
La «dolce vita» del Matarraña
Los pueblos más bonitos de la comarca mágica
Indice
A la comarca turolense del Matarraña la suelen apodar «la Toscana española», por aquello de atraer al turismo y eso. Es costumbre bien española esa de valorar lo ajeno antes que lo propio (aunque más que una costumbre, creo que tiene que ver con nuestra idiosincrasia como pueblo). En cualquier caso, y a pesar de que todavía no he tenido el privilegio de conocer la Toscana, estoy seguro de que el Matarraña no tiene nada que envidiarle, si bien es cierto que ambas regiones parecen tener muchos puntos de conexión. Además de la arquitectura de sus pueblos y del paisaje que los envuelve, a ambas les une ese estilo de vida tan italiano y que es sinónimo de disfrute sin preocupaciones: la «dolce vita».

Acomodada allí donde la provincia de Teruel se da un beso con las de Tarragona y Castellón (de hecho, aquí se habla el chapurriau, un dialecto que siguen disputándose y reivindicando como suyo tanto catalanes como aragoneses), esta región ocre y verde, de suaves colinas, ríos de aguas cristalinas, extensos olivares y mucha, mucha tranquilidad, reúne todos los elementos para una inmersión en el lado más bucólico de la vida rural. Las abruptas montañas del Parque Natural de Els Ports han actuado siempre como una barrera natural que ha ayudado a mantener intactos sus pueblos medievales, aquellos que antaño fueron gobernados por órdenes militares y arzobispos de Zaragoza y Tortosa. Los mismos que mandaron levantar los impresionantes castillos y las soberbias iglesias que hoy podemos contemplar con asombro.

Todos estos ingredientes sin duda deben figurar en la receta de la felicidad. Sin embargo, para llegar a alcanzarla completamente es necesario un componente que marca la diferencia, uno que sí podemos encontrar en el Matarraña: el componente mágico. En su libro Matarraña insólito, el escritor Jesús Ávila Granados describe al Matarraña como «la reserva sagrada de la geografía hispana» debido a que, según éste mismo autor y otros investigadores, aquí convergen determinadas corrientes energéticas (o telúricas) que determinaron el emplazamiento de diversos lugares de culto a la Madre Naturaleza. Sería concretamente el cerro de Santa Bárbara, en el municipio de La Fresneda, el epicentro donde confluirían las denominadas «líneas ley» que unirían todos estos centros sagrados.

Creamos en estas cuestiones o no, lo cierto es que un gran número de culturas desde la Prehistoria eligió el Matarraña para establecerse, incluidas aquellas comunidades tan vinculadas a lo esotérico como los cátaros y los templarios. Nosotros, de no ser por nuestras obligaciones terrenales, también lo elegiríamos. No sabría decir cuánto hubo de sugestión y cuánto de experiencia telúrica, pero el hecho es que en el Matarraña tuvimos una agradable sensación de ausencia de cansancio así como de regeneración de nuestras facultades. En definitiva, sentimos que recargamos las pilas, y me consta que no hemos sido los únicos.
En este artículo hablaremos de los 10 pueblos más destacados del Matarraña por su patrimonio arqueológico, histórico y artístico que podréis visitar en una ruta de 4 días, haciendo mención especial a los lugares que no podéis perderos. ¡Vamos allá!
Beceite
Cualquier pueblo del Matarraña es ideal para comenzar una ruta. Cualquiera de los que elijáis os causará ese primer impacto que no se olvida. En nuestro caso, ese primer impacto lo sentimos en las calles de Beceite, uno de los 5 conjuntos histórico-artísticos declarados en la comarca (junto a Valderrobres, Calaceite, La Fresneda y Ráfales).

Aviso para navegantes: no cometáis la osadía de acercaros hasta Beceite únicamente para realizar la célebre excursión al Parrizal pues cometeríais el tremendo error de perderos uno de los entramados urbanos medievales mejor conservados de Aragón. El pueblo de Beceite está considerado el bastión más fuerte que ostentó la Orden del Temple en toda la comarca y su huella aún pervive en algunos de sus monumentos. En la Plaza Mayor se alza regia la Iglesia Parroquial de San Bartolomé, construida en 1210 en pleno dominio templario como lo confirman algunos elementos escultóricos, a pesar de que su aspecto actual pertenece al siglo XVIII.
De los cuatro portales que se han conservado de la muralla medieval, el de San Gregorio está considerado el primer portal gótico construido en España. Sobre su dovela clave podréis apreciar una media luna, evocadora del apellido del primer arzobispo de Zaragoza, don Pedro López de Luna, quien estableció su residencia en el edificio conocido como El Palau, hoy reconocido centro cultural.

En vuestro paseo no olvidéis visitar, además, el Pasaje de la calle Villanueva, el antiguo lavadero y la Fuente de la Rabosa, el único de los muchos monumentos naturales de este municipio que se encuentra a poca distancia del centro histórico.

Y hablando de monumentos naturales, en todo el Matarraña no hay uno más famoso que El Parrizal de Beceite, un recorrido senderista cuyo punto de inicio, el Parking número 3, se encuentra a unos 5km del pueblo.

La ruta de 8km se realiza siguiendo el curso del río Matarraña, en su mayor parte a través de pasarelas que salvan los distintos obstáculos geográficos, y culmina en los Estrechos del Parrizal, un cañón de 200 metros de longitud cuyas paredes verticales miden hasta 60 metros de altura. Además de su extraordinaria belleza paisajística, la excursión del Parrizal cuenta con el aliciente añadido de poder visitar las pinturas rupestres de La Fenellassa, datadas en el 3.500 a. C. y declaradas Patrimonio de la Humanidad. Se tardan entre 2 y 3 horas en completarla, dependiendo del ritmo de cada uno, y es necesario reservar vuestra entrada previamente a través de su página web para uno de los dos turnos de visita (mañana y tarde). De este modo se consigue regular el aforo y preservar un ecosistema único que seguirá haciendo las delicias de generaciones venideras.
Y ya que estáis por la zona, ¿qué os parece daros un bañito en aguas cristalinas? A solo 2km de Beceite se encuentra el paraje natural de La Pesquera, un precioso tramo de otro río, el Ulldemó, conformado por una sucesión de pozas color turquesa (tolls, como los llaman allí) y pequeñas cascadas que no os quiero contar lo bien que vienen en la época estival. Nuevamente para controlar el aforo y a causa de la estrechez del camino de acceso, durante los meses de alta demanda de visitantes (verano) se requiere reservar entrada para poder aparcar en los lugares habilitados (fuera de temporada alta, el acceso es libre y gratuito). Por cierto, si no os apetece bañaros, una buena opción es completar los 5km a pie, en bicicleta, moto o en coche por la pista que transcurre siempre paralela al curso del río.

Valderrobres
Si el Matarraña tuviese un perfume, éste tendría sin duda la fragancia de Valderrobres, pues esta población concentra en sí misma las mejores esencias de la comarca mágica. Recomiendo comenzar vuestra visita por su sector más elevado, donde sus dos monumentos estrella, la Iglesia de Santa María la Mayor y el castillo, se enlazan a través de un pasillo aéreo. Ambos edificios fueron impulsados nuevamente por el arzobispo Pedro López de Luna en el siglo XIV (aunque se sabe que la fortaleza, concebida más como residencia señorial, posee un origen mucho más antiguo), conformando hoy en día uno de los conjuntos góticos más bellos de todo Aragón.

¿SABÍAS QUE…?
Dos curiosidades sobre estos edificios. En el nivel superior del castillo se encuentra su patio de armas, donde podréis admirar parte de la roca sobre la cual fue asentado éste. El escritor e investigador Jesús Ávila Granados ha querido ver en ella una piedra sagrada con una fuerte carga energética que habría determinado la construcción de la fortaleza y su adaptación a la colina.

La segunda curiosidad tiene que ver con un llamativo rosetón triangular presente en el ábside del templo de Valderrobres, el cual, también según Ávila Granados, posee elementos simbólicos que evocan a la labor esotérica de la Orden del Temple. ¿Cómo sería esto posible si es bien sabido que dicha orden fue condenada por la Iglesia a principios del siglo XIV? Para muchos historiadores, algunos de sus miembros continuaron con su obra cultural de forma oculta y dejaron determinadas pistas de su trabajo en algunos edificios, como sería el caso de este singular rosetón.
Tras deleitaros con semejante muestra de arquitectura gótica, tan solo os quedará explorar sin prisas los callejones del entramado urbano medieval de Valderrobres, tan repleto de rincones de una belleza sin parangón, mientras descendéis en dirección a la parte baja del pueblo. Allí os esperará una preciosa plaza principal presidida por el Ayuntamiento del siglo XVI (uno de los diversos edificios que fueron reproducidos en el Poble Espanyol de Barcelona), a través de cuya lonja accederéis a su antigua cárcel, la primera que tuvimos el privilegio de visitar de todas las que componen la interesantísima Ruta de las Cárceles del Matarraña.

El broche de oro de la visita de Valderrobres lo pone el puente medieval de piedra que salva el curso del río Matarraña y que da acceso al Portal de San Roque, antigua puerta de la muralla de la villa. Sin duda el enclave más fotogénico de un pueblo que ya forma parte de la red de pueblos más bonitos de España y que, tras vuestra visita, de bien seguro también pasará a ser uno de vuestros favoritos.

Calaceite
Otro de los pueblos que también forma parte de la asociación de los más bonitos de España es Calaceite, absolutamente imprescindible en cualquier ruta por el Matarraña.

Recorrer su casco histórico supone una lección en arquitectura a lo largo de varios siglos, destacando sobremanera la Plaza de España con su Ayuntamiento del siglo XVII, la barroca Iglesia de la Asunción cuya portada es sin duda la más impresionante de todo el territorio, los dos portales-capilla (Portal de Orta y Portal de la Virgen del Pilar) que se conservan de la antigua muralla y algunas calles dignas de ser mencionadas por sus edificios señoriales, como la Calle Mayor o la Calle Maella.
En Calaceite hay una plaza dedicada a los artistas. Y es que este municipio se convirtió en refugio para escritores, pintores e investigadores sobretodo a partir de la década de 1970 cuando se convirtió en una de las capitales rurales de aquel fenómeno cultural denominado «boom latinoamericano», cuando ilustres personalidades provenientes del nuevo continente como José Donoso o Mauricio Wacquez fijaron temporal o definitivamente su residencia aquí. Otros, como Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa, pasaron algún día que otro por Calaceite.

Por último, no puedo dejar de recomendar visitar el Museo Juan Cabré, dedicado a la figura de uno de los más fecundos arqueólogos españoles del siglo XX. En sus cuatro salas se exponen distintos objetos originales de época ibérica y romana, así como valiosa información sobre los descubrimientos e investigaciones que Cabré llevó a cabo sobre el arte rupestre levantino. Entre otros yacimientos y sitios prehistóricos de gran importancia, Cabré excavó el Poblado ibérico de San Antonio, situado sobre un cerro cercano a la localidad y habitado desde el siglo V a.C.

MATARRAÑA, TERRITORIO IBÉRICO
Distribuidos a lo largo y ancho de la comarca se encuentran una gran cantidad de asentamientos pertenecientes a la cultura ibérica. La Ruta de los íberos comprende, además del de San Antonio en Calaceite, los yacimientos del Tossal Redó, también en Calaceite, Els Castellans en Cretas, San Cristóbal y Escodines Baixes i Altes en Mazaleón, y Tossal Montañés y Torre Cremada en Valdeltormo. Existe, por otro lado, la Ruta de los túmulos funerarios ibéricos, la cual discurre por el antiguo camino que comunicaba las localidades de Cretas y Arens de Lledó. Con una longitud total de 5,6 Km, a lo largo del trayecto se pueden admirar una quincena de tumbas, además de diversos grabados rupestres.

Cretas
La mejor confitura del Matarraña la encontraremos en los pueblos más pequeños, como Cretas, que atesora un casco histórico medieval repleto de pasadizos, arcos y portales que muchos pueblos más grandes quisieran para sí. En el centro de la Plaza Mayor, una de las más bonitas de la comarca, encontraréis una esbelta columna coronada por un medallón-escudo del pueblo que antiguamente se levantaba junto al portal-capilla de San Roque, en la entrada de la población. Según se cuenta, ésta servía desde el siglo XVI como picota donde exponer a los reos ajusticiados (es la única que se conserva de todo el Matarraña).

El breve paseo por Cretas debe incluir también la visita de la Iglesia de la Asunción, construcción gótico-renacentista del siglo XVI, sus portales-capilla (elemento muy característico de este territorio, como estamos viendo) y algunos edificios singulares, como la Casa Sapera, la Casa-Castillo del Deume o la Casa Turull.


Los bajos de su Ayuntamiento esconden dos antiguas cárceles que sobrecogen a cualquier visitante. De todas las que visitamos en el Matarraña, las de Cretas fueron de las que más nos sobrecogieron.
LA RUTA DE LAS CÁRCELES DEL MATARRAÑA
Un total de once cárceles (Mazaleón, Calaceite, La Fresneda, Fórnoles, Ráfales, Monroyo, Torre de Arcas, Peñarroya de Tastavins, Fuentespalda, Valderrobres y Cretas) conforman una escalofriante ruta que lleva al visitante a descubrir las estancias más terroríficas repartidas por la geografía del Matarraña, recintos que constituyen una auténtica lección de historia escrita con sangre en la piedra.

Mazmorras construidas en los sótanos de las Casas Consistoriales levantadas en el siglo XVI y que encerraron a pobres desdichados durante los siglos posteriores, muchos de ellos calificados de malhechores o de herejes (judíos o moriscos) por el poder local o condenados bajo el cargo de sodomía (homosexuales) por la Inquisición, entre otros. La mayoría de ellas las podéis visitar libremente, ya que se encuentran abiertas al público, excepto las de Calaceite y La Fresneda, solo accesibles a través de visita guiada.

Estos espacios contaban con una o varias estancias, siendo la más próxima a la puerta de entrada la habitación donde vivía el carcelero. Dado que la cárcel estaba destinada a la custodia y reclusión de los presos, estos habitáculos eran angostos y estrechos, de gruesos muros de mampostería, y contaban con instrumentos de inmovilización que podían ser desde simples cadenas hasta grilletes, argollas y cepos que iban fuertemente cogidos a los muros o al suelo.
La Portellada
Al pequeño pueblo de La Portellada hay que acercarse ni que sea por contemplar uno de esos monumentos naturales que te recargan de energía. El Salt es una cascada de 20 de metros de altura que el río Tastavins, afluente del Matarraña, forma en una bella zona de rocas esculpidas por la erosión durante millones de años, a unos 4km del pueblo.

Se puede acceder a unos pocos metros del lugar en coche y, en un corto paseo a pie, bajar hasta la poza de aguas cristalinas donde podréis daros un refrescante baño en verano, además de caminar por detrás de la cascada y sentir la fuerza arrolladora de la Madre Naturaleza. ¡No os lo perdáis!

La Fresneda
Si hay un pueblo del Matarraña que me causó asombro y admiración, ese es La Fresneda. No solo por su belleza arquitectónica, que es innegable, sino por su dimensión esotérica. Ya en la introducción mencioné el libro Matarraña insólito, donde el investigador Jesús Ávila Granados señala cómo La Fresneda conserva elementos necesarios como para considerarlo uno de los centros espirituales más importantes de la Prehistoria peninsular. La mayoría de estos elementos los encontraréis en el Cerro de Santa Bárbara, que el escritor sitúa como punto de arranque de diez líneas ley (algo así como unas corrientes energéticas) que conectarían esta montaña con otros lugares sagrados de la zona.

Atraídos por estas cuestiones, ascendemos por el vía crucis que termina en la parte más elevada del cerro para buscar los numerosos petroglifos grabados en la roca viva por las culturas antiguas, algunos de los cuales han sido estudiados como alineaciones solares, lo que indicaría que el cerro fue un lugar de observación astronómica durante siglos. De todos ellos, destaca poderosamente uno en forma de tridente, un ara de ofrendas y una gran cazoleta en forma de alberca. No resulta demasiado complicado encontrarlos, pues están dispuestos en los extremos del cerro. Eso sí, no perdáis el tiempo buscando el símbolo más famoso de La Fresneda, el Ídolo (el cual contiene supuestas connotaciones astronómicas), pues aún no se ha facilitado su ubicación exacta con el fin de protegerlo.

En este sentido, la presencia, por un lado, de las ruinas de la Ermita de Santa Bárbara (del siglo XVIII) y, por otro, de la espiral formada por piedras a escasos metros de la misma (de diseño reciente) nos recuerda el carácter sagrado que sigue teniendo en tiempos modernos.

La riqueza de La Fresneda no solo recae en el Cerro de Santa Bárbara, sino en otros muchos atractivos. Como una de las calles mayores que mejor han sabido conservar la esencia de la Edad Media, ya que su lado derecho se encuentra porticado y por debajo del nivel de la calzada principal, y del que arrancan, perpendiculares a él, los estrechos callejones que conforman el barrio de la Judería. Una auténtica preciosidad.

La Calle Mayor muere en la Plaza Mayor, de planta triangular, donde destaca la fachada del monumental Ayuntamiento con lonja del siglo XVI, cuyo interior alberga, no una, sino dos cárceles: una para personas de un nivel social más alto (principalmente nobles, clérigos y militares) y otra para presos comunes, formada por tres estancias diferenciadas, una de las cuales es un pozo de cinco metros de profundidad reservado para los prisioneros más peligrosos. En ambas podréis admirar los «grafitis» que éstos grabaron en las baldosas del pavimento y en los sillares de piedra.


Un buen paseo por La Fresneda no estaría completo sin visitar también la Casa de la Encomienda (antigua residencia del comendador de la Orden de Calatrava, de finales del siglo XVI), la Iglesia de Santa María La Mayor (también del XVI), la Capilla del Pilar (sencillo templo del XVII) y los restos del Castillo calatravo (quemado durante la I Guerra Carlista), con su cementerio y su aljibe natural bajo una gran roca.

¿Os gustan los lugares abandonados? Una última sorpresa aguarda al viajero más intrépido y paciente, pues paciencia precisamente es lo que se necesita para llegar a las ruinas del Convento de la Virgen de Gracia, ubicado a unos 5km del pueblo, en un solitario paraje entre los pinos del Valle del Silencio. Levantado en el siglo XVIII sobre otro anterior, en la misma cueva donde la leyenda dice que se apareció la Virgen, las duras condiciones de vida hicieron que sus monjes lo abandonaran y se trasladaran al centro de la población. Hoy es lugar de romería para los fresnedinos el primer sábado de mayo de todos los años. Aviso: el camino es de tierra pero en bastantes buenas condiciones para ir en coche.

Fuentespalda
No solo de la tirolina más larga de Europa (de casi 2km de distancia) vive el visitante que venga a Fuentespalda. En esta interesante población podréis visitar, además, la Casa Belsa (uno de los palacios renacentistas mejor conservados del Matarraña, visitable por dentro) y el Fossar Vell, un recinto en el que se ha recreado un cementerio medieval sobre el que se colocaron una veintena de estelas funerarias discoidales encontradas en el municipio. Éstas corresponden al período que abarca desde mediados del siglo XIII (aproximadamente la fundación de la Iglesia de El Salvador) hasta el siglo XV, en el que se generalizó el enterramiento dentro de las iglesias. Este conjunto constituye uno de los más completos de esta tipología en Aragón e incluye símbolos y cruces templarias y, lo que resulta más sorprendente, cátaras. Por ello, el cementerio ha sido recientemente premiado como uno de los más bonitos de España.


Pero Fuentespalda es célebre sobre todo por un lugar en el que, según dicen, también convergen una serie de líneas telúricas que lo convierten en otro de esos emplazamientos mágicos que salpican la comarca del Matarraña. Me refiero a la Cueva del Agua (o Coveta de l’Aigua), una gruta natural a 800 metros de altitud acurrucada en la ladera de la montaña Mas de Pau, a 3km de la localidad. Para visitarla es necesario contratar los servicios de un guía de Turismo Matarraña y ascender por un empinado sendero con unas vistas de infarto.

La cueva, de 100 metros de profundidad y 700 metros de recorrido mediante pasarelas, ofrece el único manantial de agua subterráneo de la zona, motivo por el que se cree que ha sido habitada desde tiempos inmemoriales por el hombre como lugar de culto al elemento primordial de la vida, a pesar de que aún no se han encontrado evidencias claras que lo demuestren. De hecho, aún en la actualidad muchas personas vienen a la cueva a practicar la meditación, pues allí el silencio es absoluto. Su gran particularidad, un intenso color negro que se debe al hollín que desprendió, presumiblemente, un incendio en el siglo XII.


Ráfales
Otro precioso conjunto histórico-artístico que no os podéis perder bajo mi punto de vista es Ráfales, pues conserva como pocos la huella árabe que quedó impregnada en sus calles y en el color azul añil de muchas de sus viviendas, símbolo de protección contra los malos espíritus, antes de que la Orden de Calatrava asumiera el dominio. En Ráfales nos topamos con esa cotidianeidad de esas gentes que miran con recelo al forastero, con el encanto de esas personas mayores que gustan de arreglar el mundo sentados en las puertas de sus casas. Nos topamos, en definitiva, con esa vida serena y con ese tiempo detenido, más que en ningún otro sitio.
Vuestro breve paseo debe incluir la singular Plaza Mayor en forma de L, cuya parte más alargada dispone de pórticos a ambos lados. Aquí se ubican los edificios más monumentales de la villa: Iglesia de la Asunción (donde se dice que uno de sus canecillos exteriores representa un falo en erección, el cual vendría a ser el único símbolo erótico de toda la comarca), Ayuntamiento y Fuente de la Plaza. También su cárcel del siglo XVI (nuevamente de acceso libre, una de las más aterradoras de la comarca), los portales de San Roque y de la Villa (que antiguamente formaban parte de las murallas del castillo calatravo) y el Molí de l’Hereu (un molino aceitero del siglo XVIII rehabilitado y reconvertido en museo y casa rural).

Monroyo
Si disponéis de tiempo suficiente y os halláis cerca de Monroyo, merece la pena que os detengáis unos minutos ni que sea para entrar en la renacentista Iglesia de la Asunción y subir luego las escaleras que llevan hasta su Ayuntamiento del siglo XVI. Este conjunto de edificios constituye una de las entradas más espectaculares del Matarraña.


Peñarroya de Tastavins
Terminamos este repaso de los pueblos más interesantes del Matarraña en Peñarroya de Tastavins, sin duda la auténtica sorpresa de nuestra escapada. Y es que este municipio ubicado a los pies de la icónica Peña del Masmut (macizo sagrado de roca caliza cuyas caprichosas formas constituyen uno de los enclaves geológicos más espectaculares de la comarca), poco se parece al resto de poblaciones que hemos visitado.


El motivo no reside en ninguno de sus monumentos principales (Iglesia de Santa María la Mayor, del siglo XVIII, y Ayuntamiento con cárcel correspondiente, del XVI), sino en la curiosa arquitectura de su entramado urbano, más propio del Norte de España. Con sus viviendas de gran altura y esa amalgama de balconadas de madera, de repente nos pareció estar en algún lugar de Cantabria o del País Vasco. ¡Qué bonito es este pueblo!
Junto al río Tastavins, a tan solo 2km del núcleo histórico se encuentra el Santuario de la Virgen de la Fuente, un conjunto de edificios de notable belleza compuesto por una ermita gótica (dotada de una impresionante techumbre de madera, joya de la carpintería mudéjar aragonesa), una ermita barroca y una fuente de 15 caños de la que mana agua fresca de las montañas. Este reposo para el alma fue nuestra última parada en un recorrido inolvidable por los pueblos mágicos del Matarraña.

Consejo cantinelero: Horta de Sant Joan y Arnes
Si vais sobrados de tiempo, no dejéis de cruzar la frontera catalana para visitar otros dos pueblos mágicos en pleno corazón del Parque Natural de Els Ports: Horta de Sant Joan y Arnes. Ambos constituyen una prolongación ideal para vuestro viaje por el Matarraña.


Alojamiento cantinelero TOP
Casa Ombrieta (Beceite)
Pocas veces hemos estado en una casa como ésta. Tres pisos, tres habitaciones dobles, dos baños, un amplio salón con cocina completa, una terraza maravillosa desde donde se divisa la Font Rabosa y, por si fuera poco, un párking privado en el piso inferior. Máxima limpieza, máxima tranquilidad, máxima comodidad. Una dueña encantadora que te recomienda lugares inesperados. El rumor del río mientras duermes. No lo dudes, ¡Casa Ombrieta es tu alojamiento en el Matarraña!


¿Os ha gustado este artículo sobre los pueblos mágicos del Matarraña? Pues si es así, ¡ayudadme a compartirlo! ¡Nos vemos en una próxima ruta cantinelera!


4 comentarios
Patry
Menuda maravilla.
Hace tiempo teníamos organizada está ruta pero por motivos personales tuvimos que posponerla(que no cancelarla) y de momento no hemos encontrado el momento de retomarlo, pero qué ganas tenemos.
Esperemos que pueda ser pronto porque esto es una maravilla y no quiero morirme sin conocerlo
Rafael Ibáñez
Conociéndote, seguro que os va a encantar esta maravilla de zona, por su naturaleza y por su patrimonio histórico-artístico, un fuerte abrazo amiga y gracias por tu comentario!
Tomas Garcia
Bonito articulo,
Lo comparto en el grupo de facebook Amigos de Calaceite.
Rafael Ibáñez
Muchas gracias Tomás!!