
Loch Lomond – Stirling Castle – Doune Castle – Wallace Monument
Indice
Nos levantamos con ganas de aprovechar nuestro último día completo en Escocia. ¡Hoy nos toca ir a visitar el Lago Lomond y el castillo de Stirling! Para ver el primero, los foreros recomendaban parar en un pueblecito llamado Luss, ¡y por Dios que resultó acertadísimo! Como era el último día, teníamos que decidir entre ir a ver el Loch Katrine o visitar Stirling. Nos decidimos por esta última y el lago Katrine quedará pendiente para nuestro segundo viaje a Escocia. Después de Stirling, y como aún quedaba tiempo, nos acercamos a visitar Doune Castle. Este iba a ser nuestro último recorrido:
Luss y el Lago Lomond

Lago Lomond desde la playa de Luss



Quedaba lo mejor de la mañana, que es pasear por las calles de este pueblo de cuento, con sus casas de cuento, su iglesia de cuento y sus puentes de cuento. Si algún día nos perdemos, ¡que vengan a buscarnos a Luss!





Stirling Castle
Enamorados de Luss, y prometiéndonos que en alguna otra vida vendríamos a quedarnos a vivir aquí, proseguimos nuestro camino, una hora más hasta Stirling. Pensábamos que iba a ser algo más complicado llegar hasta Stirling Castle, pero fue de lo más sencillo gracias a nuestro GPS. En aquellos días se estaba celebrando en un lugar muy cerca de allí la Ryder Cup 2014 (mira que es casualidad, referéndum y encima Ryder Cup, ¡olé!), y nos temíamos lo peor, sin embargo no fue difícil acceder directamente a la explanada del castillo. Después de pagar el aparcamiento y dejar el coche, nos dispusimos a volver a utilizar nuestra Explorer Pass.





El castillo de Stirling, que llegó a ser residencia de los Estuardo, desempeñó un papel fundamental en muchos hechos cruciales de la historia escocesa. Sus edificios se remontan a los siglos XVI y XVII y son el mejor exponente de la arquitectura renacentista escocesa. En nuestra opinión este castillo se asemeja bastante al de Edimburgo, pero no llega a ser tan bonito como aquél. Además nosotros nos perdimos bastantes veces porque no existe un camino marcado de visita (o al menos nosotros no lo supimos ver), por lo que el recorrido resulta algo caótico. A pesar de ello, debemos decir que su estado de conservación es excelente. además, ¡habían actores vestidos de época que daban sus explicaciones a los turistas de una manera muy original!





Una vez más, aprovechamos para comer en el mismo restaurante del castillo, el cual se encontraba en su interior, y al salir decidimos ir a la localidad de Doune, pasando con el coche por el famoso Puente de Stirling, escenario de una de las más cruentas batallas de las guerras de independencia escocesas a finales del siglo XIII. Fue precisamente aquí donde las tropas dirigidas por William Wallace consiguieron una sonada victoria sobre el ejército inglés.
Doune Castle
A unos 15 minutos de Stirling se encuentra el Doune Castle, del s. XIII. En Doune Castle se han filmado series de televisión tan exitosas como Juego de tronos o Outlander, e incluso una película de los cómicos Monty Python, por esta razón acuden una gran parte de los turistas que se acercan allí. Fue la última vez que utilizamos nuestra Explorer Pass, muy a nuestro pesar…





Wallace Monument
Merece la pena, si se está cerca de Stirling y tienes tiempo, acercarte a visitar este castillo. Después de salir de allí comprobamos que aún teníamos tiempo antes de llegar a nuestro último B&B. Nos resistíamos a aceptar que nuestro viaje estaba llegando a su fin, así que decidimos volver a pasar por Stirling para visitar el William Wallace Monument, un monumento romántico de estilo neogótico erigido en el siglo XIX en memoria de uno de los héroes nacionales escoceses (nada que ver con el personaje dibujado por Mel Gibson en Braveheart).

Como estábamos algo cansados, decidimos tomarnos aquella última visita muy relajadamente. Una vez dejado el coche en el aparcamiento, para acceder al monumento puedes subir a pie (se tardan unos 10-15 minutos, dependiendo de tu preparación física, porque es todo cuesta arriba…) o esperar al bus gratuito que te lleva sin problemas. Nos decidimos por esta última opción y al llegar a la puerta hicimos unas cuantas fotos antes de volver a bajar, esta vez a pie (no es lo mismo bajar que subir). La visita al interior del monumento (que alberga la supuesta espada verdadera de William Wallace) quedará también pendiente para una próxima vez, pues en aquella ocasión no nos vimos con fuerzas para subir los 200 y pico escalones…
No podíamos prolongarlo por más tiempo. Sabíamos que era la hora de dirigirse a nuestro último B&B del recorrido. Estaba a las afueras de Motherwell, una localidad cercana a Glasgow. No tuvimos ningún problema en volver a conducir por «motorways» y en menos de 40 minutos nos plantamos allí. El Ridgeland House B&B es una casa enorme que se encuentra a medio camino entre Glasgow y Edimburgo y, aún así, de su ubicación puede uno deducir que te encuentras en medio de la nada, en un campo con granjas y ovejas. Margaret, su dueña, nos había reservado la habitación más grande para nosotros, la «honeymoon couple», y ese fue nuestro último regalo.

Teníamos un enorme trabajo por delante, volver a distribuir toda la ropa y todas nuestras cosas en las tres maletas, una tarea verdaderamente hercúlea. Nuestro sueño llegaba a su fin y lo celebramos con la mejor cenita posible en la habitación del hotel, con el vino blanco que nos había regalado Margaret. Noche perfecta para culminar un viaje de ensueño perfecto.
Mañana nos toca volver a España…¡pero lo que hemos vivido aquí no nos lo quita nadie! ¡Buenas noches!
Vuelta a casa…
Había llegado el día. No nos lo podíamos creer. ¿De verdad hoy tenemos que volver a casa y despedirnos de las ovejitas, las vaquitas, las personas serviciales y amables, los scottish breakfasts, los castillos de ensueño, los valles mágicos, los baños públicos resplandecientes y los passing places? ¿De verdad que nuestro cuento de hadas llegaba a su fin?
Nos resistíamos a creer que hoy debíamos volver al aeropuerto de Edimburgo, donde todo comenzó. Bajamos a desayunar, tristes como dos pasas. Nos tomamos el desayuno que nos había preparado Margaret con todo el cariño y así, sintiéndonos tan mimados como solo los escoceses pueden hacerte sentir, emprendimos nuestro último tramo de carretera, el que nos separaba del aeropuerto.
En unos 30 minutos por la autopista llegamos a las inmediaciones del aeropuerto. Había leído (sí, sí, ya sé, leí mucho, es que soy un hombre enormemente cauteloso…) que la oficina de Arnold Clark del aeropuerto era bastante complicada de encontrar, así que me lo había estudiado todo previamente al milímetro. No obstante, y no sé cómo pasó, el GPS nos llevó por un lugar que no era (¡nos había fallado el último día! quizás porque él también se resistía a dejarnos marchar) y acabamos en la entrada de Edimburgo. Inma no paraba de repetir, medio en broma medio en serio, que podríamos echarle una última visita a la capital… Pero a las 10h debíamos dejar el coche en la oficina así que nos esforzamos por saber dónde habíamos acabado. Después de un estudio pormenorizado del nuestro mapa de carreteras (absolutamente indispensable, a pesar del GPS), nos dimos cuenta de que debíamos retroceder en dirección al aeropuerto. No sé muy bien cómo, terminamos encontrando la oficina pero al llegar, recordamos que el coche debía devolverse con el depósito de gasolina lleno. Otra vez para atrás para llegar a la gasolinera más cercana, que encontramos sin problemas. Cuando llegamos a la oficina, fue todo muy rápido. Tan rápido que casi no tuvimos tiempo de despedirnos de nuestro amigo, el Kia Picanto. Llevé los papeles a la oficina, salió un trabajador de Arnold Clark y como no había tenido ningún percance le echó un vistazo rápido al coche y listo. Segundos después estábamos subidos a un minibus de la compañía que te deja en la misma puerta del aeropuerto.
Llegada al aeropuerto y a esperar, puesto que nuestro vuelo no salía hasta las 14.20h. Ahora sí, nuestra aventura había concluido. Hoy en día, después de algún tiempo, puedo deciros que no pudimos elegir un destino mejor para nuestra luna de miel. Lo volveríamos a repetir una y mil veces porque de allí vinimos, si cabe, mucho más enamorados de lo que nos fuimos. Enamorados de Escocia, enamorados de la vida, enamorados… sin más.
No dejaremos de recomendar este destino a cualquier persona que se anime. A nosotros nos ha dejado una huella imborrable. En un futuro no muy lejano esperamos poder contar a los nuestros con una gran ilusión y orgullo que Escocia fue el viaje de nuestras vidas, justo después de darnos el ¡SÍ, QUIERO!
Un gran abrazo a todos, esperamos que este diario os haya inspirado como deseábamos.