
Monasterio de San Pedro de Siresa – Hecho – Ansó – Jaca
Indice
Nos levantamos prontito en nuestro hotel de Jaca. En la sala de desayunos ya nos está esperando nuestro anfitrión Héctor, que nos trae zumo de naranja recién exprimido. En Villa Iacca te encuentras como en casa en todo momento y toda la familia que compone el equipo nos demuestra su amabilidad, incluso su cariño. Al salir por la puerta, un hombre mayor se encontraba cortando el césped del precioso jardín. Es el padre de Héctor, que enseguida se acerca a nosotros para darnos los buenos días y dedicarle unas preciosas palabras a Elia y otras a nosotros, que no olvidaremos fácilmente: «Criar a un hijo es como tratar de retener agua entre tus manos… Por mucho que uno quiera que el tiempo no pase, se nos escapa. Disfrutad mucho de esta criaturita».
Hoy hemos planeado un día bastante tranquilo visitando la comarca de la Jacetania. Por la mañana iremos a conocer el Valle de Hecho y el Valle de Ansó, quizás la zona más antigua y tradicional de Aragón. Claro está que decir «conocer» es decir mucho, puesto que dichos valles esconden demasiados atractivos como para conocerlos todos en una sola mañana pero por el momento nos conformaremos con una pequeña pincelada visitando Siresa, Hecho y Ansó. Por la tarde regresaremos a Jaca, donde nos dedicaremos a visitar sus monumentos más importantes. Este será el itinerario de hoy:
Monasterio de San Pedro de Siresa, magno y regio
Hasta nuestro primer destino del día, el Monasterio de San Pedro, en la localidad de Siresa, tenemos solo 45 minutos desde Jaca. Las carreteras de la provincia de Huesca son para disfrutarlas y ésta no es en absoluto una excepción ya que nos introducimos en pleno Valle de Hecho, habitado desde la prehistoria como demuestra la presencia de numerosos restos megalíticos. Este valle, repleto de frondosos bosques de fantasía, presume ser uno de los pasos pirenaicos más antiguos desde la época romana, cuando se abrió la calzada que lo recorría desde la frontera francesa.
Quizás el monumento más relevante de todo el valle podemos encontrarlo en la pequeña y coqueta localidad de Siresa, se trata del antiguo Monasterio de San Pedro, del cual actualmente solo se conserva su iglesia. Al llegar allí, aparcamos en la misma calle que sube hasta la iglesia, desde la que nos sorprende su enorme tamaño en relación al pueblecito.

La razón para explicar tan magno edificio hay que buscarla en el apoyo regio con que contó. Su origen podemos encontrarlo en época carolingia, hecho que también explicaría su peculiar estilo arquitectónico, resultado de distintas etapas constructivas a lo largo del tiempo. Fue el conde carolingio Aznar Galíndez quien mandó establecer aquí un monasterio en el año 833, que pronto se convirtió en uno de los motores que impulsó el reino de Aragón (se dice que el propio Alfonso I el Batallador pasó su infancia y fue educado en este monasterio).

De todo el monasterio que existía ya en época carolingia solo se conserva la iglesia, lo cual hace que uno se estremezca al pensar el tamaño que debió tener el conjunto monástico original. En época románica, durante los siglos XII y XIII, se llevaron a cabo distintas reformas en el edificio, sobretodo en la cabecera, lo que explica su sobrio aspecto cisterciense.


El interior es igualmente sobrio y monumental. Pagamos la entrada (2€ por adulto) y accedimos con nuestro carrito por uno de los lados de la iglesia mientras Elia dormía un poco.

Merece la pena dedicar unos minutos a pasear por el pueblo y deleitarse con esa arquitectura tan particular que poseen estos valles y con diversas perspectivas del Monasterio de San Pedro, visible desde prácticamente cualquier esquina.



Hecho, el pueblo de las chamineras
Cogemos de nuevo el coche y volvemos por la misma carretera por la que habíamos venido, deteniéndonos esta vez en el pueblo de Hecho (o Echo, sin h, en aragonés), a solo 5 minutos de Siresa. Hecho es un pueblo que enamora, especialmente gracias a una particularidad que lo hace prácticamente único, su peculiar arquitectura popular.

Esta arquitectura cuenta con elementos tan propios como sus grandes balconadas que se abren en ricas fachadas de piedra o sus llamativas chimeneas troncocónicas, o como se dice en el Altoaragón, chamineras o chimeneras, que dominan los techos de las casas más antiguas. Estas curiosísimas chimeneas podemos encontrarlas por varios pueblos del Pirineo Aragonés, sin embargo en Hecho alcanzan su máxima expresión. Coronando la mayoría de ellas, unos elementos hechos de barro y de forma casera, denominados espantabruxas (espantabrujas), que antiguamente tenían una función de protección de los hogares, evitando que pudieran entrar las brujas y los malos espíritus por la chimenea.
Pasear por las calles de Hecho es una delicia porque a cada paso encuentras un rincón que merece la pena contemplar. La única sugerencia que haríamos desde aquí al alcalde de Hecho es que prohibiera la presencia de vehículos por el casco antiguo: si en Hecho no hubiera coches, estaríamos probablemente ante uno de los pueblos más bonitos de Aragón. Claro está que la mayoría de veces resulta muy poco pragmático dar prioridad a la estética por encima de las necesidades de los vecinos. Es completamente comprensible, aunque una auténtica pena para los visitantes…



Después de dar un agradable paseo, acabamos en la Plaza Conde Xiquena, donde admiramos la Iglesia románica de San Martín, cerrada al público en aquel momento. Allí se resumen todas las virtudes de Hecho.



Ansó, único y singular
Muy cerca de la frontera con Navarra, se encuentra nuestro próximo destino: el pueblo de Ansó, capital del valle del mismo nombre, al cual llegamos en apenas 20 minutos de serpenteante recorrido por el valle multicolor. Al llegar, los turistas deben dejar el coche obligatoriamente en el párking gratuito que hay en la zona inferior de la localidad, al borde del Barranco de la Fuente, por lo que en el casco antiguo no existen apenas vehículos, solo los de algunos residentes. Esto sin duda supone un gran añadido para disfrutar del que está considerado como uno de los pueblos más bonitos de España por la asociación que lleva el mismo nombre.


En Hecho ya habíamos vivido la experiencia de pasear por un pueblo peculiar, especial por su arquitectura tradicional, sin embargo Ansó superó todavía más esa sensación. El carrito de Elia, bien despierta esta vez, trotaba con el empedrado del suelo y yo no dejaba de hacer fotografías como un loco a cualquier detalle que me llamaba la atención, que no son pocos en este precioso pueblo.


Ansó guarda el encanto de otros tiempos. Además, se nota que los vecinos cuidan muy bien lo suyo. Se dice que todo en Ansó es singular y único: desde la arquitectura hasta el propio acento de los ansotanos. Incluso existe un día al año, el último domingo de agosto, en el que se celebra la exaltación del traje típico ansotano, fiesta declarada de interés turístico nacional, en la que se lleva a cabo, entre otras actividades, un desfile de todos los trajes típicos, que se remontan a la época medieval e incluso anteriormente. El traje ansotano representa una seña de identidad cultural para los habitantes de Ansó.

Llegamos hasta la Iglesia de San Pedro, del siglo XVI, otro de esos colosales templos cuya silueta domina los tejados de los pueblecitos del Altoaragón. El interior resulta solemne y merece mucho la pena visitarlo a solas, siempre que sea posible.


Al salir del templo nos adentramos por el pequeño parque que hay justo al lado. Allí, mamá Inma aprovechó para dar de comer a Elia en un banco y descansar un poco antes de retomar nuestra ruta.

Decidimos regresar de camino al párking pero siguiendo una ruta diferente, con el fin de conocer rincones diferentes y también maravillosos. Se notaba que había ambiente de pre-fiesta, el pueblo estaba engalanándose para su día más señalado (al día siguiente se iba a celebrar la exaltación del traje ansotano).


Antes de marcharnos de aquel pueblo tan especial, decidimos parar a comer en el Restaurante-Taberna Berari, donde comimos un arroz montañés y unas migas aragonesas, entre otras deliciosas viandas (menú de 18€). Una estupenda elección si te encuentras en Ansó.


Jaca, la perla del Pirineo
En aproximadamente una hora ya habíamos regresado a Jaca, conocida como la Perla del Pirineo, lugar de paso del Camino de Santiago, capital de la comarca de la Jacetania y núcleo más importante de la vertiente noroccidental de Aragón. En esta ocasión no pasamos por el hotel, sino que nos dirigimos directamente hacia el casco histórico, aparcando en una zona azul muy próxima a la Calle Mayor, la arteria más importante y con más ambiente de la ciudad.

A pesar de que cuenta con numerosos atractivos, Jaca posee tres lugares de obligada visita: la Catedral, el Museo Diocesano y la Ciudadela. El centro histórico de Jaca es perfectamente abarcable a pie y estos tres monumentos principales están situados muy cerca los unos de los otros, por lo que una sola tarde basta para conocer lo más importante.
Catedral de Jaca y Museo Diocesano
Lo primero que tenemos ganas de visitar es la Catedral y el Museo Diocesano (éste se encuentra en el interior de la Catedral), que ya por sí solos justifican la visita a la ciudad. La Catedral de Jaca, del siglo XI, es posiblemente la catedral románica más antigua del país y también una de las más importantes. Su construcción a partir de 1077 por orden del rey Sancho Ramírez está estrechamente vinculada a la propia fundación de la ciudad, que necesitaba una catedral para culminar el proceso de consolidación de la primera capital del primitivo Reino de Aragón.

El interior de la Catedral, de acceso gratuito, es armonioso, sofisticado, de un refinado románico jaqués, un lenguaje arquitectónico que se difundió por toda la ruta jacobea, aunque lo que vemos hoy en día es el resultado de sucesivas reformas posteriores al siglo XI.


En lo que antiguamente era el claustro de la Catedral, hoy en día podemos visitar el Museo Diocesano (entrada 6€ por adulto), dividido en dos plantas, un auténtico santuario para los amantes del arte medieval y uno de los más importantes de su categoría en toda España.

En sus más de 2.000 metros cuadrados pudimos pasearnos entre capiteles, esculturas, tablas pintadas y pinturas murales, todas excepcionalmente catalogadas y presentadas al público.


La creación de este museo fue la consecuencia de una serie continuada de hallazgos de pintura mural medieval en las iglesias de la diócesis durante las décadas de 1960 y 1970, entre ellas una que destaca poderosamente: las pinturas de la Iglesia de San Julián y Santa Basilisa de Bagüés (provincia de Zaragoza), fechadas entorno al año 1080. Estas pinturas constituyen uno de los conjuntos más amplios e importantes de la pintura románica europea. De hecho, hoy en día se la conoce como la Capilla Sixtina del románico. Es absolutamente impresionante poder contemplar estas pinturas, que fueron arrancadas y pasadas a lienzo en 1966.

Ciudadela militar de Jaca
Desde la Catedral, nos dirigimos hacia la Ciudadela de Jaca (o Castillo de San Pedro), fortificación construida en el siglo XVI y perfectamente conservada, a la cual llegamos en menos de 5 minutos a pie. Su edificación corresponde a Tiburcio Spanochi, ingeniero de origen italiano al servicio del rey Felipe II, quien encargó el diseño de esta obra dentro de un programa de defensa de la frontera aragonesa tras la invasión del Valle del Tena por parte de tropas procedentes del sur de Francia.


Al llegar allí, y después de maravillarnos con su excelso tamaño, nos dirigimos a la taquilla a comprar las entradas . Solo es posible visitar la Ciudadela de dos maneras: o bien a través de una visita teatralizada (espectáculo La memoria de la piedra), o bien con visita guiada. Elegimos la segunda opción (entrada 6€ por adulto) ya que no queríamos interrumpir la representación teatral con los llantos de nuestra pequeña. Quedará para otra ocasión, ya que tiene que ser algo realmente curioso y bonito conocer la historia de este lugar en boca de sus protagonistas históricos. Atravesamos el puente fijo que salva parte del espacio del foso y nos unimos a la visita guiada, que había comenzado hacía muy pocos minutos.


Nuestra guía es una experta conocedora del monumento y de su contexto histórico. Disfrutamos en compañía de un grupo bastante numeroso de una visita de unos 45 minutos de duración, en la cual se nos explicó detalladamente todas las características de la fortaleza militar. Su diseño está derivado de la necesidad de responder eficazmente a los ataques de un ejército provisto de artillería. Su planta dibuja un pentágono regular, una estructura perfecta que cubre cualquier flanco de ataque.

Posiblemente el hecho más curioso de todos los que rodean al monumento es que los españoles jamás tuvieron que utilizar la ciudadela ya que nunca sufrieron vicisitud bélica alguna. Los únicos que la utilizaron fueron los franceses, que durante la Guerra de la Independencia la tomaron durante 4 años ante la capitulación de la ciudad y la defendieron ante los españoles. ¡Manda huevos! Con perdón…

En torno al inmenso patio de armas se alinean los edificios destinados a albergar la guarnición, oficinas y almacenes, organizados en cinco manzanas paralelas a las murallas. Nuestro recorrido guiado se realiza a través de una de ellas y finaliza en la iglesia, que fue construida ya en el siglo XVII.


Al finalizar la visita, nuestra guía nos mostró el acceso al Museo de Miniaturas Militares, que se encuentra en uno de los cuarteles de la fortaleza. Este pequeño museo nos sorprendió gratamente: nada más y nada menos que 32.000 figuras de soldaditos de plomo distribuidos en 23 dioramas distintos muestran la evolución de las armas, los uniformes, las tácticas de combate y la historia de los conflictos bélicos, desde la época de los faraones hasta los albores del siglo XXI.


No pudimos prestar demasiada atención a este museo, ya que era casi la hora límite de nuestra zona azul y tuve que salir corriendo de allí si quería llegar a tiempo para renovarla en la maquinita. A pesar de eso, disfrutamos muchísimo de la visita de la Ciudadela de Jaca.
Casco antiguo
Volví ya más relajado (aunque con medio corazón fuera debido al sprint…) a la zona exterior de la Ciudadela donde me esperaban Inma y Elia. Desde allí decidimos volver a recorrer la Calle Mayor y perdernos entre la multitud mientras nos encontrábamos con otros monumentos de la ciudad, aunque ya mucho menos importantes.



Como última parada del día, echamos un vistazo a la Torre del Reloj, la cual ostenta una interesante historia. En el siglo XV la ciudad de Jaca sufrió un grave incendio en el que quedó gravemente afectada la Catedral de San Pedro y sus dependencias, entre ellas la cárcel. El canónigo de la Seo don Jorge Lasieso promovió entonces la construcción de una torre gótica en el mismo lugar que había ocupado el palacio de la monarquía aragonesa y financiada por la familia Lasala (importantes mercaderes), para sustituir la torre de cárcel eclesiástica que se había incendiado. Su eventual uso como prisión duró poco tiempo porque, tras la reconstrucción de los espacios de la Seo dañados por el fuego, se transformó en Torre del Merino (el representante del rey en la ciudad). Durante los siglos sucesivos volvió a funcionar como cárcel en varias ocasiones, durante la Guerra de la Independencia y también durante la Guerra Civil.

El día nos había cundido mucho pero ya era hora de descansar, sobretodo por nuestra pequeña. Antes de regresar al hotel nos detuvimos en un supermercado para hacer la compra para poder cenar en nuestra habitación. El día de mañana lo esperamos con muchas expectativas, quizás el día más esperado de nuestra ruta por la provincia de Huesca, aunque el parte meteorológico para mañana no es nada alentador… Quién sabe, lo que sí sabemos es que tenemos que madrugar mucho porque… ¡a las 10h debemos estar en el Castillo de Loarre!
¡Hasta mañana! ¡Buenas noches!