
Obernai – Mont Sainte Odile – Mittelbergheim – Dambach-la-Ville
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Bonjour!
Le damos la bienvenida al último día que pasaremos completo en Alsacia ya que mañana, con todo el dolor de nuestro corazón, tendremos que volver a casa pronto por la mañana. Cuando elaboramos el planning de nuestra ruta pensamos que sería buena idea reservar un día entero para conocer algunos pueblos menos conocidos por el gran público y por tanto menos trillados turísticamente hablando. Este va a ser ese día, y aunque comenzaremos visitando el pueblo de Obernai, el segundo destino más visitado del departamento del Bajo Rin después de Estrasburgo, continuaremos por Mittelbergheim y Dambach-la-Ville (recomendaciones nuevamente de María del blog Descubriendo Alsacia), pueblos mucho más desconocidos. Esto nos permitió perdernos literalmente entre los amplios viñedos alsacianos y disfrutar de una jornada sin agobios ni turistas. El día se completó con la visita de una abadía muy especial y que no había aparecido citada en ninguno de los blogs que habíamos leído para preparar nuestro viaje: la Abadía del Mont de Sainte Odile. Como podéis ver, todos estos lugares se encuentran muy cerca los unos de los otros y tardamos muy pocos minutos en ir de unos a otros.
Obernai, ocupada por su mercado
Después de desayunar en nuestro apartamento de Colmar, nos montamos en nuestro bólido para volver a coger, como en los días anteriores, la autopista en dirección Estrasburgo, pero deteniéndonos un poco antes de llegar. Ponemos rumbo hacia Obernai, otro de los imprescindibles alsacianos, a cuyo amplio párking público y gratuito (Parking des Remparts) llegamos en aproximadamente 35 minutos.
Empezamos nuestro recorrido por Obernai admirando la zona mejor conservada de la antigua muralla medieval, llamada Rempart Maréchal Foch, a muy pocos metros del aparcamiento.


Ya en el aparcamiento nos habíamos dado cuenta de que aquella mañana había una cantidad importante de coches aparcados y pensamos que se debía al turismo. Sin embargo y después de traspasar la muralla supimos que el motivo por el cual había un torrente incesante de gente por las calles en esta ocasión se debía a que… ¡era día de mercadillo semanal! El mercadillo se establece en las plazas más importantes del pueblo y en los principales lugares de interés, así que tenedlo en cuenta para vuestra futura visita a Alsacia.

Place du Marché
Dejamos la antigua sinagoga a mano derecha y cogemos la primera calle peatonal en que conduce en dirección recta hacia la Place du Marché. Enseguida nos vemos inmersos en una marea de gente que nos arrastra casi sin darnos cuenta hasta el centro neurálgico del pueblo. A nuestro paso se suceden las maisons à colombages con diversos colores tan características de la región.
En la Place du Marché apenas podemos ver nada con claridad, pues los puestos del mercadillo apenas dejan espacio para caminar. En vez de enfadarnos por esta circunstancia, decidimos tomarlo con positivismo y disfrutar de la animada vida del pueblo en un día donde los lugareños venden y compran artículos de todo tipo. Empujando nuestro carrito, nos sentimos unos habitantes más de Obernai que buscan alguna oportunidad en algún puesto.

Con grandes dificultades divisamos Le Beffroi, posiblemente el monumento más carismático y querido del pueblo. Este campanario era originalmente la torre de una capilla del siglo XIII dedicada a la Virgen y de la cual ya no queda prácticamente nada, pues fue demolida a finales del siglo XIX. También en esta plaza destacan el Hôtel de ville neo-renacentista y una antigua carnicería pública, Halle aux Blés, construida en 1554, aunque desgraciadamente no pudimos disfrutar de ninguno de ellos.
Continuamos ahora por la Rue Chanoine Gyss, donde nos topamos con un pozo muy especial, el Puits aux six seaux (pozo de los seis cubos), que en realidad se trata de una fiel reconstrucción del que había anteriormente, un pozo renacentista erigido en 1579. Otro símbolo del pueblo.

Église des Saints Pierre-et-Paul
Seguimos adelante hasta llegar a otra plaza, aquella presidida por la imponente Iglesia de Saints Pierre-et-Paul, igualmente atestada de puestos de mercadillo.

Se trata de un bello templo católico construido a finales del siglo XIX sustituyendo a una iglesia anterior de estilo gótico. Por suerte pudimos entrar en el interior, pues es aún más bonito que el exterior.


En Obernai no nos queda otra cosa que callejear sin rumbo fijo y comprar algún que otro aperitivo en el mercado. Nuestro siguiente destino se encontraba a muy pocos minutos de allí.
Abadía del Mont Sainte Odile
Tardamos unos 20 minutos en subir hasta la cima del Mont Sainte Odile, una montaña de los Vosgos situada en el municipio de Ottrott, a 764 metros de altura sobre el nivel del mar. Allí se encuentra la famosa Abadía de Hohenbourg, que según la tradición fue fundada por Santa Odilia, patrona de Alsacia, allá por el siglo VII. Este monasterio ha sido desde la Edad Media un importante centro de peregrinación religiosa que recibe más de un millón de visitantes al año, especialmente a personas afectadas por enfermedades de tipo ocular.

Después de aparcar el coche en el amplio aparcamiento al aire libre, sentamos a Elia en la mochila porteadora de emergencia que compramos el día anterior. Esta vez le tocó a papá llevarla consigo…

A medio camino entre el parking y la entrada de la abadía (hay que recorrer unos cuantos metros a pie), nos dimos cuenta de que nuestra pequeña había perdido uno de sus zapatos. A mamá le tocó hacer el camino de vuelta al coche mientras Elia y yo esperábamos allí. El zapato apareció en el punto más alejado, como no podía ser de otro modo, justo al lado del coche…
El acceso a la abadía es gratuito. Lo primero que hicimos fue visitar algunas de las estancias interiores, de las cuales destaca una, la que alberga la supuesta tumba de la santa, motivo principal de las peregrinaciones a este lugar.


En nuestra opinión, la visita del interior resulta bastante prescindible, sobretodo porque la estancia más interesante, la biblioteca, no pudimos visitarla. Este lugar ha cobrado un cierto halo de misterio durante los últimos tiempos pues fue precisamente aquí donde ha estado ocurriendo un extraño fenómeno: la desaparición progresiva y constante de algunos de sus incunables. Y es que durante los dos últimos años alguien había estado sustrayendo libros de incalculable valor de la biblioteca sin que nadie se diera cuenta, hasta que finalmente la policía dio con el culpable. Un profesor retirado había aprovechado la existencia de una cámara secreta adyacente a la biblioteca (que solo conocía él) para sustraer manuscritos con la intención de asegurarse un buen retiro. ¿No os parece un buen guión para una historia policíaca?
En cualquier caso, aquello que sí merece mucho la pena es recorrer los jardines exteriores de la abadía, donde se encuentran dos capillas separadas del edificio principal, la Chapelle des Anges (capilla de los ángeles) y la Chapelle des Larmes (capilla de las lágrimas), ambas realmente hermosas por dentro ya que sus muros interiores están recubiertos con mosaicos al estilo bizantino.



Como ya hemos dicho, lo más interesante de este monumento se encuentra en el exterior. Merece la pena venir a este lugar para disfrutar de las vistas excepcionales que hay a los Vosgos, al Valle del Rin y, en un día lo suficientemente despejado, incluso a la Selva Negra alemana.


Al salir del recinto nos fuimos con el convencimiento de que había merecido la pena subir hasta aquí, a pesar de que la abadía no deja de ser un edificio reconstruido sin el menor interés. El agradable paseo por los jardines y sobretodo las vistas justifican, sin embargo, enormemente su visita.
Mittelbergheim, la gran decepción
Se acercaba la hora de comer pero decidimos hacer un pequeño esfuerzo y recorrer en coche los 20 minutos que nos separaban del siguiente pueblo que teníamos en nuestra lista, Mittelbergheim, para buscar algún restaurante allí sin perder excesivo tiempo. «Nuestro gozo en un pozo», pensamos, cuando lo único que encontramos después de aparcar en el mismo centro del pueblo fue el restaurante de un hotel de precio prohibitivo en el que no tuvimos más remedio que sentarnos, pues no encontramos nada más. Para colmo, los platos que nos sirvieron llevaban poca carne y mucho chucrut, demasiado chucrut, con un sabor tan fuerte a vinagre que no pudimos hacerle frente. El nombre del sitio, mejor no recordarlo porque nos fuimos de allí con el bolsillo temblando…
Mittelbergheim está considerado uno de los pueblos más bonitos de Francia, así lo acredita el hecho de pertenecer a la Asociación Les plus beaux villages de France. Además, hacía solo dos días que había sido elegido el segundo pueblo preferido por los franceses del 2018 en la votación popular que se retransmite por televisión todos los años. Las expectativas, por tanto, eran bastante altas, pero en este caso no se cumplieron en absoluto. Más bien al contrario.


En casi todos los viajes hay sorpresas positivas, de esas que no te esperas, y también alguna que otra decepción. Mittelbergheim fue sin duda la decepción de este viaje por Alsacia. Quizás porque por renombre lo han colocado al lado de Eguisheim o Kaysersberg (y ya os decimos nosotros que ni por asomo pueden compararse…), quizás porque ya veníamos algo escamados de la comida, quizás porque el estilo de las casas no sigue la estructura presente en otros pueblos alsacianos (se trata de un estilo renacentista alemán, mucho más sobrio que las caprichisas casas de entramado típicas),… El caso es que no dejamos de buscar esos rincones preciosos que se supone que teníamos que encontrar.



Recorremos la calle principal, literalmente la Rue Principale, de arriba a abajo, pasando por delante de diversas bodegas que venden sus propios vinos y de dos iglesias, la Iglesia Protestante, originalmente del siglo XII pero remodelada posteriormente, y la Iglesia de Saint Étienne, de finales del siglo XIX, posiblemente el rincón más bonito que encontramos.




Somos conscientes de que las expectativas, los gustos, así como las circunstancias y momentos personales de cada persona influyen enormemente en la apreciación de un lugar. Al igual que nos pasó con Praga o Hallstatt, no podemos decir que Mittelbergheim sea un lugar feo, simplemente esperábamos mucho más. Eso no significa que no disfrutáramos de la visita, sí la disfrutamos y mucho. Sin embargo, no creo que volvamos a visitar Mittelbergheim la próxima vez que vengamos a Alsacia pues lo consideramos un pueblo absolutamente prescindible. Pero esto es solo una opinión subjetiva, la nuestra.



Pensándolo bien y después de todo, sí tenemos que reconocerle dos cosas a Mittelbergheim. Una de ellas es su tranquilidad, si buscas un pueblo nada masificado, lejos del turismo de masas, este es tu sitio. La segunda es su entorno, su ubicación entre extensos viñedos es absolutamente embriagador, así lo pudimos comprobar cuando nos fuimos de allí en dirección a nuestro siguiente destino, pasando por el centro de la bella localidad de Andlau (mucho más bonita, a nuestro juicio, que Mittelbergheim). De hecho no pudimos resistirnos a parar el coche en más de una ocasión ante semejante espectáculo.
Dambach-la-Ville, el secreto mejor guardado de Alsacia
Después de 20 minutos zigzagueando entre bellos parajes como el que acabáis de ver en la imagen, llegamos a nuestro último destino del día, Dambach-la-Ville, otro de esos pueblos desconocidos para el turismo de masas.

Aparcamos en el aparcamiento al aire libre gratuito que hay justo enfrente de una de las tres antiguas puertas a este pueblo amurallado, la Porte de Blienschwiller. Allí esperamos en el coche para tratar de dormir a Elia, pero en esta ocasión la peque no quiere dormirse, así que desistimos y comenzamos con nuestra visita de Dambach-la-Ville.


Después de cruzar la Porte de Blienschwiller, enseguida nos dimos cuenta de que nuestra visita a Dambach-la-Ville iba a ser igual de calmada que la de Mittelbergheim, ya que por sus calles paseaban muy pocos turistas. De hecho, éramos prácticamente los únicos.

Por suerte, pronto nos dimos cuenta de que este pueblo no tiene nada que ver con el anterior. Las casas, aunque no tan coloridas como las de Eguisheim o Riquewhir, poseen el mismo encanto y elegancia.


La Place du Marché
Llegamos a la Place du Marché, donde entramos a la Oficina de Turismo para hacernos con un mapa de la villa. Allí pudimos disfrutar del Hôtel de Ville, un edificio del siglo XVI, y de casas preciosas que quitaban el hipo por su elegancia y estética, especialmente dos de ellas, pertenecientes a la bodega Nartz. Si tenéis pensado visitar este pueblo, os aconsejamos no perderos estas dos casas, ya que fueron de las más curiosas que vimos en todo el viaje, especialmente la de la derecha, que se encuentra literalmente encajonada. Es tan estrecha que su equilibrio parece imposible.



Justo detrás del Ayuntamiento se encuentra el templo más importante del pueblo, la Iglesia de Saint Étienne, del siglo XVIII, reformada un siglo después. Su torre impresiona por su altura.

Continuamos caminando hasta la otra parte del pueblo, que nuevamente termina en otra de las puertas medievales de la villa, la Porte de Dieffenthal. Desde allí admiramos un tramo de muralla y la zona exterior de Dambach-la-Ville, zona de muchos y bonitos paseos entre viñedos, antes de regresar intramuros, nuevamente a la Place du Marché donde hicimos algunas compras (vinito alsaciano incluido) antes de regresar al coche.





Chapelle de Saint-Sébastien
Dambach-la-Ville tiene, además de todos estos bellos rincones, dos monumentos que se encuentran a las afueras. Uno de ellos es el Castillo de Bernstein, que se remonta al siglo XII, por tanto uno de los más antiguos de Alsacia. A él se puede llegar en un largo paseo a pie desde el pueblo que por supuesto nosotros no pudimos hacer. Sin embargo, sí pudimos acceder al segundo con el coche, la Chapelle de Saint-Sébastien, ubicada en el antiguo emplazamiento de un pueblo desaparecido, Oberkirch, sobre la falda de la montaña.

Las vistas desde la capilla son fabulosas. La panorámica del pueblo de tejados rojizos entre esos mares verdes resume la esencia de esta preciosa tierra.


Último paseo por Colmar…
Decididos a quemar nuestro último cartucho y aprovechar al máximo nuestras últimas horas en Alsacia, decidimos poner rumbo a Colmar, eso sí, después de perdernos en el camino de vuelta cruzando pueblos alsacianos desconocidos. No creáis, ¡fue intencionado!
Como estos últimos días, pasamos por delante de una rotonda en la entrada de la ciudad, una rotonda especial, una que contiene una de esas curiosidades de las que no puedes apartar la vista, una réplica de la Estatua de la Libertad, la obra que hizo eterno a Frédéric Auguste Bartholdi. Esta es la segunda réplica que vemos de esta famosa escultura, la primera fue en París, navegando por el Sena.

Una vez en el apartamento, pensamos «¿cómo nos vamos a ir de Alsacia sin despedirnos de Colmar?». Además, y perdonad por no haberlo mencionado antes, hoy, 23 de junio, es el día de la música en toda Francia.
Así que salimos de nuevo a disfrutar de Colmar. Una Colmar excepcionalmente animada, con mucha gente por las calles y bandas tocando música en cada rincón. Una Colmar preciosa y divertida. Llegamos hasta nuestro lugar preferido, la Petite Venise, y allí damos gracias a la vida por habernos permitido llegar hasta aquí. Gracias, gracias y ¡gracias!


A la mañana siguiente nos despedimos de nuestro apartamento, de nuestro coche y de nuestra Alsacia. Un viaje maravilloso que recordaremos mientras vivamos. Sobretodo porque ha sido el viaje de las primeras veces de Elia, su primera vez en avión, su primera vez en el extranjero. Su primera vez con nosotros en la tierra de los cuentos, Alsacia.
¡Hasta la próxima aventura, cantineler@s!
6 comentarios
María José Gragera
¡Qué pasada de viaje! Si no voy pronto me quedaré con esa espinita…
Me encanta que no hayas incluido únicamente los pueblos más turísticos, ya que me encanta descubrir otros que quizás son menos conocidos pero no menos bonitos. Las rutas que habéis hecho son geniales para disfrutar tranquilamente. Ir con peques hace que vayas con menos prisa y es genial poder compartirlo en familia.
Me va a ser de gran ayuda para planificar mis rutas.
Un abrazo enorme.
Cristina
Gracias por exponer su tan bonito ❤ me servirá para ir está, en mi lista de deseos
Rafael Ibáñez
Me alegro mucho de que nuestro artículo pueda serle de utilidad, Cristina un fuerte abrazo
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias querida María José, ya sabes que intentamos ser muy rigurosos siempre en nuestros posts para poder ayudar al máximo. Me alegro de que te vaya a servir para visitar esta preciosa zona de Francia, estamos a tu disposición!
Mike
Felicitaciones x el blog!
Rafael Ibáñez
Muchas gracias por tu comentario!