
Día 1 y 2: la mágica Edimburgo
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Era el 18 de septiembre de 2014. Sí, el famoso día del referéndum en el que se decidía la independencia de Escocia, ¡menuda casualidad! ya que lo habíamos reservado con meses de antelación, aunque no tuvimos ningún problema por este motivo. Nuestro avión salió a las 12:00h desde el aeropuerto El Prat de Barcelona y aterrizó en Edimburgo a muy buena hora, a las 13:45h hora local (tened en cuenta que allí es una hora menos, por lo que son 2 horas y 45 minutos de viaje), sin ninguna incidencia reseñable. La niebla de Escocia hacía por primera vez su aparición y nos dio una bienvenida que acogimos resignados, aunque al final del viaje ya nos habíamos acostumbrado a ella.
Como no queríamos perder ni un minuto (solo íbamos a pasar un día y medio en la capital), habíamos decidido contratar desde España un taxi que nos llevara directamente al B&B. Lo contratamos a través de Onward Travel y resultó ser una buena decisión. No obstante, al llegar al punto de recogida donde ellos nos habían indicado a través de e-mail, no había ni rastro del taxi, de modo que le pregunté a una chica que parecía trabajar en el parking del aeropuerto. En ese momento nos topamos de frente con la primera muestra de amabilidad que tan chocante nos resultó. Y es que hasta ese momento nadie había tenido el detalle que tuvo aquella chica (algo que para ella resultaba de lo más natural) de coger SU PROPIO MÓVIL para llamar ella misma a la compañía de taxis y exigirles explicaciones de por qué no había ningún taxi aparcado esperándonos. Al cabo de cinco minutos, tal y como la chica nos había indicado, apareció el taxi con nuestros nombres y ella solo apuntó un «no problem» como diciendo «sin problema, esto lo hacemos nosotros por costumbre». Anodadado me quedé.
Día 1
Una vez subidos al taxi traté de quedarme con la copla de lo que significaba conducir por el lado contrario al que estamos acostumbrados. Traté de no ponerme nervioso, ya que iban a pasar dos días antes de coger nuestro coche alquilado. Lo hicimos así para ahorrarnos un dinero, primero íbamos a visitar Edimburgo y luego alquilar el coche para recorrer el país. Este es el recorrido que haremos hoy:
Llegamos a nuestro primer B&B, donde pasamos las dos primeras noches, el Luxury Central B&B. Una vez allí, nuestro anfitrión David nos ayudó a trasladar las maletas y nos dio una calurosa bienvenida con un café calentito y unas galletas que nos vinieron de perlas.

Cargadas las pilas ya estábamos listos para iniciar nuestra primera visita a la fascinante ciudad de Edimburgo. Además, se trataba de un día histórico en el que los escoceses decidían su futuro, infinidad de carteles con un «YES» o un «NO, THANKS» impregnaban las calles. El ambiente era no obstante festivo, la paz y la concordia reinaban en la capital, así que disfrutamos de todo aquello con la mayor normalidad.
El hotel estaba a unos 5 minutos de Princes Street, la arteria principal de la llamada Ciudad Nueva, desde donde pudimos disfrutar de unas buenas vistas del Castillo de Edimburgo (no digo «maravillosas» porque aquel día reinaba una espesa niebla que no dejaba contemplar ninguna zona alta de la ciudad, tal y como sucedería también al día siguiente).

Scottish National Gallery
Justo en medio de esta larga calle, se encuentra la Scottish National Gallery, inaugurada en 1859, y teniendo en cuenta nuestro amor por el arte no dudamos en que aquella sería nuestra primera visita. La galería más importante del país se encuentra en un espléndido edificio de estilo neoclásico y conserva obras que van desde el Renacimiento hasta el post-impresionismo.

Una muy bonita galería, donde además de admirar dos Rembrandts, entre otros, encontramos a un grupo de dibujantes que justo acababan de colocar sus caballetes en medio de una de las salas mientras un maestro les daba consejos sobre sus retratos. Qué escena más maravillosa… Por cierto, ¡no olvidéis visitar la espléndida sala dedicada al impresionismo!


Scott Monument
Al salir de la galería nos dirigimos al Scott Monument (Monumento a Scott). Con sus 61 metros de altura, es el monumento más grande que se ha levantado jamás en honor a un escritor, posiblemente el mas popular del país, Sir Walter Scott. Inaugurado en 1846, este monumento de estilo neogótico recuerda a una especie de mini catedral. En su interior se encuentra una estatua de Scott en mármol blanco, que se contrapone al color ennegrecido del edificio. La aguja superior está decorada con 64 personajes que aparecen en algunas de sus novelas.
Justo al lado del monumento se encuentra el parque urbano más importante del centro de Edimburgo, Princes Street Gardens, cuya superficie separa la Ciudad Nueva (New Town) de la Ciudad Vieja (Old Town). Estos enormes jardines, auténtico pulmón verde por el que da gusto pasear, ocupan el espacio de lo que antiguamente era un lago, el Nor Loch, que sirvió como defensa natural de la ciudad ante los invasores.


Royal Mile
Al salir de allí, quisimos recorrer un poquito la Royal Mile, la calle más popular de la ciudad, la cual ha dado origen a una medida peculiar de longitud, la milla escocesa (exactamente 1.814,2m) y que se ganó su apodo en el siglo XVI cuando el rey la usaba para desplazarse entre el castillo y el palacio de Holyroodhouse. En la Royal Mile existen una gran cantidad de callejones (closes) y patios interiores (courts) que son sencillamente deliciosos, además de algunos de los monumentos más famosos de la ciudad.

Edimburgo es una ciudad ideal para perderse. Recomendamos vivamente que os adentréis libremente en los closes, donde aguardan mil y una sorpresas. Todo hay que decirlo, a Inma no le hacía demasiada gracia adentrarse en esas calles tan estrechas, y para ser justo diré que algunas de ellas resultaban inquietantes pero a la vez muy hermosas.
Catedral de St. Giles
Uno de ellos es la Catedral de St. Giles, cuya visita es gratuita (aunque si quieres hacer fotos te piden que contribuyas con solo dos libras, que pagamos encantados porque merece mucho la pena). Erigida sobre un antiguo santuario del siglo IX, esta catedral gótica fue el lugar donde John Knox, líder de la Reforma Escocesa y fundador del presbiteranismo, predicó por primera vez en tierras escocesas la nueva filosofía protestante en el siglo XVI.

El interior de este pequeño templo es sencillamente precioso gracias a la luz que entra por las vidrieras colocadas en el siglo XIX y a los diferentes colores y texturas del techo. Destaca especialmente la Capilla del Cardo (Thistle Chapel), una obra ya del siglo XX encargada por la Orden de los Caballeros del Cardo.
Mary King’s Close
A las 18.15h teníamos una cita en uno de los lugares más asombrosos de la ciudad. Se trata del Mary King’s Close, o lo que es lo mismo, una visita por la Edimburgo subterránea a través del close más impresionante de la ciudad. Se trata de un callejón medieval cuyos niveles inferiores han sobrevivido prácticamente inalterados en los cimientos de la ciudad moderna durante 250 años. Hoy, este siniestro laberinto subterráneo permite asomarse a la vida cotidiana del siglo XVI. Nosotros reservamos por internet a través de su página web el tour que hacen en español (hacen tours en inglés y en español todos los días, resulta muy recomendable reservar con antelación).

Nos quedamos boquiabiertos con lo que hay allí abajo, un laberinto subterráneo dehogares, comercios y callejuelas. Además nuestro guía valenciano nos hizo la visita muy amena y divertida. Las historias de fantasmas están muy presentes no solo en la capital sino por toda Escocia, y a mí personalmente me impresionó mucho la historia del fantasma de una niña, Annie, a la que los visitantes le compraban juguetes. Como no queremos desvelar los secretos del Mary King’s Close, solo os vamos a recomendar muy mucho que viváis esta experiencia por vosotros mismos. Sin duda una de las imprescindibles de Edimburgo.
Calton Hill
Después de cenar en una pizzería tuvimos la osadía de subir a Calton Hill, una de las principales colinas de la ciudad (conocida como la «Acrópolis» de Edimburgo). Y digo «osadía» no porque fuera peligroso (no hemos estado en ningún país más seguro), sino porque la niebla seguía haciendo de las suyas todavía a aquellas horas y no conseguimos ver gran cosa de las fabulosas vistas que desde la ciudad se pueden disfrutar desde allí.

de modo que decidimos volver al hotel en un agradable paseo de unos 20 minutos, no sin antes parar a comprar algunas provisiones en un supermercado para el día siguiente. Yo estaba empeñado en volver a subir a Calton Hill para realizar alguna foto de la ciudad, pero eso sería al día siguiente.

Nos acostamos no sin antes disfrutar de la wifi gratuita del hotel y publicar algunas fotos en facebook para poner los dientes largos a nuestros familiares y amigos, ¡la ocasión lo merecía! Y así nos despedimos hasta el día siguiente. ¡Buenas noches!
Día 2
¡Era nuestro primer despertar en Escocia! Casi no podíamos creer que pudiéramos estar viviendo esa aventura y ya teníamos ganas de comenzar el día. Después del primer contacto de ayer, hoy tocaba dedicarle el día entero a Edimburgo, así que subimos al comedor dispuestos a cargar bien las pilas. El desayuno de May, nuestra anfitriona del Luxury Central B&B, buenísimo y su atención exquisita así que no podíamos empezar mejor el día. Este va a ser el recorrido que seguiremos en este segundo día en la capital escocesa:
Queríamos comenzar nuestro itinerario de hoy visitando primero el famoso Castillo de Edimburgo, el monumento más visitado de todo el país. Nuevamente la niebla nos tenía preparado otro día fantasmal, así que nos lo tomamos con entera resignación. Al llegar a la explanada del castillo, nos dirigimos directamente al punto donde debían validarnos por primera vez nuestra Explorer Pass, una entrada que te da acceso directo a una gran cantidad de monumentos de gran importancia de toda Escocia. Si uno tiene pensado visitar un mínimo importante de atracciones y monumentos, merece mucho la pena comprar la Explorer Pass ya que te ahorras un buen dinero. Nosotros, para variar, ya la habíamos comprado hacía varios meses por internet y la llevábamos impresa desde España, así que lo único que teníamos que hacer era validarla en los puntos donde debíamos. Con la Explorer Pass, pudimos ver con acceso directo (sin tener que pasar por caja ni hacer cola, aunque lo cierto es que no encontramos ni una sola cola importante en todo el viaje) al castillo de Edimburgo, al castillo de Stirling, a la catedral y al castillo de Saint Andrews, a la catedral de Elgin, al castillo de Doune y al castillo de Urquarth. Ahí es nada.
Edinburgh Castle (Castillo de Edimburgo)
Una vez validada nuestra entrada, nos esperaba la joya de la ciudad, ¡y vaya si lo era! A nosotros nos encantó este castillo y eso que no pudimos disfrutarlo al 100%. Para muestra, un botón:

¡Menuda niebla había esa mañana en lo alto de la colina de Castle Hill, una gran roca de origen volcánico sobre la cual se alza orgulloso el castillo! Esa misma niebla que, si bien tanto impedía que pudiéramos ver las cosas con claridad, confería al mismo tiempo un aspecto lúgubre a todo ese mágico espacio.



Desde sus orígenes en el siglo XII, el Castillo de Edimburgo ha sufrido diversas remodelaciones y ha desempeñado diversas funciones a lo largo de los siglos, desde residencia de los reyes escoceses, hasta guarnición del ejército y prisión. La visita de esta fortaleza es la visita por la historia misma de Escocia. Actualmente alberga el Memorial Nacional de la Guerra, el Palacio Real, la Prisión y otros muchos monumentos interesantes.


De todas los cañones que encontrarás en tu visita a este castillo, dos destacan sobre el resto: el One O’clock, que durante décadas ha sido disparado todos los días (excepto festivos) a la una en punto, y el Mons Meg, fabricado en Bélgica en el siglo XV, uno de los cañones de asedio más antiguos grandes y de Europa.
Se dice que la pequeñísima Capilla de Sta. Margarita es la construcción más antigua de todo el recinto del castillo y una de los más antiguas del país. Data del año 1130 y fue erigida para que los reyes de Escocia pudieran utilizarla sin necesidad de salir del castillo.


El Palacio Real es otro de los lugares imprescindibles en la visita al Castillo de Edimburgo. Fue mandado construir a mediados del siglo XV con la intención de ser el lugar de residencia de los reyes de Escocia, aunque lo que vemos actualmente es una remodelación llevad a cabo dos siglos más tarde. Se trata de un edificio bellísimo compuesto por diferentes estancias y una pequeña exposición sobre la historia de los reyes de Escocia.


No hay duda de que esta gente sabe cuidar muy bien de lo suyo. Y por supuesto saben cuidar muy bien de lo que para ellos es lo más sagrado, me estoy refiriendo a las estancias que guardan las Joyas de la Corona (entre ellas, la corona de María Estuardo) y la Piedra del Destino (la piedra de la coronación de los reyes escoceses durante la Edad Media había estado en manos inglesas más de 700 años hasta que fue devuelta a Escocia en 1996), las cuales se llevan la palma en cuanto a espectacularidad. Tenemos que decir, sin embargo, que nuestras estancias favoritas fueron nuevamente las más tétricas, las prisiones, construidas en el siglo XVIII, donde dormían y vivían como podían los prisioneros de guerra. Algo sencillamente extraordinario. Vaya, resumiendo, que nos fuimos de allí encantados de la vida.


Victoria Street y Grassmarket
Después de disfrutar de semejante maravilla (y de haber repuesto fuerzas en la misma cafetería del castillo), nos dirigimos al sur, pasando por la bonita Victoria Street y sus tiendas artesanales con fachadas de colores hasta llegar a Grassmarket, una plaza alargada donde antiguamente se congregaban los habitantes de la ciudad para presenciar las ejecuciones públicas.

De sobras conocida es la historia de que, antes de ser ejecutados, se les permitía tomar un último trago en una taberna localizada a escasos metros del lugar. Este local hoy se llama The last drop en recuerdo a aquella última concesión.

Cementerio de Greyfriars
De allí nos dirigimos en pocos minutos al cementerio de Greyfriars, uno de los cementerios más bellos de la ciudad. Habíamos leído acerca de la importancia que tienen estos lugares para los escoceses, y lo cierto es que pudimos comprobarlo in situ.



Queríamos visitar éste en concreto pues queríamos conocer de cerca la historia del perro Bobby, un pequeño Skye Terrier que se convirtió en uno de los personajes más ilustres de la ciudad y en todo un ejemplo de fidelidad al permanecer durante 14 largos años al lado de la tumba de su dueño, un policía llamado John Gray que había fallecido en 1858. El hecho de que esta gente haya convertido en un símbolo tan importante de la ciudad a un perro, dice mucho de su calidad humana como pueblo.

Justo al lado de la entrada principal del cementerio uno puede hacerse una foto con la estatua de Bobby, y allá que nos fuimos sin dudarlo.

National Museum of Scotland (Museo Nacional de Escocia)
Enfrente justamente de la calle se encuentra una de las grandes sorpresas de la ciudad. Al menos lo fue para nosotros, el National Museum of Scotland.
Este museo recorre la historia del país desde sus comienzos geológicos hasta el presente, y alberga una colección ecléctica de historia natural, arqueología, tecnología científica e industrial, y artes decorativas del antiguo Egipto, el Islam, China, Japón, Corea y Occidente.

¿Tiburones que vuelan sobre el esqueleto de un dinosaurio? ¿Tigres persiguiendo a ciervos ante la atenta mirada de un rinoceronte? ¿Trajes espaciales junto a una cápsula de la NASA? ¿Un reloj chino de hace cientos de años al lado de una estatua de Buda o de Dolly, la oveja más famosa del mundo? Todo esto lo podréis encontrar en este museo.

Además de una cafetería fantástica donde me comí mis primeros Haggis. ¡Deliciosos! Aunque contundentes…

Holyrood Palace (Palacio Holyrood)
Una vez repuestas nuestras fuerzas, volvemos a la Royal Mile para cruzarla y llegar a su otro extremo, el contrario al del castillo, el Holyrood Palace, hogar de la reina durante sus estancias en Edimburgo. Se trata de una residencia fortificada del siglo XVI que se amplió para crear el palacio real en el siglo XVII. Además de la famosa alcoba de María Estuardo, el palacio está repleto de antigüedades y obras de arte.

Lo que más nos gustó de este palacio curiosamente se encontraba anexo a él: las ruinas de su abadía. Ello significó nuestro primer encuentro con estas estructuras arquitectónicas que, debido a su estado ruinoso aunque bien conservado, tienen ese aire nostálgico y romántico que tanto embelesa al visitante.

Da gusto pasear por los jardines (desde allí podíamos contemplar Arthur’s Seat, otra de las colinas más importantes de Edimburgo) y, por qué no decirlo, viene bien tener a tu disposición un trípode. Ya que no pudimos contratar a nuestra fotógrafa del día de nuestra boda y traerla a Escocia (salía muy caro… ), este artilugio resulta muy «apañao», ¿no creéis?


Calton Hill
Saliendo del recinto, y atravesando otro cementerio igual de bonito, nos dirigimos nuevamente a Calton Hill, la colina más famosa de Edimburgo cuyo conjunto arquitectónico es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Aunque estábamos algo cansados mereció la pena volver a subir, lo cierto es que no supone un gran esfuerzo, solo algunas escaleras. Yo estaba empeñado en sacar mis dichosas fotos de la panorámica de la ciudad y por aquella hora de la tarde la niebla nos estaba dando un respiro, así que decidimos subir. Y esta vez sí, obtuvimos nuestro ansiado premio.
A Calton Hill se la conoce popularmente como «la Atenas del Norte» debido a los monumentos que allí se encuentran, como el Monumento a Dugald Stewart, el Observatorio Astronómico, el Monumento a Nelson o el Monumento Nacional. Este último, una construcción de estilo neoclásico en forma de templo griego que quedó inacabada debido a la falta de fondos, tenía la función de homenajear a los caídos en la Guerras Napoleónicas.


El día iba terminando para nosotros y el paseo de vuelta hacia el hotel resultó delicioso, sobretodo por la sobrecogedora vista que desde los Princess Gardens teníamos, esta vez sí, del castillo de Edimburgo. Sencillamente maravilloso.


El epílogo perfecto para un día estupendo. Al llegar al hotel, le pedí a David si sería posible que nos bajara un té. Y entonces él nos lo bajó… ¡acompañado de dos trozos de bizcocho! «Esto no puede ser posible…» pensé, pero así son allí. La cena perfecta, en nuestra habitación de hotel, como a nosotros nos gusta.
El día siguiente era mi prueba de fuego. ¡Íbamos a coger el coche por primera vez! Espero dormir bien esta noche…