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Los templarios del Maestrazgo

Ruta de 3 días

En España existen muy pocas comarcas cuyo nombre sea tan significativo como la del Maestrazgo. El propio origen etimológico de la palabra, que deriva de maestre (término relativo a la máxima autoridad de las antiguas órdenes militares, el Gran Maestre) ya nos indica que este territorio perteneció a la Orden del Temple y más tarde, tras la supresión eclesiástica de ésta, a la Orden de San Juan del Hospital. Obviamente el Maestrazgo no fue la única región peninsular donde se establecieron los templarios (en los reinos de Aragón, León, Castilla y Portugal tuvieron un papel militar determinante durante la denominada Reconquista) pero sí es uno de los lugares cuya impronta puede apreciar con una mayor claridad el visitante.

Aprofitant l’avinentesa, como diríamos en mi tierra (que en este contexto vendría a significar algo así como que la ocasión la pintan calva), le regalé a Inma una escapada romántica exprés de 3 días (esta vez sin la pequeña cantinelera) por su cumpleaños en la que regresaríamos a la provincia de Teruel, esta vez para seguir el rastro que los templarios, espléndidos constructores, dejaron en este territorio tan especial. Ante mi sorpresa descubrí que a mi mujer siempre le había interesado todo lo concerniente a esta orden militar (nunca la terminaré de conocer del todo, por suerte), de modo que la jugada me salió redonda.

Nuestra primera vez en la provincia de Teruel fue allá por 2015, cuando recorrimos juntos la capital del mudéjar y algunos pueblos de las comarcas de Sierra de Albarracín y Gúdar-Javalambre. ¿Te apetece recordarla con nosotros? ¡Haz click en el SIGUIENTE ENLACE!

Antes de comenzar creo conveniente aclarar que en realidad nunca ha existido una demarcación geográfica conocida como Maestrazgo hasta el año 1999, a partir del cual existe oficialmente la comarca Maestrazgo en la provincia de Teruel cuya capital es el pueblo de Cantavieja, una de las dos antiguas encomiendas templarias de este territorio.

Sin embargo también existe un Maestrazgo en la provincia de Castellón (que los valencianos llaman Maestrat), y que, aunque en la actualidad no constituya una delimitación territorial desde un punto de vista administrativo, conserva también numerosísimas huellas templarias en sus 3 comarcas: Alt Maestrat, Baix Maestrat y Els Ports. En esta ocasión nos vamos a centrar en el Maestrazgo turolense (Castellón, ¡espéranos!) pero tomaremos como punto de partida de nuestra ruta la localidad histórica de Morella, capital de la comarca castellonense de Els Ports.

Para terminar nuestra escapada y ya de camino a casa, el último día aprovecharemos nuevamente l’avinentesa para recorrer tres fabulosos pueblos de la comarca turolense de Gúdar-Javalambre. Está muy claro, ¿no? ¡Pues empezamos!

La Orden del Temple, ¡qué fascinación!

Aunqueeee… antes de empezar con nuestra ruta, ¿qué os parece si nos paramos a conocer a los principales protagonistas de este post? ¿Quiénes fueron en realidad los templarios? Y resalto expresamente lo de en realidad porque uno ya no sabe qué hay de cierto y qué hay de mitificado en lo referente a la Orden del Temple. Ha sido tal la fascinación que ha ejercido esta orden militar medieval a lo largo de los siglos y son tantas las publicaciones relacionadas con los templarios que uno no sabe por dónde empezar a documentarse.

El mito templario

Y es que el mito templario resulta enormemente atrayente y cautivador. Para no caer en la tentación (que según Óscar Wilde, es precisamente la mejor manera de librarse de ella), decidí acudir como casi siempre a un historiador de los de verdad, en este caso a Juan Eslava Galán quien escribió un pequeño librito titulado «Templarios, griales, vírgenes negras y otros enigmas de la historia» (Editorial Planeta, 2013), donde realiza un breve pero brillante análisis histórico de la orden y de lo que es aún más interesante, del origen del mito templario. Eslava Galán sostiene que todo lo que nos han contado acerca de las misteriosas prácticas ocultistas y esotéricas de los templarios es fruto de la imaginación de algunos hombres y mujeres del Romanticismo del siglo XVIII, un contexto en el que reinaba la nostalgia por la Edad Media y el interés por lo oculto. Fue entonces cuando al parecer algunas agrupaciones masónicas y otras mentes embaucadoras de la época propagaron entre las clases acomodadas europeas una serie de ideas que apuntaban a que la orden era protectora de un supuesto conocimiento iniciático de origen divino y que además dicho conocimiento fue de algún modo transmitido a las futuras generaciones de diferentes maneras, bien mediante claves ocultas escritas, bien mediante símbolos en sus numerosas construcciones.

Esto último por supuesto también afectaría a la zona del Maestrazgo, donde los templarios construyeron y mucho, lo que ha servido a algunos escritores como Jesús Ávila Granados para analizar rastros templarios en libros como «Templarios en el Maestrazgo» (Diversa Ediciones, 2016), una guía del territorio del Maestrazgo turolense en clave histórico-esotérica, nada que ver por tanto con la obra de Eslava Galán. Como entre estos dos libros, en este post iremos basculando entre la verdad y el mito, tratando aspectos de ambas realidades porque ambas son igualmente interesantes. Hemos hablado del mito templario pero volvamos a nuestra pregunta inicial: ¿quiénes fueron en realidad los templarios?

Un poco de historia de la buena

La Orden del Temple (en origen denominada la orden «de los pobres soldados de Cristo») fue una de las órdenes monásticas que surgieron en el contexto de las cruzadas entre finales del siglo XI y principios del XII. Inicialmente estas órdenes no estaban consagradas, como se ha dicho en muchas ocasiones, a batallar contra el infiel en defensa del Cristianismo, sino a la custodia de los peregrinos que deseaban seguir visitando Tierra Santa después de que los turcos selyúcidas se apoderaran del califato y, por ende, de los Santos Lugares. En vez de seguir respetando a los peregrinos cristianos como ya hicieran sus predecesores los califas abasíes de Bagdad (yo te respeto a cambio de los ingresos que me proporcionas),  los selyúcidas optaron sembrar la inseguridad en las rutas de peregrinación. Esto significaba un bloqueo importante en las principales rutas de comercio con Oriente que tantas riquezas habían proporcionado a Europa hasta ese momento, y eso no se podía tolerar (que sí, que durante el famoso concilio de Clermont en 1095 en el que el papa Urbano II instó al pueblo a alistarse en la primera cruzada al grito de «Dios lo quiere» la razón principal era rescatar los Santos Lugares de manos de los infieles, pero como bien sabemos detrás de una excusa religiosa hay siempre una razón económica o política).

De este modo a partir de 1099, año en que los primeros cruzados conquistan Jerusalén (creando entonces el Reino cristiano de Jerusalén) y vuelven a abrirse las principales rutas comerciales y caminos de peregrinación, surge la necesidad de defender a toda costa el reinstaurado status quo tan beneficioso para los reinos europeos, una situación nada fácil de mantener pues el enemigo estaba por todas partes. De ahí que a principios del siglo XII surgieran las primeras órdenes monástico-militares con el objetivo de velar por la seguridad de los peregrinos en su camino a Tierra Santa. Así, los hospitalarios y los templarios fueron las primeras órdenes creadas expresamente para combatir.

Cantavieja, antigua encomienda templaria

Si bien la Orden del Temple comenzó sus andares en la historia de manera modesta (solo nueve nobles la fundaron), su ascenso en el escalafón político fue meteórico, sobretodo a partir del momento en que fue oficialmente aprobada en el concilio de Troyes en 1129 gracias al inestimable apoyo del reformador cisterciense Bernardo de Claraval. Diez años más tarde los templarios, cuyo número de miembros y riquezas había aumentado de forma exponencial en poco tiempo (asunto éste último que ha alimentado la imaginación de muchos), consiguieron del papa una bula que les daba una autonomía casi completa. El Gran Maestre ya no debía responder ante reyes, a partir de ese momento por encima suyo solo tenía al papa.

La orden pasó a constituirse como una verdadera organización. Estaba dividida en encomiendas (o bailías) que se agrupaban, a su vez, en provincias. Con el tiempo los templarios se establecieron en Occidente, donde llegaron a tener 9 provincias que se sometían a la sede principal en Tierra Santa.

Los templarios en el Reino de Aragón

La introducción de la orden templaria en España se produjo de una forma bastante inusual. Aragón fue el primer reino peninsular, junto con el de Portugal, en el que se establecieron los templarios. En el año 1134 muere Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Navarra, disponiendo en su testamento que fueran los templarios, los hospitalarios y los custodios del Santo Sepulcro quienes heredaran su vasto reino, una polémica decisión que enfrentó a Aragón y al papado, de quien dependía la Orden del Temple (la única de las tres que en ese momento era reconocida de manera oficial). Finalmente y como era previsible no se respetó el testamento de Alfonso pero a cambio los templarios obtuvieron del nuevo gobernante un conjunto de villas y castillos (como Monzón, Remolins, Mongay, Chalamera, Barberá o Corbins), así como el compromiso de recibir una parte de los territorios reconquistados a los musulmanes.

A partir de ese momento la orden pasó a apoyar a los reinos cristianos en su lucha contra los «enemigos de la fe», jugando un papel fundamental en algunas de las batallas más importantes de la llamada Reconquista como la de Navas de Tolosa (1212) y ayudando a recuperar plazas tan estratégicas como Tortosa, Lérida, Miravet, Mallorca o Valencia. Por todo ello los templarios recibieron numerosas posesiones, como las que poseían en el Maestrazgo turolense. Aquí disponían ellos de dos encomiendas, Cantavieja y Castellote, dos lugares que visitaremos en esta escapada.

Castellote, con su castillo templario en la cima de la montaña

Un abrupto final

Después de más de un siglo resistiendo, en el año 1291 los musulmanes conquistaron el último bastión del reino cristiano en Tierra Santa, la ciudad de San Juan de Acre, lo cual significó el cierre definitivo de los caminos de peregrinación desde los reinos europeos (que esta vez ya no se molestaron por enviar más cruzadas) y, en consecuencia, un creciente sentimiento de desconfianza hacia las órdenes militares, especialmente la del Temple. A partir de ese momento desaparecía la motivación original por la que ésta había sido creada, recordemos, la de proteger a los peregrinos en Tierra Santa. Entonces, ¿qué sentido tenía ya mantener a esta organización? Sin embargo durante el último siglo y medio los templarios se habían vuelto muy poderosos, especialmente en Europa donde habían conseguido ser muy importantes en la vida política, militar y civil. Eran, además, propietarios de un gran número de villas, castillos y territorios. ¿Qué sucedió para que semejante organización desapareciera casi de la noche a la mañana?

A principios del siglo XIV el rey francés Felipe IV el Hermoso, enormemente endeudado (con el Temple, entre otros), inició su particular cruzada contra los templarios alegando motivos de lo más variopintos (acusaciones de herejía, adoración a falsos ídolos y sodomía, entre otros) para desacreditarlos ante el papa Clemente V, quien terminó cediendo a la presión del rey proclamando la supresión eclesiástica de la orden en 1307. Entonces los templarios fueron arrestados en sus conventos y encomiendas para ser posteriormente juzgados y torturados por los inquisidores para que admitieran las calumniosas prácticas de las que se les acusaba. En el Reino de Aragón muchos de ellos se encerraron en sus castillos y resistieron durante meses (en las fortalezas de Cantavieja y Castellote tuvieron lugar defensas heroicas por parte de los caballeros templarios). El último Gran Maestre de la orden, Jacques de Molay, fue quemado vivo en la hoguera junto a otros 36 templarios. Algunos dicen que antes de morir lanzó una maldición contra sus perseguidores en la que el Señor vengaría su muerte. Leyenda o no, la realidad es que el papa Clemente V murió solo un mes después y el rey Felipe IV lo hizo ocho meses después, al caer de su caballo.

Pueblo de Mirambel

¿Qué ocurrió con los bienes de la orden? En la mayoría de los casos pasaron a manos de los reinos o de otra orden militar. En el caso de las bailías templarias de la comarca del Maestrazgo fueron entregadas a los hospitalarios, reservándose el rey de Aragón mayores derechos sobre tales posesiones.

Ahora sí, ¡vámonos de viaje!

Día 1

El primer día lo teníamos reservado a conocer uno de esos lugares a los que uno le tiene ganas desde hace mucho, muchísimo tiempo, tanto tiempo que ni lo recuerdas. Dada su importancia histórica y su proximidad con la frontera aragonesa, Morella (capital de la comarca de Els Ports, en la provincia de Castellón) fue el punto de partida ideal de nuestra ruta templaria por el Maestrazgo turolense. A tan solo 30km, ya en territorio aragonés, se encuentra la pequeña villa de Mirambel, antigua población vinculada al Temple y centro de operaciones cantinelero, ya que allí se encuentra el Hotel Las Moradas del Temple (qué apropiado, ¿no?), lugar que escogimos para pernoctar dos noches. En la actualidad ambos pueblos forman parte de la lista de los más bonitos de España.

Madrugamos y después de dejar a Elia con los abuelos ponemos rumbo a nuestro primer destino del día, Morella, donde llegamos en aproximadamente unas 4 horas. El último tramo de la Nacional 232 es especialmente abrupto, el paisaje se llena de subidas y bajadas, de barrancos, peñascales y yermos pero la recompensa final merece mucho la pena.

Morella, enclavada en la historia

Desde que fue reconquistada a los musulmanes en 1232, Morella siempre ha dependido de un rey y nunca fue propiedad templaria. Es por esta razón por la que hoy en día no se pueden encontrar en ella vestigios relacionados con el Temple. Sin embargo sí tuvo que ser forzosamente ruta de paso para los caballeros que se instalaron en diferentes lugares de la actual provincia de Castellón (Ares del Maestre, Peñíscola, Culla o Alcalá de Xivert, entre otros).

Dado su rico y extenso patrimonio hemos creído oportuno escribir un post completo sobre Morella, la perla histórica de la provincia de Castellón. Puedes leer el post en el SIGUIENTE ENLACE pero… ¡recuerda continuar leyendo después el resto de la ruta por el Maestrazgo turolense!

Morella

Mirambel, sosiego entre murallas

En estos lugares secos, altos, de aire puro y limpio, el resplandor de los astros está lleno de fulgores. Entonces, desde el camino, se ve a Mirambel con sus murallas y sus paredes blancas con el aspecto de un pueblo fantástico, como metido en una campana de cristal…

La venta de Mirambel, Pío Baroja

Tras visitar Morella, volvemos al parking a por el coche y ponemos rumbo a Mirambel, ya en el Maestrazgo turolense, a apenas 30 km de allí atravesando la llanura que separa ambas localidades. «¡Volvemos a estar en Aragón!», pensamos ambos, y es que como bien sabéis un vínculo muy primigenio nos une a esta tierra. Es volver a cruzar la frontera aragonesa y algo muy desde las tripas nos vuelve a recordar que en otra vida y en otro tiempo nosotros nacimos y vivimos aquí. Pero a lo que vamos. Lo primero que hacemos al llegar es atravesar con el coche el Portal de las Monjas, una de las antiguas puertas de la muralla medieval, y aparcar justo enfrente del que va a ser nuestro alojamiento base de estos 3 días (de no ser así, no se permite la entrada con vehículo al casco histórico), el Hotel Las Moradas del Temple, en la calle Agustín Pastor (vamos, la calle mayor del pueblo) y del cual os hablaremos detenidamente más abajo. Nuestros anfitriones Adelaida y Sergio consiguieron en su día lo impensable: reformar una antigua casa del pueblo para recrear una morada templaria. Poco más podemos añadir a tal hazaña, solo que este hotel, por su extremada belleza, debería ser considerado un monumento más a visitar de los muchos que atesora el pueblo (debería ser obligatorio para cualquier visitante pasar al menos una noche aquí).

Hotel Las Moradas del Temple

Después de instalarnos en nuestra preciosa habitación, la Suite Doncella de Orleans, salimos a explorar al fin uno de los conjuntos urbanos medievales mejor preservados de toda España. No lo decimos solo nosotros: en el año 1982 Mirambel fue el primer pueblo español en recibir el premio Europa Nostra por la impecable labor de rehabilitación y restauración que de sus calles y monumentos se llevó a cabo en la década de los 70 (¡incluso vino a visitarlo la Reina Sofía!).

Torre del Portal de las Monjas, entrada al pueblo
Calle Agustín Pastor de Mirambel

Lo de venir a Mirambel por su pasado templario fue la más preciosa excusa que se nos ocurrió. Para que me entendáis, si bien de Morella nos habíamos llevado la impresión de que la historia le había ganado claramente la batalla a la belleza, en Mirambel iba a suceder exactamente lo opuesto. Y eso que su pasado histórico resulta igualmente evocador: después de que el rey Alfonso II de Aragón la conquistara a los musulmanes en 1169, la villa pasó a manos primeramente de la Orden del Santo Redentor y posteriormente, ya en 1196, a la Orden del Temple. Los templarios planificaron y diseñaron el actual trazado urbano de Mirambel, construyendo también un castillo en medio de la población y un lienzo de murallas con cinco torres (una de ellas es el Portal de las Monjas) protegiéndolo. Hoy, milagrosamente, el perímetro de la muralla de Mirambel junto con sus casas adosadas se conserva casi intacto.

Muralla de Mirambel

¿SABÍAS QUE…?

Parece ser que a los arquitectos de la muralla se les agotó la piedra antes de concluirla, cosas que pasan… Para solucionar el problema el comendador de Cantavieja, encomienda templaria a la que pertenecía Mirambel, mandó desmantelar una de las iglesias del pueblo para terminar la tarea, motivo por el cual el papa de entonces no dudó en excomulgar al pueblo. Menos mal que siglos más tarde, el papa Luna, el aragonés Benedicto XIII hizo posible el levantamiento de la excomunión a cambio de que se levantara otra iglesia de iguales dimensiones que la desaparecida.

Mirambel nunca se expandió extramuros, aquí no encontraréis edificios modernos que compriman el casco histórico. Aquí solo hay casco histórico, muy pequeño, de muy pocas calles. En este sentido es un pueblo auténtico de los de antes, por el que pasear se resume más o menos en la siguiente situación:

– Mira qué calle más bonita… ¡Y mira esa otra! Qué maravilla… Espera, ¿no habíamos pasado antes por aquí?

– Creo que sí, pero desde el otro lado…

– ¡Es cierto!… ¿Te apetece volver otra vez?

Así es Mirambel, un continuo volver otra vez. Nosotros recorrimos las mismas calles empedradas una y otra vez, desde un lado y luego desde el lado opuesto, pasando por las mismas placitas por las que habíamos pasado hacía solo unos minutos, una y otra vez. Como dos enamorados que transitan por los mismos caminos una y otra vez encontrando siempre distintos detalles en los que detenerse, unas balconadas de madera que parece que tengan miles de años, una puerta con carácter o un callejón impregnado de historia. Una vez leí en el blog lospobrestambiénviajamos de mi compañera Marina que pasear por Mirambel era como una historia de amor. Estoy de acuerdo.

Calles de Mirambel

Para nuestra sorpresa apenas nos cruzamos con algunos habitantes de edad avanzada (¡solo vimos a un niño!) y un par de turistas mal contados. En total, cuatro gatos. En Mirambel no encontrarás cables de la luz ni contaminación alguna. ¿Cómo es posible que pudiéramos disfrutar en pleno junio de Mirambel, uno de los escenarios más enteramente templarios de toda la Península, prácticamente a solas? Menudo lujo es pasear a solas entre notables muestras de casas solariegas con ventanas ojivales y remates superiores con voladizos de madera, palacios renacentistas que dan cuenta de la época de esplendor que la villa vivió a partir del siglo XVI gracias al comercio de la lana. A

A propósito, una curiosidad: en la fachada del palacio más grande de todo Mirambel, el Aliaga, había un cartel en el que ponía «EN VENTA Casa Aliaga. Casa señorial del siglo XVI. 1300 m² de vivienda. 550 m² de patios. Posibilidad de hotel rural con 14 habitaciones, restaurante, piscina cubierta con spa, gimnasio sauna y terraza chillout». ¡Casi ná!

Calles de Mirambel
Calles de Mirambel

A diferencia de otros lugares, el atractivo de Mirambel no reside en sus monumentos, sino en el conjunto en sí. Aunque eso no significa que no los tenga. Durante nuestro paseo fuimos a chocar con algunos de ellos de una manera casual pues aquí hay que venir a perderse por obligación y por educación. El primero de ellos es el anteriormente citado Portal de las Monjas, uno de los 5 que antiguamente daban acceso a la villa, cuyo nombre procede del anexo Convento de Agustinas Ermitañas, actual sede de la Oficina de Turismo y del Centro de Interpretación de Arquitectura del Maestrazgo. Fundado por el rey Felipe II, el convento funcionó como tal hasta 1980. En su interior, bien escondidita, se encuentra la Iglesia de Santa Catalina, de una sola nave (hoy en día se puede visitar por dentro mediante visita guiada). Al pasar al otro lado del portal, uno debe darse la vuelta para admirar un elemento decorativo sin parangón, probablemente el más fotogénico de la localidad, las celosías de barro, yeso y madera de inspiración mozárabe que se encuentran en su parte superior. En realidad éstas separaban antiguamente el coro y la nave de la iglesia interior del convento, y evitaban que las monjas fuesen vistas por los que asistían a misa.

Portal de las Monjas, con el convento a la izquierda
Celosía del Portal de las Monjas

En el centro del pueblo se levantan orgullosos los 3 monumentos más representativos, junto al convento, de Mirambel: el Ayuntamiento renacentista del siglo XVI levantado por orden de Felipe II según consta en el escudo de armas que podemos ver en la fachada, la imponente Iglesia de Santa Margarita, barroca, del siglo XVII (aunque reconstruida en el XIX después de un incendio originado en la guerra carlista) y cómo no, el castillo templario, que pide a gritos una restauración a pesar de que conserva su estructura original. ¿No resulta curioso que justamente el monumento más emblemático de un pueblo impecablemente rehabilitado se encuentre en semejante estado?

Ayuntamiento e iglesia parroquial de Mirambel
Ruinas del castillo templario de Mirambel
Los dos monumentos más importantes de Mirambel: su castillo templario, a la izquierda, y la Iglesia de Santa Margarita

Cualquier paseo por Mirambel no estaría completo sin explorar un poco extramuros. Una vez allí encontraremos la ermita de San Roque (muy próxima donde se hallaba el hospital en el que se internaba a los enfermos de la peste) y un antiguo lavadero. Además podremos disfrutar de las vistas de las bellas casas adosadas a la antigua muralla.

Casa Pastor
Casas que forman parte de la antigua muralla
Casas adosadas a la antigua muralla
Casas de Mirambel
Ermita de San Roque

Si uno continúa caminando y se sitúa en el camino de tierra que hay arriba, podrá obtener la mejor panorámica de un pueblo que ha servido de inspiración a numerosos artistas y escritores. El más famoso de ellos, Pío Baroja, quien en 1930 recorrió el Maestrazgo turolense deteniéndose particularmente en esta villa, donde escribió La venta de Mirambel. En ella el escritor vasco escribió: «Los pueblos de altura tienen siempre un aire más aristocrático, más hermético; Mirambel ha seguido siendo pueblo cerrado, hierático, misterioso; parece un animal muerto dentro de su concha». Pues eso.

Mirambel

LOS CANTINELEROS RECOMIENDAN…

Al final de la calle Agustín Pastor, muy cerca del Ayuntamiento y la Iglesia de Santa Margarita, se encuentra Casa Masas, donde cenamos las dos noches que pernoctamos en Mirambel (y eso es porque una sola nos supo a poco) por un módico precio. Se trata de un pequeño establecimiento donde poder degustar productos de la tierra en forma de tapas y raciones acompañados de un vino de la zona o una cerveza artesanal. También dispone de una tienda donde poder adquirir estos productos, embutidos, patés, aceite, vinos… ¡o los deliciosos quesos de Tronchón!

Casa Masas (fotografía propiedad de www.casamasasmirambel.wixsite.com)

Después de cenar una exquisita degustación de quesos y una hamburguesa artesana acompañados de un buen vino y pan con tomate, aún teníamos ganas de dar otro paseo, esta vez nocturno, por las calles de un Mirambel crepuscular, fantasmagórico y enigmático. El epílogo perfecto antes de regresar al Hotel Las Moradas del Temple. ¡Hasta mañana!

Mirambel nocturno

Día 2

El desayuno que nos ofrecen nuestros anfitriones del Hotel Las Moradas del Temple es de aquellos que hacen época, o como diría mi querida madre, de aquellos que no se los salta un galgo. Con semejante buen comienzo, el día no puede tener mejores aspiraciones. Nos esperan nada más y nada menos que dos encomiendas templarias, las dos que tuvo el territorio del Maestrazgo turolense, Castellote y Cantavieja. Cuentan estos con numerosos rastros de obra templaria como veremos más tarde. Completaremos la jornada visitando otros dos puntos estratégicos que bien tienen que ver con la orden: Bordón y La Iglesuela del Cid. Así quedará, pues, nuestro itinerario de hoy:

Bordón, la iglesia más misteriosa de todo el Maestrazgo

Nos dirigimos primero hacia el norte. El entorno que envuelve el trayecto que separa Mirambel de Bordón es quizás el más representativo del Maestrazgo: un paisaje bañado por un sol achicharrante y cuyas montañas, barrancos y cañones ha esculpido la naturaleza con las más caprichosas formas. Después de una breve incursión por tierras castellonenses (atravesando el pueblo de Olocau del Rey) volvemos a cruzar frontera aragonesa y llegamos en unos 25 minutos a Bordón, un pequeño pueblo que esconde la que, según algunos, es la Rosslyn española debido a la gran cantidad de interrogantes que giran entorno a ella. Nos estamos refiriendo a la Iglesia de Nuestra Señora de la Carrasca de Bordón. Con semejantes credenciales, ¿podíamos siquiera pensar en la posibilidad de perdérnosla? Pues va a ser que no…

Iglesia de Bordón

Por lo visto no resulta nada fácil encontrarse esta iglesia abierta pero nosotros tuvimos suerte porque era domingo y justo en el momento en que llegamos se estaba celebrando misa. Como ante todo somos muy respetuosos con cualquier liturgia, esperamos pacientemente a que terminara la misa y a que saliera todo el mundo para entrar. Una vez allí nos encontramos con un interior que quizás solo podríamos comparar al de la Ermita de Belén de Liétor, con sus pinturas populares del siglo XVIII. 

Interior de la Iglesia de Bordón

Al advertir nuestra presencia se nos acercó una señora mayor que al parecer era una de las vecinas encargadas de mostrar el templo a los curiosos turistas que llegan a Bordón interesados en las leyendas relacionadas con este lugar. Con un poco de refunfuñeo aragonés (no olvidemos que era domingo y había que ir pensando en preparar la comida), nos explicó con todo detalle y de forma impecable la historia de esta enigmática iglesia sin caer en esoterismos baratos. Al parecer aquella mujer había sido maestra de historia durante sus años mozos y eso se notaba.

Resulta que el pueblo de Bordón no existió como tal hasta bien entrado el siglo XIV entre otras cosas porque lo único que allí había era un pequeñísimo núcleo de población que se había formado entorno a un convento construido por los templarios en el que habían integrado el santuario que se había erigido previamente para albergar la imagen de Nuestra Señora de la Carrasca. Al parecer en Bordón había sucedido lo mismo que sucedió en muchos otros puntos de la geografía hispana, a saber, que un pastor había encontrado la imagen de una virgen sobre una carrasca (encina). Luego de transportarla hasta Castellote, la imagen volvió a aparecer milagrosamente justo en el lugar donde la habían encontrado, sobre la misma carrasca. Pues eso va a ser que la virgen no quiere estar en otro sitio que no sea aquí, pensaron los lugareños, por lo que el Temple decidió construirle una ermita que la cobijara, un convento al lado y hasta un hospital, donde se acogería y se atendería a los peregrinos atraídos por la imagen milagrera. Debido a la creciente devoción, en 1306 los templarios decidieron edificar una iglesia mayor que sustituiría a la primera ermita. Esta iglesia es la que corresponde a la que podemos contemplar hoy en día, con la única salvedad de que quedan ya muy pocos elementos propiamente templarios, pues fue ampliamente renovada durante el periodo barroco, del que datan las pinturas del techo que tanto han alimentado las teorías esotéricas.

Frescos del techo de la iglesia

Más allá de los aspectos meramente históricos, nuestra guía también hizo referencia a los temas más enigmáticos de la Iglesia de Bordón, aquellos que sin duda le han proporcionado más fama. Lo cierto es que algunos estudiosos han detectado supuestas incoherencias en algunos elementos presentes en diversos puntos del templo, en especial en los frescos del techo y en una de las capillas, la Capilla de Santa Lucía, una de las más antiguas y mantenida por una misma familia durante años. En ella podemos ver por ejemplo un capitel que representa al niño Jesús iniciando su entrada en el cuerpo de la Vírgen a través de su oído derecho (una escena que solo apareció en un evangelio apócrifo) o una clave que representa un Pantocrátor sosteniendo un mapamundi en sus manos en el que aparece el contorno del continente americano (todo ello supuestamente, claro).

Capitel de la Capilla de Santa Lucía
Pantocrátor con mapamundi

Pero sin duda el centro de atención de los buscadores de enigmas han sido los frescos del techo, donde se representan curiosos dibujos geométricos y figurativos. Autores como Sergio Solsona (colaborador habitual de Cuarto Milenio) o el propio Jesús Ávila Granados los califican como una guía esotérica para alcanzar un determinado estado de trance. Para ellos, estos símbolos aludirían a determinadas frecuencias audibles que proporcionarían a los iniciados del Temple un profundo estado de meditación. Todo ello suponiendo que, tal y como ellos apuntan, este lugar fuera utilizado para realizar rituales de iniciación de los templarios. Sea como sea y sin intención de menospreciar la opinión de estos estudiosos, sabemos que las famosas pinturas fueron realizadas varios siglos después de que los templarios fueran condenados y exterminados por la Iglesia. ¿Quién pintó el techo, entonces? ¿Acaso personas que heredaron el supuesto conocimiento iniciático de los templarios? Resulta cuando menos poco verosímil.

Detalle de las formas pictóricas del techo. Para Solsona y Ávila Granados, los dos símbolos de la izquierda serían la representación gráfica de las ondas sonoras de determinadas frecuencias acústicas relacionadas con estados alterados de conciencia (lo que se conoce como láminas de Chlani)

Como ya hemos dicho al principio, aquí nos interesa tanto la historia como el mito pues el ser humano está construido a base de ambos. Antes de marcharnos nuestra guía nos acompaña a una otra pequeña capilla, la que esconde una cruz templaria de piedra en su cruce de nervios superior, probablemente la marca más incontestable de que este fue lugar templario.

Cruz templaria en una de las capillas de la iglesia

Castellote, torreón y castillo templarios

Otros 20 minutos nos separan de nuestra próxima parada, Castellote, uno de los pueblos con más legado templario que podemos encontrar en España. Para ello cruzamos el Embalse de Santolea, que justo en este momento luce insólitamente seco debido a las obras de recrecimiento de la presa. De su privilegiada situación geográfica nos damos cuenta nada más llegar al pueblo.  Ya se trataba de una plaza andalusí muy segura y resistente, como también lo fue en épocas posteriores. En 1188 recibe la población el teniente de la Orden del Santo Redentor, pasando a manos templarias solo ocho años más tarde. La importancia estratégica de Castellote, así como su alto nivel de prosperidad socio-cultural, permitieron que se convirtiera en una de las dos encomiendas del territorio del Maestrazgo (junto a Cantavieja), llegando a depender de ella una gran cantidad de aldeas y núcleos de población, como Bordón. Se cuenta que las gentes del pueblo respaldaron a los mandatarios del Temple incluso cuando estos se vieron en la obligación de encerrarse en el castillo tras su supresión eclesiástica y resistir el asedio cristiano durante… ¡un año entero!

Castellote, con su imponente fortaleza en la parte superior

Aparcamos en la zona inferior del pueblo y comenzamos a subir una pronunciada cuesta en dirección a uno de los tesoros templarios que aún sobreviven en Castellote. En esta breve ascensión nos dimos cuenta de que el pueblo cuenta con un rico patrimonio de edificios civiles y templos religiosos.

Las cuatro esquinas de Castellote, en el Ayuntamiento, son protagonistas de una jota aragonesa
Abrevadero medieval en cuya pared interior se encuentran adosadas figuras femeninas y salamandras, símbolo esotérico relacionado con los templarios para algunos

Sin duda el monumento más interesante de Castellote, con permiso de su castillo, es el Torreón templario. Lo llaman así porque queda fuera de toda duda que su construcción fue obra templaria y así se desea que conste (algo parecido a lo que ocurre en el caso del Castillo templario de Ponferrada).

Hasta el siglo XIII el casco urbano de Castellote estaba delimitado por la calle Mayor. En el momento en que el Temple erige el torreón como torre de vigilancia como apoyo defensivo del castillo, éste se encontraba por fuera del perímetro de la muralla, cuyos restos pueden ser admirados hoy en día en la Plaza Mayor.

Plaza Mayor de Castellote, con restos de la antigua muralla

Con el paso del tiempo el torreón fue integrado en la consiguiente expansión urbanística. Es por eso que cuando uno alcanza la Plaza Mayor no acierta a ver el torreón a primera vista. Lo que uno espera encontrar es una torre albarrana (aislada de cualquier otro edificio) pero en el caso del Torreón templario ocurrió que fue adosado a otros edificios posteriores, como la Ermita de la Virgen del Agua. A partir del momento en que la Orden del Temple fue condenada, el torreón pasó a desempeñar la función de mazmorra hasta… ¡1950!

¿SABÍAS QUE…?

Según nos contó la guía del Torreón templario, muchos de los vecinos de edad avanzada de Castellote todavía prefieren no visitar su interior desde que se abriera al público recientemente. La razón es que en él estuvieron presos algunos de sus familiares más queridos durante la época franquista. Para ellos resulta un desagradable recuerdo que no desean perpetrar.

 

Torreón templario, adosado a la Ermita de la Virgen del Agua. En la imagen puede apreciarse la antigua puerta de entrada, que se encontraba elevada para evitar que el enemigo pudiera acceder

Actualmente el Torreón templario se ha convertido en un interesante Centro de Interpretación de la Orden del Temple. Después de pagar la entrada (2’50€ por adulto), la simpatiquísima guía nos hizo una interesante introducción histórica del monumento y nos explicó qué nos íbamos a encontrar a lo largo de sus 5 niveles de altura. Durante todo el recorrido y guiados por la locución de un caballero templario, se repasan los diferentes periodos y aspectos del Temple, con diversos objetos, maquetas y hasta un audiovisual. Resulta especialmente interesante el exagerado tamaño de las piedras que lo constituyen, a prueba del más potente de los cañonazos, así como también la curiosa disposición de la antigua puerta de entrada, a unos 3’5 metros del suelo, lo que obligaba a llegar a ella a través de una escalera móvil para evitar que el enemigo pudiera acceder. En fin, qué queréis que os diga, que este lugar resulta de lo más interesante.

Escalera interior
Planta del sótano del torreón. Allí nos espera un «caballero» templario

La fortaleza de Castellote también tiene cimientos de obra templaria. De planta alargada y tres anillos amurallados, el recinto cuenta con 130 metros de largo y 50 metros de ancho. Sus hábiles constructores tuvieron que adaptarse a la irregularidad de la roca viva del espolón calcáreo sobre la afilada cresta montañosa. Al igual que ocurrió con otras fortalezas como la de Morella, su privilegiada situación provocó que muchos ejércitos quisieran tenerla entre sus dominios. En él tuvo lugar una de las defensas más heroicas de la Edad Media hispánica, cuando los caballeros templarios consiguieron resistir alrededor de un año entero el ataque de las tropas cristianas, contando con el apoyo del propio pueblo de Castellote.

Castillo templario sobre el abrupto escarpe rocoso que domina el conjunto de la población

Lamentablemente no pudimos subir a visitarlo. El intenso calor del mediodía apretaba con más fuerza que nunca así que decidimos buscar un lugar para comer y posponer para otra ocasión la ascensión hasta la cima. Nos dijeron que merece mucho la pena.

LOS CANTINELEROS RECOMIENDAN…

Un muy buen sitio para comer en Castellote es el Restaurante del Hotel Castellote, recomendado en la Guía Michelín desde el año 2009. Allí pudimos disfrutar de un menú muy completo y económico compuesto de productos autóctonos de gran calidad.

Restaurante Hotel Castellote (fotografía propiedad de la página www.hotelcastellote.com)

Mientras comíamos barajamos dos posibilidades. La primera era quedarnos en Castellote y seguir disfrutando de otros muchos atractivos cercanos, como el acueducto, la Ermita del Llovedor o las Grutas de Cristal, el monumento natural más importante de la zona. La segunda era poner rumbo a otros emplazamientos templarios. ¿Adivinas por qué opción nos decantamos finalmente?

Cantavieja, sobre el abismo

Para llegar a Cantavieja tuvimos que deshacer primeramente el camino por el que habíamos venido desde Mirambel y luego poner rumbo más al sur. En total, una hora de trayecto. Merecerá la pena, pensamos, pues Cantavieja se encuentra, al igual que Mirambel, en la lista de los más bonitos de España. No comenzó mal la cosa, pues su silueta apareció de repente desde la carretera, encaramado literalmente sobre la cima de un espolón rocoso de excepcional ubicación estratégica, a más de 1.200 metros de altitud.

Cantavieja, capital de la comarca del Maestrazgo

Como en los casos anteriores, Cantavieja también fue importante plaza andalusí antes de la conquista cristiana. Y al igual que Castellote, también terminó convirtiéndose en encomienda templaria, una de las más poderosas de todas las que había en el Reino de Aragón, de la cual dependían un gran número de poblaciones de alrededor, como por ejemplo Mirambel, Villarluengo, Tronchón o La Iglesuela del Cid, que luego visitaremos. Al llegar allí nos dimos cuenta de que nuestra visita había coincidido con las fiestas patronales del pueblo y lo que era peor, con los encierros. Después de aparcar nos dirigimos hacia la plaza principal del pueblo, la Plaza Cristo Rey, considerado uno de los rincones más bellos del Maestrazgo, pero que aquel día había sido ocupada (cerrando todos sus accesos) por los energúmenos que toman a las vaquillas como sus juguetitos personales durante las fiestas del pueblo, mareándolas de un lado para otro hasta asestarles el golpe final (bendito país, el nuestro, que aún no ha salido de la Edad Media en cuanto a jolgorios se refiere. Sentimos el comentario subjetivo, pero no podemos evitar condenar este tipo de animaladas). Se nos puso tan mal cuerpo al ver que aquel dantesco espectáculo estaba a punto de comenzar que decidimos aplazar nuestra visita a Cantavieja para después, dirigiéndonos de nuevo al coche para poner rumbo a La Iglesuela del Cid. Pero ya que estamos aquí, proseguimos con el relato dedicado a Cantavieja.

Calle Mayor de Cantavieja, donde se encuentra el Museo de las Guerras Carlistas. Al fondo, el campanario de la Iglesia de la Asunción
Plaza Cristo Rey

Opiniones personales aparte, esta plaza cuenta con tres galerías porticadas: la de la izquierda forma parte de la Iglesia de la Asunción, adyacente a la plaza y levantada en pleno siglo XVIII; la del centro corresponde a la fachada de la Casa Consistorial, una de las más antiguas de Aragón (de comienzos del siglo XIV), la cual presenta bellos ventanales góticos y el escudo del pueblo; finalmente la de la derecha pertenece a otra casa noble, que bien pudo pertenecer a la del comendador templario de Cantavieja. Antes de llegar hasta ella habíamos subido por la Calle Mayor, donde se encuentra el Museo de las Guerras Carlistas (cerrado por festejos y por ser domingo), que da cuenta de la importancia de Cantavieja durante este acontecimiento histórico (el general Ramón Cabrera, apodado el Tigre del Maestrazgo, la convirtió en su cuartel general durante la primera contienda).

Pero a lo que vamos. Después de regresar de La Iglesuela del Cid gratamente sorprendidos como luego veremos, decidimos darle una segunda oportunidad a Cantavieja, una población que ya durante nuestro primer y corto paseo no nos había llamado demasiado la atención. Y es que un pueblo bonito, o te atrapa desde un primer momento o… Pues eso. Que si tuviéramos que nombrar una pequeña decepción en nuestra ruta por el Maestrazgo, esa sería Cantavieja. Que por importancia histórica, sí. Por lazos con el Temple, también. Pero por belleza, pues la verdad, no se sostiene. Al menos para ser catalogado como uno de los más bonitos de nuestro país (merecimiento que, por ejemplo, Mirambel cumple con creces). Pero oye, para gustos los colores.

Calles de Cantavieja

Si por algo se salva Cantavieja (repito, criterio personalísimo de los cantineleros, que no se me ofenda nadie) es por la espectacularidad de su emplazamiento, del cual puedes disfrutar desde el mirador que se encuentra cerca del castillo templario, o más bien de lo que queda de él (que por cierto, llegó a ser una de las fortalezas más importantes de la Orden del Temple en territorio aragonés). La panorámica de la antigua muralla de Cantavieja con sus casas al borde del abismo es sin duda la estampa más bella que encontrarás.

Castillo de Cantavieja, con la Ermita del Santo Sepulcro al fondo
Villa de Cantavieja desde el mirador
Pórtico de tres arcos de la Iglesia de San Miguel, antiguo oratorio levantado por los templarios

La Iglesuela del Cid, por donde pasó el Campeador

Al contrario que sucedió con Cantavieja, La Iglesuela del Cid supuso toda una sorpresa, la más positiva del viaje junto a un pueblo de la comarca Gúdar-Javalambre, Linares de Mora. A tan solo 10 minutos en coche de la que fue la encomienda de la que dependía en tiempos del Temple, este precioso pueblo se alza sobre una ladera dominando un fértil valle. Su origen se remonta a un cercano santuario a 3 km del casco histórico, la Ermita de la Virgen del Cid. Su historia es la de siempre: la de un pastor que encuentra una imagen y justo allí se le erige una ermita. La novedad en este caso reside en el hecho de que el mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, quien pasó por este lugar varias veces con su ejército, le tenía devoción a esta imagen, y de ahí lo de Virgen del Cid (una curiosa toponimia que al parecer es única en toda España). El pequeño santuario, cuya primera construcción fue al parecer obra de los templarios que aprovecharon los restos de un antiguo poblado romano, terminó dando nombre al pueblo (ya que era una «iglesuela»). Lo que podemos ver en la actualidad es una construcción del siglo XVI con añadidos del XVIII, pero destaca sobremanera su singular pavimento, realizado con cantos rodados de río. Se dice que sus extrañas formas geométricas podrían ser una herencia tardía de aquellos templarios que levantaron la primitiva ermita. Al no poder visitarla nosotros por encontrarse cerrada al público, tuvimos que contentarnos con admirar la fiel reproducción que de este pavimento se ha hecho en la entrada de nuestro Hotel Las Moradas del Temple. Se le conoce como «el laberinto».

La Iglesuela del Cid también fue aldea templaria en el siglo XIII, tiempo en el que, como en todos los casos anteriores, floreció a nivel social, económico y cultural. La orden acometió la construcción de edificios nobles y religiosos entorno a un recinto amurallado. Después de aparcar nuestro coche, nos dirigimos primeramente al punto más fotogénico de La Iglesuela del Cid, desde donde divisamos el campanario de la Iglesia de la Purificación, del siglo XVII, y la Torre de los Nublos, un antiguo torreón que formaba parte del ya desaparecido castillo templario (y hoy en día parte de la Casa Consistorial del pueblo). Lamentablemente tampoco tenemos la oportunidad de visitar el interior del templo ni las mazmorras, en los bajos del torreón.

Campanario de la iglesia y Torreón de los Nublos

Nos adentramos sigilosamente en la Plaza de la Iglesia, donde confluyen los muros de la Casa Consistorial con los de la Iglesia de la Purificación (coincidiendo así el poder civil con el eclesiástico en un mismo espacio). Este lugar es absolutamente maravilloso con sus arcos apuntados y ventanales góticos.

Plaza de la Iglesia
Plaza de la Iglesia

Continuamos recorriendo de arriba a abajo la preciosa Calle Ondevilla, una de las más bellas por las que hemos paseado estos días en el Maestrazgo, adentrándonos después por una pequeña callecita (Callizo Carcasés) hasta llegar a la amplia huerta que da al Barranco del Canto. Un precioso paseo donde se mezclan los colores blancos de los muros de las casas y los marrones anaranjados de la piedra seca de los antiguos palacios.

Calle Ondevilla
Llegando a las huertas
Huertas de La Iglesuela del Cid
Huertas de La Iglesuela del Cid
La Iglesuela del Cid

Encantados de haber descubierto este precioso pueblo, regresamos a Mirambel previa parada en Casa Masas donde volvemos a cenar una deliciosa tabla de quesos con su correspondiente jamón con pan con tomate. Mañana regresamos a casa, ¡pero aún nos queda mucho por ver!

Día 3 Extra Bonus (pueblos de Gúdar-Javalambre)

Ya nos conocéis, nos gusta hacernos los remolones. ¿Cómo no íbamos a aprovechar el viaje de regreso a casa para realizar algunos de nuestros ya legendarios «ya de paso»? Pues eso, que esto todavía no ha acabado. Aunque eso sí, para esta última jornada hemos decidido que vamos a cambiar de comarca. Ya en nuestro viaje de 2015 por tierras turolenses habíamos visitado algunos de los pueblos de Gúdar-Javalambre (Albarracín, Mora de Rubielos, Rubielos de Mora y Alcalá de la Selva) pero nos quedamos con las ganas de hacer parada en algunos más. Esta va a ser la ocasión perfecta para tachar definitivamente de nuestra lista otros tres: Mosqueruela, Puertomingalvo y Linares de Mora.

¡Qué mal nos sabe cuando tenemos que abandonar un hotel donde nos han tratado tan requetebien! En estos casos la mejor despedida suele ser un buen desayuno y en Las Moradas del Temple lo saben bien. Prometemos volver a visitaros en otra ocasión, ¡gracias por todo Adelaida y Sergio!

Breve parada en Mosqueruela

Nuestra principal intención era visitar Puertomingalvo, otro de los pueblos de Teruel que presume de figurar entre los más bonitos de España. Pero de camino nos topamos con Mosqueruela. Antes de salir de Mirambel nuestros anfitriones ya nos habían avisado de dos cosas. La primera era que el trayecto que conducía a Puertomingalvo es un camino de montaña arduo pero bonito de conducir. Pero bonito de verdad. La segunda era que, si teníamos la oportunidad, debíamos parar en Mosqueruela al menos para visitar su Plaza Mayor. Y eso fue lo que hicimos. Después de conducir unos 45 minutos a través de espesos bosques y preciosos valles, llegamos a este pueblo declarado Conjunto Histórico-Artístico que, mira tú por dónde, también pasó por manos templarias justo después de ser arrebatada a los musulmanes. Por cierto, Mosqueruela también forma parte de una de las rutas del Camino del Cid (concretamente la del Anillo del Maestrazgo, la cual también pasa por La Iglesuela del Cid y Linares de Mora), un nuevo itinerario turístico que trata de seguir las huellas literarias e históricas del Campeador.

Plaza Mayor de Mosqueruela, con su Iglesia de la Asunción

Comenzamos nuestro breve paseo por Mosqueruela en su Plaza Mayor con bellísimos soportales presidida por el Ayuntamiento y la Iglesia de la Asunción, gótico-barroca. Desde allí simplemente nos dejamos pasear sin rumbo fijo bordeando el templo, descubriendo a nuestro paso distintas casas señoriales con sus escudos nobiliarios.

Soportales de la Plaza Mayor
Calles de Mosqueruela

Mosqueruela conserva parte importante de su antigua muralla y nada menos que seis antiguas puertas de la misma. De todas ellas destaca el Portal de San Roque, principal acceso al recinto amurallado del siglo XVII que enlaza la Plaza Mayor con la Plaza de San Pedro. Resulta curioso saber que el interior de su torreón alberga una capilla en honor a San Roque a la que se accede a través de sendas escaleras en ambos lados de la calle.

Portal de San Roque
Mosqueruela

Puertomingalvo, aires medievales

Apenas un cuarto de hora separan Mosqueruela de nuestro siguiente destino, Puertomingalvo, uno de los pueblos más hermosos del país según la Asociación de los pueblos más bonitos de España. Ya son unos cuantos los que hemos visitado y, aunque no estemos de acuerdo en todos los casos (véase por ejemplo el de Cantavieja), Puertomingalvo sí lo tiene bien merecido. Nada más comenzar a transitar por la Calle Mayor ya nos dimos cuenta de ello.

Calle Mayor de Puertomingalvo

Con un trazado urbano medieval cuidado e impoluto, Puertomingalvo es una pequeñísima población declarada Conjunto Histórico-Artístico de perímetro alargado en cuyo extremo occidental se levanta sobre un espolón de roca calcárea su castillo del siglo XIII de pequeñas dimensiones, cuya torre del homenaje se rehabilitó como pequeño museo etnológico. Curiosamente esta fortaleza sirvió durante muchos años como cementerio para los habitantes de la localidad.

Castillo de Puertomingalvo
Interior de la torre del homenaje

En el centro de Puertomingalvo se yergue la Iglesia de la Purificación y San Blas, de dimensiones exageradamente grandes teniendo en cuenta lo pequeño que es el pueblo, lo cual se explica por circunstancias religiosas. Y es que a consecuencia de la reforma protestante muchos de los templos católicos de la zona aumentaron de tamaño para exhibir un mayor poder ante sus fieles. Fue este el caso del templo de Puertomingalvo, que durante la segunda mitad del siglo XVIII aumentó considerablemente su capacidad.

Templo de Puertomingalvo

Tanto la visita al castillo como a la iglesia se deben concertar previamente en la Oficina de Turismo situada en la Plaza Nueva, en uno de los extremos de la Casa Consistorial, del siglo XIV, un edificio que está considerado uno de los mejores ejemplos del gótico civil de toda la provincia de Teruel.

Casa Consistorial a la izquierda
En la Casa Consistorial tiene sede el Centro de Interpretación de Castillos del Maestrazgo

El resto del tiempo debe uno dedicarlo a perderse por las callejuelas de Puertomingalvo, repleto de rincones con encanto que no dejan indiferente a nadie. Este pueblo es ideal para una parada rápida y reconfortante que termina al otro lado del Portal de San Antonio, una de las antiguas puertas a la villa medieval.

Calles de Puertomingalvo
Calles de Puertomingalvo
Portal Alto o de San Antonio

Una vez allí uno debe caminar unos metros más y dirigirse a la calle Arrabal, la que se aleja ya del pueblo en dirección sur, para admirar el precioso perfil de Puertomingalvo con su castillo en lo alto de la roca cual proa de un buque de guerra.

Puertomingalvo

Y Linares de Mora apareció de repente

Antes de abandonar Puertomingalvo quisimos comprar unos jugosos bocatas para el camino de vuelta, pues en principio ya no estaban previstas más paradas. Así lo hicimos en el Restaurante Entre Portales.

Sin embargo el destino todavía nos tenía reservada una última sorpresa. Y la sorpresa apareció de repente, al tomar una curva, en forma de una de las postales más bonitas que podemos recordar, la de Linares de Mora. Para que os podáis hacer una idea, algo tal que así:

Linares de Mora

Y claro está, pasamos de largo porque aquello no lo teníamos previsto. Pero cada minuto que nos alejábamos de Linares de Mora se nos encogía un poco más el corazón. «¿Doy la vuelta?», le repetía una y otra vez a mi mujer. Y es que no podía ser que no dedicáramos al menos unos minutos a aquella maravilla. Finalmente decidimos detenernos y dar la vuelta. Queríamos volver a ver aquel pueblo enclavado como por arte de magia sobre un asentamiento rocoso rodeado de montañas y abruptas pendientes tapizadas por pinares de pino silvestre, en plena Sierra de Gúdar. Sin duda un entorno natural privilegiado que lo convierten en una de las lugares más extraordinarios de todo Teruel. Y lo digo por puro convencimiento.

Pues bien, resulta que volvemos a tener un Conjunto Histórico-Artístico que había pertenecido a la Orden del Temple hasta principios del siglo XIII, cuando pasó a manos del Cabildo de la Seo de Zaragoza. Al igual que Mosqueruela también es parada del Camino del Cid.

Callejeando por Linares de Mora

¡Menudo descubrimiento! Después de aparcar el coche nos dedicamos a callejear solo un ratito, nos dijimos, pues no queríamos llegar muy tarde a casa. Este pueblo suponía un cambio radical con respecto a todos los que habíamos visitado anteriormente. La diferencia reside principalmente, no solo en su entorno repleto de abundante vegetación, sino también en el aspecto de las casas, cuyas fachadas encaladas le confieren una personalidad abrumadora.

Arcos de piedra en Linares de Mora

Durante nuestro rápido paseo nos topamos con la Iglesia de la Inmaculada, del siglo XVIII, cuyo campanario se encuentra curiosamente separado de la misma por ser de época anterior. También divisamos el antiguo castillo y los restos de muralla, que se encuentran en la parte más alta del pueblo. De origen musulmán, el castillo de Linares de Mora fue custodiado posteriormente por los caballeros templarios hasta que pasó a manos del obispado de Zaragoza.

Campanario exento de Linares de Mora
Bordeando la iglesia
Castillo de Linares de Mora, en la parte superior de la imagen

Una cosa está clara: tenemos que volver a Linares de Mora para disfrutarlo sin prisa ninguna. Porque este pueblo tiene muchas cosas que ofrecer, tanto dentro como fuera. Como ya era la hora de comer, decidimos buscar un sitio tranquilo donde engullir nuestros bocatas y así poder aprovechar unos minutos más aquella atmósfera de silencio y tranquilidad. El sitio perfecto era la Ermita de Santa Ana, una de las tres que hay a las afueras (desde allí obtendréis las mejores vistas de Linares de Mora). En aquel remanso de paz pudimos descansar a gusto hasta que llegó el momento de retomar nuestro retorno a casa.

Comiendo frente a la Ermita de Santa Ana
El sol ilumina los tejados de Linares de Mora y la Ermita de Santa Ana (a la izquierda)

Espero que hayáis disfrutado persiguiendo con nosotros a los templarios por las tierras del Maestrazgo turolense. No tardaremos mucho en volver a salir de viaje, esta vez con nuestra pequeña cantinelera. ¿Te ha gustado el post? ¡Ayúdanos a compartirlo!

¡Hasta pronto cantineleros!

Alojamiento cantinelero TOP

En el Hotel Las Moradas del Temple han intentado recrear precisamente eso, el hogar donde un caballero templario pudiera encontrar un refugio para su alma. Y a buena cuenta que Adelaida y Sergio lo han conseguido con creces. Desde el mismo momento en que entras por la puerta de este antiguo palacio rehabilitado con el más absoluto cariño tienes la sensación de haber retrocedido varios siglos atrás. Si vienes a hacer la ruta templaria del Maestrazgo, ésta es sin duda la mejor base que puedes encontrar. Ambiente de tranquilidad absoluta, limpieza impecable, decoración exquisita, desayuno inmejorable, unos anfitriones que se desviven por que estés a gusto. En resumen, uno de los mejores alojamientos en los que hemos estado.

Entrada de Las Moradas del Temple
Suite Doncella de Orléans
Zona de desayunos
Terraza interior

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