
Mi visita a Stonehenge
Un milagro humano
Indice
Alrededor del mundo existen unas cuantas pruebas incontestables de que los milagros no solo pertenecen al ámbito de lo divino. Stonehenge es una de esas pruebas. Ubicado en la llanura de Salisbury, en el condado de Wiltshire, el monumento prehistórico más importante del mundo atrae cada año a millones de visitantes deseosos de ver con sus propios ojos lo que el ser humano es capaz de hacer con el poder infinito de su mente (y también con el poder inmenso de la fe, que como bien sabemos, mueve montañas).
Algunos aseguran que las circunstancias de su construcción resultan inverosímiles para el hombre de la Prehistoria y llegan a una sencilla conclusión: tuvieron que ser otras civilizaciones más avanzadas las que ayudaran al hombre primitivo a realizar semejante obra. Otros, como yo, se resisten a creer eso de que la evolución del ser humano es también una evolución en inteligencia, como si hoy fuéramos infinitamente más inteligentes que hace miles de años. Quizás tengamos más herramientas y más conocimientos, sin embargo eso no implica que tengamos una mayor creatividad que antaño. Por el contrario creo firmemente en la capacidad del ser humano de crear cosas extraordinarias.
¿Qué es Stonehenge?
Stonehenge es un monumento megalítico de tipología crómlech formado por dos círculos, uno interior con 6 grandes bloques de piedra rematados por tres colosales dinteles y otro exterior de 17 monolitos con diversos dinteles más. Esto es todo lo que queda de un conjunto que en su día llegó a tener unos 162 elementos pétreos repartidos en cuatro círculos. Desde la Edad Media se ha atribuido su construcción a los romanos, a los sajones, a los druidas celtas e incluso al mago del rey Arturo, el mago Merlín.

La fascinación de Stonehenge se debe principalmente al hecho de que la ciencia arqueológica todavía no ha arrojado luz sobre las grandes preguntas que suscita, ¿quiénes lo levantaron? ¿Con qué fin? Y sobretodo, ¿cómo fueron capaces de llevar a cabo semejante proyecto con herramientas y conocimientos tan rudimentarios?

En un tiempo donde parecemos conocer todas las respuestas (una época en la que tecleamos cualquier cosa en Google y en milésimas de segundo tenemos a nuestro alcance toda la información que deseamos), todavía no sabemos con seguridad cómo se consiguió construir Stonehenge. Esto nos desconcierta a un nivel planetario: la falta de respuestas nos deja completamente perplejos y desnudos. Sin embargo, el que no sepamos las respuestas no significa que no existan ni que no vayamos a conocerlas algún día.

Cuando era pequeño recuerdo que mi madre leía libros de un tal Erich Von Däniken (entre ellos, Recuerdos del futuro, de 1986), uno de los primeros autores que hablaron de la supuesta intervención extraterrestre en las culturas primitivas humanas, concretamente en algunos de los monumentos antiguos que pueblan la Tierra, entre ellas las pirámides de Egipto, las líneas de Nazca o Stonehenge. Lo cierto es que la teoría de los antiguos astronautas, como así se llama, resulta enormemente evocadora y tentadora porque alimenta sin parar el aura de misterio y el carácter mitológico de estas obras arquitectónicas. ¿Qué sería del hombre sin el mito?
Las fases de construcción
Personalmente yo soy de los que prefieren escuchar aquello que nos cuenta la ciencia. Recientes investigaciones arqueológicas (concretamente The Hidden Landscapes Project de la Universidad de Birmingham y The Stonehenge Riverside Project de la Universidad de Sheffield) han arrojado algo de luz sobre algunas cuestiones que hasta ahora habían permanecido bajo el velo de lo desconocido. Gracias a un estudio por radiocarbono realizado hace solo unos 15 años se pudo precisar la antigüedad de las piedras de Stonehenge, aproximadamente unos 4.500 años. También sabemos con relativa seguridad que su construcción fue llevada a cabo en diversas fases, en un lapso de tiempo de unos 1.500 años entre finales del Neolítico y principios de la Edad del Bronce.

Actualmente existe bastante consenso en el mundo científico acerca de la cronología. Parece ser que alrededor del año 3.100 a.C. la planicie de Salisbury ya albergaba grandes túmulos con enterramientos colectivos (conocidos como long barrows, túmulos largos), un paisaje ceremonial donde se construyó primeramente un amplio terraplén y un foso circular de unos 110 metros de diámetro que lo rodeaba. Unos 100 años más tarde, sobre el 3.000 a.C. se construyeron unas estructuras de madera en el interior del citado terraplén. En una tercera fase de construcción, entre el 2.600 y el 1.600 a.C. se levantaron los grandes bloques de piedra que todos reconocemos hoy en día. Finalmente, se estima que alrededor del año 1500 a.C. el monumento de Stonehenge fue abandonado, ya que hasta la fecha no se ha vuelto a encontrar resto alguno posterior a esa época. Las razones por las que se construyó Stonehenge y las razones por las que después fue abandonado, las desconocemos.

La función de las piedras
Parece claro es que Stonehenge debía tener un propósito muy, muy especial dada la extraordinaria inversión de esfuerzo humano que requirió su edificación. En 1906 se relacionó por primera vez el monumento con el solsticio de verano, lo que nos lleva a nombrar la teoría más extendida en la actualidad, aquella que apunta que Stonehenge era un centro ritual alineado con el movimiento del Sol.
Tenemos que intentar situarnos en el contexto y entender la enorme importancia que para las primeras comunidades agrícolas tenía el ciclo de las estaciones cuyo transcurso implicaba periodos de abundancia y otros de carencia. Sus vidas dependían literalmente de analizar y estudiar los fenómenos cíclicos de la naturaleza. En este sentido la alineación de Stonehenge con el solsticio de verano (el momento del año en que el Sol está en su cénit y por tanto el día más largo del año) sugiere que se debió levantar para acoger actividades rituales relacionadas con la abundancia, la fecundidad y la vida.

Pero la cosa no acaba aquí porque al parecer Stonehenge no era un centro ritual más. El estudio de los hallazgos más recientes (sobretodo una gran cantidad de enterramientos y restos de cremaciones datadas entre el 3.000 y el 2.500 a.C.) sugiere que este llegó a ser un lugar de culto de gran trascendencia cuya influencia atraía a personas de más allá del territorio actual del Reino Unido. En 2002 se descubrió en Amesbury, localidad cercana a Stonehenge, una tumba datada alrededor del año 2.400 a.C. que contenía los huesos de un individuo (conocido como el arquero de Amesbury por algunas de las armas encontradas en la misma tumba) cuyo estudio reveló que procedía de la región de los Alpes.

Otros importantes hallazgos apoyan esta teoría de una manera contundente. Resulta que Stonehenge no era el único monumento ritual de la llanura de Salisbury. A unos 3 km al noreste de allí se encontraron otros dos henges (círculos), uno de ellos veinte veces más grande que Stonehenge y que contenía varios monumentos (llamado Durrington Walls) y otro más pequeño que contenía otro monumento de madera (conocido como Woodhenge).

Además, existían avenidas ceremoniales que conectaban los monumentos de Stonehenge y Durrington Walls con el cercano río Avon, lo cual sugiere una posible conexión ritual entre ambos emplazamientos y que, en definitiva, todo formaba parte de un centro espiritual mucho más amplio.

Cerca del primero, además, se descubrieron los restos de una aldea neolítica compuesta por cientos de casas. Los arqueólogos del Stonhenge Riverside Project, autores del descubrimiento, proponen que esta aldea guardaba una estrecha relación con todo el recinto ritual del que formaba parte Stonehenge. El equipo liderado por Mike Parker Pearson cree que este era precisamente el lugar ocupado por las personas que asistían estacionalmente a las actividades rituales celebradas en los monumentos de piedra y de madera. Vamos, que aquello pudo haber sido fácilmente una especie de Woodstock prehistórico, cuando se reunían cientos de personas únicamente durante momentos concretos del año.

El origen y traslado de las piedras
Otra cuestión enigmática que ha alimentado durante décadas la fantasía de las mentes más curiosas se refiere al origen de las piedras. Existen dos tipos de piedra en Stonehenge: unas piedras areniscas denominadas sarsen, las cuales se podían encontrar con relativa facilidad por todo el sur de Inglaterra, y unas piedras basálticas que recibieron el nombre de bluestone debido a que, cuando la lluvia las moja, adquieren tonos ligeramente azulados. Al parecer el lugar de procedencia más cercano de este segundo tipo de piedras son las montañas Preseli, en el suroeste de Gales, a más de 200 km de distancia de la llanura de Salisbury.

La cuestión de cómo pudieron transportar hasta allí las bluestone, de dos metros de altura y 4.000 kilos de peso, y de cómo pudieron elevar las piedras sarsen y encajarlas con una precisión casi milimétrica (utilizando para ello la compleja técnica de caja y espiga, donde a los enormes dinteles se les agujereaban unos huecos horadados que encajaban con salientes circulares que esculpían en la parte superior de los bloques verticales) y teniendo en cuenta la posición de los astros en el momento del solsticio, sigue siendo hoy una de las mayores fuentes de discusión en la comunidad arqueológica mundial. Dos cosas están claras (al menos para mí): la primera es que nuevas excavaciones y descubrimientos vendrán a modificar y completar las conclusiones actuales. La segunda es que, hicieran como lo hicieran, estamos frente una de las grandes proezas de la ingeniería de la historia de la humanidad.

La visita a Stonehenge, información práctica
Como siempre, terminamos nuestro post con todos los datos prácticos sobre la visita en cuestión:
- La visita se compone de dos partes: el Centro de Visitantes y el monumento prehistórico.
- Se puede acceder o bien en coche (como hicimos nosotros), o bien en autobús (The Stonehenge Tour Bus) desde la estación de tren de Salisbury, el cual tarda unos 20 minutos en llegar al Centro de Visitantes.


- El monumento puede visitarse desde fuera de los límites establecidos sin pagar entrada, sin embargo para acceder al interior del perímetro y ver las piedras desde cerca se debe pagar la entrada. Esta última opción resulta sin duda la más aconsejable, sobretodo si eres de los que sabe valorar en su justa medida la enorme importancia de este monumento.
- La entrada incluye el aparcamiento gratuito (en caso contrario deberás pagar £5 que te reembolsarán en caso de que compres la entrada en taquilla), la visita del Centro de visitantes, el autocar shuttle que te lleva hasta las piedras en unos 10 minutos de trayecto y la visita al monumento.

- Se puede adquirir la entrada de dos maneras diferentes: se pueden comprar directamente en taquilla o se pueden reservar por Internet en la página web de Stonehenge. Nosotros no queríamos correr el riesgo de quedarnos sin entrada, así que preferimos reservar previamente indicando el día y la hora en que queríamos visitar el monumento. En este caso te dejan un margen de 30 minutos para validar tu entrada.
- El precio de la entrada es de £17,50 para adultos y de £15.80 para mayores de 65 años y estudiantes con identificación. Los niños de 5 a 17 años pagan £10.50 y los menores de 4 años no pagan entrada.

- El recorrido recomendado de la visita al círculo megalítico está marcado (consiste en rodear su perímetro desde fuera), sin embargo uno puede seguir el sentido que más le apetezca y permanecer el tiempo que desee.
- En ningún caso se permite tocar las piedras (excepto en dos momentos concretos del año, el solsticio de verano y el solsticio de invierno) pero hay zonas en las que podrás contemplarlas desde muy cerca.
Espero que hayáis disfrutado leyendo este post tanto como nosotros escribiéndolo.
¡Hasta la próxima, cantineleros!
¿Os habéis quedado con ganas de seguir visitando más campiña inglesa? Pues en este ARTÍCULO os llevo de viaje por los Cotswolds, ¡una de las regiones más sorprendentes del Reino Unido!


2 comentarios
María José Gragera
Me parece tan fuerte y asombroso que lleve tantos siglos ahí! Es alucinante!
Rafael Ibáñez
Desde luego lo de este monumento no tiene nombre… Estar allí ha sido un sueño cumplido en toda regla. Gracias por tus comentarios, amiga!!