Castilla y León,  LUGARES CON HISTORIA

De los avatares de una princesa noruega en Burgos y Covarrubias

Leído así, más que un título parece un chiste. Algo improbable, cuanto menos. Sin embargo, dicen las crónicas que una vez las tierras de Castilla vieron llegar, acompañada de su séquito, a una princesa noruega. Imaginad el impacto sin precedentes y el revuelo que tan exótica presencia (una muchacha alta, de piel blanca como la nieve y largos cabellos dorados) debió causar en la sociedad castellana del siglo XIII. Allí, la princesa Kristina (con k), que así se llamaba, debía casarse con el infante don Felipe, hermano del rey castellano Alfonso X el Sabio, pues así lo había pactado éste con el rey noruego y padre de la princesa, Haakon IV. Ambos reinos buscaban un beneficio con aquel acuerdo: por un lado, Alfonso pretendía aumentar sus aspiraciones para coronarse emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; por otro lado, Haakon buscaba mayores oportunidades comerciales con los reinos del sur.

De la travesía llevada a cabo por la princesa Kristina y su séquito de más de cien caballeros y nobles damas, iniciada en Tønsberg (cerca de Oslo) y terminada en Valladolid, donde tuvo lugar el enlace nupcial, tenemos constancia gracias al Códex Frisianus, un manuscrito islandés en el que se recogieron las sagas de los reyes noruegos. Después de hacer escala en Inglaterra y Francia, el rey francés Louis IX previno a la princesa del peligro de la presencia de piratas en el Golfo de Vizcaya y le recomendó viajar por tierra atravesando su reino. Y así lo hizo. De Narbona pasó a Gerona y de ahí a Barcelona, donde se dice que el mismísimo rey aragonés Jaime I la recibió y se enamoró de su exótica belleza, llegando incluso a proponerle matrimonio. Sin embargo, el objetivo primordial noruego era vincularse con un futuro candidato a emperador de Occidente, lo que les podría favorecer en el control de la ciudad imperial de Lübeck y, en definitiva, del cereal del Báltico.

Claustro de San Fernando

De Barcelona se dirigió la princesa hacia Castilla, pasando primero por Soria y luego por Burgos, donde se hospedó la víspera de Nochebuena de 1257 en el Monasterio de las Huelgas. Allí la recibió la hermana del rey Alfonso X y abadesa del convento, doña Berenguela. Poco tiempo después llegó por fin a Valladolid, donde se desposó con el infante don Felipe, un hombre que, al parecer, se vio obligado a abandonar bruscamente su carrera eclesiástica, pues hasta ese momento había sido arzobispo de Sevilla, ciudad recién conquistada a los musulmanes. Fue precisamente éste el lugar donde residió la pareja, aunque menos tiempo del que seguramente pensaban, pues en 1262, solo cuatro años después de la boda, Kristina falleció. Algunos dicen que se la llevó la meningitis (en el interior de su sarcófago se encontró una receta para tratar la infección de oído) y otros, los más románticos, la melancolía y la pena por echar de menos a su patria de verdes montañas y a sus gélidas gentes.

A veces una preciosa historia puede cambiarte la hoja de ruta de un viaje. El día que, yendo de camino a Cantabria, decidimos parar a dormir en Covarrubias, un pueblo situado a unos 40 km de Burgos, no imaginábamos que íbamos a quedar prendados sin remedio de la belleza de su arquitectura y que por este motivo íbamos a cambiar nuestros planes. Covarrubias puede presumir de una larga lista de personajes egregios vinculados a ella, pongamos solo dos ejemplos: Francisco Vallés, apodado el Divino Vallés, el médico personal del rey Felipe II, era natural de Covarrubias, y el legendario conde Fernán González, impulsor de la construcción del Torreón que lleva su nombre, está enterrado en la colegiata de la villa. Sin embargo, de de todos ellos sin duda la princesa noruega Kristina es quien más ha marcado a vecinos y visitantes. Nosotros, debemos confesarlo, también sucumbimos a su encantamiento.

Estatua de la princesa Kristina de Noruega en Covarrubias

Así pues, decidimos hacer un alto en nuestra ruta al norte para dedicar un día entero a explorar Covarrubias, el lugar donde yacerán para siempre los restos de Kristina, y Burgos, la ciudad en la que ésta celebró la Nochebuena del año 1257 cuando iba de camino a Valladolid. Esta es, pues, la crónica de un inesperado (y provechoso) cambio de planes.

Covarrubias, donde yace la princesa noruega

Quién nos iba a decir a nosotros que aquella noche íbamos a dormir en uno de los pueblos más bonitos que podemos recordar. Después de 5 horas de trayecto desde Cieza, llegamos un jueves pasadas las 21h de la noche a Covarrubias, ubicado en el corazón de la comarca burgalesa del Arlanza, territorio repleto de numerosos tesoros naturales y patrimoniales como el Monasterio de Santo Domingo de Silos, la villa de Lerma o el Desfiladero de la Yecla, entre muchos otros. Dejamos el coche fuera del recinto del casco histórico, accediendo al mismo a través de la única de las tres puertas que aún sobrevive de lo que fue la antigua muralla y que posteriormente se convirtió en el Archivo del Adelantamiento de Castilla, edificio levantado en el siglo XVI por orden del mismísimo Felipe II que actualmente alberga la Oficina de Turismo. Al traspasarlo, nos quedamos boquiabiertos ante la extraordinaria belleza de este pueblo medieval. ¡Pero bueno! ¡Qué bonito es esto!

La dueña del Hotel Rural Princesa Kristina (el nombre de nuestro alojamiento iba a ser la primera referencia con la que nos topamos), a muy pocos metros de la Plaza Mayor, nos recibió muy atentamente y se apresuró a recomendarnos un buen sitio para cenar.

LOS CANTINELEROS RECOMIENDAN…

El Restaurante Casa Galín, establecimiento de casi 200 años de antigüedad situado en una antigua casa de arquitectura típicamente tradicional castellana, al frente del cual han permanecido cinco generaciones de una misma familia, se encuentra en plena Plaza Mayor de Covarrubias. En su acogedor comedor cenamos unas estupendas costillas de cordero y una costilla de cerdo por un precio más que aceptable. ¡Más que recomendable!

Restaurante Casa Galín

Después de una suculenta cena decidimos dar un paseo nocturno por Covarrubias. Disfrutamos tanto de cada paso que dimos que decidimos retrasar nuestra llegada a Cantabria y dedicar la mañana siguiente a explorar el pueblo con más detalle.

Covarrubias ha recibido el orgulloso sobrenombre de «la cuna de Castilla». En el año 978, cuando Castilla todavía no era un reino sino un conjunto de condados dependientes del reino astur-leonés, se proclamó a Covarrubias capital de un infantado que se extendía por gran parte de las provincias actuales de Burgos Santander, Álava, logroño y Palencia. La villa pasó a ser el centro administrativo de un gran señorío eclesiástico cuyo lugar más importante sería su monasterio. El conde castellano García Fernández fue quien fundó el Infantado de Covarrubias, entregándolo como dote a su primogénita, doña Urraca (quien fue nombrada además abadesa del monasterio) y completando así un proceso que ya había iniciado su padre, el conde Fernán González, quien orientó su política a liberar el territorio castellano del dominio de los reyes leoneses, además de tener una activa participación en la reconquista contra los musulmanes. Como veremos más tarde, este legendario personaje quedó fuertemente vinculado a la localidad.

Calle de Covarrubias

Covarrubias es Castilla en estado puro, uno de los mejores ejemplos que existen de la arquitectura popular castellana, razón por la cual fue declarado Conjunto Histórico-Artístico Nacional en 1965, además de uno de los pueblos más bonitos de España por la asociación del mismo nombre. Su rasgo más característico, la estructura de sus casas con entramados y soportales de maderas, la mayoría de tres pisos de altura, que nos transportan directamente cientos de años atrás en el tiempo.

Casas entramadas de Covarrubias
Casas con soportales de Covarrubias

Nuestro paseo matutino por Covarrubias comienza en la Iglesia de Santo Tomás. La construcción que vemos hoy en día pertenece al siglo XV, aunque la original fue levantada en el siglo XII. Posee algunos elementos interesantes como su colección de retablos, una vidriera renacentista y una hermosa pila bautismal románica (la original del templo del siglo XII), aunque la auténtica joya de la iglesia es su escalera de acceso, plateresca.

Iglesia de Santo Tomás
Iglesia de Santo Tomás
Alrededores de la Iglesia de Santo Tomás

Más tarde nos dirigimos al único fragmento de muralla de la antigua villa que todavía queda en pie, restos que datan del siglo X hasta el XIII y que bordean el río Arlanza a través de un camino precioso. Las crónicas apuntan a que fue el Divino Vallés, médico renacentista natural de Covarrubias que ha pasado a la historia por ser el médico personal del rey Felipe II, quien mandó derribar una gran parte de esta muralla en el siglo XVI para airear la villa y combatir la peste que asolaba la región.

Colegiata de San Cosme y San Damián

A través de la muralla llegamos a la Colegiata de San Cosme y San Damián, de la cual me atrevería a decir que es uno de los templos más interesantes de la provincia de Burgos, por su valor arquitectónico e histórico. Sobre una anterior iglesia románica se levantó este elegante edificio gótico de finales del siglo XV, aunque con algunos repuntes del siglo XVI, como el rosetón de la fachada principal, con hermosas tracerías de inspiración mudéjar.

Atrio de la Colegiata de San Cosme y San Damián
Rosetón de la Colegiata de San Cosme y San Damián
Acceso de la Colegiata de San Cosme y San Damián

Su catedralicio interior, que presenta planta de cruz latina con tres naves cubiertas por bóvedas de crucería, alberga más de treinta enterramientos. La zona del presbiterio está reservada a los sepulcros más ilustres, entre los que destacan a ambos lados del altar los del conde Fernán González y su primera esposa doña Sancha (ambos trasladados aquí en 1841 desde el Monasterio de San Pedro de Arlanza). Una inscripción en la balaustrada que cierra el altar mayor informa de que a los pies del retablo se ubican los tres sepulcros de “las santas infantas”. A ver si no nos liamos con los nombres: el de la derecha pertenece a la reina doña Urraca, hija del conde Fernán González y esposa de Ordoño III de León; el del centro, a la infanta doña Urraca, nieta del conde Fernán González y para la que su padre, el conde García Fernández, instituyó el Infantado de Covarrubias; el de la izquierda, a la infanta doña Sancha, aunque en realidad esta buena mujer no está enterrada aquí, sino en el Panteón Real de la Colegiata de San Isidoro de León.

Todavía nos queda un personaje ilustre por mencionar de los que se encuentran enterrados en la Colegiata de Covarrubias, precisamente aquel que hemos utilizado como leitmotiv de este artículo. ¿Recordáis que al principio habíamos mencionado que la princesa Kristina de Noruega había muerto en Sevilla solo cuatro años después de su casorio con el infante don Felipe de Castilla? Pues a la pobre la enterraron precisamente en esta colegiata. Quién se lo iba a decir a ella, que su cuerpo esculpido por el frío de los fiordos iba a terminar en un pequeño sepulcro gótico adosado a una de las paredes de un claustro castellano. Si es que uno nunca sabe dónde va a disfrutar del descanso eterno… ¿Y cómo fue que terminó aquí, os preguntaréis? Pues es que resulta que su marido, el infante don Felipe, antes de casarse había sido arzobispo de Sevilla, esto ya lo habíamos dicho, pero es que antes de eso había sido abad de la Colegiata de Covarrubias. Lo que fue una lástima en mayúsculas fue no poder presentar nuestros respetos ante su sepulcro pues el claustro se encontraba cerrado a aquellas horas de la mañana (cosas de los pueblos). Tampoco pudimos visitar el museo de la colegiata, que por lo visto alberga auténticas obras de arte atribuidas a Gil de Siloé, Berruguete y Jan Van Eyck. Pues eso, que tendremos que volver algún día.

Eso sí, de lo que no nos quedamos con las ganas fue de admirar la pequeña estatua de bronce de la princesa Kristina que planta su estampa justo delante de la fachada principal de la colegiata. Esta estatua, obra de 1978 del escultor noruego Brit Sørensen, fue un regalo del pueblo de Tønsberg (el punto desde el que salió la princesa en su viaje a Castilla) al de Covarrubias.

Por cierto, no ha sido esta la única muestra de colaboración entre Noruega y España en relación a esta historia: se cuenta que, antes de celebrarse el enlace entre la princesa y el infante don Felipe, el primer deseo que ella le expresó fue que mandara construir una iglesia en honor al santo rey Olav, petición que fue aceptada por su futuro marido. Sin embargo la repentina muerte de Kristina hizo que este deseo nunca llegara a cumplirse. Pues bien, 800 años después una bonita iniciativa que tuvo como protagonistas a la Fundación Princesa Kristina de Noruega en colaboración con el Ayuntamiento de Covarrubias, la Escuela de Arquitectura de Oslo y la Escuela de Arquitectura de Valladolid, hicieron posible en 2007 el cumplimiento de ese deseo con la construcción de la Capilla de San Olav en el bello paraje del Valle de Los Lobos, a unos 3 km del pueblo. Un edificio religioso de arquitectura contemporánea que sirve también para la celebración de actos culturales.

Retomamos nuestro paseo por Covarrubias en la preciosa Plaza del Rey Chindasvinto, que toma el nombre del monarca visigodo que fundó Covarrubias allá por el siglo VII. Allí reparamos en un detalle que nos llamó poderosamente la atención, en Covarrubias las pajareras tienen forma de las típicas casas populares castellanas.

Plaza del Rey Chindasvinto
Pajarera de Covarrubias

Precisamente a unos pocos metros de allí se encuentra el máximo exponente de este tipo de casa popular. Nos referimos a la Casa de doña Sancha, auténtico símbolo de Covarrubias, que recibe el nombre de la que fue mujer del conde Fernán González. Levantada en el siglo XV, el estado de conservación de su fachada de adobe y clásico entramado de madera oscura es sencillamente impresionante.

Casa de doña Sancha, la casa más fotografiada de Covarrubias

Torreón de Fernán González

Otra de las leyendas que han circulado siempre por Covarrubias (aunque ésta quizás con algo menos de sustento histórico) tiene que ver con el Torreón de Fernán González, el otro gran monumento del municipio, mucho más antiguo que su colegiata pues data ni más ni menos que del siglo X, en la época en que el conde más mitificado de Castilla, Fernán González, estableció una red de fortificaciones a lo largo del río Arlanza como última línea de defensa de su señorío de Lara, situado pocos kilómetros al norte, ante los ataques de Abd al Rahmán III (en realidad, de todas ellas, el Torreón de Covarrubias es el único que aún queda en pie). Es, por tanto, la edificación más antigua de toda la provincia de Burgos y uno de los únicos edificios militares que nos ha llegado en buen estado de conservación de todo el periodo prerrománico español.

Torreón de Fernán González, a la izquierda

Pues bien, esta leyenda tiene que ver con la infanta doña Urraca (nos referimos a la hija del conde, no a su nieta, que también se llamaba Urraca), de la cual siempre se ha dicho que su padre la encerró en este torreón como castigo por unos amoríos con un pastor, incumpliendo así sus deberes como infanta. De ahí que también se le conozca como Torreón de doña Urraca.

Plaza de doña Sancha, dominada por el torreón

El torreón, uno de los primeros símbolos de la historia de Castilla, se encuentra rodeado por un gran muro dotado de un paseo de ronda que pertenecía al desaparecido Palacio de Gobierno del Infantado de Covarrubias, levantado en el siglo XII. Desgraciadamente y al ver que este monumento abría muy tarde aquella mañana, decidimos no esperar para no perder demasiado tiempo y continuar así con nuestra visita del pueblo.

Tienda artesanal de Covarrubias

Desde allí nos dirigimos a la Plaza Mayor, un amplio espacio parcialmente porticado donde se encuentra el llamado Palacio de Fernán González (actual Ayuntamiento de la villa). Su nombre se debe a la tradición oral de los habitantes de Covarrubias, que atribuía la residencia del onmipresente conde.

Plaza Mayor de Covarrubias
Casa de piedra de la Plaza Mayor
Palacio de Fernán González (Ayuntamiento de Covarrubias)

Terminamos nuestra visita a este bello pueblo castellano justo en el lugar en el que la habíamos comenzado la noche anterior, en el principal acceso al casco histórico, el Archivo del Adelantamiento de Castilla. Se dice que esta puerta de la antigua muralla fue construida allá por el siglo XVI en honor a El Divino Vallés por orden del rey Felipe II. El proyecto se debe a Juan de Herrera y la ejecución a Juan de Vallejo. ​Hoy en día es sede de la Oficina de Turismo del pueblo.

Burgos, donde yace el Campeador

Altamente satisfechos por haber visitado esta maravilla de pueblo regresamos al hotel, cogimos nuestras maletas y nos dirigimos al coche para tomar rumbo a la ciudad de Burgos, a la cual llegamos en unos 35 minutos.

Hacia finales del siglo XI el conde castellano Diego Rodríguez Porcelos fortificó el cerro de San Miguel sobre el río Arlanzón agrupando diversos asentamientos preexistentes , distintos burgos que originarían la ciudad. Más tarde, como cabeza del condado de Castilla y posterior capital del reino castellano-leonés, contribuyó decisivamente a la tarea reconquistadora con figuras como el Cid Campeador, la mítica figura burgalesa y castellana por excelencia. Su ubicación en el Camino de Santiago añadió a la importancia militar un creciente desarrollo económico, de forma que en el siglo XIII Burgos ya poseía un marcado carácter urbano y comercial (basado fundamentalmente en la distribución de la lana que se exportaba a Flandes). Burgos alcanzó su época dorada con los Reyes Católicos, quienes instalaron aquí el Consulado del Mar, adjudicándole el monopolio del comercio entre Castilla y su extensa área de influencia europea.

Burgos es una de las ciudades más excepcionales de nuestra geografía, con un extraordinario patrimonio cultural que dificultó enormemente nuestra tarea de decidir aquellos lugares que queríamos ver. Como solamente íbamos a estar un día, nos decantamos por los tres lugares de obligada visita (la Catedral, el Monasterio de las Huelgas y la Cartuja de Miraflores), quedando en el tintero muchos otros como el sitio arqueológico de Atapuerca o el Museo de la Evolución Humana, que quedarán pendientes para una visita futura.

Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas

Comenzamos nuestra visita allí donde, según dicen las crónicas, la princesa Kristina de Noruega celebró la Nochebuena en su viaje a Valladolid: el Monasterio de las Huelgas (entrada 6€ por adulto). Situado en el barrio de las Huelgas, muy cerca del centro de la ciudad, se levanta este monasterio cisterciense femenino que fundaron en 1187 el rey Alfonso VIII y su esposa Leonor de Plantagenet, quien, al parecer, puso especial empeño en conseguir que las mujeres tuvieran las mismas responsabilidades y privilegios que los hombres dentro de la vida monástica. Las primeras mujeres que lo habitaron fueron un grupo de monjas procedentes de la localidad de Tulebras (Navarra), donde se encontraba el primer monasterio cisterciense de la Península. Sus primeras abadesas fueron la infanta Maiasol y la infanta Constanza, hija de los reyes fundadores.

Monasterio de las Huelgas
Monasterio de las Huelgas

Desde aquí recomendamos enormemente realizar la visita guiada en el interior de este conjunto religioso ya que gracias a nuestro guía, un hombre realmente apasionado por su trabajo, pudimos conocer los intrigantes tejemanejes de sus abadesas, las cuales atesoraron un poder tan elevado que incluso llegaron a estar por encima de la curia episcopal y del mismísimo rey de Castilla, tan solo solo debían rendir cuentas al Papa de Roma. Un caso absolutamente inaudito para la época. El Monasterio de las Huelgas llegó a convertirse en el primer centro monacal de Castilla y los privilegios de las abadesas se mantuvieron… ¡hasta el siglo XIX!

Monasterio de las Huelgas

Arquitectónicamente, el monasterio tiene una planta robusta y un imponente aspecto de fortaleza (todo el recinto llegó a estar amurallado). Las obras comenzaron en el siglo XII y se prolongaron bien entrado el siglo XIII, por lo que se pueden contemplar distintos estilos, como el románico, el mudéjar, el gótico y el renacentista. Las Huelgas fue concebido como un Panteón Real de los monarcas fundadores y de sus inmediatos descendientes durante el siglo XIII. Su interior alberga un espléndido conjunto de sepulcros, muchos de los cuales fueron expoliados durante los conflictos bélicos que ha sufrido Burgos a lo largo de su historia. Además de los reyes Alfonso y Leonor, también reposan aquí, entre muchos otros, los restos de su hija, doña Constanza, los de don Sancho, hijo de Fernando III el Santo y arzobispo de Toledo, o los de Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso X el Sabio, que no llegó a reinar porque murió antes que su padre. El guía, muy ameno y gracioso en sus explicaciones, relataba algunos de los «culebrones» que habían ocurrido durante las vidas de estos personajes, de manera que sabía crear un gran interés del cual habríamos carecido seguramente si hubiéramos visitado el lugar por libre.

Monasterio de las Huelgas

Al sur de la iglesia se abre uno de los espacios más destacados, el claustro de San Fernando, construido durante el reinado de Fernando III el Santo. Llaman la atención sus excelentes bóvedas de cañón apuntado en la cubierta que conservan en algunos tramos fragmentos con yesería hispanomusulmana. Sus principales motivos decorativos son heráldicos, ademñas de figuras de pavos reales y atauriques.

Claustro de San Fernando
Claustro de San Fernando

El punto álgido de la visita se encuentra justo al final, cuando accedes al Museo de Ricas Telas Medievales. Y es que en el interior de algunos de los sepulcros que albergaban los restos de aquellos personajes ilustres, se descubrió que los cuerpos estaban acompañados de sus preciosos trajes medievales correspondientes, ¡y prácticamente intactos! Algo increíble… Hoy en día, después de haber sido meticulosamente estudiados, se exhiben en una instalación museística especial.

Arco de Santa María

Después de salir del monasterio y comer en el Restaurante Abadengo, volvimos a coger el coche para dirigirnos al centro de la ciudad. Aparcamos en un párking público, muy cerca del Puente de Santa María que atraviesa el río Arlanzón. En la otra orilla se alza, imponente, el Arco de Santa María, que ya existía en época medieval como una de las doce puertas de acceso a la ciudad. De su presencia ya se hace eco el Cantar del Mío Cid, aunque su aspecto actual es muy diferente del de aquel tiempo, ya que en el siglo XVI se llevó a cabo una profunda remodelación por parte de Juan de Vallejo y Francisco de Colonia.

Puente de Santa María, con el Arco de Santa María al fondo

El arco fue concebido como un auténtico castillo flanqueado por dos enormes torres que culminan en cuatro torrecillas más y con un gran arco de triunfo que se abrió en honor a Carlos V con el fin de congraciarse con el monarca tras las revueltas comuneras que habían agitado Burgos. Hoy el Arco de Santa María es uno de los monumentos más emblemáticos de Burgos, no solo por su porte señorial, sino porque su fachada de piedra es un destacado catálogo artístico en el que aparecen representados los personajes más importantes de la ciudad durante la época de su construcción, tales como los jueces de Castilla, el conde Diego Rodríguez Porcelos (fundador de la ciudad), Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, y, como no podía ser de otro modo, el conde Fernán González (el muchas veces mal nombrado primer conde independiente de Castilla, pues el condado de Castilla siempre perteneció al reino de León).

Fotografiando el Arco de Santa María
Arco de Santa María

Catedral de Burgos

Una vez traspasado el Arco de Santa María, nos adentramos en la Plaza del rey San Fernando. Allí se yergue, poderosa como una montaña de piedra, la espléndida Catedral de Burgos (entrada 7€ por adulto), no solo el principal monumento de la ciudad, sino también una de las mejores joyas góticas de España, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNECO en 1984.

Catedral de Burgos

Sustituyendo a una iglesia románico anterior, la catedral gótica comenzó a construirse por iniciativa del rey Fernando III el Santo el 20 de julio de 1221. Un siglo después se completó el claustro y las capillas, y durante la segunda mitad del siglo XVI se añadieron las torres laterales de planta cuadrada y el cimborrio. Así, podemos distinguir dos fases claramente identificables: una primera de estilo gótico clásico (siglos XIII y XIV) que desarrollaron los primeros maestros, y una segunda de estilo gótico flamígero (siglos XV y XVI), el cual completará el templo embelleciéndolo aún más.

Catedral de Burgos

Al igual que en el caso de la Catedral de León, para su diseño los arquitectos se inspiraron en edificios franceses, como la Catedral de Reims, aunque a partir del siglo XV se asiste a un cambio de gustos estéticos, sustituyendo las influencias francesas por las germánicas y flamencas. En el exterior sorprende su excelente unidad arquitectónica y su fabulosa verticalidad, característica propia del estilo gótico. El mejor exponente de lo que decimos es su fachada principal, cuyas portadas fueron transformadas en el siglo XVIII en marcado contraste con el cuerpo central y con las dos torres coronadas por esbeltas agujas profusamente decoradas.

Fachada de la catedral

El interior de la catedral es majestuoso. Consta de tres espaciosas naves alrededor de las cuales se distribuyen trece hermosas capillas, crucero y girola. Cerca de la entrada, unas curiosas figuras articuladas o autómatas, el Papamoscas y su colega Martinillo, dan las horas de una forma muy peculiar en un curioso reloj mecánico del siglo XVI.

El cimborrio plateresco octogonal, obra de abigarrada decoración escultórica de Juan de Vallejo, enriquece enormemente la belleza del templo, hasta tal punto que el rey Felipe II llegó a afirmar que «más parece obra de ángeles que de hombres». Bajo la linterna del crucero, en un sencillo sepulcro, descansan los restos de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, y su esposa Jimena.

Cimborrio de la catedral
Tumba de el Cid Campeador

En el siglo XVI se cerró la nave central con la sillería del coro, tallada en su mayor parte por el maestro Felipe de Vigarny, artista que también trabajó en el altar de la Capilla de los Condestables, una de las más bellas capillas del arte europeo. Obra de Simón de Colonia, fue construida en el siglo XV para el condestable de Castilla, Pedro Fernández de Velasco y su esposa, Mencia de Mendoza y Figueroa (matrimonio que, por cierto, dejó su impronta en en el encargo de otra emblemática obra burgalesa, el Palacio de los Condestables, popularmente conocido como la Casa del Cordón). La capilla es una muestra única del gótico flamígero, quizás por ello nos recordó tanto a otra preciosa capilla que hay en la Catedral de Murcia, la Capilla de los Vélez.

Sillería del coro
Capilla de los Condestables
Sepulcros de los condestables de Castilla, en la Capilla de los Condestables

Enriqueciendo también el conjunto catedralicio, las numerosas obras de arte que se fueron acumulando a lo largo de los siglos. Destaca sobremanera por su enorme valor artístico la escalera que comunica el interior con la Portada de la Coronería, por donde llegaban los peregrinos del Camino de Santiago. Se la conoce como Escalera dorada, una obra del genial escultor Diego de Siloé, levantada en el siglo XVI con claras influencias del Renacimiento italiano. Fue esculpida con una enorme riqueza iconográfica en la que no faltan los motivos vegetales y los animales fantásticos, que se distribuyen a lo largo de los arcos y los muros de la escalera. La excelente baranda de hierro sobredorado y los interesantes peldaños inferiores semicicrculares han sido relacionados con el diseño de la Biblioteca Laurenciana que Miguel Ángel realizó en Florencia.

Escalera dorada

Desde el brazo derecho del crucero se accede al claustro, construido en el siglo XIV. En el segundo de sus pisos se ha instalado el museo catedralicio, que exhibe una rica colección de pinturas, esculturas, tapices y otros objetos religiosos.

Claustro de la catedral

Nuestra visita de la catedral finalizó de nuevo en el exterior. Y es que quisimos bordear todo el perímetro del colosal edificio para disfrutar de todos sus detalles y recovecos más secretos. En ese preciso momento comenzó a llover ligeramente en Burgos pero no nos importó lo más mínimo.

Plaza Mayor y Paseo del Espolón

Desde allí y acompañados por una fina lluvia nos dirigimos a la cercana Plaza Mayor, un amplio espacio abierto con suelo de ladrillo rojo rodeado por un conjunto de edificios de llamativos colores que tienen en sus bases un soportal con arcos, siguiendo la típica estructura de las antiguas plazas castellanas. Antiguamente llamada Plaza de Mercados Semanales, se convirtió en el mayor centro de actividad comercial de Burgos. En ella se abría la Puerta de las Carretas, por donde entraban los carros a los mercados que abastecían la ciudad, y bajo los soportales se distribuían los puestos de venta. En el año 1791 la plaza sufrió una importante remodelación que la convirtió en el principal centro administrativo de la ciudad. Presiden la plaza el Ayuntamiento y el monumento a Carlos III en forma de estatua.

Plaza Mayor de Burgos

Colindante a la plaza y paralelo al río se encuentra el Paseo del Espolón, el más habitual punto de encuentro de los burgaleses. Frente a él, se extiende el Espoloncillo, donde puede verse un sencillo monolito que recuerda la salida del Cid a su destierro. Nosotros lo recorrimos en un agradable paseo hasta llegar a la estatua ecuestre del Cid, esculpida en 1955 en bronce por Juan Cristóbal González Quesada, según parece una de las 7 esculturas sobre el héroe que campean en el mundo (las otras están en Nueva York, San Diego, Buenos Aires, San Francisco, Sevilla y Valencia).

Recorriendo el Paseo del Espolón

Regresamos al coche y ponemos rumbo al este. Al final del Paseo de la Quinta, a unos 4 kilómetros del casco histórico de la ciudad, se encuentra otra de las visitas imprescindibles para el viajero que visita Burgos.

Río Arlanzón en su paso por Burgos

Monasterio de la Cartuja de Miraflores

Durante loa Baja Edad Media este lugar era un coto de caza destinado al ocio del rey Enrique III el Doliente y en él mandó levantar su palacio real. después fue su hijo, Juan II, el que recogiendo la voluntad de su padre, cambió el destino del palacio cuando en 1441 lo cedió a una comunidad de monjes cartujos para que se establecieran en el lugar bajo la advocación de San Francisco de Asís. Isabel la Católica le daría a la construcción del monasterio su último impulso, poniendo en la dirección de las obras arquitectónicas a Juan Colonia (a quienes le sucedieron luego otros) y de las escultóricas al gran Gil de Siloé. Estamos en la Cartuja de Miraflores (entrada gratuita), una joya del gótico tardío.

Cartuja de Miraflores
Interior de la iglesia

De entre todo su rico repertorio artístico, el interior de la iglesia alberga dos obras excepcionales del genial escultor: el retablo que talló entre 1496 y 1499 en colaboración con Diego de la Cruz, organizado no como un tríptico como era habitual, sino como un tapiz de una gran riqueza iconográfica, y el sepulcro de alabastro de los reyes Juan II e Isabel de Portugal (padres de Isabel la Católica) con forma de estrella de ocho puntos, junto al sepulcro con estatua orante del infante don Alfonso. Ambas obras, junto a otras maravillas que alberga, hacen de la Cartuja un auténtico museo.

Retablo de Gil de Siloé
Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal
Detalle del sepulcro
La Anunciación de Berruguete

Era la hora de abandonar Burgos para continuar nuestro viaje al norte. Y es que en un primer momento ni siquiera íbamos a visitar esta ciudad. De hecho solo íbamos a hacer noche en Covarrubias y continuar a la mañana siguiente hacia Cantabria, el verdadero destino de aquel verano. Lo que ocurre es que en ocasiones la vida te tiene preparada alguna que otra sorpresa, y la nuestra fue toparnos con la inesperada belleza de Covarrubias y la historia de la princesa noruega que allá por el siglo XIII emprendió un viaje a Castilla para casarse con un infante. Aquella que, durante su ruta, paró en Burgos a hospedarse en el Monasterio de las Huelgas. Quizás ella y su séquito no tenían programada esa parada, igual que nosotros no teníamos programada la nuestra. ¡Benditos cambios de planes!

¿Os ha gustado la historia de la princesa Kristina? ¿Alguna vez habéis variado vuestra hoja de ruta porque un lugar os ha conquistado irremediablemente? ¡Contádnoslo en vuestros comentarios!

¡Hasta pronto cantineleros y cantineleras!

ETAPA SIGUIENTE: RUTA 4 DÍAS POR CANTABRIA

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