
Almagro – Castillo Calatrava la Nueva – Palacio Viso del Marqués
Nos despertamos con el repicar de las campanas de la iglesia de Villanueva de los Infantes, amanece un nuevo día lleno de atractivos por descubrir. Hoy nos dedicaremos a explorar la provincia de Ciudad Real, empezando por el espléndido pueblo de Almagro, considerado como uno de los más bonitos de España, continuando por el espectacular Castillo de Calatrava la Nueva y terminando por un verdadero tesoro, el colosal Palacio de Viso del Marqués. Éste será el recorrido de hoy:

Desayunamos nuevamente en el piso inferior de La Morada, con el carrito de Elia a nuestro lado mientras ésta les enseña sus preciosos ojazos azules y su más bonita sonrisa a los demás huéspedes del hotel. Salimos de Los Infantes sobre las 10h de la mañana y en una hora estamos aparcando justo enfrente del Convento de la Encarnación de Almagro (Ciudad Real), capital administrativa de la antigua Orden Militar de Calatrava y pueblo del teatro por derecho propio, un lugar que nos volvió locos desde el mismo momento en que llegamos. Antes de salir del coche, mamá Inma da de comer a Elia mientras papá Rafa prepara su mochila porta-bebés.
La enorme Plaza Mayor, de planta rectangular irregular, es el núcleo central de todas las actividades económicas y sociales, y quizás también su símbolo más reconocible y característico. Sin duda es una de las plazas más curiosas que hemos visto en nuestros viajes.


Sus galerías acristaladas tienen su origen en la transformación que sufrió la plaza durante el siglo XVI, coincidiendo con la llegada a Almagro de los Fúcar -castellanización del apellido flamenco Fugger-, los banqueros flamencos súbditos del emperador Carlos V. Estas galerías tienen, por tanto, una marcada influencia flamenca, lo que la hace única en casi todo el resto de España.


Sus grandes dimensiones nos envuelven y la belleza de sus soportales con columnas de orden toscano, que sustentan una estructura de madera pintada de color verde, nos sobrecoge. Es una auténtica delicia recorrerla de lado a lado.

En su lado este, uno de los lados menores, se encuentra el Ayuntamiento, restaurado a lo largo de los años en varias ocasiones.

En uno de sus flancos mayores se encuentra un edificio único en el mundo, el Corral de Comedias, el único del siglo XVII que aún conserva su estructura original y que todavía sigue en activo.

El Corral (entrada 4€ por adulto) fue construido en 1628 por Leonardo de Oviedo. Sigue la tipología de la casa popular manchega, respondiendo los diferentes elementos arquitectónicos a su doble función de mesón y teatro.

En cuanto a su morfología, consta de un zaguán de acceso. Al acceder, uno tiene la impresión de viajar instantáneamente por el tiempo, a aquellos tiempos donde se servía la aloja en la alojería, una bebida refrescante para soportar los rigores del verano durante la representación. Esta se encontraba en la entrada del patio, justo a mano izquierda.

El patio porticado, formado por pies derechos de madera con zapatas, se denomina «patio de mosqueteros». Posee dos galerías superiores que servían de graderío para los asistentes. Las mujeres ocupaban la localidad llamada «cazuela», amplios aposentos situados en la zona alta frente al escenario.

En cuanto al escenario, tras él se encontraban los camerinos de los actores y otros cuartos y dependencias. Estos accedían a escena a través del escotillón, una trampilla situada en el tablado. Fue una auténtica lástima no poder disfrutar de una de las célebres visitas teatralizadas, realizada por actores para conocer de una forma divertida y original el Corral, pero íbamos justos de tiempo si queríamos llegar a tiempo a nuestro próximo destino, el Castillo de Calatrava la Nueva, que cerraba a las 14h.

En 1954 el Corral de Comedias fue redescubierto, sufriendo diversas restauraciones que han contribuido a mantener activo e intacto el edificio. En la actualidad mantiene una intensa actividad teatral a lo largo de todo el año, acogiendo entre otros eventos, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. En definitiva una visita imprescindible si uno se encuentra en esta ciudad.
No queríamos marcharnos de Almagro sin contemplar otro de sus atractivos, la Iglesia de San Agustín (entrada 2€ por adulto), que formaba parte de un antiguo convento de monjes Agustinos Recoletos cuya construcción finalizó, después de diversos problemas, en el siglo XVIII.

El principal atractivo de este templo es su extraordinaria decoración pictórica mural que cubre por completo su interior y cuya temática se centra en la exaltación de San Agustín, la Eucaristía y la Virgen. Por admirar las pinturas murales merece bien la pena entrar.

Pero quedaban muchos otros lugares en Almagro que merecían ser descubiertos. Por ello queda pendiente regresar a esta ciudad con mucha más calma, y a ser posible poder visitarla también de noche y asistir a algún espectáculo teatral en el Corral de Comedias. En esta ocasión lamentablemente no pudo ser así ya que queríamos aprovechar para visitar otros dos lugares maravillosos. El primero de ellos se encuentra a unos 40 minutos, en un enclave privilegiado. Sobre un imponente cerro a 930 metros de altitud, rodeado por pedrizas, roquedales y una vegetación autóctona, se alza el Castillo de Calatrava la Nueva (entrada 4€ por adulto), erigido por la Orden de Calatrava.

Para llegar hasta él uno debe subir la montaña, rodeando el cerro por un camino empedrado por el que solo cabe un coche en un sentido. Nos extrañó muchísimo esta circunstancia, preguntándonos el porqué de las tan malas condiciones del acceso, hasta que supimos que el camino había sido empedrado con motivo de la visita de Felipe II en el año 1560. Queremos suponer entonces que es por este motivo y no por otro que no se ha arreglado.

En cualquier caso la subida merece cada bache que encuentras a tu paso. Este castillo es impresionante desde todos los puntos de vista. A medida que vas subiendo ya te vas dando cuenta. Y cuando ya has llegado a la cima, más aún.

La Orden de Calatrava fue fundada en 1158 por los monjes cistercienses fray Raimundo de Fitero y fray Diego Velázquez en el castillo hoy conocido como Calatrava la Vieja, con el objetivo de ganar para el cristianismo las tierras ibéricas aún bajo dominio islámico. Esta orden militar nace por tanto en el contexto de las cruzadas de los siglos XI y XII en un momento en que la Península Ibérica era campo de batalla entre el Islam y los reinos cristianos europeos. En 1217, tras la batalla de las Navas de Tolosa, los caballeros calatravos fijaron su sede definitiva en un nuevo enclave, el Castillo de Calatrava la Nueva. Desde aquí se apuntaló la nueva frontera y se apoyó decisivamente la conquista de los territorios situados al sur de Sierra Morena.

En este lugar la Orden mantuvo su convento principal durante 600 años, hasta que en 1804 fue abandonado definitivamente. El convento fue construido añadiendo varias dependencias al castillo a principios del siglo XIII, siguiendo con las normas del Cister y atendiendo a las necesidades defensivas de la fortaleza.


En este castillo encontramos tres murallas, la tercera de las cuales separa el convento de la Villa Vieja. Durante la visita nos vamos encontrando con una serie de edificios cuya función era la de servir de apoyo a la construcción del convento, como por ejemplo el «molino de sangre» (de tracción animal), el horno, la fragua y otras estancias.


Al norte encontramos la Iglesia de Calatrava la Nueva, quizás el edificio más espectacular de todo el castillo, con elementos románicos y góticos. La visita al templo es absolutamente sobrecogedora.

No se conservan las cristaleras de las ventanas, ni siquiera la del rosetón central de la fachada de la denominada Puerta de la Estrella, por lo que las palomas y demás «animalillos» vuelan por allí a sus anchas. Además, por su estilo arquitectónico y su oscuridad interior, parece sacado de una novela al más puro estilo Stephen King.

Junto con el templo, también pudimos admirar la Sala Capitular, lugar donde se realizaban las reuniones de los caballeros de la Orden, el cementerio conocido como Campo de los Mártires, las cocinas, el refectorio, los dormitorios y la hospedería.

En definitiva, una decisión muy acertada para los grandes amantes de las fortalezas como nosotros que, a pesar de no estar relacionada con la ruta de Don Quijote, resulta a nuestro juicio absolutamente imprescindible.

De camino hacia nuestro siguiente destino del día, paramos a comer en el Restaurante San Isidro, en la localidad de Calzada de Calatrava, un local con un gran salón y con muy buena comida, el lugar perfecto para reponer fuerzas. De allí nos dirigimos a Viso del Marqués (Ciudad Real), un pequeñísimo municipio que alberga un tesoro casi más grande que el propio pueblo, de unas características tan únicas y singulares que a nuestro juicio merecería mucha mayor fama de la que ostenta: el Palacio del Marqués de Santa Cruz (entrada 4€ por adulto, con visita guiada), hoy en día sede del Archivo-Museo de la Marina.

Este palacio fue construido como último retiro por y para Don Álvaro de Bazán, primer Marqués de Santa Cruz, título otorgado por el rey Felipe II como compensación de sus numerosas victorias navales al frente de la armada española, como la de la batalla de Lepanto, en la que participó el propio Cervantes.

Aquí, en Viso del Marqués, casi en medio de ninguna parte, este importante almirante del siglo XVI quiso construir un palacio de estilo italiano, quizás el único de toda España, ya que fue diseñado enteramente por artistas de origen italiano. Empezó a construirse en 1564 y se terminó en 1588 según los proyectos de Giovanni Castello «El Bergamasco», discípulo del mismísimo Miguel Ángel, junto al que trabajaron Giovanni Bautista Olamosquín, Maese Domingo y Maese Alberto, bajo los preceptos humanistas de orden y belleza propios del Renacimiento. Una joya arquitectónica, en definitiva, en plena llanura manchega.

Aquello no nos lo esperábamos en absoluto. Mientras seguíamos al guía, un tipo bastante «peculiar» por cierto, y con Elia a cuestas, íbamos visitando una a una las distintas estancias con la boca abierta. Quizás el aspecto más singular de todo el palacio se da en su interior, con la profusión de 8000 m² de pinturas al fresco plasmadas en las bóvedas y en los paramentos de los pisos inferior y superior. Las pinturas, de estilo manierista fueron también realizadas íntegramente por maestros italianos, concretamente por Giovanni Battista Peroli, Esteban Peroli y César de Bellis, que representaron en pintura las escenas más importantes de la vida del Marqués. De repente, nos pareció estar en Florencia.
Finalmente decidimos con buen criterio separarnos del numeroso grupo de moteros que había entrado con nosotros y de aquel guía tan «peculiar», adelantándonos a la visita. Pudimos entonces disfrutar a solas de algunas de las salas del piso superior, dedicadas por entero al mundo de la marina y a las victorias navales conseguidas por Don Álvaro de Bazán.

Justo al lado del colosal palacio se yergue la Iglesia de la Asunción, levantada en el siglo XV. Allí había descansado al parecer por un tiempo, según rezaba la inscripción de la entrada, el cuerpo de Isabel la Católica en su traslado a la catedral de Granada.

Fue allí donde vivimos sin duda lo que sería la anécdota de todo el viaje: al traspasar la puerta de entrada, custodiando el templo física y espiritualmente se encontraba el sacristán, que tendría cerca de unos 90 años. Como éramos en ese momento los únicos visitantes, no dudó en acercarse a nosotros y contarnos la historia y curiosidades de la iglesia. Una de ellas tenía que ver con el cocodrilo disecado de 4 metros (apodado el «lagarto de Viso del Marqués») que cuelga de una de sus paredes. El sacristán nos explicó que fue el propio Don Álvaro de Bazán quien se lo trajo de Egipto y quien lo crió hasta que se hizo mayor. Al morir, mandó disecarlo y colocarlo en su singular ubicación actual como recuerdo de su amistad.
La anécdota no terminó ahí porque de repente al buen hombre le apeteció sentarse al órgano y ponerse a tocar distintas piezas con sus propias manos en honor de nuestra bebé, entre ellas la melodía de «Los Pajaritos».

Muy agradecidos, aunque también algo atónitos por aquella circunstancia, salimos de allí para regresar al coche y poner rumbo definitivo a Los Infantes. En unos 50 minutos ya estábamos de nuevo en el hotel, necesitados de una buena ducha.
Aquella noche no teníamos mucha hambre, así que cenamos unos bocatas nuevamente en el bar de la Plaza Mayor donde habíamos cenado la primera noche.
El día de mañana será algo más tranquilo y pausado, nos encontraremos con unas de nuestras mejores amigas y pasar la mayor parte del día relajadamente en las Lagunas de Ruidera.
¡Hasta mañana!
3 comentarios
Oscar Gascón
Me ha encantado el castillo de Calatrava la Nueva. Me ha recordado muchísimo al castillo de Consuegra!!!
Maria del Carmen Cruz Martin
¡¡Qué simpático el sacristán!! Me ha sorprendido mucho el Palacio del Marqués de Santa Cruz! No tenía ni idea de su existencia! Y por qué era «peculiar» el guía?
Alicia de Trotajoches.
Sin duda estar en esa plaza de Almagro tiene que ser una maravilla. No conocía el Palacio Viso del Marques, pero tienes razón, las pinturas es como estar en Florencia. Me ha encantado el cura, tocar para Elia!!!!