
Cuatro museos de Madrid…
...que aún no conoces y deberías conocer
Indice
En Madrid hay tres grandes pinacotecas que pueden presumir de encontrarse entre las más prestigiosas de toda Europa. Si eres un amante del arte y has estado en la capital de España probablemente ya habrás visitado el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía, los tres gigantes del Paseo del Arte que concentran en poco más de un kilómetro algunas de las obras de arte más sobresalientes del mundo. Sin embargo, alejados del circuito turístico habitual, en Madrid existen otros espacios museísticos que sin duda merecerían un mayor reconocimiento y fama del que actualmente atesoran.
A diferencia de aquellos, en estos museos que hoy te descubrimos no tendrás que hacer colas kilométricas, ni sacar tu entrada por anticipado, ni pagar un precio desorbitado por acceder, ni siquiera tendrás que invertir demasiado tiempo en visitarlos. Hoy presentamos cuatro auténticas joyas que sin duda deberías conocer por la belleza, no solo de sus colecciones, sino también de los palacetes que las custodian. El Museo Sorolla, el Museo Lázaro Galdiano, el Museo Cerralbo y el Museo del Romanticismo forman, junto al Museo Nacional de Artes Decorativas, la ruta «Cinco museos, otro Madrid», un nuevo recorrido alternativo con el que el Ayuntamiento de la capital pretende dar a conocer al gran público lugares secretos en los que se puede disfrutar sin duda de un tipo de visita diferente a la que uno está acostumbrado, mucho más pausada y relajada, mucho más envolvente y evocadora, donde el deleite se encuentra, no solo en la propia obra artística, sino también en el propio enclave expositivo.
Los cuatro museos que hoy te propongo conocer tienen algo en común: los cuatro son elegantes palacetes escondidos que albergan cuatro grandes colecciones de arte adquiridas durante toda una vida por cuatro hombres ilustres. Cuatro viajeros infatigables, cuatro coleccionistas empedernidos que nos dejaron un legado patrimonial inigualable.
Dicho esto, ¿qué dices? ¿Te vienes a recorrer estos cuatro museos desconocidos con nosotros?
El Museo Sorolla, la casa del pintor
En el Barrio de Almagro, cerca del Paseo de la Castellana, se esconde un auténtico oasis de paz en medio de la ruidosa urbe: la casa del pintor de la luz y los colores del mar Mediterráneo, el valenciano Joaquín Sorolla (1863-1923). En ella vivió junto a su familia desde 1911 hasta su muerte, momento en que su amada esposa Clotilde donó la propiedad y la colección de objetos que el propio artista reunió a lo largo de su vida al Estado. Esta casa-museo reúne el conjunto más importante de obras de Sorolla, muchas de ellas con un inestimable valor familiar que el propio Sorolla no quiso poner nunca a la venta.


Entrar en el Museo Sorolla es entrar en el mundo emocional del pintor valenciano, pues la mayoría de espacios de la casa fueron diseñados personalmente por él mismo. De ahí que a lo largo de nuestra visita a través de las dos plantas de la casa familiar, del estudio-taller del artista y del precioso jardín encontremos numerosas referencias a la Alhambra de Granada y al Alcázar de Sevilla, lugares que apasionaban al artista.

Especialmente bonitos son el estudio-taller donde Sorolla trabajaba durante los meses de otoño e invierno (el resto del año pintaba al aire libre) gracias a la luz natural que entraba por el amplio lucernario del techo, y el jardín exterior, que se convirtió en escenario principal de las obras de su última época.



¿Quieres conocer todos los detalles del Museo Sorolla? ¡Pues no te pierdas el artículo cantinelero sobre nuestra visita a una de las casas de artista más bonitas de toda Europa en el SIGUIENTE ENLACE!
El Museo Lázaro Galdiano, la casa del coleccionista
No lejos del Museo Sorolla, en la calle de Serrano se encuentra el Parque Florido, un complejo ajardinado presidido en su centro por una elegante mansión clasicista. Ésta era la residencia del editor y crítico de arte navarro José Lázaro Galdiano (1862-1947), personaje destacado en los círculos intelectuales de las primeras décadas del XX. Junto a su mujer Paula Florido, llegó a reunir en vida un conjunto de más de 12.600 piezas artísticas y 20.000 libros, constituyendo una de las colecciones privadas más completas de su época.

Hoy el Museo Lázaro Galdiano expone las obras más importantes de esta colección, incluyendo los más variados objetos que uno pueda imaginar, desde pinturas, esculturas, armas, tejidos, marfiles, porcelanas, medallas, monedas, entre otros. La visita comienza en la planta baja del antiguo palacio, donde se explican los criterios personales que tenía en cuenta el coleccionista a la hora de adquirir sus piezas, datadas desde la Antigüedad clásica hasta el siglo XX. Uno de esos criterios tenía que ver con su afán por aumentar y conservar el patrimonio histórico-artístico español, por lo que no dudó en traerse de sus incontables viajes valiosos tesoros nacionales y europeos que encontrarás en este museo escondido.



La primera planta del museo acoge la fabulosa colección de arte español. En ella podrás recorrer suntuosos salones con techos pintados por Eugenio Lucas Villamil en los que se muestran quinientos años de historia a través de diversos objetos. Entre ellos, algunos cuadros de las figuras más relevantes del Siglo de Oro español. ¿Que a qué figuras nos referimos? Pues nada, a cuatro minundis… El Greco, Ribera, Sánchez Coello, Zurbarán, Murillo… y para culminar, un retrato femenino de perfil de Velázquez (qué delicia, señores, qué delicia…) y un nutrido surtido de obras de Goya, auténtica obsesión del coleccionista.



La segunda planta acoge las colecciones de arte europeo adquiridas por el coleccionista, entre las que se encuentran obras de la escuela inglesa, alemana, italiana, francesa y flamenca. A vuestro paso encontraréis cuadros de El Bosco, Boltraffio, Constable, Tiépolo, Reynolds, Memling o Cranach, que no son sino la guinda de un pastel muy suculento y hermoso que es el Museo Lázaro Galdiano.




El Museo del Romanticismo, la casa del visionario
El Museo del Romanticismo es otro antiguo palacete (del siglo XVIII) ubicado en la calle San Mateo que llegó a pertenecer a los condes de la Puebla del Maestre. El edificio sirvió posteriormente al marqués Benigno de la Vega Inclán (1858-1942) para instalar todos los objetos personales que coleccionó en vida, lo que significaría el origen del museo. Nuevamente nos topamos con otro gran viajero y coleccionista, además de militar, diputado, senador, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, restaurador, mecenas, marchante y arqueólogo.

Como primer Comisario Regio de Turismo, de la Vega Inclán llevó a cabo singulares e importantes iniciativas orientadas a la recuperación, restauración y puesta en valor del patrimonio español, salvando de la ruina a la Casa-museo de El Greco y la Sinagoga del Tránsito en Toledo, al barrio de Santa Cruz y los Alcázares de Sevilla o a la Casa de Cervantes en Valladolid, entre otras edificaciones. Con la creación del Museo Romántico en 1924 (posterior Museo del Romanticisimo), Benigno pretendía reivindicar un movimiento cultural clave para la historia de nuestro país y que había sido denostado por la historiografía, convirtiéndose así en un auténtico visionario.


Este museo propone, por tanto, un viaje en el tiempo a una época fascinante, el Romanticismo, que situamos en España durante el reinado de Isabel II (1833-1868). Su finalidad principal es la de recrear cómo se desarrollaba la vida cotidiana en un palacete de la burguesía adinerada del aquel momento, explicando al visitante en cada una de las salas aspectos relacionados con la historia, la política, los gustos, las tendencias decorativas, la moda, las creencias religiosas, las jerarquías sociales, el ocio y el arte (en todas sus vertientes) del periodo romántico.


Cuando uno transita por los salones del Museo del Romanticismo de repente uno se siente en la obligación de comportarse de una manera más elegante (a pesar de que, como es mi caso, el nivel de estilismo, refinamiento y finura sea más bien escaso). Es lo mínimo que se puede hacer en un entorno tan señorial, repleto de referencias directas a algunas de nuestras figuras más inmortales como Gustavo Adolfo Bécquer, Juan Ramón Jiménez o Carolina Coronado (incluso algunos de los objetos que podemos encontrar llegaron a pertenecerles).



De entre todas las estancias, destacan el gran Salón de baile, la sala de juego de niños o el Gabinete de Larra, un pequeño espacio dedicado a la emblemática figura de Mariano José de Larra, uno de los escritores y periodistas románticos más prolíficos de nuestro país. Se exponen aquí diversos objetos relacionados directamente con Larra y con su suicidio (se dice que su turbulenta relación con Dolores Armijo fue la principal causa de su muerte). De hecho, en la literatura romántica siempre estuvo muy presente la idea del suicidio, pero no todos estaban de acuerdo con esta funesta moda. En esta misma habitación podemos observar las ya icónicas pinturas en las que el artista Leonardo Alenza satirizó el suicidio romántico.



Destacaremos por último que durante este periodo se llevó a cabo en los palacetes de la alta burguesía una separación entre los espacios masculinos y los femeninos. Las últimas tendencias importadas por supuesto desde París dictaban que una dama elegante debía disponer de sus propias estancias, como un boudoir (un espacio reservado a las visitas más íntimas) o su propio dormitorio. Esto significaba una conciencia de individualidad y libertad cada vez mayores. El caballero, por su parte, también tenía sus propios espacios, como una sala para retirarse a fumar (costumbre inspirada por la moda orientalista que tanto encandiló al movimiento romántico), un despacho propio o una sala de billar.




El Museo Cerralbo, la casa del marqués
Dejamos para el final el que es para nosotros la joya de la corona de los museos que aún no conoces de Madrid. Porque si en todos los anteriores la sobriedad y la elegancia eran, como hemos visto, las principales señas de identidad, en el Museo Cerralbo tendrás una auténtica experiencia de recargamiento, ostentación y magnificencia. Ubicado en el barrio de Argüelles, muy cerca del Templo egipcio de Debod y de la Plaza de España, este recoleto palacete con jardín es uno de los escasos ejemplos de la capital de España que todavía muestra la decoración original de una residencia aristocrática de finales del siglo XIX.
La historia de quien la habitó es un auténtico culebrón a lo Falcon Crest: don Enrique de Aguilera (1845-1922), marqués de Cerralbo y respetado político, arqueólogo y paleontólogo (contribuyó, entre otras cosas, a regular por ley la salida de objetos artísticos de nuestro país) se casó con doña Inocencia Serrano y Cerver, viuda de don Antonio del Valle. Ambos residieron en el palacete con las hijas de ella, fruto de su primer matrimonio, don Antonio y doña Amelia, marquesa de Villa-Huerta desde la muerte de su hermano. La muerte de esta última, acaecida en 1927, marcó el inicio de una larga controversia entre el Estado y los herederos del marqués por la propiedad del inmueble y que por suerte terminó por saldarse favorablemente para todos nosotros.

Desde un primer momento el edificio fue concebido para servir, además de como vivienda familiar, como un lugar donde exponer todas las obras de arte y antigüedades recopiladas por sus propietarios. En el interior del Museo Cerralbo se esconde una de las colecciones privadas más importantes de el país y probablemente también la más importante de su época.
La visita comienza en el piso entresuelo, cuyo planteamiento expositivo fue acometido desde la recreación y no desde la recuperación fidedigna de los espacios, como sí ocurrió en el piso principal. Una extraordinaria entrada presidida por la Escalera de Honor os dará la bienvenida al que era el espacio más escenográfico de estos palacetes decimonónicos. Su recargada decoración pretendía dar una idea del poderío y el prestigio social de los propietarios, dejando sin palabras a todo aquel que accediera a la casa. Por supuesto a vosotros también os dejará sin palabras.


Del piso entresuelo destacan una serie de tres distinguidos salones con vistas al jardín que, como era costumbre en la época, deben su nombre al color de sus tapicerías. Así, en los salones rojo, amarillo y rosa encontraréis una decoración sencilla y elegante, nada que ver con lo que os espera en el piso de arriba.


También en el entresuelo, el dormitorio del marqués de Cerralbo y el jardín de corte romántico italiano, que en realidad es una recreación de 1995, con un estanque en el medio rodeado de esculturas de inspiración clásica.


A través de la Escalera de Honor llegaréis al piso noble o principal, donde asistiréis a un auténtico festín sinestésico que, como Síndrome de Stendhal, atolondrará la mente del más insensible. Y es que, como si de un espejo de la posición económica y social de los propietarios se tratase, la recargada decoración de todas las estancias de este piso (destinadas a las recepciones, fiestas y bailes) responde a la mentalidad decimonónica de reservar los mejores espacios a los que vienen de fuera, los invitados. ¡Y es que las apariencias lo eran todo!

Un primer pasillo flanqueado por armas y armaduras (armería) os conducirá hasta dos pequeñas estancias de fantasía, la Sala Árabe, de uso fundamentalmente masculino y asociada al consumo de tabaco, y el Salón Estufa, un auténtico gabinete de coleccionista donde se mezclan objetos de distintas materias, estilos y épocas.


A partir de aquí, la locura absoluta. Un pasillo con dibujos de Goya, Tiepolo o Pietro da Cortona, un fumoir con una colección de figuritas egipcias, griegas, romanas y etruscas (Sala de las Columnitas), los dos tocadores de los marqueses, un gran Comedor de Gala, un Salón Billar, un Salón Chaflán, un despacho con biblioteca, tres galerías repletas de obras de arte y, como colofón, un espléndido Salón de Baile que parece sacado pieza a pieza del Palacio de Versailles.




Cada estancia resulta más conmovedora, más estremecedora. Llamémosle decoración extrema, barroquismo, horror vacui. La cuestión es que no sabréis dónde mirar y sentiréis una suerte de agobio por tantísima belleza amontonada. ¿Es acaso eso posible? Creedme, en el Museo Cerralbo, sí.



Especialmente hermosas, bajo mi punto de vista, son las tres galerías que el propio marqués diseñó a imitación de las de los palacios italianos para facilitar el deambular de los invitados y que éstos pudieran al mismo tiempo contemplar los tesoros más importantes de toda su colección, entre los que destacan un gran surtido de pinturas, esculturas, jarrones de porcelana, relojes, divanes, joyas y otras curiosidades.




Como antes comentaba, el Salón de Baile es el colofón orgásmico de una visita repleta de suntuosidad. Se decoró con tapicerías de seda de Lyon, paneles de ágata de Granada, mármoles de los Pirineos, grandes espejos venecianos y un reloj francés bastante misterioso, pues su péndulo con forma de cono hace que gire la esfera celeste gracias a una manecilla que hay sobre el pedestal y que mantiene oculta toda la maquinaria. Además, un techo pintado nuevamente por Máximo Juderías a finales del siglo XIX representa la danza de los dioses, un tema muy acorde con la función de la estancia. Por cierto, cuando os encontréis contemplando este maravilloso salón, reparad en una de sus esquinas, allí veréis pintado al propio marqués de Cerralbo cumpliendo su cometido de anfitrión de la velada. Lo reconoceréis porque va vestido con una levita roja.


Informaciones prácticas
Museo Sorolla (Paseo del General Martínez Campos, 37)
- Las paradas de Metro más cercanas son Iglesia (línea 1), Rubén Darío (línea 5) y Gregorio Marañón (líneas 7 y 10).
- Los horarios son: de martes a sábados de 9:30h a 20:00h. Domingos y festivos de 10:00h a 15:00h. Lunes cerrados.
- La entrada general es de 3€, la entrada reducida es de 1,5€.
- El Museo Sorolla puede visitarse fácilmente en una hora.
Museo Lázaro Galdiano (C/ Serrano 122)
- Las paradas de Metro más cercanas son Rubén Darío (línea 5) y Gregorio Marañón (líneas 7 y 10).
- Los horarios son: de martes a sábados de 10:00h a 16:30h. Domingos y festivos de 10:00h a 15:00h. Lunes cerrados.
- La entrada general es de 7€, la entrada reducida es de 4€.
- El Museo Lázaro Galdiano puede visitarse fácilmente en una hora.
Museo del Romanticismo (C/ San Mateo, 13)
- Las paradas de Metro más cercanas son Alonso Martínez (líneas 4, 5 y 10) y Tribunal (líneas 1 y 10).
- Los horarios son: de noviembre a abril, de martes a sábados de 9:30h a 18:30h. De mayo a octubre, de martes a sábados de 9:30h a 20:30h. Domingos y festivos de 10:00h a 15:00h. Lunes cerrados.
- La entrada general es de 3€, la entrada reducida es de 1,5€.
- El Museo del Romanticismo puede visitarse fácilmente en una hora.
Museo Cerralbo (C/ Ventura Rodríguez, 17)
- Las paradas de Metro más cercanas son Ventura Rodríguez (línea 3), Plaza de España (líneas 3 y 10), Noviciado (línea 2) y Príncipe Pío (líneas 6 y 10).
- Los horarios son: de martes a sábados de 9:30h a 15:00h. Jueves apertura extraordinaria de 17:00h a 20:00h (entrada gratuita). Domingos y festivos de 10:00h a 15:00h. Lunes cerrados.
- La entrada general es de 3€, la entrada reducida es de 1,5€.
- El Museo Cerralbo puede visitarse fácilmente en una hora.
¿Habéis disfrutado conociendo estos auténticos tesoros ocultos de Madrid? No dejéis de visitar estos cuatro museos en vuestra próxima visita a la capital de España. ¡Ah! Y si os ha gustado este post cantinelero, ¡ayúdanos a compartirlo!
¡Hasta la próxima!


8 comentarios
A mamá le gusta viajar
¡Escribes fenomenal y las fotos son magníficas!
Tengo pendientes los dos primeros y espero descubrir algunos más de esos menos conocidos que tanto nos gustan.
Un artículo espléndido.
Un abrazo!
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias María José!
La verdad es que estos museos son auténticas joyas desconocidas, seguiremos descubriendo nuevos lugares y seguro que ambos los daremos a conocer!
Otro abrazote de vuelta
Reyes
Vaya maravilla de museos y menudas fotos que has hecho amigo. Enhorabuena por el post
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias como siempre amiga Reyes!!
Hernán
Muy buen artículo y geniales las fotografías. Otro buen museo en Madrid es el de Artes Decorativas.
Rafael Ibáñez
Gracias por tu comentario y por tu recomendación Hernán!
Carlos
Son todos maravillosos, pero creo que falta el museo de las artes decorativas que es el más desconocido.
Rafael Ibáñez
Precisamente por eso, porque son menos conocidos, quise escribir este artículo 🙂 Tengo pendiente visitar el de artes decorativas…
Muchas gracias por tu comentario, Carlos