para quedarse a comer. El Restaurante Gastrobar El Sol, ubicado en plena Calle Mayor, se ha convertido en toda una referencia y en uno de los establecimientos con más tradición gastronómica de la Región de Murcia (nada menos que 70 años los contemplan). Sinónimo de cocina tradicional basada en recetas heredadas, este lugar es una apuesta segura de calidad, aunque eso sí, ¡no olvidéis reservar con suficiente antelación!

Museo Arqueológico Municipal
Después de darnos un merecido homenaje en el Restaurante El Sol (un día es un día), la familia al completo decidimos regresar a la Plaza del Castillo, ya sin la compañía de Magdalena. Y es que aún nos quedaba pendiente visitar uno de los museos arqueológicos más importantes de todo el Levante español y también uno de los más antiguos, el Museo Arqueológico Municipal de Cehegín, ubicado en las dependencias de tres edificios nobles cuyos interiores fueron conectados entre sí para dar cabida a su extensa colección: la Casa del Concejo (siglo XVII), el Palacio de los Fajardo (siglo XVIII) y el Archivo Histórico. Imaginad la belleza del marco expositivo.



La visita a este museo (gratuita) supone un auténtico viaje por las diferentes culturas que se asentaron en las inmediaciones de Cehegín. La primera sala, dedicada a la prehistoria, muestra importantes hallazgos procedentes de los yacimientos arqueológicos del paraje de Agua Salada y del paraje de Peña Rubia, un gran macizo de tierra caliza al suroeste de la ciudad donde se encuentran además tres cuevas con pinturas rupestres (Cueva de las Conchas, Cueva del Humo y Cueva de las Palomas) pertenecientes al Arte Rupestre Levantino del Arco Mediterráneo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998, y cuya datación abarca desde el Neolítico Final hasta la Edad del Bronce. Por desgracia, estas cuevas todavía no se encuentran adaptadas a las visitas públicas.


Las salas de arte romano del Museo Arqueológico de Cehegín exponen importantes piezas que han sido recuperadas del paraje de El Tollo (como la célebre Dama de Cehegín) y del yacimiento de Begastri, como un fragmento de sarcófago romano encontrado recientemente en la puerta oriental, esculpido en mármol de Carrara (lo que apunta a que algún cristiano adinerado pudo haberlo traído de la propia Roma) en el siglo IV. Se trata de una de las más bellas representaciones cristianas de la Hispania romana, pues aparece representado Adán junto a la serpiente enroscada en el árbol.

Curiosamente, el único objeto arqueológico que falta en esta estupenda colección es el tesoro perdido más importante que se ha encontrado en el yacimiento, convertido en un auténtico símbolo de Cehegín. Se trata de la Cruz Monogramática de Begastri (o Crismón de Begastri), una pequeña cruz de bronce de pequeñas dimensiones. Los expertos datan la cruz alrededor del siglo V o VI, lo que la convertiría en una de las cruces cristianas más antiguas de Europa. Su simbología es muy interesante, pues aparecen tres letras griegas (la Alfa y la Omega en sus extremos representando a Dios, pues es el principio y el fin de todas las cosas, y Rho en el brazo superior, simbolizando a Cristo) y dos delfines que, aunque separados de la cruz, muy posiblemente estaban unidos a ella. Estos aluden al salvamento de los paganos por parte de la fe cristiana. Todo a ello vendría a confirmar que la cruz podría proceder de la desaparecida basílica visigoda de Begastri, que fue sede episcopal en época tardoromana y visigoda. En aquel contexto histórico se practicaba el arrianismo, una variante de la religión cristiana de origen oriental implantada en la Península Ibérica por los visigodos.

¿SABÍAS QUE…?
El propio hallazgo de la Cruz Monográfica de Begastri ha suscitado todo tipo de especulaciones. La versión más aceptada es aquella que otorga su descubrimiento a un vecino del pueblo, quien la encontró casualmente en el cerro Cabecico Roenas (actual yacimiento de Begastri) y la guardó en su casa sin saber qué tenía realmente en su poder. Al parecer, un buen día decidió vendérsela a un chatarrero para sacar provecho del cobre, pero alguien más avispado se interesó por ella, don Cristóbal Sánchez de Amoraga, Alcalde de Cehegín durante los años 40, quien se la compró al hombre. No obstante, fue alguien todavía más avispado, Pedro Abellán Zafra, un profesor del pueblo, el primero en darse cuenta de su importancia.
Como decíamos antes, no es posible admirar la Cruz Monogramática de Begastri original en el Museo Arqueológico Municipal, que es donde la lógica dicta que debería estar. En vez de eso, la cruz permanece a buen recaudo de la familia propietaria, los Sánchez de Amoraga Ruiz de Assín (probablemente en la caja fuerte de algún gran banco). Al menos nos queda el consuelo de poder admirar dos réplicas exactas que se hicieron de la pieza, una en el Museo Arqueológico Municipal y la otra en el interior de la Iglesia de Santa María Magdalena.
Además de todo esto, en el Museo Arqueológico Municipal podremos disfrutar de diversas salas dedicadas a objetos de época ibera (recuperados del santuario ibérico de Fuente del Recuesto) y medieval (principalmente restos musulmanes del casco histórico), así como dos salas con fósiles y minerales del paleozoico, mesozoico y cenozoico.


Yacimiento de Begastri
Tal y como reza el título de nuestro post, Cehegín es el pueblo de los tesoros perdidos. Ya hemos hablado del artesonado mudéjar de la Ermita de la Concepción, de la María Magdalena templaria y de la Cruz Monogramática, entre otros. Pero si hay un verdadero tesoro perdido en Cehegín, ese es el yacimiento de la ciudad antigua de Begastri, apodada por los propios estudiosos durante años como «la ciudad perdida». Y es que se sabía que existía, pero no se conocía su ubicación exacta hasta que unas lluvias torrenciales a finales del siglo XIX dejaron al descubierto un importante hallazgo en un cerro conocido como Cabecico Roenas (una denominación cuya etimología podría derivar de esas «ruinas» que desde siempre se sabía que existían en ese lugar. Por cierto, uno de los primeros en mencionar que allí había algo de cierta entidad fue… ¡Martín de Ambel!). Poco después comenzaron los trabajos arqueológicos dirigidos durante un cuarto de siglo por el catedrático Antonino González Blanco para desenterrar una de las ciudades de la tardoantigüedad más prometedoras de España. Trabajos de excavación y reconstrucción que aún hoy continúan sin descanso, aunque con mucha carencia de ayudas económicas por parte de las instituciones, como ya es desgraciadamente habitual en la arqueología española.

Los primeros en ser conscientes de la ventajosa ubicación del cerro y en constituir allí un núcleo urbano fueron los íberos (de ello dan cuenta numerosos vestigios), sin embargo fue en época romana cuando la ciudad alcanzó un estatus importante. Los romanos conquistaron Begastri después de que Escipión tomara Cartago Nova (actual ciudad de Cartagena) y, después de remodelar la antigua ciudad íbera, le dieron la categoría de municipium, lo que equivaldría a una ciudad importante hoy en día. Eso implicaría la presencia de una muralla, un foro y edificios públicos, tales como un teatro y un anfiteatro. De todo eso, por el momento solo se ha podido delimitar con bastante claridad la primera línea de muralla de las dos que al parecer llegó a tener.

Con la caída del Imperio Romano, llegaron los visigodos a la Península y Begastri fue rápidamente cristianizada. Fue entonces cuando la ciudad alcanzó un segundo hito importante, pues se convirtió en sede episcopal, por lo que se cree que contó con una gran basílica que albergaría la famosa Cruz Monogramática. La llegada de los musulmanes supuso el final del periodo de esplendor de Begastri, pues éstos se establecieron en una nueva ubicación (germen de la actual Cehegín).

Resulta interesante saber que, según lo que apuntan las evidencias arqueológicas y las fuentes documentales, no hubo conquista violenta ni destrucción de la ciudad por parte de los musulmanes. En vez de eso, éstos decidieron respetar las costumbres del pequeño núcleo mozárabe que quedó a cambio de que se convirtiera al Islam, cosa que fue sucediendo paulatinamente. Esta circunstancia les llevó a ir abandonando Begastri y trasladar sus casas (literalmente, piedra a piedra) a la nueva urbe. Después de eso, años, décadas y siglos de abandono soterraron las ruinas, sepultándolas en el fondo del olvido.

El yacimiento se encuentra a unos 3 kilómetros de Cehegín, justo al lado del paso de la Vía Verde del Noroeste, una popular ruta senderista que aprovecha un antiguo trazado ferroviario. Para visitarlo se requiere nuevamente del acompañamiento de un miembro de la Asociación Cehegín Tierra Adentro. En nuestro caso fue Manuel, un joven y entusiasta historiador, quien volcó en nosotros todos sus conocimientos mientras nos mostraba las ruinas y nos ponía al día de las últimas excavaciones. En realidad en Begastri hay muy poco que ver en cuanto a estructuras visibles se refiere, por ello los amantes de las ruinas se quedan con «algo de hambre» al visitarlo. Se calcula que actualmente solo hay excavado un 10% de la totalidad, no obstante, la importancia que tuvo este emplazamiento en épocas pasadas ya justifica su visita.

El recorrido comienza en el Centro de Interpretación levantado a los pies del cerro, donde se visualiza un breve documental explicativo. Acto seguido, se asciende por un pequeño camino de tierra hasta la puerta oriental de la antigua muralla, flanqueada antiguamente por dos torres y un acceso adelantado. La muralla que rodeaba la ciudad de Begastri fue reaprovechada por los diversos pueblos que allí se establecieron, por lo que no resulta infrecuente encontrar piedras más antiguas en tramos posteriores.


Después de cruzar un fragmento de muralla reconstruida recientemente, llegamos a la acrópolis, donde se levantaban, por un lado, el área residencial y por otro, los edificios públicos (esta fue la zona que primero se llegó a excavar en la década de los 80). Desde allí se continúa bordeando el perímetro del cerro hasta llegar al lado occidental, donde las actuales excavaciones están desenterrando antiguas viviendas íberas y romanas. La visita termina saliendo por la que antiguamente fue la puerta sur de la muralla, de la cual queda ya muy poco.




Hasta aquí nuestro paseo por Cehegín, sin duda uno de los pueblos más hermosos y con más atractivos de la Región de Murcia.
¿Te ha gustado nuestro post cantinelero sobre Cehegín? ¡Ayúdanos a difundirlo para dar a conocer esta maravilla!
¡Hasta muy pronto!


9 comentarios
Latitudes Infinitas
Una vez más te has superado Rafa. Me encanta la forma que tienes de transmitir tus viajes. Y para colmo esas increíbles fotos. ¡¡Qué bonito es Cehegín!!
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias amigo! La verdad es que fue una sorpresa muy agradable encontraros allí. Hazme caso, la próxima vez haced la visita con esta asociación, se disfruta mucho más! Qué bonito es Cehegín!!
Antonio Saez
Excelente descripcion de esta maravilla que es Cehegin.
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias Antonio por tu comentario y por haberte pasado por nuestro blog. Nos alegramos de que lo hayas disfrutado, un saludo cantinelero
Marisa
Una descripción de Cehegín muy bonita, qué bonito es Cehegín!!
Os ha faltado visitar otra joya, el Santuario de la Patrona, la Santísima Virgen de las Maravillas. Una obra de arte del barroco italiano cuya belleza no tiene parangón. Os animo a visitarlo, sin duda es otro tesoro perdido que encontraréis en el sorprendente y milenario Cehegín.
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias Marisa! Me apunto la visita a ese santuario, si es que nunca termino de conocer todos los tesoros de nuestra bella región! Gracias también por visitar nuestro blog y por tu precioso comentario, besos!
Pingback:
Joaquín Muñoz
Estupendo reportaje. Pero, tal y como ha comentado alguien, ha faltado el Tesoro más Precioso que tiene el pueblo de Cehegín. Su excelsa Patrona, La Santísima Virgen de Las Maravillas. Merece la pena.
Rafael Ibáñez
Pues tendré que ir a verla Joaquin, y más teniendo en cuenta que ya me lo habéis dicho dos personas. Al final, cuando uno escribe un artículo de estas características, siempre se deja algo en el tintero 😉 Muchísimas gracias por leer nuestro post! 🙂