
Colmar, bienvenidos a la ciudad de las maravillas
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Suena el despertador, son las 4:20h de la madrugada, no lo podemos creer, por fin ha llegado el día: ¡nos vamos a Alsacia!
Durante estas últimas semanas parecía que el destino había querido ponernos a prueba: primero fue Elia, que se puso malita hace dos semanas; después fue Inma, víctima de un sospechoso dolor de barriga hace cuatro días; y por último me tocó a mí, que padecí un virus estomacal (con visita a urgencias incluida) justo en los dos últimos días antes de nuestro viaje. Rezando estaba literalmente para que pasara lo antes posible y no tener que cancelar nuestro viaje. Para colmo, justo la tarde antes de nuestra partida, mientras preparábamos nuestras maletas, Inma sufrió un pequeño accidente al caérsele un tubo grande de papel de plástico en los dedos del pie… Afortunadamente todo quedó en un susto.
No sabíamos muy bien cómo (a punto estuvimos varias veces de anularlo todo…), pero allí estábamos, preparados para un viaje para el que habíamos esperado más de 6 meses desde que lo reserváramos todo allá por diciembre. Muchos interrogantes flotaban en el aire, ¿cómo iría el primer viaje de Elia en avión? ¿Se pondría nerviosa? ¿Estaríamos preparados para afrontar y solventar cualquier situación?
Nos decimos una y otra vez «todo saldrá bien» y cogemos el coche con destino al aeropuerto de Alicante. Después de dejar nuestro coche en el aparcamiento de la empresa Ecoparking (siempre confiamos en ellos en estos casos), nos dirigimos a nuestra puerta de embarque. Nuestro vuelo sale a las 9:00h. Nos instalamos en nuestros asientos (Elia encima de su mamá) y después de un pequeño retraso de 20 minutos por fin despega nuestro avión.

Nuestra pequeña se muestra súper tranquila, como si viajara en un autobús. ¡Es un momento histórico! ¡Su primer viaje en avión con solo 15 meses de edad!
Hemos tardado aproximadamente un par de horas en llegar al Aeropuerto de Basilea/Mulhouse/Friburgo, la principal puerta de entrada para todos aquellos que deseen visitar la región de la Alsacia. Este aeropuerto tiene una particularidad bastante curiosa y es que se encuentra en un lugar donde confluyen tres países distintos, Francia, Alemania y Suiza, por lo que debemos prestar mucha atención si queremos salir por la zona correcta, en este caso la zona francesa. Elia se ha portado muy bien durante todo el vuelo, así que nuestro primer temor, ¡disipado!
Una vez en tierra, nos dirigimos al mostrador de la compañía de alquiler de coches Europcar. Habíamos reservado a través de Rentalcars un coche de 5 plazas, con la cobertura del seguro a todo riesgo incluida, por 226,65€ para 5 días (sillita de bebé a pagar aparte por 60€ más). Ante nuestra sorpresa, la recepcionista nos ofrece un coche de categoría superior, concretamente un Mercedes Clase A automático. ¡Menuda suerte!
Decidimos comer unos bocadillos en el mismo aeropuerto y luego dirigirnos directamente hasta nuestro apartamento en Colmar. Tardamos unos 45 minutos en llegar hasta el alojamiento de nuestro anfitrión Lionel, aunque no nos recibió él en persona, sino su amiga Anne-Marie. Esta era la primera vez que reservábamos a través de Airbnb, casi nos vimos obligados ante la falta de opciones de hoteles fiables y con buena ubicación que presentaba Booking (nuestra web habitual de reservas) para esas fechas en Alsacia. Lo cierto es que nuestra primera vez con el sistema Airbnb fue todo un acierto, pues la comunicación con el anfitrión fue en todo momento cordial y fluida, y el apartamento tenía todo lo necesario para nuestra estancia de 5 noches: una cocina equipada con todos los enseres necesarios (horno, microondas, nevera,…), cuna, trona, baño completo,… ¡hasta juguetes y cuentos que Elia no dudó en disfrutar desde el primer momento!

Por fin podíamos relajarnos, habíamos llegado a Colmar sin ninguna incidencia, así que era hora de salir a explorar Colmar, capital del departamento del Alto Rin y la segunda ciudad más grande y con más alicientes turísticos de Alsacia después de Estrasburgo.
Antes de comenzar nuestra aventura queremos agradecer la ayuda prestada por nuestra gran amiga y compañera viajera Alicia del blog Trotajoches (que tiene un post sobre su ruta por Alsacia que es una auténtica delicia) y, muy especialmente, la ayuda prestada por nuestra queridísima María del blog Descubriendo Alsacia. Jienense afincada en Alsacia, María es una de esas personas que uno tiene la suerte de cruzarse alguna vez en la vida en cuya esencia se concentra la más pura generosidad sin condiciones. Ella fue quien contestó a infinidad de preguntas con la más dulce de las simpatías. Gracias a ella pudimos elaborar la mejor de las rutas posibles, y por ello no podíamos irnos de Alsacia sin conocerla personalmente, hecho que ocurrió aquella misma tarde. Este post, amiga, ¡va por ti!
Resumimos nuestro recorrido por Colmar en el siguiente mapa:
Colmar, ciudad de cuento
Musée Unterlinden
Nuestra ruta por Colmar comenzó por el Musée Unterlinden, quizás el museo más importante de toda Alsacia, a tan solo 5 minutos caminando desde nuestro apartamento. Nos pareció algo desconcertante el hecho de que ningún otro bloguero hubiera visitado el interior de este antiguo convento del siglo XIII reconvertido en museo, sobretodo teniendo en cuenta que alberga una de las obras maestras de Occidente, el Retablo de Isenheim, pintado por Matthias Grünewald. Nos enorgullece saber que este será probablemente uno de los pocos diarios de viaje sobre Alsacia en el que aparezca este museo, ¿quién sino nosotros, que somos unos grandes amantes del arte?

El Musée Unterlinden (entrada 12,50€ por adulto) muestra una valiosa colección de obras tardo-medievales y renacentistas que muchos museos en el mundo envidiarían. La lista de autores ilustres es larga: Martin Schongauer, Alberto Durero, Lucas Cranach el Viejo o Hans Holbein el Viejo. La visita resulta algo confusa y laberíntica, ya que al ir con carrito de bebé nos vimos obligados a buscar siempre los ascensores para subir y bajar a las distintas plantas, lo cual nos desorientó enormemente.


La colección se completa con obras realmente interesantes, como un mosaico romano del siglo III (el conocido como Mosaico de Bergheim).

Nos llevamos una sorpresa al encontrar también una notable colección de pintura de los siglos XIX y XX, de nombres como Monet, Guillaumin, Dubuffet, Picasso, Bonnard o Delaunay. Me hizo especial ilusión encontrar un cuadro de Séraphine Louis, unas de las artistas clasificadas por los historiadores dentro del movimiento ousider, aquel que incluye a todos aquellos creadores sin formación artística alguna, guiados por su propia necesidad de crear sin pretensiones ni reglas establecidas.

Sin duda la parte más atractiva del museo es el antiguo claustro medieval que pertenecía al convento de las monjas dominicas. Un lugar enormemente bello y poético que merece un pausado paseo.



Accediendo a través de una de las puertas que dan al claustro se accede a la sala más importante de todo el museo, antigua capilla principal del convento y aquella que alberga una de las obras pictóricas más excepcionales de la humanidad, el Retablo de Isenheim de Grünewald.


El retablo fue pintado entre 1512 y 1516 y está formado por, nada más y nada menos, que 9 paneles distribuidos en diversos conjuntos. El más conocido e impresionante es el panel central, que representa la crucifixión de un Jesucristo que se retuerce de dolor como ningún otro lo ha hecho jamás. La obra proviene del convento de los antoninos de Isenheim, al sur de Colmar, que es el lugar para el que fue diseñado. El preceptor de dicho convento, Guido Guersi, fue quien encargó la obra a Grünewald.

Tengo que confesar que esta obra siempre me ha fascinado, desde que la descubrí estudiando la carrera. Siempre me he preguntado cómo Grünewald fue capaz de dotar de tanto dramatismo y expresividad a un conjunto de figuras en pleno siglo XVI, adelantándose así cuatro siglos al movimiento expresionista alemán, por citar algún ejemplo de movimiento propio del siglo XX. Me juré a mí mismo que algún día contemplaría esta obra en vivo y en directo, siendo esta una de las principales razones por las que deseaba ir a Alsacia. Otro de mis sueños, cumplido.

El arriesgado retorcimiento de los miembros de las figuras, así como el extremo gesto de dolor en el rostro de los personajes representa un fenómeno único en la historia del arte. Uno se pregunta entonces por qué razón los expertos no han prestado más atención al Renacimiento nórdico, ensombrecido siempre por el Renacimiento italiano.

Nos dirigimos ahora hacia nuestro siguiente destino, la Place des Dominicains. Resulta evidente que ya nos encontramos en el centro histórico de la ciudad pues las calles están repletas de gente y de un ambiente festivo propiciado por la participación de la selección francesa de fútbol aquella misma tarde en la copa del mundo. Los bares y restaurantes se llenan de aficionados franceses ataviados con los colores de la bandera tricolor. De camino hacia allí, pasamos por delante de una de las casas más célebres de Colmar, pues en cuya fachada podemos contar hasta 106 caras, la Maison des Têtes (casa de las cabezas).
Place des Dominicains
Llegamos a la Place des Dominicains, una de las más animadas de Colmar, donde se erige la elegante Église des Dominicains (Iglesia de los dominicos), de un gótico austero de cuyos muros se desprende el color amarillo anaranjado característico de la arenisca de Rouffach (grès de Rouffach) que también encontraremos en la Collégiale Saint Martin.


Nuestro primer encuentro con las típicas casas alsacianas de entramado de madera tiene lugar en este momento. Empezamos a sentirnos dentro de un cuento escrito por una mente fabuladora e imaginativa.
Casas de la Place des Dominicains
Place de la Cathédrale
Continuamos hacia la gran plaza principal de Colmar, la Place de la Cathédrale, presidida en su centro por el templo principal de la ciudad, la imponente Collégiale Saint Martin (Colegiata de San Martín). Construida entre los siglos XIII y XIV, es una de las iglesias más importantes de toda Francia, aunque se la conoce como la «catedral de Colmar». Esta afirmación tiene un fundamento real, ya que sí obtuvo el rango de catedral durante un breve lapso de tiempo, concretamente durante unos pocos años. Primero decidimos explorar su interior, de 3 naves separadas por columnas con arcos apuntados. La nave central termina en un precioso ábside pentagonal.


Como ya hemos mencionado, su aspecto exterior es imponente. Es toda una suerte poder dar la vuelta completa al edificio mientras paseas por la plaza, ya que así puedes detenerte a contemplar todos los detalles. Nos llamaron la atención los bellísimos contrafuertes y, en especial, la cubierta de tejas al estilo alsaciano, elaboradas con cerámica vidriada de color verde y ocre. La única pega es que en la plaza pueden aparcar los coches, lo cual resta algo de encanto a la visión del conjunto.


En la Place de la Cathédrale existen más puntos interesantes que visitar, como la renacentista Salle du corps de garde, antigua casa de guardia de la ciudad, o su edificio adyacente, la Maison Adolph, una de las casas más antiguas de Colmar, data del siglo XIV.

Desde este punto, cogemos la Rue Mercière para admirar otra de las casas de Colmar dignas de ser admiradas cual obras de arte, la Maison Pfister. Construida en 1537 por un sombrerero, su fachada está repleta de pinturas murales que representan escenas bíblicas. De repente fuimos conscientes de toda la belleza que nos rodeaba en ese momento, merece mucho la pena detenerse a admirar el resto de fachadas de este cruce de calles.


Muy cerca de aquí se encuentra el Musée Bartholdi, ubicado en el lugar de nacimiento de Auguste Bartholdi, reputado escultor del siglo XIX natural de Colmar. El logro por el que Bartholdi es reconocido mundialmente es el de haber creado la Estatua de la Libertad de Nueva York, un logro por el que será recordado siempre. Pensamos en visitar este museo a la vuelta pero lamentablemente ya estaba cerrado así que… ¡ya tenemos una buena excusa para regresar a Colmar algún día!
La Grand Rue
Desde la Maison Pfister continuamos por la espléndida y vistosa Rue de Marchands para llegar a la Grand Rue, arteria principal del casco histórico de Colmar.
Rue des Marchands
Justo en la intersección entre la Rue des Marchands y la Grand Rue se encuentran algunos de los edificios más bellos de Colmar, al menos a nuestro juicio. En Navidad todo Colmar se viste de gala y este rincón es uno de los que resulta más favorecido por la decoración navideña.


Place de l’Ancienne Douane
Un edificio hace de enlace entre la Grand Rue y otra de las plazas que no debemos perdernos en nuestra visita a Colmar, la Place de l’Ancienne Douane, la cual toma su nombre precisamente de este edificio construido en los siglos XV y XVI. Nos referimos al Koïfhus, antigua casa de la aduana de la ciudad. En la actualidad sirve como centro cultural donde se celebran diversas exposiciones.

Después de pasar por debajo del Koïfhus, admiramos otra de las bellas plazas de Colmar, la Place de l’Ancienne Douane. Las flores son sin duda las protagonistas absolutas en esta plaza dulcemente diseccionada por pequeños canales por donde circula el agua. En definitiva, una delicia para los sentidos.


La plaza está presidida por la elegante Fuente Schwendi, coronada por una estatua de bronce diseñada por el artista más famoso de la ciudad, Bartholdi, en honor a Lazare de Schwendi, un jefe militar del siglo XVI que luchó contra los turcos en Hungría, país desde el que se trajo, según cuenta la tradición, la variedad de uva Tokay, dando lugar así al nacimiento de la variedad de uva francesa Tokay de Alsacia.

Nos dirigimos ahora el barrio que más ganas teníamos de visitar, la denominada La Petite Venise, que se encuentra muy cerca de la plaza. Para llegar hasta allí, nuevamente se cruzan en nuestro camino bellas y originales fachadas que no podemos dejar de fotografiar… ¡Esto es un sivivir!
Fachada de fantasía, de camino a la Petite Venise
La Petite Venise
La zona más hermosa de Colmar no defrauda en absoluto, por muy altas que se tengan las expectativas. Pocos lugares hemos visitado más fotogénicos, pintorescos y encantadores. En realidad, la Petite Venise (la pequeña Venecia) es como popularmente se conoce al antiguo barrio de pescadores de Colmar, concretamente a los alineamientos de casas que se encuentran acompañando al curso del río Lauch en su paso por la ciudad. Las imágenes hablan por sí solas…

A nuestro juicio, existen tres puntos claves desde donde realizar las mejores fotografías: el puente de la Rue des Tanneurs, el puente de la Rue des Écoles (situados uno enfrente del otro) y el puente de la Rue Turenne, situado algo más adelante.

Pasear por la Petite Venice es un lujo viajero en toda regla, uno de esos momentos que toda persona desea tachar de su lista de deseos viajeros algún día. Nosotros, como no podía ser de otra manera, disfrutamos de cada paso que dimos, deteniéndonos a admirar el pausado vaivén de las góndolas que navegaban por el río y el tono pastel de las casas alsacianas. Una de ellas era una tienda de dulces típicos de Riquewihr, uno de los preciosos pueblos que estábamos a punto de descubrir aquellos días, por lo que no dudamos en comprar algunos y llevárnoslos a la boca… Mmm…


«Pero, ¿en estas casas vive gente?», nos preguntábamos una y otra vez. «¿En serio? ¿O solo es un decorado para una película?». No nos lo terminábamos de creer muy bien. El paseo por la Petite Venise nos resultó muy agradable pues en aquella hora de la tarde no había mucha gente. La guinda final llegó cuando atravesamos el tercer puente que cruza el Lauch, concretamente el puente de la Rue Turenne. Aquí ya sufrimos un síndrome de Stendhal en toda regla…



Mientras admirábamos todas aquellas maravillas, yo trataba de concertar una cita con una persona muy especial. Y es que teníamos que conocer personalmente fuera como fuera a María, autora del blog Descubriendo Alsacia, la persona que tantas y tantas veces nos había ayudado a trazar nuestro viaje por tierras alsacianas, incluido por supuesto nuestro recorrido por Colmar.
Quedamos con ella y con su pareja, Joaquín, en la Place des Dominicains, de modo que volvimos en dirección a la Grand Rue, subiendo después por la Rue de l’Église hasta la Collégiale de Saint Martin y llegando por último a la citada plaza.

En una tienda de la plaza aprovechamos para comprar unos sandwiches que cenaríamos más tarde en el apartamento. Elia, que se acababa de despertar de su siesta hacía poco rato, pudo disfrutar entonces de un momento de esparcimiento corriendo por la Place des Dominicains mientras esperábamos a María y Joaquín.
Elia corriendo por la Place des Dominicains
Nuevos descubrimientos
De repente vimos a una chica que con una gran sonrisa se acercaba hacia nuestra Elia. Una de las mejores cosas que tiene el poder compartir tu blog es conocer a gente majísima con la que entablas amistad. María, española afincada en Alsacia, siempre nos ofreció su ayuda y sus consejos sin recibir nada a cambio. ¡O eso pensaba ella!
Acompañados de una agradable conversación con María y Joaquín, volvemos a visitar los lugares más encantadores de Colmar. En esta ocasión contamos con una guía de excepción y no queremos perder la ocasión de escuchar atentamente a María mientras nos explica curiosidades de una de las ciudades más bellas de Europa. Además, ahora tenemos la gran suerte de contar con una fotógrafa experta que nos saque a los tres juntos, ¡esto hay que aprovecharlo!



María nos llevó también a descubrir nuevos rincones menos conocidos por los turistas, rincones como la Petite Rue des Tanneurs, enclavada en pleno antiguo barrio de curtidores. Las casas de esta pequeña calle datan de los siglos XVI y XVII, y aunque fueron restauradas en pleno siglo XX no han perdido un ápice de su encanto.

Desgraciadamente llegó la hora de despedirnos de nuestros amigos, no sin antes emplazarles a hacernos una última visita a nuestro apartamento para recibir un pequeña muestra de gratitud por habernos brindado su valiosa amistad que guardaremos a partir de ahora como un tesoro. Como María se había enamorado de Elia perdidamente desde el primer momento, quisimos hacerles una foto a las dos juntas…


Ahora sí, es hora de regresar al apartamento, ducharnos y ponernos cómodos antes de cenar nuestros sandwiches. Mañana nos esperaba un día inolvidable, lo que no esperábamos era que superaría ampliamente nuestras expectativas, ¡que ya eran muy, muy altas!
Hasta mañana, bonne nuit!


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