
La tierra de los secretos
Ruta de 3 días por la provincia de León
Indice
Dueña y portadora de grandes tesoros arqueológicos, naturales y culturales, la provincia leonesa es la más extensa de toda la comunidad de Castilla y León, situada en una posición estratégica que ha constituido desde siempre la salida natural de Galicia y Asturias, y que convirtió a su capital, León, en el paso estratégico de dos grandes itinerarios históricos: la Ruta de la Plata y el Camino de Santiago. Durante la Edad Media el flujo de viajeros y peregrinos fue constante en León, algo que provocó el enriquecimiento cultural de la ciudad y un gran desarrollo del arte románico que aún hoy en día puede disfrutarse.
Sin embargo durante nuestra ruta no solo conoceremos la ciudad de la Pulchra Leonina (así se conoce a su bellísima catedral), sino también dos ciudades históricas indispensables, Astorga y Ponferrada, y dos pueblos que capturan como dos pequeños frasquitos la más pura esencia leonesa: Peñalba de Santiago y Castrillo de los Polvazares. Todo esto en solo 3 días y a un ritmo pausado y tranquilo, disfrutando de cada sorpresa que nos iba brindando esta tierra. ¿Vienes con nosotros a la tierra de los secretos?
Veníamos de pernoctar una noche en la pequeña localidad de Rueda, en la provincia de Valladolid, desde donde aprovechamos para conocer Urueña, la villa del libro que tanto nos entusiasmó. En apenas una hora y media llegamos al Hotel La Casa Grande del Valle, que se encuentra en un pequeño pueblo de 100 habitantes llamado El Valle, en la comarca del Bierzo Alto. Rodeada de valles profundos, frondosos bosques y pueblecitos perdidos, esta antigua casona del siglo XVI reconvertida en hotel rural se encuentra estratégicamente situada a medio camino entre Ponferrada y Astorga, las dos ciudades más importantes de la provincia después de la capital. El hotel conserva la estructura típica de casona berciana realizada a base de piedra y madera como únicos elementos, con un precioso patio interior coronado con soportales y corredor de madera a través del cual se accede a las habitaciones. Llegamos allí a media tarde y nos recibió muy amablemente Isabel, la que sería nuestra anfitriona durante las tres próximas noches. Hacía un clima ideal para nosotros, acostumbrados como estamos al calor de Murcia, perfecto para disfrutar del pequeño jardín y de la piscina, y allí pasamos un buen rato en compañía de otros pocos huéspedes. El poder cenar allí mismo un menú rico y económico es un lujo que no dudamos en aprovechar, dando así por terminada la jornada. ¡Mañana comenzamos nuestra ruta por la provincia de León!

Día 1: Breve incursión por el Bierzo
El día de hoy se presentaba nublado y lluvioso, lo cual no impidió que saliéramos de nuestra habitación con una buena sonrisa. Acostumbrados como estábamos al infierno murciano, no nos importaba demasiado tener un poco de agua, más bien al contrario. Eso sí, debíamos plantear bien la ruta a seguir pues los caminos de montaña pueden ser algo peligrosos con lluvia. Decidimos ir primeramente al lugar más alejado, Peñalba de Santiago, un pueblo situado en pleno Valle del Oza. Para llegar a él existen solo dos vías de acceso, ambas desde Ponferrada, un camino antiguo de montaña, y otro más moderno y supuestamente mejor acondicionado. Nos decantamos por el segundo haciendo caso a un letrero que había en la carretera que aconsejaba seguirlo en caso de lluvia (para no confundir a nuestros lectores, este es el camino indicado en Google Maps como LE-5228 y que posteriormente se convierte en LE-CV-192/21). Habiendo conducido más de media hora desde Ponferrada y quedando solo otros 20 minutos para llegar, justo después de pasar el bellísimo pueblo de San Cristóbal de Valdueza nos encontramos con una indeseable sorpresa: el acceso a Peñalba estaba cortado. Así, sin ningún aviso previo. Imaginad la cara de cuadro de Picasso que se nos quedó, sobretodo porque habíamos hecho caso a una señal que recomendaba claramente seguir por ese camino en caso de lluvia para llegar al pueblo. Como teóricamente aquel era el «mejor» de los dos accesos, dimos por sentado que el otro estaría impracticable. Algo desanimados, emprendimos el trayecto de vuelta y decidimos visitar Ponferrada. ¿Quién sabe si más tarde podríamos volver a intentar la subida?
Ponferrada, poderoso enclave templario
Hacia finales del siglo XI el auge del Camino de Santiago llevó al obispo de Astorga a construir aquí un puente reforzado con barandas de hierro (pons ferrata, origen del nombre Ponferrada) y en torno a él fue creciendo una población que el rey Fernando II de León puso bajo la custodia de la Orden del Temple un siglo después, allá por el año 1178. En Ponferrada establecieron los templarios una de sus encomiendas y levantaron la fortaleza que hoy es el símbolo de la ciudad, permaneciendo en él durante más de un siglo con el fin de proteger a los peregrinos que pasaban por el citado puente.
Castillo de los Templarios
Cuando aparcamos justo enfrente del castillo el clima no había mejorado. De hecho empezó a llover ligeramente cuando salimos del coche. Elia se encontraba algo malhumorada y además no pudimos llevarla en el carrito puesto que el recorrido cuenta con numerosos escalones, de modo que tuvimos que llevarla a cuestas. Todas estas circunstancias hicieron que nuestra visita resultara bastante incómoda y que no apreciáramos el Castillo de los Templarios con los mejores ánimos. Aún así se la considera una de las fortalezas más importantes y complejas del arte militar medieval del noroeste peninsular.

Tras cruzar un puente levadizo, un arco de medio punto flanqueado por bellos torreones da entrada al recinto. Después de pagar la entrada (6€ por adulto) accedimos al paseo de ronda baja, el cual recorre la muralla en su perímetro exterior dividido en diferentes tramos separados por algunas de sus cinco torres.

Llegamos al recinto interior del castillo, donde hayamos una inmensa explanada de hierba. Allí se encuentran los dos conjuntos de edificios más importantes construidos dentro de los límites de la fortaleza (el Castillo Viejo y el Palacio Nuevo), además de algunos vestigios arqueológicos que excavaciones recientes han dejado a la vista (primitivas edificaciones en forma de pallozas circulares). Curiosamente esta explanada estuvo a punto de servir en 1923 como estadio de un club de fútbol de reciente creación, la Ponferradina. Menos mal que un año después el rey Alfonso XIII tuvo la ocurrencia de declarar Monumento Nacional al castillo, por lo que las obras tuvieron que ser interrumpidas.

Lamentablemente no pudimos acceder al Castillo Viejo por encontrarse en estado de rehabilitación. Compuesto por un patio y cuatro torres, fue levantado entre los siglos XIV y XVI, es decir, después de que la Orden del Temple fuera prohibida por la propia Iglesia y de que sus miembros fueran condenados y obligados a marcharse de sus encomiendas. ¿Qué os pensábais? ¿Que la construcción de este castillo, por muy «de los Templarios» que se llame, se debía únicamente a manos templarias? Resultaría muy difícil creerlo.

A partir del siglo XIV, la fortaleza pasó a manos de diferentes propietarios que también dejaron su impronta arquitectónica. De todos ellos, quien ha dejado un recuerdo más profundo fue el primer Conde de Lemos, Don Pedro Álvarez Osorio, cuya historia está repleta de intrigas. De su segunda esposa nacieron cuatro hijas, la mayor de las cuales, Juana Osorio, se prometió con el hijo de su principal enemigo, el Conde de Benavente. Después de un complejo pleito de sucesión entre ésta y Rodrigo Osorio, nieto ilegítimo del Conde de Lemos, los Reyes Católicos adjudicaron la villa de Ponferrada a Juana Osorio. Pero Don Rodrigo no acató la resolución y tras poner cerco a la fortaleza se apoderó de ella en 1485, iniciando así una rebelión contra los mismísimos reyes. La Corona reaccionó emprendiendo un duro asedio con artillería a la fortaleza, que fue tomada al asalto en el verano de 1486, pasando ésta finalmente a manos de los Reyes Católicos.
Sea como fuere, le debemos al Conde de Lemos las obras más significativas del castillo, muchas de ellas visibles aún hoy en día, como por ejemplo la entrada principal, las cinco torres de la muralla, el paseo de ronda, algunas partes del Castillo Viejo y el Palacio Nuevo, entre otras. Por cierto, los condes de Lemos utilizaron la cruz de Tau como divisa de su casa nobiliaria. Esto ha confundido en muchas ocasiones a los expertos debido a su similitud con la cruz roja de los templarios.
Recorrimos seguidamente el paseo de ronda del Sil, llamado así por discurrir paralelo al río Sil. Está formado por una muralla estrecha y más baja que la del lado opuesto, ya que al encontrarse sobre un barranco era la zona más segura del castillo. Como curiosidad, existe en este lugar un pasadizo subterráneo que baja hasta el río y que era utilizado en tiempos de asedio para que los habitantes del castillo pudieran bajar a recoger agua sin ser vistos. Llegamos a la Torre de Moclín, que alberga una pequeña exposición sobre los caballeros templarios.

De allí accedimos al paseo de ronda alta, que no es sino el equivalente superior de la ronda baja. Resulta algo más estrecho que aquél pero posee mejores vistas de la ciudad y sobretodo de algunas partes del castillo, como las torres de la entrada principal.




Llegamos al Palacio Nuevo, el otro gran conjunto arquitectónico de la fortaleza. A pesar de que fue construido por orden del Conde de Lemos en el siglo XV, hoy en día se encuentra muy rehabilitado. En nuestra opinión su visita carecería de todo interés de no ser porque una de sus dependencias alberga la exposición Templum Libri, destinada a mostrar importantes códices y manuscritos de contenido religioso y científico cedidos por el bibliófilo berciano Antonio Ovalle. Entre todos ellos, destaca el Libro de Kells (realizado por monjes celtas en la Irlanda del siglo XI), una colección de facsímiles del Beato de Liébana y diversas obras ilustradas por grandes artistas del siglo XX. Esta exposición expone únicamente una décima parte de la colección de Ovalle, el resto se guardan en la Biblioteca Templaria y el Centro de Estudios Históricos del Castillo, ambas ubicadas en la antigua Sala de los Azulejos del Palacio Nuevo.

Al terminar la visita Elia empezaba a dar síntomas de cansancio. Además la lluvia comenzaba a ser algo más intensa, de modo que decidimos refugiarnos rápidamente en una cafetería cercana. Allí pasamos un tiempo, esperando a que el tiempo nos diera una tregua para salir a conocer otros monumentos de la ciudad.
¿Te ha gustado este castillo? ¿Eres un apasionado de la Orden del Temple y de sus construcciones? En ese caso te recomendamos leer nuestro post cantinelero sobre la ruta que hicimos en junio de 2019 por el Maestrazgo turolense, donde los caballeros templarios dejaron una huella indeleble. Además, en este post podrás disfrutar de una breve pero completa explicación sobre este interesante capítulo de la historia. ¡Haz click en el SIGUIENTE ENLACE!
Casco histórico
Al cesar la lluvia, salimos del establecimiento para visitar el casco histórico de Ponferrada al tiempo que buscábamos un sitio para comer. A los pies del castillo, en la Plaza del Temple, se halla la Iglesia de San Andrés, barroca, y algunas casonas nobiliarias.



Un poco más arriba se encuentra la Basílica de Nuestra Señora de la Encina, amplio templo renacentista del siglo XVI que custodia la imagen de la Virgen de la Encina, traída a España según la tradición desde Tierra Santa por Santo Toribio, obispo de Astorga. Ésta hubo de ser escondida con el fin de preservarla de las invasiones musulmanas, pero su rastro se perdió hasta que siglos después, según se dice, los templarios la encontraron en el interior de una encina mientras se aprovisionaban de madera. Hoy en día la imagen, patrona del Bierzo, preside el notable retablo mayor que hay en el interior, del siglo XVII.


Llegamos a la Plaza del Ayuntamiento, donde se encuentra la Casa Consistorial, notable edificio barroco, previo paso por la Calle del Reloj, flanqueada por bellas construcciones (como el Museo del Bierzo, situado en la antigua cárcel de la ciudad) y en cuyo punto de fuga se halla la imponente Torre del Reloj, del siglo XVI, levantada sobre una de las puertas de la antigua muralla de Ponferrada. En aquel preciso lugar decidimos que ya era hora de sentarnos a descansar y llenar la panza.



LOS CANTINELEROS RECOMIENDAN…
Si a nuestros lectores cantineleros les entusiasman los restaurantes italianos como a nosotros, os recomendamos reponer fuerzas en la elegante Pizzería Trastevere, situada al lado mismo de la Torre del Reloj. Allí disfrutaréis de deliciosos platos de cocina italiana… ¡sentados junto a un trozo de la antigua muralla!

Peñalba de Santiago, el cielo es inaccesible
¿Debíamos volver a intentar llegar hasta Peñalba de Santiago? Esta era la pregunta que flotaba en el aire de aquel ristorante italiano de Ponferrada. Recordamos que aquella misma mañana habíamos encontrado cortada por la lluvia una de las dos carreteras que suben hasta el pueblo, en teoría la que se encuentra en mejores condiciones. ¿Tanto merecía la pena este lugar como para arriesgarse a tomar el otro camino?
Cuando salimos del Trastevere las nubes habían vuelto a abrirse y el sol brillaba de nuevo. Aquel era un buen augurio que terminó de convencernos definitivamente. Más dispuestos que nunca, regresamos al coche y pusimos rumbo de nuevo a Peñalba, esta vez a través del camino teóricamente «más duro», la carretera LE-158/4. Personalmente considero que transitar por esta sinuosa carretera que atraviesa la Tebaida berciana (concretamente los valles del Oza, del Silencio y del Friguera), uno de los parajes paisajísticos más bellos de España, es a la vez un jugoso placer y una estresante pesadilla. Quizás suene algo dramático (yo soy así), pero mientras realizábamos aquel trayecto plagado de infinitas curvas yo me sentía cual Dante acompañado por su Beatriz (en este caso, por sus dos Beatrices, una grande y otra pequeñita) atravesando las nueve esferas del cielo. Más de 50 minutos suspirando por no encontrarnos de frente con otro vehículo (el camino llega a ser tan estrecho en algunos tramos que solo cabe un coche), atravesando ríos, arroyos, montañas de frondosa vegetación y pequeñas poblaciones con paredes de piedra y tejados de pizarra como San Clemente de Valdueza. En la obra de Dante el destino final era el mismísimo Empíreo, el lugar donde residía Dios. Desde luego que si este lugar existiera se parecería mucho a Peñalba de Santiago.

Desde el siglo VIII esta sucesión de montes plagados de castaños, robles y nogales fue lugar de retiro para anacoretas, ermitaños y santos, quienes fundaron monasterios, iglesias y ermitas desperdigadas por toda la región, templos que daban lugar a pequeñas comunidades que luego devendrían pueblos. Este fue el caso de Peñalba de Santiago, pueblo en origen constituido entorno a un monasterio fundado en la segunda miad del siglo X cuyo precursor fue San Genadio. Antes de conseguir llegar a esta zona (vaya usted a saber cómo) a practicar su ascetismo en su cueva (hoy conocida como Cueva de San Genadio, a la cual se puede llegar en una ruta circular de 5 km desde la localidad) y fundar su monasterio mozárabe, este personaje había impulsado la restauración del Monasterio de San Pedro de Montes de Valdueza y había estado al frente de la diócesis de Astorga.




Después de dejar el coche en el camino de acceso al pueblo (en este Empíreo no están permitidos los coches, todos deben dejarse en el pequeño aparcamiento de la entrada), nos adentramos al fin en este conjunto arquitectónico medieval enclavado en el corazón del Valle del Oza y colgado sobre el del Figuera, rodeado de montañas cuyos picos se besan apasionadamente con las nubes bajas.




¿SABÍAS QUE…?
El nombre del Valle del Silencio proviene de una curiosa leyenda relacionada precisamente con San Genadio. Dicha leyenda asegura que el santo mandó callar al río haciéndolo desaparecer bajo sus piedras porque al parecer el ruido interrumpía sus oraciones durante sus retiros espirituales. Un tanto peculiar, el tal San Genadio, ¿no os parece? ¡Shhh! ¡A callar, hombre ya!
Un compacto puñado de tradicionales casas de piedra y tejados de pizarra, con corredores y voladizos de madera nos espera. En efecto, habíamos llegado al Cielo, preparaos para una borrachera de fotos.

Hemos estado en pueblos bonitos. Hemos estado en pueblos muy, muy bonitos. Pero desde el momento en que pisas por primera vez Peñalba de Santiago, sabes que estás en otro mundo. De hecho a partir de ese día pasamos a considerarlo, ojo al dato, nuestro pueblo favorito de toda España. Y si León es para nosotros la tierra de los secretos, Peñalba de Santiago es el secreto mejor guardado de todos ellos.



Sin duda su complicado acceso por carretera es el verdadero quebradero de cabeza de sus habitantes que ven como su pueblo queda totalmente incomunicado a la mínima que el tiempo muestra su peor cara (imaginad lo duros que deben ser aquí los inviernos…), una asignatura pendiente para todas las instituciones del lugar y que incluso ha hecho peligrar el reconocimiento concedido por la Asociación de los pueblos más bonitos de España. Sin embargo, en ocasiones este tipo de circunstancias tiene también su lado bueno, pues Peñalba de Santiago goza de un estado de conservación realmente excepcional, quedando a salvo de las hordas de turistas que estropean todo a su paso. El día en que solucionen el problema del acceso, otro gallo cantará y probablemente gran parte de su magia y autenticidad desaparecerán.

El conjunto urbano, una conjunción perfecta de elementos naturales que se mimetiza con su entorno, fue desarrollándose en origen entorno a su principal monumento, la pequeña Iglesia de Peñalba de Santiago, el único vestigio existente de aquel monasterio fundado por San Genadio (quien, por cierto, se encuentra enterrado en su interior). Este templo es uno de los mayores tesoros desconocidos del patrimonio cultural español debido a que se trata de una obra maestra del estilo mozárabe, desarrollado por las comunidades cristianas que vivían bajo el poder musulmán desde el siglo VIII.

Traspasar el muro que la rodea y visitar su interior solo es posible mediante la visita guiada que proporcionan los chicos del Espacio Genadii por un módico precio de 3€ por adulto (incluye la visualización de un documental). Gracias a nuestro guía experto en arte mozárabe, pudimos entender por qué este edificio es excepcional en todo el territorio español. Entramos por la exquisita puerta formada por dos arcos de herradura de inspiración claramente musulmana, auténtico emblema del pueblo, y admiramos maravillados su nave única separada del ábside principal por un arco triunfal de herradura y los restos de pinturas murales del siglo X (por tanto de época califal, una auténtica rareza que otorga al templo la categoría de tesoro nacional) que lo decoran y que aparecieron recientemente bajo capas de cal sobre las cuales existía otra decoración mural de siglos posteriores. Desgraciadamente el interior del templo ha sufrido los avatares de la historia pues algunas de las piezas que lo adornaban (como por ejemplo la célebre Cruz de Peñalba, una cruz votiva regalada en el siglo X por el rey leonés Ramiro II a san Genadio) acabaron en distintos museos, como el de León o… ¡el Louvre!
Adosado al muro norte del exterior de la iglesia podemos encontrar la tumba de San Fortis, que también fue abad de Peñalba. El sepulcro se encuentra en el interior de una estructura irregular hecha a base de piedras que bien parece haber levantado un niño. Sin embargo, allí está, resistiendo el envite de las inclemencias del tiempo y la historia durante siglos.


Terminada nuestra exploración del pueblo (esa que nunca quisiéramos dar por finalizada) ascendimos a la parte superior desde donde se obtienen unas vistas extraordinarias de todo el valle que lo protege. Desde allí pueden apreciarse mucho mejor los tejados de pizarra de las casas de Peñalba de Santiago que brillaban gracias al reflejo del sol como las escamas de un dragón.


Antes de despedirnos de Peñalba de Santiago y emprender el tan temido descenso por la misma vertiginosa carretera, nos detuvimos a jugar con Elia en un parque infantil situado también en esta parte superior. Allí disfrutamos por última vez de este pedacito de cielo en la tierra.

Era hora de volver a ponernos en marcha. Lo cierto es que la bajada no nos pareció tan angustiosa como la subida, y es que siempre resulta más fácil cuando llevas a un coche delante que puede ayudarte a saber anticipadamente si va a venir otro vehículo de frente. Aquella noche decidimos detenernos en un centro comercial de Ponferrada y cenar allí antes de regresar al alojamiento, donde nos tomamos unos deliciosos mojitos de fresa que nos preparó Andreu, nuestro anfitrión catalán del Hotel La Casa Grande del Valle. Por cierto, nuestra Elia hizo una amiguita esa noche, una niña de Cádiz más mayor que ella con la que jugó durante un buen rato ¡como si la conociera de toda la vida! Mañana más, ¡buenas noches!
Día 2: Conociendo la Maragatería
Después de un espléndido desayuno en el Hotel La Casa Grande del Valle nos preparamos para nuestro segundo día de ruta por la provincia de León. Hoy nos lo tomaremos con mucha calma y visitaremos únicamente dos lugares, probablemente los dos más significativos de una nueva comarca leonesa, la Maragatería: en primer lugar su capital, Astorga, antiguo emplazamiento romano que guarda uno de los pocos edificios que Gaudí proyectó fuera de Cataluña, y Castrillo de los Polvazares, otro de esos pueblos cuya visita constituye un verdadero placer visual.
En poco más de media hora estábamos aparcando ya en una zona próxima a los dos grandes monumentos de Astorga, el Palacio Episcopal y la Catedral.
Astorga, cruce de caminos
Asturica Augusta, el antecedente romano de Astorga, fue alzada sobre un primitivo castro céltico. Tal y como ya habían demostrado en otros muchos lugares, los romanos volvieron a fundar una ciudad en el emplazamiento que mejor les convenía. En esta ocasión se trataba de responder a la necesidad de establecer un hito en la Ruta de la Plata (que iba desde Sevilla al norte peninsular) que pudiera cumplir dos importantes funciones: asegurar el transporte de los metales preciosos y defender los yacimientos auríferos de unas importantes minas cercanas. ¿A qué minas nos referimos? Pues a las de Las Médulas, por supuesto, declaradas Patrimonio de la Humanidad desde 1997 por ser uno de los paisajes «torturados» por el hombre más bellos del planeta. Después de una larga reflexión y con toda la pena de nuestro corazón, decidimos finalmente dejar para otra ocasión la visita de este espectacular paisaje cuyo irreal relieve es el resultado de la explotación del oro por parte de los esclavos romanos, los cuales por cierto provenían del presidio militar instalado en la antigua Asturica Augusta. Del esplendor que la Astorga romana adquirió en esa época, dan cuenta el Museo Romano y la Ruta Romana elaborada por la Oficina de Turismo en la que se recorren los vestigios encontrados en las excavaciones arqueológicas (entre los que destaca la ergástula, una galería subterránea abovedada que servía como cárcel de esclavos).
A pesar de que nos interesa (y mucho) todo lo que tenga que ver con la civilización romana, decidimos no darle demasiado tute a nuestra pequeña Elia y darle prioridad a los dos monumentos más admirados de la ciudad.
El Palacio Episcopal
El primero de ellos es el Palacio Episcopal, cuyo proyecto original pertenece al hombre que hizo de la arquitectura un juego de magia y fantasía, Antoni Gaudí, por el cual sentimos una absoluta admiración que nos impulsa a visitar todos los lugares en los que trabajó. Como no queríamos perdernos la visita de su interior por nada del mundo, decidimos reservar las entradas (5€ por adulto) anticipadamente a través de su página web (hay turnos de visita para evitar las aglomeraciones).

Ya desde el exterior el visitante advertirá que este edificio combina elementos propios de un palacio (las terrazas y miradores), un castillo (el foso, las almenas y las torres) y una iglesia (la planta de cruz, el ábside la bóveda de crucería y los arcos ojivales). Gaudí pretendía así hacer un homenaje al esplendor medieval de la ciudad de Astorga, una de las diócesis más antiguas y extensas de España.

¿Un edificio de Gaudí que no se encuentra en Barcelona? Suena raro, ¿verdad? Pues que conste que no es el único: en León capital ideó la Casa Botines (tranquilos, la visitaremos mañana), en Comillas se encuentra su Capricho (lo visitamos allá por 2016) y en el interior de la Catedral de Mallorca puede verse su sello en forma de proyecto de restauración. El Palacio de Astorga es, por tanto, una de las 4 únicas obras del arquitecto catalán fuera de los límites de Cataluña. ¿Qué circunstancias le movieron a diseñar este pequeño palacio de estilo neogótico en Astorga?



Tal y como sucedió en el caso de El Capricho de Comillas, el encargo del Palacio Episcopal vino de la mano de un compatriota catalán, concretamente del entonces obispo de la ciudad leonesa, Joan Grau i Vallespinós, quien llamó a Gaudí en 1887 para que ideara el proyecto de su nueva residencia después de que el anterior palacio sufriera un aparatoso incendio. Grau defendió siempre al genial arquitecto de aquellos que no comprendían su moderna visión (que eran prácticamente todos) y los problemas presupuestarios de los estamentos oficiales. La muerte del obispo en 1893 implicó la renuncia casi inmediata de Gaudí, que dejó sin concluir el piso superior y la cubierta, completados un decenio más tarde, aunque con soluciones mucho más modestas, por el madrileño Ricardo García Guereta.



Gaudí estaba acostumbrado a trabajar con total libertad, concebía los proyectos de manera orgánica, solía rectificar los planos sobre la marcha a medida que la obra avanzaba. Sin embargo en esta ocasión la supervisión estatal le obligó a presentar un proyecto cerrado y sin evolución posible, y las correcciones academicistas dictadas por los asesores del ministerio generaron en él un malestar importante, agravado además por el retraso en el cobro de sus honorarios. Pese a todas estas circunstancias, el palacio es, como la gran mayoría de los edificios de su autoría, una obra maestra en la organización de los espacios, en el tratamiento de la luz y en el uso del simbolismo. Estas tres cualidades las podemos encontrar por todo el edificio, pero especialmente en la capilla, la estancia decorativamente más rica de todas, con frescos en los laterales, mosaicos en la girola, capiteles sobre finísimas columnas de granito, esculturas y vitrales. Aún seguimos con la boca abierta.


¿SABÍAS QUE…?
Al igual que en otras obras de Gaudí, el Palacio Episcopal y su construcción están repletos de anécdotas. Hemos dicho que Gaudí inició el proyecto en 1887, un año después de que un incendio arrasara el anterior palacio. Sin embargo él no viajó a Astorga hasta 1889, es decir, casi dos años más tarde. ¿Cómo es posible? Resulta que un fotógrafo leonés tomaba imágenes de la obra cada sábado por la tarde y las enviaba al arquitecto.
Por cierto, el palacio nunca llegó a cumplir la función para la que fue construido, la de servir como residencia episcopal (en 1956 el obispo Castellfort se propuso ir a vivir allí pero murió durante una visita de las obras destinadas a su habitabilidad). Para lo que sí fue utilizado fue como cuartel de artillería y como sede de la Falange durante la Guerra Civil.
En contra de los rumores que corrieron durante muchos años (y que muchos dan como ciertos), no es cierto que Gaudí quemara los planos del proyecto tras su renuncia.
El interior del Palacio Episcopal posee cuatro plantas: sótano, planta baja (que debía albergar las dependencias administrativas), planta principal (donde debían estar las estancias del obispo, con capilla, salón del trono, despacho y alcoba) y desván (que albergaría los dormitorios y las estancias de servicio del palacio). Las cuatro plantas se estructuran alrededor de un vestíbulo que se alza desde la planta baja hasta la cubierta, al estilo del salón central del Palacio Güell de Barcelona, un proyecto contemporáneo al realizado en Astorga. En cualquier caso, hoy todas sirven como salas expositivas del Museo de los Caminos, que alberga sarcófagos medievales, tallas románicas y góticas, lienzos de pintores leoneses, mapas y otros objetos relacionados con las peregrinaciones a Santiago de Compostela.

Gaudí también diseñó el entorno del palacio, concibiendo el pequeño jardín de tal modo que el edificio pudiera observarse desde todos los puntos de vista. Allí, junto a un tramo de la muralla romana de Astorga, se encuentran los tres gigantescos ángeles de cinc que debían coronar los puntos más altos de la cubierta según el proyecto original. Como el arquitecto catalán dejó inconclusa su obra, no llegando a construir la cubierta, se decidió colocarlos en los jardines.

Catedral de Astorga
A muy pocos pasos del Palacio Episcopal se encuentra el otro edificio admirado de la ciudad, su catedral. Su construcción se inició en 1471 sustituyendo a un templo románico anterior y se prolongó hasta el siglo XVIII, de ahí que sobre un esquema general gótico flamígero, bien visible en la zona del ábside, se sucedan elementos renacentistas, platerescos y barrocos, estilo este último al que corresponde la espléndida fachada principal, de abigarrada decoración. Algo que nos sorprendió mucho fueron los distintos colores de la piedra, que varían desde el ocre hasta el anaranjado, circunstancia particularmente visible en la fachada.



Merece la pena pagar la entrada (5€ por adulto) para visitar el interior, de tres naves de gran altura cubiertas por originales bóvedas de crucería y con distintas capillas góticas y renacentistas que albergan excelentes retablos. Destaca por encima de todos el retablo del altar mayor, obra del siglo XVI que se debe a tres Gaspares: la factura se debe a Gaspar Becerra y el laminado dorado a Gaspar de Palencia y Gaspar de Hoyos. No os perdáis tampoco el espectacular coro con sillería de nogal.



Antes de entrar en el templo, el visitante pasará por las dependencias del Museo Diocesano, donde se exhiben numerosos relicarios, cruces procesionales, una colección de bastones obispales y otros objetos de culto. Adosado a la catedral quedó el Hospital de Astorga, creado en el siglo XII y principal centro de acogida de peregrinos de la ciudad en tiempos medievales.
Castrillo de los Polvazares, el pueblo de las puertas verdes
Al terminar nuestra visita de Astorga decidimos adentrarnos en el corazón de la comarca de la Maragatería. Situado a tan solo 5 km de Astorga, la pequeña localidad de Castrillo de los Polvazares, declarado Conjunto Histórico-Artístico, está considerado por muchos como la joya de la Maragatería y el prototipo de lo que llegó a ser un pueblo maragato en el pasado. Lo que no imaginábamos es que, además, íbamos a descubrir uno de los secretos mejor guardados de la provincia de León. Uno más en esta tierra de los secretos.




Dejamos el coche en el aparcamiento de la entrada, donde dormimos a Elia antes de adentramos en su calle principal, la Calle Real, que cruza la pequeña población de lado a lado. Nada más empezar a caminar fuimos conscientes de dos circunstancias: primero, que apenas podíamos avanzar con el carrito de Elia debido a un suelo empedrado con cantos enormemente irregulares (hasta tal punto que en algunos tramos incluso andar se hace difícil). Esto nos obligó a hacer la visita en dos turnos, de manera que recorrí yo en primer lugar sus calles mientras Inma esperaba sentada en un banco de piedra junto a Elia y después, a la inversa. Tenedlo en cuenta si venís aquí: nada de carritos ni de otros medios de transporte que lleven ruedas.




La segunda circunstancia de la que fuimos conscientes fue la de encontrarnos en un pueblo que permanece milagrosamente intacto y que constituye un verdadero placer para los sentidos. Lo que es difícil de creer es que hasta el día de hoy haya pasado inadvertido a los ojos de aquellos que dictan los parámetros de qué se debe visitar y qué no en un lugar determinado (llamémosles influencers o simplemente personas que dirigen el cotarro turístico). En realidad, más que un pueblo, Castrillo de los Polvazares está considerado como una pedanía de Astorga (según el censo, viven apenas 100 habitantes), quizás a eso se debe que no figure en la lista de la Asociación de los pueblos más bonitos de España (aunque nosotros apostaríamos claramente por ello).



El recorrido a seguir está más que claro: basta con recorrer la calle principal, la Calle Real, que cruza la localidad de punta a punta. A ambos lados se alzan hermosos caserones de baja altura de los siglos XVIII y XIX construidos con piedra y argamasa de un intenso color pardo rojizo que contrasta con el verde y el azul de la madera de sus puertas y ventanas, casi todas con un reborde blanco (si os gustan las puertas, aquí vais a tener un auténtico orgasmo).


El origen de estas viviendas tan características se encuentra en la ocupación arriera de los habitantes maragatos que desde el siglo XVI se dedicaron al comercio itinerante principalmente de salazones de pescados gallegos y embutidos aprovechando que en Astorga confluían el Camino de Santiago y la Ruta de la Plata, tal y como vimos anteriormente. Es por ello también que las construcciones lucen grandes puertas y espacios amplios para facilitar la carga de mercancías en los carros.



Además de su innegable atractivo pintoresco, Castrillo de los Polvazares posee un reclamo turístico fundamental, el cocido maragato, el plato típico de la comarca que ofertan sin ningún complejo todos los restaurantes de la localidad. Hasta tal punto es conocido este abundante plato que se considera un auténtico sacrilegio si uno se marcha de aquí sin probarlo. Por supuesto, yo no iba a cometer sacrilegio, y menos en tierra ajena.
EL COCIDO MARAGATO EN LA PEREGRINA
Disfrutar de este plato se convierte en todo un ritual. El maragato, a diferencia de otros cocidos, se toma sirviendo los tres vuelcos tradicionales «al revés», presentando primero las carnes (generalmente chorizo, morro de cerdo y oreja de cerdo acompañados de paletilla, tocino, carne de vaca y cecina, entre otros elementos), luego los garbanzos con las verduras y por último la sopa de fideos con el sustancioso caldo. Para ello elegimos el Mesón La Peregrina, un establecimiento con una relación calidad-precio insuperable. ¿Que si sobreviví a la contundencia del cocido maragato? ¡Me comí hasta el postre!

Una tarde de relax y divertimento, eso era lo que nos apetecía después de Astorga y de Castrillo de los Polvazares. Y también después de varios días literalmente sin descanso. Nos merecíamos una tarde libre. Regresamos al Hotel La Casa Grande del Valle, dirigiéndonos directamente a su jardín con piscina, donde pasamos horas y horas pensando en todas las maravillas que habíamos visto hasta entonces (y las que nos quedaban todavía por ver), jugando y revolcándonos por el césped junto a nuestra cerecita. Todo ello completamente a solas. Y para terminar este fantástico día, una fantástica cena en el restaurante del hotel.

Día 3: León, llena de todo tipo de bienes
Pasamos nuestra última mañana en el Hotel La Casa Grande del Valle con algo de nostalgia. Es hora de que nuestra Elia se despida de Ana, su amiguita de Cádiz, con la que hizo buenas migas desde la primera noche. Estamos seguros de que ésta será la primera amiga de las muchas que hará durante los muchos viajes que le quedan por hacer junto a sus papis… En este alojamiento nos han tratado de maravilla, ¡os estamos muy agradecidos queridos Isabel y Andreu! ¡Hasta pronto!
Poco más de una hora nos separan del que será el último destino de nuestra ruta veraniega, León, la capital de la provincia de los secretos. «León, cuidad sede de la corte real, llena de todo tipo de bienes», así habla el Códice Calixtino en referencia a esta importante etapa del Camino de Santiago, una ciudad que surgió a partir del campamento de la Legio VII, fundado hacia el año 70 por el emperador romano Galba con el fin de proteger las Minas de las Médulas. A comienzos del siglo X, poco tiempo después de iniciarse la Reconquista, el rey Ordoño II decidió trasladar la capital del reino astur-leonés de Oviedo a León, creándose así el Reino de León, cuya importancia en la configuración de la futura España queda fuera de toda duda.

Un siglo después, se produciría la primera unión de los reinos de León y Castilla mediante el matrimonio entre Fernando I de Castilla con la princesa doña Sancha, quien heredó el trono leonés a la muerte de su hermano Bermudo III. Gracias a la llegada a la urbe de los restos de San Isidoro de Sevilla en 1063 (suceso de gran poder simbólico) y al paso estratégico del Camino de Santiago, León experimentó entonces una nueva etapa de esplendor en la que se forjaría un nuevo estilo arquitectónico, el románico, que dejó una huella indeleble en forma de edificio inmortal: la Colegiata de San Isidoro. Después de diversos avatares históricos, en 1230 se produjo la definitiva unión del reino leonés con la emergente Castilla, lo que privó de la capitalidad a la ciudad, quedando paulatinamente abocada a una decadencia que duraría más de cinco siglos. León ha sabido conservar, no obstante, un patrimonio realmente único cuyo edificio más representativo es su catedral, el templo más puro del gótico francés que puede contemplarse en España.
A pesar de que, como es bien sabido, una sola jornada no resulta tiempo suficiente como para conocer todos los encantos que ofrece la bella León, este fue precisamente el tiempo del que disponíamos. Para ello pasaremos nuestra última noche en la Hospedería Monástica Pax, con una ubicación inmejorable enfrente de la Plaza de Santa María del Camino (o Plaza del Grano), en pleno casco histórico de la capital leonesa. Elaboramos nuestro recorrido de un día siguiendo los inestimables consejos de Miriam del blog Princesa Viajera, una leonesa afincada en Castellón, orgullosa y enamorada de su tierra como pocas. Si deseáis completar mucho más este recorrido, os recomiendo encarecidamente que leáis su post sobre León. Esta fue nuestra ruta, centrada en los monumentos más indispensables:
Hostal de San Marcos
Aprovechando que íbamos en coche, decidimos dirigirnos en primer lugar al Hostal de San Marcos por encontrarse algo más alejado del casco histórico (aunque es perfectamente alcanzable a pie). Aparcamos en zona azul en la Avenida Condesa de Sagasta que transcurre paralela al río Bernesga y caminamos hasta la amplísima Plaza de San Marcos, donde se levanta esta elegante construcción plateresca del siglo XVI que sustituyó al antiguo hospital construido a instancias de doña Urraca y destinado a albergar a «los pobres de Cristo», es decir, a los peregrinos del Camino de Santiago que pasaban por León.

El edificio posee una de las fachadas más bellas del Renacimiento español, eso es evidente. Mide casi 100 metros de longitud y está decorada con motivos en relieve, hornacinas vacías y grandes medallones con personajes clásicos y de la historia de España.

La reforma del Hostal de San Marcos llevada a cabo en el siglo XVI se debió a una generosa donación de Fernando el Católico, pocos años después de que éste fuera elegido maestre de la Orden de Santiago. Así, el edificio se convirtió en sede de la orden en el Reino de León.
¿SABÍAS QUE…?
El Hostal de San Marcos llegó a funcionar también como cárcel de la Orden de Santiago. Uno de sus «residentes» más ilustres fue Francisco de Quevedo, quien fue recluido aquí durante casi cuatro años, entre 1639 y 1643. Los motivos no están claros, se dice que por escribir versos satíricos sobre el Conde Duque de Olivares, o quizás por trabajar de espía para los franceses, quién sabe. El escritor llegaría a decir de su cautiverio en el convento leonés: “… yo he pasado muchas veces los Alpes y los Pirineos, y no he padecido de tan profunda destemplanza de frío como en este lugar”.
Hoy en día se ha convertido en el Parador de Turismo de León, de 5 estrellas, uno de los más lujosos de nuestro país. No tuvimos la oportunidad de comprobarlo in situ, qué más nos hubiera gustado a los cantineleros…

Accedemos a la iglesia del antiguo convento (entrada gratuita), consagrada en el año 1541. De estilo gótico hispano tardío, posee un interior con una única nave cubierta con una bóveda de crucería de tipo estrellado y crucero separado por rejería, un retablo mayor donde se representan el Apostolado y la Anunciación, y un coro de sillería elaborado por Juan de Juni y Guillermo Doncel.
De allí pasamos a las dos dependencias de la sacristía, dos salas rectangulares utilizadas por la Orden como sala del tesoro y biblioteca, ambas obras de Juan de Badajoz el Mozo (como claramente puede leerse en su autorretrato situado sobre la entrada). Estos dos espacios rectangulares poseen grandes ventanales de medio punto ajimezados y cubiertas de bóvedas de crucería que son una auténtica delicia visual. En la actualidad albergan un anexo del Museo de León, en el que se explica la importancia de San Marcos como sede de la Orden de Santiago mediante una selección de los bienes que poseyó, entre los que se cuentan dos series pictóricas (una de retratos de Caballeros de la orden santiaguista y otra de escenas del Génesis) y otros objetos de gran valor.

Al lado de la entrada al templo, se ubica la sala del claustro, llamada así precisamente porque es la que da acceso al mismo. Expone algunos sarcófagos y también explica, mediante paneles, los distintos usos que tuvo el Hostal de San Marcos tras las desamortizaciones del siglo XIX. Éste sirvió como sede del Museo Arqueológico de León hasta la inauguración de la nueva sede en el edificio Pallarés en 2007 (cuando esta misma sala y las dos que componen la sacristía se convirtieron en anexo del Museo de León) y también como campo de concentración del bando nacionalista durante la Guerra Civil y la postguerra.

Y eso fue todo. En efecto, no pudimos completar nuestra visita del Hostal de San Marcos pues el resto de dependencias se encontraban cerradas al público por reformas en el parador. ¡Qué desgracia más grande, no poder contemplar ese claustro renacentista! Lo que sí pudimos hacer es darnos una vuelta por las inmediaciones de la Plaza de San Marcos, incluido el llamado «Puente romano» de San Marcos, que de romano tiene lo que yo de experto economista, pues el actual data del siglo XVIII.

Volvemos a coger el coche y ponemos rumbo a la Hospedería Monástica Pax, ubicada en un antiguo monasterio reconvertido en alojamiento cómodo, limpio y funcional. Allí decidimos esperar a que Elia se durmiera antes de continuar con nuestra ruta, esta vez a pie.
Plaza de Santa María del Camino (Plaza del Grano)
Justo delante de nuestro hotel, en pleno Barrio Húmedo, se encuentra la Plaza de Santa María del Camino, sin ninguna duda la plaza más bonita de la ciudad al tratarse del lugar que mejor conserva la esencia del León medieval. Con un suelo empedrado (se dice que el más antiguo de la ciudad) y algunas casas con soportales, aquí se celebraba antiguamente un mercado donde se comerciaba con cereal y otros productos y herramientas agrícolas (de ahí su sobrenombre de Plaza del Grano).


En la plaza se alza la Iglesia de Nuestra Señora del Mercado, románica aunque reformada, y, cobijada entre dos grandes árboles, una fuente neoclásica donde las figuras de dos niños representan la confluencia de los ríos Torío y Bernesga. ¡Me parece que nos va a gustar mucho León!

Real Colegiata de San Isidoro
Llegamos a las puertas de la Real Colegiata de San Isidoro después de atravesar en un agradable paseo de 15 minutos el casco histórico de León, pues queríamos visitar en primer lugar el monumento que se encontrara más alejado de nuestro hotel. Eso incluía pasar por delante de lugares tan emblemáticos como la Casa Botines o el Parque del Cid.
La Real Colegiata de San Isidoro es, además de una de las paradas más relevantes del Camino de Santiago, uno de los conjuntos románicos más extraordinarios e importantes de España y también de Europa. Por su historia, por su arquitectura y por la importancia de las piezas artísticas que atesora. El edificio está formado por el Panteón Real de los reyes leoneses (enmarcado en un programa de pinturas murales que con todo merecimiento se ha ganado el derecho de ser considerada «la capilla Sixtina del románico»), la Basílica isidoriana, el claustro procesional y el museo. Como estos tres últimos se visitan de forma conjunta e independiente a la Basílica, decidimos primero acceder al templo (visita gratuita) y, después de comer, disfrutar del Panteón, el claustro y el museo mediante la visita guiada (entrada 5€ por adulto).

La larga trayectoria de este conjunto arquitectónico ha hecho que se terminara convirtiendo en un crisol de estilos, con restos no solo románicos, sino también góticos, renacentistas y barrocos. Al parecer ya existía en este mismo emplazamiento un monasterio junto a un templo dedicado a San Juan Bautista, fundados ambos por el rey Sancho I de León hacia el año 956 para albergar los restos de san Pelayo, niño mártir en Córdoba. Después de ser arrasados y vueltos a reconstruir, ya en el siglo XI doña Sancha de León convenció a su esposo, Fernando I, considerado el primer rey de Castilla y León, para sustituir las humildes edificaciones realizadas a base de materiales pobres (tapial y ladrillo fundamentalmente) por uno nuevo en piedra en un estilo protorománico y acorde con una nueva intención: servir de lugar de enterramiento de los reyes. Fue en ese mismo momento cuando este lugar recibió los restos de San Isidoro por parte del rey musulmán de Sevilla, lo que supuso el cambio en la advocación y una mayor afluencia de fieles y peregrinos que asistían a venerar las reliquias del santo. La pequeña capilla palatina, hasta ese momento de uso exclusivo de la familia real, se había quedado pequeña y demandaba convertirse en un lugar mucho más amplio que pudiera dar cabida a un número cada vez mayor de fieles. Este hecho finalmente sucedió a comienzos del siglo XII, ya en tiempos de infanta doña Urraca, hija de Fernando y Sancha, cuando se inició la construcción de un nuevo templo de tres naves, mucho más grande y ya plenamente románico, que sufrirá diversas remodelaciones durante los siglos posteriores (como por ejemplo la construcción del coro alto que ocupa los primeros tramos de la nave central, fruto de una intervención en la primera mitad del siglo XV, o el derribo de uno de sus ábsides a principios del siglo XVI).
El resto de dependencias de la Real Colegiata se muestran al público mediante visita guiada. Desgraciadamente no pudimos admirar algunas de ellas debido a obras de rehabilitación en la Biblioteca renacentista (una construcción de finales del siglo XVI en la que se guardan libros valiosísimos y antiquísimos) y la Cámara de doña Sancha (el antiguo espacio de comunicación entre el Palacio Real y la Iglesia que era usado por los reyes para seguir los oficios litúrgicos sin tener que mezclarse con el pueblo; sus pinturas murales del siglo XVI, arrancadas en los años 60, están siendo repuestas actualmente en su lugar original mediante una complicada técnica de restauración). Sí pudimos visitar, no obstante, el museo que expone el Tesoro de los Reyes, cuya colección atesora piezas realmente únicas, como el arca del siglo XI que custodió los restos de San Isidoro, el relicario con placas de marfil incrustadas que guardó los restos de San Pelayo o la única pieza de arte vikingo que podemos contemplar en España. ¡Ahí es nada!

En la Sala del Cáliz de doña Urraca pudimos contemplar un objeto que pasó de acompañar a las demás piezas del Tesoro de los Reyes a brillar en solitario en su propia sala independiente porque, según se ha especulado en los últimos tiempos, ¡podría tratarse del mítico Santo Grial!

¿SABÍAS QUE…?
Lo del Cáliz de doña Urraca tiene miga. Resulta que en 2014 apareció un ensayo llamado Los reyes del Grial, escrito por Margarita Torres y José Miguel Ortega, en el que se afirmó haber encontrado pruebas incontestables de que esta enigmática pieza decorada en la que las joyas personales de la infanta doña Urraca le dieron forma de copa a dos cuencos romanos de ónix datados alrededor del siglo I, es en realidad el mismísimo Santo Grial. Los osados historiadores basan su teoría en dos pergaminos egipcios encontrados en una biblioteca de El Cairo, según los cuales el célebre cáliz, que se custodiaba en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, habría viajado primero a Egipto y después a Denia (Alicante), cuyo sultán Ali ibn Muyahid ad-Danii habría enviado un barco con alimentos al sultán fatimí Al-Mustansir para que Egipto superara una grave hambruna provocada por una sequía extrema. A cambio de su ayuda, aquél habría pedido como compensación que le enviaran la reliquia cristiana a Denia porque habría querido congraciarse con el entonces gobernante más poderoso de la península Ibérica, Fernando I, rey de León y padre de la infanta doña Urraca. Fue así como, supuestamente, la copa terminó en manos de la infanta.
Como es lógico, muchos estudiosos del Grial pusieron el grito en el cielo cuando leyeron el ensayo, especialmente algunos expertos valencianos, que ya tienen su Santo Grial en la Catedral de Valencia. Sea como fuese, se calcula que el mismo año en que se publicó el libro, la Real Colegiata recibió a un 27% más de visitantes. En 2018 incluso se llegó a rodar una película basada en la investigación, Onyx, los reyes del Grial.
Al recorrer la galería románica del claustro procesional, ocupado en esos momentos por los restauradores y los andamios (ya van dos claustros en obras que encontramos en León, ¡menuda suerte la nuestra!), nuestra guía nos hizo reparar en un monolito que recuerda un importantísimo hecho histórico allí acaecido. Y es que fue justamente en este claustro donde, en la primavera de 1188, el rey leonés Alfonso IX convocó una Curia Regia a la que asistieron los representantes del clero y la nobleza, y, por primera vez en la Historia, también los representantes de las ciudades, es decir, los “ciues electti” o, dicho de un modo, los representantes del pueblo llano. Este acontecimiento convirtió a los Decreta de León en el testimonio documental más antiguo referente a un sistema parlamentario europeo (unos pocos años antes que la Carta Magna inglesa de 1215), siendo así reconocido recientemente por la UNESCO e incluido en el Registro de la Memoria del Mundo. El texto en cuestión comienza así: “En el nombre de Dios. Yo Don Alfonso, rey de León y Galicia, habiendo celebrado curia en León, con el arzobispo [de Santiago de Compostela, Pedro Suárez] y los obispos y los magnates de mi reino y con los ciudadanos elegidos de cada una de las ciudades, establecí y confirmé bajo juramento que a todos los de mi reino, tanto clérigos como laicos, les respetaría las buenas costumbres que tienen establecidas por mis antecesores”.

Resulta entonces que es León y no Inglaterra la cuna del parlamentarismo europeo, pues aquí se tuvieron en cuenta por primera vez en una asamblea las opiniones del llamado «Tercer Estado» (el pueblo) en las decisiones de gobierno, reconociendo los derechos, preceptos, garantías y libertades de todos los estamentos sociales, y estableciendo que incluso el mismísimo rey debía someterse escrupulosamente a las leyes establecidas (eso solo sobre el papel, por supuesto…). ¿Qué fue lo que motivó la convocatoria de esta Curia Regia? Al parecer, el abuso de poder por parte de los últimos monarcas, los continuos enfrentamientos con castellanos, almohades y portugueses, las penosas dificultades económicas, así como las apetencias sucesorias de la madrastra del rey, Urraca López de Haro, determinaron en el ánimo del monarca leonés la celebración de dicho encuentro.
La visita guiada por el interior de la Real Colegiata de San Isidoro termina en el lugar más increíble de todos, probablemente la joya indiscutible de la ciudad (con permiso de su catedral), el Panteón Real, lugar de enterramiento de 11 reyes, 12 reinas, 10 infantes y otros tantos condes y nobles del Reino de León, aunque se desconoce la identidad de las personas que yacen en las tumbas. Esto se lo debemos a la invasión francesa, durante la cual un escuadrón de Napoleón ocupó la colegiata y profanó las urnas para ser utilizadas como abrevaderos de caballos, quedando amontonados los huesos en un rincón hasta que los canónigos los recogieron y depositaron en la iglesia de Santa Marina la Real. Finalizada la guerra, fueron devueltos al Panteón y colocados en los sarcófagos sin orden alguno hasta que en 1997 un ambicioso estudio genético pudo separar de nuevo los restos, aunque sin poder identificarlos.

El Panteón Real es un espacio cuadrangular de poca altura dividido en tres naves de dos tramos mediante dos columnas centrales que sustentan cuatro grandes arcos de medio punto y que también apoyan en pilares cruciformes y columnas adosadas a las paredes y sobre los que se desarrollan seis bóvedas de arista. Aunque se desconoce quién impulsó su construcción (algunas teorías apuntan a que se debió a los reyes Fernando I y doña Sancha, otras a su hija doña Urraca de Zamora), lo que sí parece seguro es que la espléndida decoración pictórica de las bóvedas se debe al deseo de la infanta. Algunos califican este conjunto de pinturas al temple sobre estuvo blanco como el más notable de toda Europa, tanto por su extensión como su estado de conservación. Teniendo en cuenta que han permanecido inalteradas durante siglos gracias a sus privilegiadas condiciones ambientales y que apenas han sufrido restauraciones, se les ha otorgado el sobrenombre de «capilla Sixtina del románico». Creednos si os decimos que uno no debería morirse sin visitar León, pues perdería la oportunidad de contemplar esta obra maestra cuyo programa iconográfico presenta completos los ciclos de la Natividad, la Pasión y la Resurrección. De todas las escenas, destaca sobremanera el Pantocrátor y el Anuncio a los pastores.

LOS CANTINELEROS RECOMIENDAN…
Mientras esperábamos a que llegara la hora de nuestra visita guiada por el interior de la Real Colegiata, decidimos hacer lo que mejor se puede hacer en León: tapear. El lugar elegido fue el Café-Bar Gala, ubicado en pleno Barrio Romántico, justo enfrente del Parque del Cid. Allí degustamos unas tapas buenísimas mientras disfrutábamos del animado ambiente de la capital leonesa.


Casa Botines
Durante nuestra ruta de 3 días por la provincia de León tuvimos la oportunidad de visitar, no una, sino dos obras del arquitecto Antoni Gaudí. Y es que, mientras éste se encontraba trabajando en el Palacio Episcopal de Astorga, aceptó dirigir un segundo encargo a apenas 50 km de allí, proyectar un edificio de comercio y viviendas en el centro de León. Encargado a Gaudí en 1891 por la sociedad textil Fernández y Andrés, que mantenía relaciones comerciales con el empresario Eusebi Güell, mecenas del artista, la Casa Botines lleva el nombre castellanizado del segundo apellido del fundador de dicha empresa, el también catalán Joan Homs i Botinàs. A su muerte, dos de sus empleados decidieron mantener el negocio y construir una nueva sede en un extremo de la amplísima Plaza San Marcelo.

Las obras empezaron en enero de 1892 y se completaron en un tiempo récord, solo diez meses. El genial arquitecto concibió una fachada de estilo neogótico (al igual que en Astorga) con el fin de integrar su proyecto en el contexto arquitectónico de la plaza, donde se encuentra también el renacentista Palacio de los Guzmanes. Tres elementos ornamentales destacan en esta fachada: la puerta de hierro forjado que culmina en una cabeza rugiente de león, la verja del foso, también de forja, y la escultura central de San Jorge matando al dragón, debajo de la cual se halló durante una restauración en 1953… ¡un tubo con los planos originales firmados por el propio Gaudí!

El genial arquitecto reservó para la estructura interior del inmueble los rasgos más valiosos: en vez de sostener el edificio con pesados muros de carga, ideó una ligera pero sólida estructura a base de pilares de hierro colado, lo cual permitía disponer en las plantas más bajas de unos espacios amplios y diáfanos muy adecuados para las necesidades comerciales de la empresa. Ésta y otras soluciones llevadas a cabo, realmente avanzadas para su tiempo, como la de cimentar la casa a base de mampostería hormigonada (un método tradicional en Cataluña), despertaron el recelo de los ingenieros leoneses, quienes auguraron que el edificio se hundiría, a lo que Gaudí les respondió: «Que me envíen esos informes técnicos por escrito y yo los colocaré de unos marcos del vestíbulo de la casa cuando esté terminada». A pesar de la férrea confianza de Gaudí, la frase «la Casa Botines se cae» llegó a convertirse en todo un clásico de la época en León. No obstante, el arquitecto adaptó sus técnicas a las necesidades de la región, proyectando paredes gruesas y techumbres de pizarra para combatir el frío del invierno leonés.



La Casa Botines es hoy sede central de Caja España, entidad que la adquirió en 1929 y cuya restauración, concluida en 1996, le devolvió todo su esplendor gaudiniano. En sus orígenes, el edificio se proyectó para combinar el uso comercial y el residencial, pues si bien las plantas bajas se destinaron a albergar las oficinas, la tienda y los almacenes del negocio de Fernández y Andrés, la planta principal se dividía en dos viviendas (una para cada propietario) y en las dos superiores habían cuatro viviendas de alquiler cada una. Hoy en todas ellas encontraremos salas expositivas donde se muestran maquetas, documentos y objetos relacionados con la historia del propio edificio y con el genio catalán, así como recreaciones históricas de las viviendas, de la tienda de telas y de la oficina bancaria.



Mientras que en la fachada Gaudí se basó, como ya hemos visto, en criterios más bien estéticos, en el interior trabajó para aplicar soluciones racionales a los desafíos constructivos de la obra. Así, el arquitecto utilizó por primera vez la llamada planta libre en las plantas de uso comercial, una solución que se adelantó al modelo usado masivamente en el siglo XX para locales y grandes superficies. En definitiva, diseñó un interior modernista muy funcional. Quizás esta sea una de las razones por las que la Casa Botines nos pareciera la menos interesante de todas las obras de Gaudí que hemos conocido.


Palacio de los Guzmanes
Justo al lado de la Casa Botines el visitante podrá contemplar la imponente fachada del Palacio de los Guzmanes, actual sede de la Diputación de León y el ejemplo de arquitectura renacentista más bello de la ciudad.

El palacio fue mandado construir en el siglo XVI por la familia de los Guzmanes, uno de los linajes leoneses más antiguos. Su arquitecto, Rodrigo Gil de Hontañón, era uno de los arquitectos españoles más reconocidos de su época (autor también de la fachada del Colegio Mayor de San Ildefonso, actual rectorado de la Universidad de Alcalá de Henares, y del Palacio Monterrey de Salamanca, entre otros). Su construcción se desarrolló en los terrenos sobre los que se asentaba un fragmento de la antigua muralla de la ciudad, además de las casas señoriales que poseía la familia, derribadas para tal fin. No olvidéis acceder al patio interior (gratuito) para admirar la elegante galería con arcadas en cuya segunda planta lucen unas enormes vidrieras.

Desde allí continuamos por la Calle Ancha, una de las calles peatonales más transitadas de la ciudad a la vez que punto de alta concentración de edificios modernistas, para llegar al que es uno de los monumentos más importantes de España y gracias al cual León figura hoy como una de las capitales del arte gótico mundial. Me refiero, obviamente, a la Catedral de León.


Catedral de León
Este año 2019 se cumple el 175 aniversario de la declaración de la Catedral de León, llamada la Pulchra Leonina por la elegancia y armonía de sus formas, como el primer Monumento Nacional de toda España, un hecho que garantizó su supervivencia. Aquel decreto aprobado en 1844, así como las correspondientes actuaciones arquitectónicas fueron fundamentales para que el templo pudiera superar el incendio de 1966 que afectó a las naves superiores, de idéntica proporción y desenlace al ocurrido en la Catedral de Notre-Dame de París el pasado mes de abril.

En la Plaza de Regla podemos contemplar la considerada catedral más pura del gótico francés que se puede contemplar en nuestro país (inspirada directamente en los grandes templos ojivales del norte de Francia, especialmente la Catedral de Reims). Se trata del tercer templo que ha llegado a ocupar este mismo lugar pues antes de ella habían existido ya otros dos: una iglesia levantada en el siglo X, después de que el rey Ordoño II cediera su palacio real para su construcción, y una catedral románica del siglo XI consagrada por el obispo Pelayo II tras dedicar parte de sus bienes a recuperar lo que quedaba de la primitiva devastada tras la invasión árabe. Será en 1205 cuando se inicien las obras de la tercera catedral, prolongadas hasta el año 1303, fecha de su consagración, aunque la última piedra de la torre sur se colocará ya bien entrado el siglo XV.

En su fino exterior, perfecto ejemplar de la verticalidad gótica, pueden diferenciarse tres fachadas distintas, todas decoradas con imaginería gótica y en las que resaltan las diferentes portadas. La fachada principal, la occidental, está flanqueada por dos grandes torres rematadas por agujas y están separadas de la nave principal mediante arbotantes, elementos propios de la arquitectura gótica. La fachada posee tres pórticos de acceso repletos de decoración figurativa de temática mariana fundamentalmente (Puerta de la Virgen Blanca, Puerta de San Juan y Puerta de San Francisco). Lastimosamente no pudimos disfrutar del rosetón central, auténtico emblema de la catedral, en cuyas vidrieras se representa a la Virgen como trono de Cristo niño flanqueada por una corte de ángeles trompeteros. Las obras de restauración que se estaban llevando a cabo en dicho rosetón nos obligarán a volver a León para contemplarlo con todos sus colores renovados.

La fachada norte es la que da acceso al claustro y se conserva tal y como se finalizó en el siglo XV, sirviendo de ejemplo para las actuaciones en las otras dos. Su portada policromada está dedicada a la Virgen del Dado, que se dispone en el parteluz, mientras que en el tímpano se presenta a Cristo Pantocrátor.


Al igual que ocurre en el acceso principal, la fachada sur fue transformada en diversas intervenciones. Aunque posee tres entradas, una de ellas está cegada (Puerta de la Muerte). La central presenta a San Froilán, patrono de la diócesis, en el parteluz. El traslado de los restos de este santo a León es representado en la Puerta del Traslado.

Y he aquí que entramos en el templo (entrada 6€ por adulto). Un espacio diseñado para conmoverte, primero con una oscuridad absoluta que aterra y más tarde, cuando los ojos se han acostumbrado, con los juegos de luces de sus vidrieras. Un interior que transmite una extraordinaria sensación de ligereza debido a su altura y a la luz que penetra filtrada a través del magnífico conjunto de vidrieras (en su mayoría datan entre los siglos XIII y XVI) que cierran más de cien ventanales calados y tres grandiosos rosetones.


Esta colección de vitrales es la mayor y más valiosa que existe en España y una de las más destacadas de toda Europa. Están ilustradas con motivos muy diversos: alegorías sobre los vicios y las virtudes, efigies de santos y reyes, escudos nobiliarios, etc. Un recurso sublime que pretendía, no solamente instruir a los fieles mediante su programa iconográfico, sino también emocionarles proporcionándoles una verdadera experiencia espiritual. ¡Jolines, como que casi salgo yo de allí creyendo en el Espíritu Santo!



La Catedral de León presenta una planta de tres naves longitudinales, gran transepto y cabecera hipertrofiada, es decir, posee la distribución prototípica del estilo gótico. El espacio entre el acceso principal y el coro está ocupado por el trascoro, configurado por una construcción renacentista con un espectacular arco de entrada con relieves.



En el crucero encontramos enfrentados los dos espacios principales para el culto: la Capilla Mayor, presidida por un retablo del siglo XV, y el coro, con una sillería de la misma época. En la cabecera se dispone la girola, donde encontramos el sepulcro de Ordoño II y desde la que se abren capillas radiales de planta poligonal. El resto de capillas del templo se encuentran en el perímetro del transepto y bajo las torres, a los pies de la iglesia.


En el extremo sur de la cabecera se halla el acceso a la sacristía, mientras que al norte del edificio se adosa el claustro, en cuyas dependencias se instaló el Museo Catedralicio y Diocesano, que contiene una amplia colección de tallas, pinturas, esculturas, códices y otros objetos de diversa cronología. Para acceder a ambos deberás pagar una entrada independiente, lo cual me pareció algo realmente abusivo pues vuelven a cobrarte 5€ más por adulto.

El claustro es obra del siglo XIII aunque fue remodelado por Juan de Badajoz el Mozo en época renacentista, momento al cual pertenece la decoración de las fabulosas bóvedas de crucería y la balaustrada superior. Se han conservado parcialmente las pinturas murales de Nicolás Francés que se extienden por todo el perímetro. Las figuras que actualmente se reparten por el claustro son las originales que se encontraban en la fachada principal de la catedral, retiradas de las jambas de los pórticos para proceder a su restauración.

En las proximidades de la catedral puede verse, paralelo a la Avenida de los Cubos, uno de los tramos más largos y mejor conservados de la muralla romana de León, levantada entre los siglos III y IV. Hacia allá nos dirigimos recomendados por nuestra amiga Princesa Viajera, pudiendo ver cómo algunas casas están dispuestas entre los enormes cubos de la muralla. Bordeamos luego el perímetro de la catedral, regresando finalmente al hotel para tomarnos un merecido descanso antes de volver a salir a dar un paseo nocturno por la ciudad.


La noche de León
León se transforma por la noche, tanto que parece otra ciudad. Me atrevería a decir que el mayor placer de León es recorrerla durante una fresca noche de verano. Preciosa y animada a partes iguales. Las abarrotadas calles del Barrio Húmedo, los colores de las arcadas de la Plaza Mayor, la majestuosa luz de la Pulchra Leonina, que como un rayo vertical ilumina la oscuridad al tocar el suelo, la rugosidad de la piedra de la Casa Botines… Todo se realza en León durante la noche, así que no dejéis de recorrerla a esas horas si tenéis la menor oportunidad, es una experiencia sumamente agradable.





Aunque nos cueste reconocerlo, este paseo nocturno por León ha sido el último garbeo de estas vacaciones veraniegas. Mañana regresaremos a Cieza, dando por finalizada esta preciosa ruta de 3 días por la provincia de León previo paso por Segovia, Medina del Campo y Urueña.
Alojamientos cantineleros
El Hotel La Casa Grande del Valle, llevado por Isabel y Andreu, es la opción ideal para visitar la provincia de León mientras se disfruta de la tranquilidad absoluta de un pueblo de apenas 100 habitantes, El Valle. Situada a mitad de camino entre Astorga y Ponferrada, esta antigua casona del siglo XVI reconvertida en hotel rural posee jardín, piscina y un restaurante donde tener la oportunidad de cenar un menú sencillo pero rico. ¡De 10!

Una opción perfecta para visitar León es la Hospedería Monástica Pax, en plena Plaza del Grano, a pocos minutos de los monumentos más importantes de la ciudad. Con aparcamiento propio, este antiguo monasterio se ha convertido en un alojamiento moderno y funcional, con un desayuno más que aceptable. Habitaciones amplias y camas cómodas. ¡Muy recomendable!


Tres días en la provincia de León saben a poco, lo admito, sin embargo nos han bastado para enamorarnos de una tierra que, como bien hemos podido comprobar, encierra más de un secreto. Y es que León ya es, para nosotros, la tierra de los secretos. Volveremos, de eso estamos seguros, pues aún nos queda mucho por conocer. Muchísimas gracias por acompañarnos, una vez más.
¿Os ha gustado nuestra ruta por la provincia de León? ¡Ayúdanos a compartirla!
¡Hasta pronto, cantineleros!


16 comentarios
MiRiaM
Impresionante post Rafa, me ha encantado el cariño con el que lo has escrito. ¡León no puede tener mejor embajador que tú! El texto como siempre, una delicia y las fotos una auténtica pasada. Como leonesa, solo puedo decirte GRACIAS por este post.
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias Miriam, desde luego no podríamos haber disfrutado tanto de tu tierra sin tu inestimable ayuda, y no me cansaré de decírtelo porque cuando a uno le gusta ayudar desinteresadamente, eso se nota. Un abrazo!
Sonia
Me ha encantado! Es un post súper completo! Muchísimas grepor compartirlo con todos!
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias a ti, Sonia, sabes que para mí es muy importante tu opinión, un abrazo!
Reyes
Wow Rafa te superas con cada post, en texto, fotos,detalles, recomendaciones…..enhorabuena y gracias por darme a conocer otra zona de España que tengo pendiente…me vas a crear adicción jajajaj
Rafael Ibáñez
Ay no sabes la alegría que nos da cuando vemos que aparece un comentario tuyo por aquí… Muchísimas gracias Reyes!!
Elisa
Me ha gustado mucho la ruta, de hecho la hemos hecho parecida e incluso nos hemos alojado en esos mismos hoteles. Muchas gracias.
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias por tu comentario Elisa, espero haberos ayudado con mi artículo y que disfrutárais mucho de vuestra ruta. Besos!
Gustavo Docampo
Me ha gustado mucho tu post, me he parado en especial en el relato que haces de Peñalba de Santiago y se nota que lo has disfrutado, que aprecias el sabor de lo auténtico. Te apunto un error por si lo quieres corregir: el sepulcro exterior adosado al muro norte de la iglesia de Santiago es de San Fortis, que también fué abad de Peñalba. El de Genadio está en el interior de la iglesia. Un saludo
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias por tu comentario Gustavo. No sabes lo que aprecio este tipo de correcciones, y más viniendo de personas que son del mismo pueblo. Hacen que las explicaciones del post sean más precisas. Ya está corregido! 😉
Reino de León/Reinu de Llión
Estimados/as:
Muy completo e interesante, claro es que visitar una región como León tan extensa y con un patrimonio natural, cultura, gastronómico e histórico, en tres días no da más que para hacerse una mínima idea.
Dos puntualizaciones, los asturianos no bajaron a León para conquistar la meseta castellana, Castilla nació posteriormente de un condado leonés, ni tenía meseta ni nada, además esta, fué al menos al norte del Duero, tierra de nadie. No hubo un Reino de Asturias nunca, hubo un reino de los astures (tribu que entre otros sitios ocupó la mayor parte de León, y de un río leonés, el Astura/Esla reciben su nombre, en Lancia a poca distancia de León capital tuvieron la mayor de sus urbes, y en la ciudad leonesa de Astorga su capital administrativa durante el imperio romano), cabe recordar que la mitad norte de León, así como la mitad occidental, nunca fueron conquistadas por los musulmanes, aunque es algo que como suele ser habitual cuando es León del que se habla, se obvia, así que no es culpa vuestra que no lo sepais. Los reinos fueron tomando el nombre de las ciudades del territorio astur donde iban asentándo la corte, Cangas, Pravia, Oviedo y León. Me alegro de que disfrutarais tanto en nuestra tierrina, para ser de aquí solo hay que amarla y respetarla, así que os marchasteis siendo un poquitín leoneses, eso seguro. Saludines.
Rafael Ibáñez
Estimado amigo o amiga, muchísimas gracias por tu comentario y por la lección de historia. Después de comprobar el dato que nos has aportado debo decirte que tienes toda la razón y disculparme por el error. Como tú bien has dicho, suele ser bastante frecuente caer en la simplificación, sobretodo en esa época histórica. Voy a corregirlo enseguida. Muchas gracias por habernos leído y sí, nos fuimos algo más leoneses de lo que vinimos, eso te lo garantizo, ya que nos encantó tu preciosa tierra, llena de secretos que aún nos quedan por conocer. Un fuerte abrazo
Hoteles con Piscina
Gracias. es una hermosa ciudad. Es increíble caminar por las calles históricas de León y descubrir toda la cultura y la historia de la ciudad.
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias por su comentario, gente como usted me anima a seguir escribiendo 🙂
Laura Monge
Espero haber tomado buena nota de todo ¡en unos días estoy por allí!
Muchas gracias por tan buena información 😉
Rafael Ibáñez
Espero que lo disfrutes, como mínimo igual que hicimos nosotros, un fuerte abrazo Laura!