
Grasse – Antibes – Cap d’Antibes
Indice
Amanece un nuevo día en nuestro viaje por el sur de Francia recorriendo nuestra propia ruta de los pintores, la que nosotros mismos hemos diseñado.
Aquel día nos despertamos en Brignoles, un pueblo que se encuentra muy cerca de la autopista que nos llevará a la Costa Azul. A pesar de eso es un remanso de paz y tranquilidad. Tomamos el desayuno en el jardín del hotel, entre lavanda y viñedos, compartiendo mesa con una pareja alemana con la que conversamos gustosamente. Andrea, la dueña y anfitriona, nos sirve productos regionales y ecológicos, riquísimos.

Hoy visitaríamos una parte de la Costa Azul, concretamente los pueblos de Grasse y Antibes, haciendo una pequeña parada a medio camino a las afueras de Mougins.
Dispuestos a aprovechar el día al máximo, nos dirigimos hacia la autopista y entramos por primera vez en la región de la Côte d’Azur, también conocida como la Riviera Francesa, una denominación que recibe una parte del litoral mediterráneo en el sureste francés. Esta zona es uno de los centros mundiales del turismo y residencia de numerosos personajes célebres desde el siglo XIX. La categoría de los vehículos iba subiendo a medida que nos acercábamos a Grasse, nuestra primera parada del día, así como también la afluencia de turistas.
Grasse, la cuna del perfume
En un buen principio Grasse no estaba en nuestros planes. Es de aquellos sitios que quedan cerca de aquello que realmente uno quiere ver. Sin embargo decidimos acercarnos y resultó ser toda una sorpresa.

Grasse es conocida internacionalmente por ser la capital mundial de los perfumes. Desde el siglo XVII la perfumería había evolucionado hasta convertirse en el sector económico más importante de la ciudad. Cuando, en el siglo XIX, las perfumerías parisinas incrementaron su producción, Grasse, en la que se concentraba la elaboración de esencias aromáticas, supo ponerse a la altura de las circunstancias y en la actualidad sus perfumes se exportan a todo el mundo. Cuando llegamos a la ciudad nos resultó bastante difícil encontrar aparcamiento cerca del centro, y eso que eran principios de junio… No queremos imaginar cómo se pondrá aquello en pleno agosto…
La elaboración de perfumes es motivo de numerosas visitas en la ciudad de Grasse. Distintas perfumerías ofrecen visitas guiadas gratuitas a sus fábricas, como por ejemplo Molinard, Galimard o Fragonard. Nosotros nos decantamos por esta última, la cual ofrece visitas guiadas a sus instalaciones en distintos idiomas.


Como éramos los únicos españoles, nos apuntamos a la visita en francés. Ésta duró alrededor de 40 minutos, nos adentraron por todas las salas de extracción, elaboración, laboratorio y, por último, la tienda, un auténtico paraíso para los amantes de las fragancias. A nosotros nunca nos ha interesado especialmente este mundo, pero fue fascinante recorrer todas aquellas salas y ver trabajar a todo el personal mientras la guía te explica todo el proceso. ¿Sabíais que hacen falta alrededor de una tonelada de flores para una sola gota de perfume?

Al salir de la fábrica entramos en el museo de la misma perfumería, el cual se encuentra en el mismo edificio, de acceso gratuito, donde compramos unas muestras antes de salir.


Más tarde nos adentramos en el casco histórico, decadente y bello como el de una ciudad del sur de Italia, con edificios que reflejan un suntuoso pasado que ya se fue. No guardábamos demasiadas expectativas sobre Grasse y lo cierto es que nos sorprendió gratamente.
En una prominencia rocosa se eleva la Catedral de Notre-Dame, construida a base de cal, cosa que le confiere un color blanco deslumbrante. Se alzó en 1244, cuando la sede episcopal se trasladó de Antibes a Grasse. Nosotros los ha encontramos cerrada, por lo que no pudimos disfrutar del patrimonio artístico de su interior: una obra de Jean-Honoré Fragonard, pintor rococó natural de la ciudad (de hecho hay un museo dedicado al artista en Grasse), y tres de Peter Paul Rubens. Una auténtica lástima…

Justo al lado de la catedral se encuentra el antiguo palacio episcopal que actualmente alberga el Ayuntamiento, de construcción esencialmente medieval. Allí cerca, también pudimos disfrutar de una panorámica de la ciudad, de su parte nueva, desde un amplio balcón, finalizando así una visita más que interesante y que desde aquí recomendamos encarecidamente.


Capilla de Notre-Dame de Vie de Mougins
Saliendo ya de la ciudad con nuestro coche decidimos parar a comer en un McDonald’s y, más tarde, dirigirnos hacia el pueblo de Mougins, en busca de la casa donde murió Pablo Ruiz Picasso, el artista español más influyente del siglo XX, el 8 de abril de 1973. Iniciábamos por tanto la ruta de los pueblos que han estado íntimamente relacionados con el pintor malagueño, muy vinculado durante muchos años con la Costa Azul. Habíamos leído que la casa en cuestión se encontraba muy cerca de la Capilla de Notre-Dame de Vie de Mougins, a las afueras del pueblo.

En lo alto de una colina, alejada, solitaria, con un acceso prácticamente imposible (la de vueltas que nos hizo dar el GPS…), allí se alza la pequeña capilla, frecuentada en su día por personajes tan ilustres como Sir Winston Churchill, quien amaba la Costa Azul (incluso llegó a retratar esta pequeña capilla en un cuadro, como pintor aficionado que era). Una de las casas de alrededor fue la última morada y el último taller de Picasso, donde vivió los últimos años de su vida con su compañera Jacqueline. En la actualidad y desde hace pocos años es propiedad privada de un marchante de arte belga y gran amante de la obra del pintor. Apenas pudimos asomarnos levemente desde la verja, pero para Rafa aquello ya fue suficiente. En honor al gran maestro, el actual dueño de la casa la rebautizó como L’Antre du Minotaure («el antro del Minotauro»), el animal mítico que Picasso adoraba. Lógicamente, uno debe acercarse hasta aquí únicamente si es un fanático del arte y de Picasso… Para el resto de los mortales, la visita es completamente prescindible ya que no veréis NADA al tratarse de una propiedad privada.

Antibes, azul y picassiana
Con ganas de más experiencias, proseguimos nuestra ruta hasta otro de los pueblos íntimamente ligados con el pintor español. Antibes posee unas murallas que han impedido que el casco antiguo viera transformado su aspecto a causa del turismo moderno. Merece la pena darse una vuelta por el paseo marítimo y sus alrededores, plagados literalmente de galerías de artistas que muestran y venden sus obras al público.

Musée Picasso de Antibes
El motivo de nuestra visita de Antibes era el célebre Museo Picasso, situado en el Château Grimaldi, a orillas del mar. En 1946 la ciudad cedió una gran parte de sus salas al pintor malagueño para que expusiera una gran cantidad de obras que había pintado solo unos pocos años antes.

Nos gustó muchísimo este museo. Picasso fue el artista más importante del siglo XX, casi nadie lo duda, su personalidad era sencillamente arrolladora, conquistaba todos los terrenos en los que se movía y cultivó miles de estilos. Marcaba tendencia hiciera lo que hiciera, por eso era el gran maestro. Picasso fue uno de esos talentos que surgen una vez cada muchas generaciones, y él lo sabía. Sabía aprovecharse de todas las circunstancias.

En el Museo Picasso de Antibes encontraréis temas de mitología clásica (minotauros, centauros,…) mezclados con naturalezas muertas y escenas de pescadores. Pinturas de pequeño y gran formato, cerámicas y esculturas. Y no solo obras de Picasso, también de otros grandes artistas como Alberto Giacometti, Joan Miró o Nicolas de Staël. Este último pasó los últimos años de su vida en Antibes antes de suicidarse en 1955 a los 41 años.

Junto al museo se halla la iglesia parroquial, construida en el siglo XVII. Nosotros aprovechamos para pasear también por el casco histórico, quizás lo más llamativo y pintoresco de Antibes, sin duda un pueblo muy animado.

Al llegar de nuevo al paseo marítimo, decidimos subir las escaleras de la muralla y caminar por encima hasta llegar a la famosa escultura «El nómada» del catalán jaume Plensa, un hombre compuesto por letras y arrodillado frente al mar.



Volviendo hacia nuestros pasos decidimos pasarnos por la Oficina de Turismo, ya que habíamos leído que existía una ruta de pintores en Antibes, pero allí no sabían nada. Curioso… Menos mal que, una vez sentados en el coche, a Inma se le ocurrió buscar una segunda oficina de turismo que se encontraba algo más alejada (segunda vez que Inma resulta salvadora…), y esta vez sí, nos dieron un folleto explicativo muy detallado sobre la ruta. Y es que no solamente Picasso o de Stäel habían pintado en Antibes, también lo habían hecho muchos otros y ahora, como es costumbre en Francia, habían aprovechado la ocasión para posicionar una serie de reproducciones de los cuadros en los lugares exactos donde fueron pintados una gran cantidad de ellos.
Ruta de los pintores en Cap d’Antibes
Esta ruta comienza en la costa Antibes y se prolonga hasta Cap d’Antibes, donde se llega en coche siguiendo el camino de costa hacia el sur. Desde allí muchos artistas inmortalizaron el pueblo de Antibes, entre ellos Boudin, Meissonier, Peynet, Cross y, el que más nos interesaba y por el cual tenemos absoluta adoración, Claude Monet, que pintó cuatro telas en Cap d’Antibes en 1888.



La ruta de los pintores se convirtió en la mejor excusa para dar un maravilloso paseo por la playa de Cap d’Antibes, una manera inmejorable para terminar el día antes de dirigirnos al próximo alojamiento de nuestro viaje.




Éste se encontraba en la localidad de Villeneuve-Loubet, en una situación inmejorable para explorar los pueblos de la Costa Azul. Los Apartamentos Villa Velvet están a solo 10 minutos caminando de la playa y también de un gran supermercado, lo cual aprovechamos para comprar las cenas de los tres días que íbamos a descansar allí. A pesar de no incluir el desayuno y de que nuestra habitación era algo pequeña, todo estaba muy limpio y las comodidades eran óptimas. Una muy buena opción para explorar la zona.


Ahora toca descansar y soñar con los angelitos, que mañana nos toca admirar más arte. ¡Bonne nuit!!