
Múnich, la capital bávara
Salimos desde el aeropuerto de Barcelona con casi una hora de retraso, sobre las 8:00h de la mañana con la compañia Vueling y llegamos al aeropuerto Franz Joseph Strauss de München unas dos horas después.
Una vez en el aeropuerto, compramos nuestros tickets para el S-Bahn (tren de cercanías) para trasladarnos a la estación central de Hauptbahnhof de München, a pocos minutos de la cual habíamos reservado nuestro hotel. El trayecto duró unos 40 minutos y al llegar tuvimos que andar unos 10 minutos hasta el hotel. De todos los hoteles que tuvieran una mínima relación calidad-precio, y teniendo en cuenta lo difícil que resulta encontrar un hotel barato en esta ciudad, creo que este hotel era de lo mejorcito que había. Lo que hicimos fue dejar las maletas en el hotel nada más llegar para poder empezar a visitar la ciudad, ya que teníamos solamente ese día para conocerla.
Lo primero que hicimos fue seguir toda la Bayerstraße en dirección al centro, pasando por debajo de la Karlstor (una de las antiguas puertas de entrada a la ciudad), hasta llegar a nuestro primer destino, la iglesia de Sankt Michael Kirche, el templo renacentista más grande al norte de los Alpes, y en cuya cripta se encuentra la tumba del rey Ludwig II de Baviera, la figura por la cual habíamos decidido hacer este viaje.
Seguidamente, después de reponer fuerzas comprando unos paninis y unas cocacolas en unos de los tantos kioskos que hay por toda la ciudad, nos dirigimos a la plaza principal, Marienplatz presidida por la columna de María en el centro y flanqueada por dos señalados edificios históricos, el Neues Rathaus (Ayuntamiento Nuevo) y el Altes Rathaus (Ayuntamiento Antiguo). El primero de ellos nos pareció realmente imponente a pesar de que gran parte de la plaza se encontraba en obras como casi todo en Alemania, y del tiempo, que no nos acompañó demasiado ese día.


Retrocedemos unos pasos y nos dirigimos a la catedral de München, Frauenkirche, uno de los principales símbolos de la ciudad debido a sus características torres. En el interior nos sorprendió su inmensa altura así como también la leyenda de la huella del diablo, visible ante la puerta principal de acceso. Como toda la fachada incluyendo las dos torres se encontraban en obras y tapadas por un andamio no pudimos hacer fotos que valieran la pena, pero sin duda bien merece la pena una visita.

De allí nos fuimos a Sankt Peter, cuyo interior es de estilo barroco y aquí sí pudimos hacer fotos.



Al salir de allí volvimos a Marienplatz para encontrarnos con Vera, una vieja amiga italiana que Rafa conoció hace muchos años y que ahora residía con su marido en la ciudad alemana. Ella fue quien nos llevó a visitar los jardines de la Residenz y luego, después de un paseo, llegamos a los Englischer Garten, un autentico pulmón verde para la ciudad. El jardín es inmenso, uno de los parque urbanos más grandes del mundo, donde se encuentran distintos atractivos como la Torre China o la denominada ola de surf del Eisbach.






Para cerrar el día de la mejor manera posible terminamos en Hofbraühaus, la cervecería más famosa de toda la ciudad y posiblemente de Europa. Allí cenamos con Vera y su marido Mauri, de los cuales aprendimos que la buena amistad permanece siempre intacta a pesar de la distancia. Pudimos visitar, dentro del mismo recinto, la sala donde Hitler daba sus primeros discursos, una sala verdaderamente imponente.


Después de cenar en muy grata compañía, dimos un último paseo por el centro en la noche muniquesa y regresamos al hotel, no sin antes deleitarnos de nuevo con Neues Rathaus.

Al día siguiente debíamos madrugar puesto que teníamos que recoger el coche de alquiler lo antes posible para trasladarnos al sur y comenzar nuestra aventura a cuatro ruedas. Así que ¡¡buenas noches y hasta mañana!!