Persiguiendo a Van Gogh
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Hoy era un día especial, sobretodo para Rafa. «Hoy vamos a ir a Arles… hoy vamos a ir a Arles…», repetía él una y otra vez. Como un niño pequeño antes de ir de excursión al mar… Hacía ya mucho tiempo que soñaba con visitar la ciudad donde Van Gogh había llegado en febrero de 1888 huyendo de una sociedad parisina a la que consideraba frívola y decadente, para buscar “el futuro del nuevo arte”, como él mismo decía.
Desayunamos tranquilamente al aire libre, junto a la piscina del hotel. Charlamos animadamente con nuestra anfitriona Sidonie y le explicamos el plan que teníamos para hoy. Le sorprendió lo mucho que nos interesaba el mundo del arte y mostró su admiración por la ruta que pensábamos hacer. También nos dijo que habíamos desayunado poco (solo unos croissants y algún trozo de bizcocho), a lo que añadió: «los españoles siempre desayunáis poco… los alemanes y los ingleses, en cambio, desayunan para un regimiento. Eso sí, los que más me sorprenden son los italianos: ¡solo café y cigarro!».
Además de Arles, ese día también teníamos pensado visitar el pueblo de Les Baux de Provence, Les Carrières de Lumières (algo único que más tarde os explicaremos…) y el monasterio de Saint Paul de Mausole. Hoy iba a ser un día intenso y bien cargadito, como los cafés de Sidonie.
Arles, donde nació el mito
Desde Saint Laurent d’Aigouze tenemos solo media hora de camino hasta nuestra primera parada del día. En Arles existe una “ruta Van Gogh”, que consiste en una serie de puntos estratégicos donde el propio pintor plantó su caballete para pintar aquello que veía. En el tiempo en que Van Gogh estuvo allí, poco más de un año, pintó más de 300 obras, lo que representa un periodo especialmente intenso y fecundo en su carrera artística. Fundamentalmente los pintó en los alrededores de Arles, pero algunos también dentro del pueblo, hoy señalados con reproducciones de las obras originales y que constituyen la mencionada ruta. No podíamos perder la oportunidad de recorrerlos, al menos la mayoría de ellos, y así lo hicimos. Y sí, lo sabemos, quizás no es lo primero que te viene a la cabeza cuando uno comenta que va a ir a Arles, pero nosotros somos así, únicos e irrepetibles.
El Pont Langlois
El primero de esos lugares se encontraba alejado del centro, por lo que primeramente nos dirigimos allí. Se trata del Pont Langlois (hoy conocido como el Pont Van Gogh), que hoy en día no se encuentra en su lugar original, fue trasladado para preservarlo de su destrucción. Quizás porque le recordase a su patria holandesa, Van Gogh se sintió atraído por el canal al sur de Arles, donde se dedicó a pintar dos versiones de este puente, datados de marzo y mayo de 1888. La cara de Rafa lo dice absolutamente todo, estaba especialmente emocionado…


¡Ahí está! ¡Ese es el puente que tantas y tantas veces habíamos visto en reproducciones! Conmocionados aún con la impresión, regresamos al coche y nos dirigimos al centro, donde encontramos aparcamiento por los pelos debido a que era día de mercado semanal.
Les Arènes
Cogimos el mapa de la ruta Van Gogh y empezamos por la plaza principal, donde se encuentra el fabuloso anfiteatro romano Les Arènes, un auténtico símbolo de la ciudad.


El anfiteatro es solo un ejemplo del grandísimo legado romano de Arles, donde también destacan las termas de Constantino, el teatro o el recinto sepulcral, conocido como Les Alyscamps, también inmortalizado por el pintor holandés. Nosotros somos unos grandes amantes del arte y la civilización romana, sin embargo en esta ocasión habíamos venido a lo que habíamos venido y, aunque fue difícil echar un vistazo rápido a todo aquello, tuvimos que hacerlo para no perder demasiado el tiempo.


La maison jaune
Al terminar de admirar Les Arènes cogimos la Rue Voltaire y llegamos hasta la Place Lamartine, donde se encuentra otro de los puntos señalados en la ruta, la maison jaune. Al llegar a Arles, Van Gogh se alojó en el Hotel Carrel, pero pronto se mudó a la llamada “casa amarilla”, que fue derribada en un bombardeo de la Segunda Guerra Mundial. Allí se fue a vivir en mayo de 1888, y más tarde, en octubre, también su amigo Gauguin, el otro gran pintor post-impresionista con el que convivió hasta que rompieron su relación artística y personal pocos meses después. Hoy en día, por tanto, ya no es posible visitarla pero la reproducción sí marca todavía el lugar exacto donde se encontraba.


En el momento en que Rafa fue a acercarse al cartel, apareció una familia estadounidense. Sus cuatro miembros se quedaron mirándole con cara de asombro mientras posaba para la foto y comentaron en su idioma: «¡si se parece a Van Gogh…!». En fin, cosas que le pasan a uno.
Río Ródano (La noche estrellada)
A unos pocos pasos de la Place Lamartine se encuentra el río Ródano, y desde una de sus orillas representó el pintor una de sus vistas más conocidas por todos en su obra “La noche estrellada”, realizada en septiembre de 1888 y conservada hoy en día en el Museo d’Orsay de París. Los pelos de punta tenía Rafa en ese momento…
La escalera del Pont de Trinquetaille
Recorrimos toda la orilla del río hasta otro de los puntos, la escalera del Pont de Trinquetaille, que el pintor pintó en octubre de 1888, y más tarde volvimos a adentrarnos en esta fascinante y animada ciudad.

La Fondation Van Gogh
El siguiente punto era la Fondation Van Gogh, inaugurada en 2014, la cual rinde homenaje a la presencia del pintor en Arles. La fundación acoge exposiciones, conferencias, talleres de creación y espectáculos diversos, siempre relacionados con la figura del pintor. Justo en ese momento acogía la exposición “Van Gogh en Provence: la tradition Modernisée”, que constaba de 31 obras originales. Poder admirar Van Goghs auténticos en Arles, un privilegio que no se tiene todos los días…

La Place du Forum y el Café Van Gogh
Al salir de allí nos dirigimos a la plaza más animada de Arles, la Place du Forum, donde se encuentra quizás el punto más conocido de la ruta dedicada al pintor, el Café Van Gogh (antes conocido como Café Terrace), que el autor representó en su cuadro “Terraza de café en la noche” en septiembre de 1888 y cuya terraza hoy en día se encuentra pintada del mismo amarillo que aparece en el cuadro.

Aprovechamos para comer justo en el restaurante de al lado (el Café Van Gogh tenía unos precios prohibitivos…), donde comimos realmente bien a pesar de encontrarse en un sitio muy turístico.

El Espace Van Gogh
Al terminar nos fuimos al antiguo Hospital de Arles, actual Espace Van Gogh, el jardín del cual recrea fielmente la representación que el pintor hizo durante su convalecencia allí. Y es que justo después del último de sus enganchones con su compañero Gauguin, el pintor holandés, preso de alucinaciones e impulsado por un dolor insoportable, decidió cortarse un pedazo de su oreja (no la oreja entera, como muchos creen…). Al día siguiente Van Gogh fue ingresado en el hospital municipal donde permaneció recluido forzosamente. Allí buscará de nuevo una huida en la pintura, plasmada en su obra “El patio del hospital de Arles”.

Place de la République
Salimos de allí y nos dirigimos a la Place de la République, otra de las plazas más importantes de la ciudad. Allí pudimos contemplar el Hôtel de Ville (Ayuntamiento), concluido en 1676, y la Iglesia de Saint Trophime, que posee una interesante portalada románica.

Muy a nuestro pesar, era la hora de marcharnos de Arles, una ciudad que nos encantó y a la cual volveremos sin duda alguna para visitar con más calma su gran patrimonio cultural e histórico.
Les Baux de Provence, enclavado en la roca
Regresamos al coche y ponemos rumbo a Les Baux de Provence, declarado como uno de los pueblos más bellos de Francia. Debido a sus características y a su precioso perfil medieval no es posible circular con el coche en su interior, por lo que se debe aparcar en la larga cuesta que sube hasta el pueblo. Pagamos el ticket de aparcamiento (tarifa única 5€) y subimos por unas escaleras que estaban medio escondidas y que resultaron ser un ventajoso atajo.

Una vez arriba empezamos a callejear sin prisa y a maravillarnos de todos sus rincones. Les Baux de Provence es un pueblo que se encuentra literalmente enclavado en la roca, hasta tal punto que a veces uno no sabe distinguir qué ha sido construido por el hombre y qué por la naturaleza. Las calles y casas fueron edificadas a partir de la piedra del terreno, como si de una gran cantera habitable se tratara.
A nuestro juicio, y si bien es cierto que ya en junio se encontraba bastante concurrido, este pueblo resulta una visita imprescindible. Les Baux de Provence quedó en un estado ruinoso a partir del siglo XIX, cuando sus habitantes lo fueron abandonando poco a poco, hasta que finalmente el turismo redescubrió sus encantos en el siglo XX. Hoy en día está considerado como uno de los más bonitos de la Provenza y de toda Francia.


La mayoría de las casas, parcialmente reconstruidas, datan de los siglo XVI y XVII. En ellas se han instalado numerosos restaurantes, tiendas, galerías y museos pequeños que por supuesto fuimos explorando poco a poco, sin prisas. ¡La Provenza entera respira arte!


En la cima del pueblo se alza la pequeña y coqueta Iglesia de Saint Vincent, que se construyó entre el siglo XII y el XVI empotrándose parcialmente en la roca. Dedicada a un santo nacido en Zaragoza, Saint Vincent, sus vidrieras de estilo moderno fueron financiadas por Rainiero III de Mónaco, que curiosamente era Marqués de Les Baux de Provence. Por otro lado decidimos no visitar por dentro el Castillo de Les Baux, erigido sobre un acantilado rocoso en el siglo XI por los señores de Les Baux, porque todavía nos quedaban cosas por ver aquella tarde. Quedará pendiente sin duda para una próxima visita.
Nos fuimos encantados de allí, y eso que lo que venía a continuación iba a ser de órdago. En la misma cuesta donde habíamos aparcado el coche ya encuentras indicaciones a «Les carrières des lumières», ese era justamente el lugar hacia donde debíamos dirigirnos, no sin antes aprovechar para sacar una última instantánea de Les Baux de Provence desde un alto mirador al que accedimos con el coche de camino hacia allí.

Les Carrières de Lumières
A muy pocos kilómetros encontramos el parking para acceder a Les Carrières de Lumières («canteras de luz», en español). Se trata de una antigua y enorme cantera subterránea que había sido utilizada desde tiempos inmemoriales. En 1935 se cerró la cantera por razones económicas pero en 1959 el artista Jean Cocteau decidió darle al espacio un nuevo uso utilizándolo como decorado en sus películas. Sin duda el hombre tuvo muy buen ojo ya que ahora, y desde hace más de treinta años, las paredes rocosas de catorce metros de alto sirven como soporte de espectáculos de imagen y luz, un acontecimiento único en el mundo.

Cada cierto tiempo el espectáculo proyectado en Les Carrières está dedicado a un artista importante de la historia del arte. A nosotros nos tocó un espectáculo dedicado a la figura de Marc Chagall, llamado «Sueños de una noche de verano». Nunca pensamos que algún día podríamos entrar de lleno en el universo particular de Chagall.
Y es que no esperábamos ni de lejos semejante experiencia: desde el primer momento en que traspasas la cortina te adentras en un mundo coloreado de fantasía. Literalmente accedes a otra dimensión y quedas atrapado, hipnotizado para siempre. Preferimos no desvelar demasiados secretos (no vamos a poner ninguna imagen del interior, principalmente porque Rafa se dejó la cámara en el coche en ese momento…), simplemente queremos animar a todo el mundo a que viva esta experiencia al menos una vez en la vida. Eso sí, mejor llevar pagada y reservada la entrada de antemano por internet como hicimos nosotros, así puedes entrar en cualquier momento evitando las colas. La entrada no es barata (13€ por persona) pero merece la pena, no os arrepentiréis.

La luz cegadora nos anunciaba que volvíamos a la realidad. Y es que después de tanto tiempo en la oscuridad nos costó acostumbrarnos de nuevo a la luz del día. Siguiendo adelante por el mismo camino que habíamos cogido para llegar a las canteras, llegamos en unos 20 minutos a nuestro último destino del día. Hay que considerar que en Francia todo cierra mucho antes que en España y aquel día lo llevábamos cargadito, además habíamos quedado con el dueño del alojamiento de esa noche en que no llegaríamos más tarde de las ocho.
Saint Paul de Mausole (Saint Rémy de Provence)
A unos tres kilómetros de Saint Rémy de Provence se encuentra el antiguo sanatorio para personas con enfermedad mental de Saint Paul de Mausole (tarifa 5€), donde Vincent Van Gogh decide ingresar voluntariamente a los 36 años de edad. En ese momento su enfermedad se manifestaba cada vez más progresivamente, se sentía expulsado de la sociedad y por si fuera poco, su deseo de formar junto a Gauguin una escuela de artistas en Arles se había esfumado con la marcha repentina de su amigo.


El antiguo manicomio donde Van Gogh pasó algo más de un año recluido era por aquel entonces un lugar aislado, rodeado de campos de trigo, viñedos y olivares. El interior estaba formado por habitaciones de ventanas enrejadas y desolados pasillos.
Hoy en día uno puede tener el privilegio de acceder a la habitación donde residió el propio Vincent, recreada para los visitantes con una cama y un caballete. No podemos reproducir aquí aquello que sentimos al estar allí, sencillamente no hay palabras para describirlo…

Los pacientes estaban abandonados por completo, pues el director, el Dr. Peyron, que ni siquiera era especialista en enfermedades mentales, llevaba el sanatorio con una economía rigurosa, limitándose a que los pacientes siguiesen con vida. Tampoco Van Gogh recibía ningún tipo de cuidado, exceptuando dos baños por semana, sin embargo su vida era algo mas llevadera que la de los otros pacientes pues le estaba permitido salir de la clínica, siempre acompañado, para pintar.


Durante la visita uno puede contemplar también el claustro central y el jardín trasero, donde actualmente se han colocado unos paneles con reproducciones de algunos de los cuadros que el artista pintó allí. Sobra decir que disfrutamos muchísimo la visita de ambos lugares.


Lo más satisfactorio de la visita fue comprobar que de alguna manera el sueño de Van Gogh de crear una escuela de artistas terminó haciéndose realidad y es que hoy en día, en ese mismo lugar existe la sede de una asociación de arteterapia que se encarga de trabajar con personas con enfermedad mental a través del arte para su bienestar emocional. Rafa, que es arteterapeuta, se pasó un buen rato contemplando las obras que los pacientes de dicha asociación habían creado para ser exhibidas en la galería habilitada en el interior del edificio.


Ya en el exterior vimos que las nubes habían comenzado a cubrir el día y que se avecinaba lluvia. El día de hoy nos ha servido para descubrir a la persona que se esconde detrás del mito. Una persona que sufría y que luchaba contra su propio dolor en una época de incomprensión y desconocimiento de la enfermedad mental. Contentos y emocionados por haberle perseguido hasta allí, esperamos pronto poder visitar el que fue su último refugio, el pueblo de Auvers-sur-Oise, en el norte de Francia, donde murió en julio de 1889.


Como dato interesante, cabe resaltar que a muy pocos kilómetros se encuentra el sitio arqueológico de Glanum, el cual no pudimos visitar por falta de tiempo, aunque sin duda una opción muy interesante para los amantes de la antigua Roma y que queda pendiente para la próxima vez que volvamos por estas tierras.
Teníamos por delante una hora de camino hasta nuestro siguiente alojamiento, del cual tenemos que reconocer que nos enamoramos desde el primer momento que lo vimos. Podríamos decir que se convirtió en nuestro capricho personal, y es que todos los viajes tienen alguno, ¿no? Esta casa rural se encuentra en las inmediaciones de la ciudad de Apt, aislado, en pleno corazón del Parque del Luberon. Todos los detalles de este paraíso terrenal, llamado Le Mas du Grand Pré, en nuestra sección de Nuestros alojamientos en Provenza y Costa Azul. Como podéis apreciar en las fotos, se trata de una casa donde se concentra la más pura esencia provenzal.




Llegamos sobre las 19:15h y tuvimos el mejor de los recibimientos por parte de Véronique y Philippe, que nos enseñaron toda la casa. Instalados ya en la habitación donde pasaríamos las siguientes tres noches, decíamos adiós a un día increíble, no sin antes tomar nuestra cena (que habíamos comprado por el camino) en un marco incomparable. Y claro, con sesión fotográfica entre los campos de lavanda incluida… Eso no podía faltar.



Mañana, la monumental Avignon y la antigua Orange, con una velada muy especial…
Bonne nuit!
7 comentarios
Marta (Viajando entre rascacielos)
Ohhhh Rafa…Que post tan bonito!!! Me parece una ruta preciosa y vaya fotazas!!!!! Conocía el puente y el cuadro de la noche estrellada me encanta, así que estar allí in situ, donde lo pintó, tiene que ser una experiencia única!!! Enhorabuena, como se nota que eres un gran amante del arte!
Alicia de Trotajoches.
Super post Rafa!!! No sabia que el sanatorio Saint Paul de Mausole es la sede de una asociación de arteterapia. Me imagino la emoción que tienes que sentir al estar allí, bueno y en todos los lugares que pisó y pintó Van Gogh. La de cosas que estoy aprendiendo con tus post. Gracias y enhorabuena!!!
Mike
Una vez mas felicitaciones por la calidad del relato del viaje!
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias!!!
En busca del gran viaje
Enhorabuena por este precioso post!! Tiene que ser increíble y tuvo que ser muy especial para ti con lo importante que es este artista. La habitación es impresionante y el claustro me ha parecido alucinante; una ruta increíble!!
Oscar Gascón
Me encanta la pasión con la que escribes tus posts. Se nota que eres un gran amante del arte y la historia. Precioso el claustro del antiguo sanatorio!!
locosxlosviajes
Una ruta muy completa! Imagino que con lo que le gusta el arte a Rada, seguro que disfrutó como un enano. Qué gracia lo de los estadounidenses! No le veo parecido!