C. de Madrid,  CON MUCHO ARTE

El Museo Sorolla

La luz del Mediterráneo cobijada en Madrid

Nosotros nos escapamos muchas veces a Madrid. Resulta inevitable pues no existe nada que nos apasione más que la pintura. Así que cuando hay una buena exposición en Madrid, una de las muchas y muy buenas que se organizan allí, pues allá que vamos sin dudarlo. Porque si en algo es un punto de referencia Madrid es en el ámbito cultural, y eso es gracias a su extraordinaria oferta museística (tres de sus museos están entre los más importantes del mundo: el Museo Nacional del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía). Somos asiduos de los museos de Madrid pero tenemos que reconocer que tenemos debilidad por uno de ellos: el Museo Sorolla.

Conocimos por primera vez la Casa-Museo Sorolla juntos, en una de nuestras continuas escapadas a la capital de España. No todas las primeras veces son especiales pero aquella sí lo fue: desde el mismo momento en que cruzamos la puerta exterior y accedimos al jardín privado del pintor sentimos un auténtico flechazo que dura todavía hoy en día. Entrar en el Museo Sorolla de Madrid es entrar en el universo mismo de Joaquín Sorolla, uno de esos pocos pintores con los que a uno le pica el gusanillo de la pintura, porque el arte de Sorolla es apetitoso, un manjar visual que no tiene fin. Su pintura es fácil de saborear hasta para los no entendidos pues su luminosidad y optimismo conquistan al espectador de inmediato. En este sentido la visita de su casa-museo es igualmente apetitosa: una auténtica experiencia sinestésica de la que disfrutan todos los sentidos.

A la medida de Sorolla

Resulta cuanto menos curioso que no exista un Museo Sorolla en Valencia teniendo en cuenta que Joaquín Sorolla ha sido, es y será siempre patrimonio de Valencia. Lo que sí hay allí son unas pocas obras suyas en el Museo de Bellas Artes y una Ruta Sorolla que recorre todos los lugares que tienen que ver con el pintor (que por supuesto haremos algún día), como por ejemplo su casa natalicia, las playas que tantas veces pintó y el cementerio donde reposan sus restos. Pero el Museo Sorolla no se encuentra en Valencia sino en Madrid, concretamente en una de sus zonas más elegantes, el Barrio de Almagro, cerca del Paseo de la Castellana, donde Sorolla tenía una casa desde el año 1911. Allí vivió con su amada mujer Clotilde (posiblemente no ha existido ningún otro pintor que quisiera tanto a su mujer) y sus tres hijos, María, Elena y Joaquín.

Sorolla vino varias veces a trabajar a Madrid desde bien jovencito, allá por la década de 1880. En Madrid trabajó en distintos lugares mientras aprovechaba sus visitas al Museo del Prado para empaparse de las enseñanzas artísticas de su maestro Velázquez. Sus ricas experiencias previas hicieron que finalmente tomara la decisión de fijar aquí su residencia, adquiriendo entre 1905 y 1910 dos solares colindantes en el Barrio de Almagro gracias al éxito de las exposiciones individuales que se llevaron a cabo en aquellos años en Estados Unidos.

El proyecto de la casa fue encargado al arquitecto Enrique Repullés y Vargas, autor también de la Bolsa de Madrid entre otros edificios públicos, pero fue el propio Sorolla quien definió claramente el diseño de su residencia para que satisfaciera todas sus necesidades personales y profesionales. El foco central de su intervención fue el jardín con el fin de que se convirtiera en el escenario principal de sus obras, como igualmente hiciera Monet en su retiro de Giverny.

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Acceso principal del Museo Sorolla

Cuando Sorolla murió, su esposa Clotilde legó al Estado Español en su testamento todas sus colecciones y esta casa para hacer un museo, que fue inaugurado en 1932. Su primer director fue el hijo varón de la pareja, Joaquín Sorolla García, quien reformó la primera planta del edificio, la cual sirve hoy de sala de exposiciones temporales sobre el pintor valenciano.

El Museo Sorolla reúne el conjunto más importante de obras del artista, muchas de ellas con un inestimable valor familiar, que el propio Sorolla no quiso poner nunca a la venta. Pero también alberga objetos personales, mobiliario, cerámicas, esculturas y sus propios enseres de pintor. ¿Quieres conocerlo con nosotros? ¡Acompáñanos!

La planta baja

Lo primero que uno se encuentra al traspasar la puerta de entrada del museo es el hermoso jardín que Sorolla tanto se preocupó por diseñar. Pero del jardín hablaremos más tarde, nosotros vamos a comenzar nuestra particular visita por la planta baja de la casa, donde se encontraban las estancias domésticas (la cocina, la carbonera y las habitaciones del servicio), todas ellas organizadas en torno a un patio central por el que entraba la luz.

Cuando uno piensa en los cuadros de Sorolla, siempre hay un elemento que destaca por encima del resto y no es otro que la luz. Esa luz intensa que inunda las playas mediterráneas, esa luz que brilla en la piel desnuda de los niños que juegan en la arena. Esa luz que ayudó a curar a su hija María cuando enfermó de tuberculosis. Es evidente que Sorolla necesitaba luz en su vida, por ello está presente en casi todos los rincones de la casa.

Para el diseño de este patio central, Sorolla tomó como referencia elementos de la Alhambra de Granada y del Alcázar de Sevilla, dos lugares que le marcaron enormemente durante sus viajes a Andalucía. El pequeño patio de planta cuadrada está compuesto por tres galerías porticadas organizadas en torno a una fuente central revestida de azulejos de Triana, de evidente inspiración morisca. En una de las galerías porticadas podemos encontrar un espacio donde hoy se expone la colección de cerámica que Sorolla fue adquiriendo a lo largo de su vida. En esta colección podemos admirar abundantes piezas de cerámica de Manises, azules de Fajalauza, verdes de Puente del Arzobispo y alfarería popular, entre otras.

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Patio central de inspiración andaluza en la planta baja
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Colección de cerámica de la planta baja

La zona de trabajo

Como es lógico, Sorolla quería reservar un espacio importante dentro de la casa para la creación de su estudio-taller. Para ello pensó en una serie de estancias que tuvieran su propio acceso independiente por el que podrían acceder directamente las personas que venían a visitar al pintor, a trabajar con él en su estudio o a tratar temas de negocios.

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Sala I del Museo Sorolla

Entrar en este espacio, la zona de trabajo personal del artista, es entrar en el mundo interior de Joaquín Sorolla. La zona de trabajo se diferencia del resto de la casa por el color rojo de las paredes, un color muy característico de los estudios de pintor y museos de la época. Tres son las estancias que nos esperan: la Sala I se utilizaba en vida del pintor como almacén donde se preparaban los lienzos y se enmarcaban los cuadros. Hoy sirve como sala que albergan algunas de las obras de gran formato más destacadas de la vida de Sorolla, como El baño del caballo, Trata de blancas o Desnudo de mujer, un extraordinario cuadro donde aparece un desnudo de espaldas de Clotilde, su mujer, y que se inspira en la Venus del espejo de Velázquez.

 

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Sala I del Museo Sorolla

La Sala II era el despacho de Sorolla. Aquí recibía a sus clientes, cerraba tratos y exponía sus obras para los compradores. Hoy sirve también como sala de la exposición permanente de las obras de Sorolla, albergando la mayor parte de las obras de playa que conserva el museo, género por el que Sorolla alcanzó la fama internacional y ha pasado a formar parte de la memoria colectiva.

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Sala II, antiguo despacho de Sorolla

La Sala III, estudio-taller de Sorolla, es probablemente la joya del Museo Sorolla junto con el jardín. Hemos estado en muchos estudios de pintor, Renoir, Rubens, Rembrandt, Cézanne,… pero el de Sorolla es especial. No solo es uno de los talleres de artista mejor conservados de Europa, también es uno de los más bonitos.

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Estudio de Sorolla
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Estudio de Sorolla

Pone los pelos de punta pensar que era aquí donde Sorolla pintaba durante los meses más fríos, cuando no podía salir a pintar al exterior. Aunque su estilo era propio y personal, a Sorolla se le suele clasificar entre los máximos exponentes del impresionismo europeo pues era un fiel defensor de la pintura à plein air, es decir, de pintar al aire libre, en contacto directo con la naturaleza. Es por esto que, durante el otoño y el invierno, trabajaba en este gran espacio dotado de un amplio lucernario en el techo y dos grandes ventanales por los que pasaba la luz natural que tanto necesitaba.

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Lucernario del estudio de Sorolla

Una gran cantidad de objetos personales decoran el estudio. Muchos de ellos tenían un gran valor sentimental para Sorolla, algunos fueron regalos de sus amigos o intercambios. También podemos encontrar sus propios utensilios de pintor, dispuestos como si el artista acabara de salir de la sala en ese mismo instante. En cuanto a la colección de cuadros que se exponen, esta corresponde mayoritariamente a obras que nuevamente tratan el tema de la playa y el jardín.

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Estudio-taller, con el retrato de Clotilde
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Una gran cantidad de objetos personales pueblan el estudio

El salón y el comedor

Aún en la misma planta, una puerta conecta el estudio de Sorolla con el  amplio y elegantísimo salón de la casa, centro público de la vivienda y de características muy diferentes a las de la zona de trabajo. De suelo de mármol, este espacio combina un gran número de piezas historicistas con elementos modernos, como una galería de bustos escultóricos realizados por sus amigos Mariano Benlliure o José Capuz. Sin embargo, al igual que en el estudio, la luz natural sigue siendo la absoluta protagonista aquí gracias a la presencia de una gran rotonda acristalada por donde entra la luz del jardín exterior.

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Salón de la casa
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Rotonda acristalada del salón

En el comedor, justo al lado, la sobriedad clásica del gran zócalo de mármol contrasta enormemente con la calidez del friso de guirnaldas que el propio Sorolla pintó personalmente en el que reinterpretó la guirnalda clásica haciendo un particular homenaje a la huerta valenciana intercalando peras, naranjas, piñas, melones y uvas entre los exuberantes laureles y los retratos de su mujer y sus hijas.

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Detalle de la guirnalda pintada por Sorolla
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Comedor de la casa
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Pequeño pasillo adyacente

La planta superior

Una hermosa escalera de madera conecta la planta baja con la superior, donde antiguamente se situaban las habitaciones de los miembros de la familia. Después de una reforma en los años 40 del siglo XX llevada a cabo por el hijo de Sorolla, primer director de la casa-museo, la primera planta comenzó a acoger exposiciones temporales siempre relacionadas con el pintor valenciano. La última vez que visitamos el Museo Sorolla pudimos disfrutar de «Sorolla, un jardín para pintar» (julio 2018-enero 2019), una muestra que ejemplifica la pasión que el artista tenía por pintar en su propio jardín, diseñado y plantado por él mismo durante los últimos años de su vida.

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Escalera de madera
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Sala de exposiciones temporales en la planta superior

Un oasis en medio de la ciudad

El jardín es precisamente la parte que más se disfruta de la visita del Museo Sorolla, por ello recomendamos dejarla para el final. Como ya hemos mencionado anteriormente, el diseño del jardín fue en su totalidad una obra personal de Sorolla, donde el artista reprodució aspectos propios de la jardinería andaluza para que, una vez florecidos completamente, sirvieran de escenario principal de sus cuadros. De hecho, en muchas de sus últimas obras aparece como telón de fondo este fantástico jardín, un auténtico oasis en medio de la gran urbe madrileña. Al igual que en el caso del patio andaluz de la planta baja, la creación del jardín está inspirado en elementos moriscos, especialmente recogidos de la Alhambra de Granada y el Alcázar de Sevilla.

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Primer espacio del jardín de la casa Sorolla, con la fuente en primer plano

El jardín se divide en tres espacios conectados pero claramente diferenciados. El primero de ellos servía como patio de recepción a los visitantes y está lleno de referencias sevillanas, como la fuente o el banco de azulejería. 

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Primer espacio del jardín con una fuente central, inspirada en el Jardín de Troya de los Reales Alcázares de Sevilla

El segundo espacio, mucho más recogido, parece destinado a la reflexión, la meditación y la contemplación. Aquí resulta mucho más marcada la referencia granadina en la acequia propia del Generalife y en las plantas (algunas de ellas fueron traídas directamente de la Alhambra por orden expresa de Sorolla).

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Acceso al segundo espacio del jardín, de inspiración granadina
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Fuente y canal de inspiración morisca, con una escultura romana al fondo
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Segundo espacio del jardín

Para terminar el tercer espacio, desbordado por una naturaleza exuberante, está dominado por una pérgola italiana que servía de lugar de ocio y sobremesa para los encuentros familiares más íntimos. También podemos disfrutar de la Fuente de las Confidencias, de inspiración clásica.

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Tercer espacio del jardín
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Tercer espacio del jardín, con la pérgola de estilo italiano a la derecha
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Fuente de las Confidencias

Este es el lugar perfecto para terminar nuestra visita a esta joya escondida de Madrid. Y es que siempre que necesitamos escapar del trasiego y la contaminación de la capital, cada vez que necesitamos respirar y tener una cura de luz natural, regresamos a la casa de la luz, al museo que nos robó el corazón, el Museo Sorolla.

Informaciones prácticas

Como siempre, finalizamos nuestro post con unos pocos datos prácticos:

  • El Museo Sorolla se encuentra en el Paseo del General Martínez Campos número 37 de Madrid.
  • Las paradas de Metro más cercanas son Iglesia (Línea 1), Rubén Darío (Línea 5) y Gregorio Marañón (Líneas 7 y 10).
  • Los horarios del Museo Sorolla son: de martes a sábados de 9:30h a 20:00h. Domingos y festivos de 10:00h a 15:00h (el último acceso permitido es a las 19:15h). Lunes cerrado.
  • La entrada general es de 3€, la entrada reducida para grupos y voluntarios culturales es de 1,5€. La entrada es gratuita para los menores de 18 años, pensionistas, mayores de 65 años, personas con discapacidad, docentes y Guías Oficiales de Turismo. Además, se puede acceder gratuitamente en algunos días del año señalados.
  • El Museo Sorolla es un museo pequeñito por lo que su visita puede hacerse fácilmente en una hora.

¿Os ha gustado nuestro post sobre este precioso museo? ¡No dejéis de visitarlo en vuestro próximo paso por Madrid!

¡Hasta la próxima!

 

2 comentarios

  • Mónica

    Maravilloso post!
    Vamos unos días a Madrid, teníamos claro que entre toda la oferta turística que hay íbamos a visitar como mínimo un museo. Después de debatir sobre cuál de ellos visitar nos quedamos con este que será sin duda un gran acierto!!
    Un saludo Rafa!!

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