
Las maravillas de los Midi-Pyrénées
Ruta de 9 días descubriendo Occitania
Indice
Este año es el año. Después de la creciente subida de precios a un nivel generalizado en el sector turismo, por fin es hora de realizar ese viaje tantas veces postergado. Ese es precisamente uno de los mayores encantos de la región de los Midi-Pyrénées, su proximidad con respecto a España (se puede llegar hasta allí en apenas 4 horas desde Barcelona, por ejemplo). Esta vez no hizo falta contratar un vuelo ni un coche de alquiler, con nuestro propio coche fue suficiente.

En la actualidad ya no es del todo correcto hablar de los Midi-Pyrénées pues a partir del 1 de enero de 2016 esta región se fusionó con la de Languedoc-Roussillon para formar una más grande: Occitania. Sin embargo, incluso muchos franceses todavía siguen conociéndola como antes de la reforma administrativa.

¿Por qué adentrarse en esta zona de Francia? Sobran los motivos. Primero porque existe una acumulación de pueblos con encanto prácticamente única en toda Europa. Otros territorios también tienen muchos, pero probablemente no tantos como aquí y muchos de ellos figuran entre los más bonitos del país; en segundo lugar, porque es una tierra de contraste, aquí encontraremos frondosos bosques, infinitos campos de trigo, pueblos de piedra al más puro estilo británico y poblaciones hechas de ladrillo; en tercer lugar, por su patrimonio histórico, pues nos encontramos en pleno Camino de Santiago francés, salpicado por numerosas construcciones románicas de un gran valor; y por último, y no menos importante, porque aquí viviréis en su máxima expresión esa comodidad tan característica cuando se viaja al país galo: calles impolutas, párkings habilitados en todos los pueblos, baños públicos en excelentes condiciones y un largo etcétera que hace que cada vez tenga más ganas de volver a la France.

Preparaos porque os voy a presentar algunas de las maravillas que esconde la antigua región de los Midi-Pyrénées. Para ello exploraremos algunos de sus départements, concretamente Aveyron, Lot, Tarn y Tarn-et-Garonne. Algunas de estas maravillas ya os sonarán sobradamente y llevaréis largo tiempo pensando en conocerlas; otras muchas, en cambio, esperamos descubríroslas con este artículo. ¿Estáis listos? ¡Pues allez-y, les amis!
Día 1
Partimos desde Barcelona bien temprano para aprovechar bien nuestra primera jornada. Durante este primer día conoceremos tres interesantes poblaciones pertenecientes al departamento de Tarn-et-Garonne, a medio camino entre estos dos ríos.
Musée Ingres-Bourdelle de Montauban
Nuestra primera parada es toda una primicia cantinelera. Siendo grandes amantes de la pintura como somos, teníamos claro que debíamos detenernos en Montauban, ciudad natal de uno de los artistas neoclásicos más importantes, Jean-Auguste-Dominique Ingres. A él se le ha dedicado un museo ni más ni menos que en el palacio episcopal que el obispo Pierre de Bertier decidió establecer en 1664 sobre las ruinas de un antiguo fuerte. El palacio llegó a albergar el ayuntamiento e incluso una escuela de dibujo tras la Revolución Francesa, y desde principios del siglo XX alberga algunas de las obras más importantes de Ingres entre óleos, dibujos, así como también parte de su colección arqueológica particular para el deleite de todos aquellos que amamos el Neoclasicismo francés.

¿SABÍAS QUE…?
Durante la Segunda Guerra Mundial el Musée Ingres se convirtió en uno de los refugios para las obras de arte del Louvre, entre ellas La Gioconda. Así es, ¡la mismísima Gioconda estuvo aquí! Y permaneced atentos y atentas, porque éste no es el único lugar que visitaremos en este viaje que mantuvo escondido al celebérrimo cuadro de Leonardo da Vinci para mantenerlo lejos de los nazis.

El Musée Ingres fue creciendo y actualmente también presume de albergar obras del escultor Antoine Bourdelle, quien fuera discípulo de Rodin y uno de los precursores de la escultura monumental del siglo XX. Y cuidado porque también encontraréis obras de algunos destacados maestros antiguos como Raphaello, Tiziano, Poussin, Jordaens, Ribera, Van Dyck, Rembrandt, Velázquez, Delacroix o Géricault, ¡ahí es nada! Tras una reciente puesta a punto, el Musée Ingres-Bourdelle está listo para convertirse en uno de los espacios museísticos de referencia en el sur de Francia.

Abbaye de Saint Pierre de Moissac
Nuestro siguiente destino, un pueblo situado muy cerca de la confluencia de los ríos Tarn y Garona y que me enamoró durante mi primer viaje a Francia con mis padres, allá por el año 2000. Por Moissac, parada importantísima para los pelegrinos que se dirigen a Compostela, hay que pasar sí o sí para admirar una obra maestra del arte románico universal, la Abadía de Saint Pierre, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Tras su afiliación a la Abadía de Cluny en el siglo XI, este antiguo monasterio de finales del siglo VIII llegó a convertirse en un centro religioso e intelectual de primer orden en la Europa medieval.
Lo que convierte a Saint Pierre en un caso único es el grado de sofisticación y también de conservación de dos de sus elementos, fechados a principios del siglo XII: por un lado, la portada sur de la iglesia abacial, una de las más grandes y más abundantemente decoradas del románico europeo, con un tímpano presidido por un impresionante Cristo en majestad; por otro lado, su claustro, formado por 8 pilares y 76 capiteles, todos diferentes, que ilustran el Génesis, la infancia de Cristo y los milagros de San Benito, entre otros motivos animales y vegetales. Detenerse a admirar con detalle cada una de las composiciones es un privilegio que raramente podréis disfrutar tan cerca de nuestras fronteras. Recordad que, si bien la entrada a la iglesia es gratuita, el acceso al claustro es de pago.

Auvillar
Visitaremos muchos pueblos bonitos en los Midi-Pyrénées. Muchísimos. La mayoría de ellos están clasificados entre los más bonitos del país por la asociación de Les Plus Beaux Villages de France. El primero de todos ellos es Auvillar, otra etapa destacada de la ruta Jacobea, cuya ubicación a orillas del río Garona hizo que durante largo tiempo fuese un puerto comercial muy importante. De ahí que Auvillar atesore una iglesia originaria del siglo XII con reformas posteriores, la Église de Saint Pierre, notables edificios señoriales con entramado de madera de los siglos XVI, XVII y XVIII, y preciosas calles de ladrillo rojo y ventanales azules.
Sin duda lo más característico y la razón principal por la que venir a Auvillar es su mercado de grano circular del siglo XIX (Halle aux grains) cuya construcción sustituyó a otro anterior. Monumento histórico desde 1946, se halla en medio de la plaza principal de planta triangular flanqueada por bellos edificios que harán saltar chispas a vuestra cámara de fotos. No muy lejos de allí, se levanta la elegante Torre del Reloj (Tour de l’Horloge), levantada a finales del siglo XVII en el lugar de una antigua puerta fortificada. Pasead sin rumbo fijo por Auvillar y perdeos por sus calles, no os llevará mucho tiempo y el paseo os dejará un muy buen sabor de boca.

Día 2
Durante nuestro segundo día en los Midi-Pyrénées cambiaremos de departamento, introduciéndonos en el hermoso valle del Lot al tiempo que vamos ascendiendo geográficamente.
Lauzerte
Completando la tríada de pueblos bonitos del Tarn-et-Garonne junto a Moissac y Auvillar, se encuentra Lauzerte, que sin duda se convirtió en uno de los descubrimientos de nuestro viaje. Encaramado sobre los valles de Quercy-Blanc, este pueblo-bastida (un tipo de población fortificada que proliferó en el sur de Francia a finales del siglo XII con fines defensivos), Lauzerte fue creado por el conde de Toulouse en lo que hoy es otra de las etapas de la vía Podiensis, uno de los caminos que conducen a Santiago de Compostela. Nosotros siempre recordaremos Lauzerte como el pueblo de los artistas (y teniendo en cuenta que estamos en Francia, eso ya es decir mucho) pues el dinamismo cultural de este pequeño pueblo medieval es asombroso.

Los amantes del arte disfrutarán en Lauzerte como en pocos sitios. Curiosos detalles en fachadas y calles, creadores que venden sus propias obras al público en sus atéliers, exposiciones al aire libre de fotografías que cuelgan de las paredes, antiguas casas que hoy sirven como galerías en las que puedes entrar libremente… Vamos, un auténtico paraíso para vuestro cantinelero. Y todo ello con un marco incomparable de calles de piedra blanca, espléndidos miradores que dan al valle, una preciosa iglesia románica y una plaza con arcadas cuyo pavimento ha sido «levantado» por un artista.
Por favor, no os marchéis de Lauzerte sin visitar el Jardin du Pélerin, la preciosa Galería de arte Espace Points de Vue. Tampoco os perdáis la Grand-Rue y la Rue du Millial.

Cahors
En medio de un meandro del río, ahí se encuentra enclavada la capital y ciudad más importante del departamento del Lot: Cahors. Pues menuda sorpresa nos llevamos, porque pensábamos que Cahors no tendría mucho más que ofrecer que sus dos monumentos estrella que además son Patrimonio de la Humanidad. Me estoy refiriendo por supuesto al Pont Valentré, construido en el siglo XIV en el marco de las guerras franco-inglesas y que con sus tres torres fortificadas es uno de los puentes más icónicos de Francia, y a la Catedral de Saint-Étienne, templo románico que nos dejó boquiabiertos debido a su enorme originalidad, pues está coronado por dos cúpulas. Su claustro, además, es una obra maestra del gótico flamígero.

Pero como os decía, menuda sorpresa nos llevamos con Cahors, a la que merece dedicarle al menos media jornada para conocer lo más indispensable, lo cual se concentra básicamente en el casco histórico de la ciudad. Una forma bien bonita de recorrerla es haciendo la Ruta de los Jardines Secretos, una iniciativa que nació en 2002 gracias a la creatividad de los jardineros de la ciudad. A través de 24 jardines escondidos, uno tiene la oportunidad de descubrir rincones realmente encantadores y de disfrutar de la extraordinaria belleza de los callejones del entramado urbano medieval. Y creednos, ¡algunos son realmente difíciles de encontrar!

Día 3
En este tercer día seguiremos explorando el fabuloso Valle del Lot, descubriendo muchas otras maravillas de esta bella región francesa. Para ello comenzaremos madrugando bastante para visitar Saint-Cirq-Lapopie, uno de los pueblos más bonitos del país galo, prácticamente a solas.
Saint-Cirq-Lapopie
Cuando uno viaja a los Midi-Pyrénés resulta inevitable que cada uno configure mentalmente su propio ránking personal de los pueblos que más le han gustado. En este sentido, Saint-Cirq-Lapopie fue para nosotros el más bonito de todos, sin ningún género de duda, y uno de los más auténticos en los que hemos estado nunca.
Bastó con llegar a las 8h de la mañana. Tras aparcar el coche en uno de sus párkings de pago habilitados, nos abandonamos al inmenso placer de trasladarnos atrás en el tiempo y recorrer sus calles medievales en entera soledad. Como cruzar un portal dimensional.

De modo que allí estábamos, dando rienda suelta a nuestra imaginación y dejándonos inspirar al igual que lo habían hecho otros antes que nosotros. Como un tal André Breton, quien había sido fundador y líder del surrealismo, cuando llegó aquí en 1950 mientras apoyaba a Garry Davis en Cahors en su movimiento pacifista Ciudadanos del mundo. Juntos inauguraron la primera carretera del mundo (también denominada Camino por la Paz) entre Cahors y Saint-Cirq Lapopie. Hipnotizado por la belleza del pueblo, Breton decidió comprar una casa en Saint-Cirq e invitó a sus amigos artistas a visitarlo durante las vacaciones, entre otros Man Ray, Max Ernst, Dorothea Thanning y Meret Oppenheim, lo cual supuso un auténtico revulsivo para la recuperación definitiva de un lugar que todavía mantiene ese poder de atracción sobre los artistas. Antes que Breton, el pintor y coleccionista Émile Joseph-Rignault había hecho lo propio instalándose aquí en los años 20 del siglo pasado.
«Dejé de querer estar en otro lugar», dijo Breton en una ocasión.
En este sentido, tuvimos la oportunidad de charlar amistosamente con una escultora en la tienda que ella misma regentaba y donde vendía piezas suyas y de otros creadores con los que estaba asociaba. Ella misma nos contó cómo había llegado a Saint-Cirq atraída por su magia. Edificios como el Musée Rignault o la Maison Daura, vivienda histórica del siglo XIII que el pintor español Pierre Daura adquirió como su lugar de trabajo y reconvertida en una residencia de verano para artistas internacionales, ayudan a mantener vivo este fuego creativo.
Saint-Cirq se alza en la ladera de un acantilado sobre el río Lot. Lo que hoy resulta una posición tan idílica fue aprovechada en otros tiempos para construir un castillo, el de los Cardaillac, cuyas pocas ruinas supervivientes recuerdan su emplazamiento en lo alto de un promontorio rocoso conocido como la pope, cuyo significado podría traducirse como «la teta». Muy cerca queda la iglesia fortificada del siglo XII reformada en siglos posteriores, dedicada al santo más joven de la Cristiandad, Saint-Cyr, que murió con apenas 3 o 4 años de edad y que dio nombre al pueblo.
SI TENÉIS TIEMPO…
…no dejéis de acercaros a la Grotte du Pech-Merle, cuyas pinturas rupestres poseen hasta unos 25.000 años de antigüedad. A diferencia de otros santuarios del arte paleolítico europeos como Altamira, Lascaux o Chauvet, en Pech-Merle se visita la cueva original y no una réplica, por lo que adentrarte en la «Capilla Sixtina del Lot», tal y como la definió el arqueólogo Henri Breuil, debe ser toda una experiencia.
De entre todas las representaciones, destacan sus caballos de gran tamaño y las manos en negativo que, según algunos expertos, podrían haber sido realizadas mayoritariamente por mujeres. La cueva se encuentra a muy pocos kilómetros de Saint-Cirq-Lapopie, pero eso sí, comprad vuestra entrada con antelación suficiente porque de lo contrario os quedaréis sin visitarla, tal y como nos ocurrió a nosotros.

Autoire
Cuando os toque abandonar pueblos como éste, recordad que os esperan nuevas sorpresas como Autoire, enclavado al pie de un circo glaciar formado por altos acantilados calcáreos. Parece mentira que a tan poca distancia del pueblo anterior podamos encontrar una arquitectura tan diferente que me hizo pensar en mi viaje a los Cotswolds. De igual modo, las residencias señoriales se encuentran realizadas a base de una piedra color miel recalentada por el sol y rematadas con pardas torrecillas. Y es que, si de algo os percataréis en vuestro viaje por los Midi-Pyrénées, es que cada pueblo tiene su propia personalidad.
En el corazón de este pequeño conjunto urbano, las casas forman una muralla circular alrededor de la iglesia románica de Saint-Pierre. Cerca de allí, el castillo de los señores locales que controlaron el pueblo desde el siglo XI hasta el XVII alberga ahora el ayuntamiento.

La magia de Autoire se completa con un maravilloso entorno natural, cuya excursión más emblemática es la que parte del mismo aparcamiento de pago del pueblo y finaliza en la cascada de 30 metros de altura, la más alta de todo el departamento. El paseo de poco más de un kilómetro a través de un espeso bosque de cuento es una delicia para los sentidos.
Loubressac
Una de las mejores cosas de venir a los Midi-Pyrénées es que nunca se agotarán las posibilidades y si uno dispone de algo de tiempo extra, siempre tendrá la oportunidad de explorar lugares que no tenía previstos. A muy poca distancia de Autoire se encuentra Loubressac, ubicado sobre un promontorio que domina los valles del Dordoña, del Bave y del Cère. No suele figurar en la lista de los más visitados, de modo que, si buscáis un lugar con encanto poco concurrido y apartado de los circuitos habituales, ese es Loubressac.
Vuestra visita a la antigua ciudadela fortificada de Loubressac no durará más que un suspiro. Entrad en su iglesia terminada en el siglo XIV y reformada dos siglos más tarde, pasad por delante de la fachada de su antiguo castillo, hoy de propiedad privada, y disfrutad de las vistas de un entorno maravilloso. En el horizonte divisaréis la majestuosa silueta de una de las fortalezas occitanas más espectaculares, el Château de Castelnau-Bretenoux, que también visitaremos en los próximos días.


Carennac
Otro pueblo que me trasladó instantáneamente a los Cotswolds fue Carennac, sin duda otro de los que debéis marcar como imprescindibles cuando preparéis vuestra ruta por los Midi-Pyrénées. Situado a orillas del río Dordoña, Carennac te recibe con la que es, bajo mi punto de vista, la entrada más bonita de toda la región.


El conjunto arquitectónico que forman el Castillo de los Deanes, del siglo XVI (actualmente alberga el Centro Patrimonial de este «pays d’art et d’histoire» que es el Valle del Dordoña), y la iglesia románica de Saint-Pierre, con un tímpano esculpido en su portada que colapsa todos tus sentidos y un coqueto claustro, es la auténtica joya de un entramado urbano medieval de calles estrechas y empedradas que ya son un monumento en sí mismo.
Día 4
Durante el cuarto día visitamos nada más y nada menos que 5 pueblos, lo que puede ser toda una proeza o una temeridad, depende de cómo se mire. A nuestro favor diremos que volvimos a madrugar mucho para visitar Rocamadour a solas y disponer de mucho más tiempo para el resto de la jornada, en la que haremos una breve incursión a otra región, Nueva Aquitania. Os aseguro que, dada la poca distancia que hay con respecto a los Midi-Pyrénées, merece muchísimo la pena.
Rocamadour
Comenzamos a primerísima hora de la mañana en Rocamadour, del que se dice que es el lugar más visitado de toda Francia tras París, el Mont Saint-Michel y Carcassonne. La razón es muy sencilla: posee uno de los santuarios más importantes de la Cristiandad, aunque para ser exacto debería decir conjunto de santuarios, ni más ni menos que 7 (en su día llegó a albergar hasta 12). Una vez más os recomiendo levantaros pronto si queréis disfrutar a solas del lugar más frecuentado por viajeros y también por peregrinos (por razones obvias) de los Midi-Pyrénées.


Amaneció lluviosa aquella mañana, lo cual también contribuyó a un hecho casi milagroso: que encontráramos aparcamiento (de pago) prácticamente en la misma Porte Figuier, entrada principal de la villa medieval. Tal y como se aprecia desde la carretera de acceso (desde la pedanía de L’Hospitalet), Rocamadour se encuentra incrustado literalmente sobre la ladera de un acantilado a 120 metros de altura sobre el cañón del río Alzou y rodeado por los coloridos paisajes del Parque Natural Regional de Caussses du Quercy. Se encuentra estructurado en 3 niveles, distribuidos en el pueblo propiamente dicho (primer nivel), el conjunto de 7 santuarios (segundo nivel) y el castillo (tercer nivel). El visitante puede aparcar, bien en la zona superior o bien en la inferior, y realizar la visita en sentido descendente o ascendente, según prefiera.
Nosotros visitamos primero el pueblo, que no es más que una única calle repleta de tiendas de souvenirs que se han ido amoldando a la típica arquitectura medieval de la zona. Al final de dicha calle encontraréis la Gran Escalera que accede al segundo nivel, donde se encuentran los 7 santuarios. La tradición cuenta que ya existía un primer santuario antes de 1166, año en el que se encontró el cuerpo incorrupto de San Amador en el interior del templo. A partir de ese momento la Ciudadela de la Fe, como también se conoce a Rocamadour, fue adquiriendo importancia, llegando a convertirse en un lugar de peregrinación de primer orden frecuentado a lo largo de los siglos por ilustres personajes como Luis IX de Francia, Enrique II de Inglaterra o Alfonso II de Portugal.
La Gran Escalera, un monumento en sí mismo, consta de 216 peldaños que algunos peregrinos suben de rodillas como acto de penitencia, al igual que se hacía en la Edad Media. Nosotros fuimos testigos de cómo 3 de ellos realizaban este ritual, deteniéndose a orar en cada uno de esos peldaños, y os aseguro que resulta, cuanto menos, impactante. Una vez arriba, encontraréis el Palacio Abacial y la Explanada de los Santuarios, destino final del Camino Sagrado. De los 7 templos que la conforman, destacan principalmente la Basílica de Saint-Saveur, edificio de transición entre el románico y el gótico, el más grande de todo el conjunto y en cuya cripta se custodian los restos del santo, y la Capilla de Notre-Dame, donde se halla la Virgen negra de Notre-Dame de Rocamadour. Del siglo XII, esta imagen es la más venerada por los peregrinos debido a sus múltiples milagros. Los barcos que cuelgan del techo recuerdan que es la patrona de los marineros.
¿SABÍAS QUE…?
Cuando salgáis de la capilla, fijad vuestra mirada en la pared de la montaña, allí os llamará la atención la presencia de una espada clavada en la roca. Son los propios monjes quienes la identifican con Durandal, la legendaria espada de Roldán, sobrino de Carlomagno y legendario caballero franco que murió en la batalla de Roncesvalles en el año 778. Existen numerosas leyendas vinculadas a una espada que, según se dice, contenía importantes reliquias en su interior. Una de ellas asegura que fue el propio Roldán quien la incrustó allí en un intento para destruirla y que no cayese en manos de sus enemigos. Quién sabe.

La última etapa del camino incluye un via crucis algo empinado y zigzagueante que podréis subir a pie o en ascensor-teleférico (previo pago, claro está), según vuestra preferencia, y que os conducirá a la parte superior de Rocamadour. Allí se alza el castillo construido en el siglo XX para sustituir a aquel del siglo XV que apareció para salvaguardar la ciudad sagrada. Como es de propiedad privada, actualmente solo son visitables sus murallas. Merece la pena pagar los 2€ que te cobran para acceder, pues se trata del mejor lugar para distinguir cómo el pueblo se incrustó de forma magistral en una de las terrazas del cañón del río Alzou.

Collonges-la-Rouge
Continuamos explorando el Valle del Dordoña realizando una pequeña incursión a otra región, la de Nueva Aquitania, concretamente al departamento de Corrèze. Allí nos espera uno de los pueblos que se ha puesto más de moda en los últimos años, incluso para los propios franceses: Collonges-la-Rouge. Vamos a darle un toque de color rojizo a nuestro viaje.

Es curioso saber que Collonges-la-Rouge fue el primero en figurar en la lista de los más bonitos de Francia ya que fue su alcalde, Charles Ceyrac, quien impulsó la creación de la asociación que desde hace décadas se encarga de otorgar visibilidad a las muchas joyas rurales que esconde Francia por todo su territorio. Se debe igualmente a este hombre el que se introdujese el «apellido» a su nombre oficial, el de «la-Rouge» (la roja), con el fin de ensalzar turísticamente esta gran peculiaridad que tanto sorprende a los visitantes cuando la descubren. Me refiero al característico color rojo de sus construcciones que se debe al óxido de hierro presente en el rodeno, esa característica piedra arenisca que está presente también, por ejemplo, en los pueblos de la Sierra de Albarracín (Teruel).
La sobrada belleza de su casco histórico se debe a la intensa actividad comercial que nació sobre la base del poderío del condado de Turenne, durante el cual experimentó su mayor florecimiento, especialmente durante los siglos XV y XVI. Fue en esa época de la que procede la mayor parte de los 25 torreones de los palacetes en las que residieron los «funcionarios» de aquellos condes y vizcondes y que conforman otra de las grandes atracciones turísticas de Collonges. Para completar un precioso paseo, no olvidéis visitar el conjunto formado por la Capilla de los Penitentes (siglo XV), la románica Iglesia de Saint-Pierre y el precioso mercado cubierto (Halle).
Para ser completamente honesto con vosotros, debo decir que nuestra visita a Collonges tuvo un sabor agridulce. Tuvimos la sensación de que se encuentra demasiado enfocado al turismo, hay muchas tiendas de souvenirs, demasiadas para un pueblo tan pequeño, y muchas de ellas no poseen ese encanto de lo artesanal que tienen otros pueblos. El precio de la fama, supongo.
Turenne
Vamos con uno de nuestros favoritos del departamento de Corrèze. La villa de Turenne fue la capital de un importante vizcondado que dominó un amplio territorio durante diez siglos, gozando de grandes privilegios hasta bien entrado el siglo XVIII que llegaron a otorgarle el privilegio de una cuasi-independencia con respecto de la corona.
Adentrarnos en Turenne es como adentrarnos nuevamente en algún pueblo de la campiña inglesa, con esas antiguas casas de piedra oscura y tejados de pizarra. Una auténtica maravilla deambular sin rumbo fijo mientras ascendemos las empinadas calles de la colina en la que se halla instalado.

La cima de dicha colina se encuentra coronada por su impresionante château, feudo de los señores de Turenne y cuyo origen se remonta a un castrum carolingio del siglo VIII. En la actualidad un elegante jardín de estilo francés ocupa el lugar de las antiguas ruinas de las que solo sobrevive un imponente recuerdo, la Tour César, un torreón de vigilancia del siglo XIII.
Curemonte
Proseguimos con otro de los pueblos declarados más bonitos de Francia, Curemonte, al que los propios franceses llaman «le village des trois» («el pueblo de los tres»), pues atesora 3 iglesias (Saint-Barthélémy du Bourg, la Combe y Saint-Genest) y 3 castillos (el de Saint Hilaire, el de Johannie, y el de Plas), todos edificios fechados entre los siglos XIV y XVII.


Desde el mismo aparcamiento de pago, a las afueras del pueblo, se obtiene una primera panorámica de Curemonte que os abrirá el apetito, con sus tejados rojizos tan característicos. De muchas de las fachadas de las casas nobles diseminadas por el entramado medieval colgaban fotografías de gran tamaño realizadas por diversos artistas que sin duda le dieron un plus a nuestra visita. Como curiosidad, justo al lado del templo de Saint-Barthélémy hay una vivienda cuyo jardín de diseño contemporáneo ha recibido una distinción por parte del Estado Francés.

Beaulieu-sur-Dordogne
A aquellas alturas de la película y después de haber visitado ya 4 pueblos aquel día, lo cierto es que fue casi un milagro que termináramos acercándonos a Beaulieu-sur-Dordogne. Pues menuda suerte, porque no sabríamos lo que nos hubiéramos perdido. Solo os diré que si tuviésemos que elegir uno solo de los pueblos de esta ruta en la que, de haber podido, nos hubiésemos quedado mucho más tiempo, sin duda elegiríamos éste. ¡Menudo descubrimiento!

Desde aquí queremos agradecer infinitamente a nuestra amiga de Instagram Ana Belén de la cuenta @anavineglaperez el habernos insistido a venir a Beaulieu-sur-Dordogne, literalmente «bello lugar a orillas del Dordoña», de lo cual se tuvo que dar cuenta Rodolphe de Turenne, arzobispo de Bourges, cuando en el siglo IX pasó por aquí y decidió cambiar el nombre de este pueblo de pescadores y viticultores anteriormente conocido como Vellinus. Además, pensó que era el lugar idóneo para fundar una abadía benedictina, la de Saint-Pierre, cuyo tímpano esculpido es una verdadera obra maestra del románico y uno de los ejemplos más destacados de la región.
Existen, en realidad, dos Beaulieu-sur-Dordogne. La primera es la de su cité medieval, a la que pertenece la citada abadía y otros muchos edificios históricos realmente apabullantes por su belleza y su estado de conservación (como por ejemplo la Maison Renaissance, con su fachada ornamentada con esculturas que vienen a recordar las fiestas que se dieron durante el viaje que Catalina de Médicis realizó por Francia para presentar a su hijo Carlos X al reino entre 1564 y 1566). Si a esto le sumáis calles con maisons à colombage y coquetas plazas llenas de encanto, la combinación resulta irresistible.
La segunda es la más cercana al río, allí donde se respira la esencia de los pescadores que poblaban aquella primera Vellinus. Cruzad la Passerelle des Aubarèdes para acceder a la isla que forma el río, allí encontraréis un remanso de paz como pocos encontraréis en vuestra vida. En este espacio idílico se sitúa una especie de centro vacacional donde los franceses disfrutan de la contemplación de la naturaleza mientras caminan entre las antiguas barcazas que en otros tiempos transportaban duelas de madera para la fabricación de las barricas.

De todos los edificios que veréis reflejados en las aguas como un espejo perfecto destaca la silueta de la Chapelle des Pénitents, una capilla del siglo XII que actualmente sirve como sala de exposiciones. De allí nos trajimos una preciosa acuarela pintada por una artista local.

Día 5
Después de nuestra pequeña incursión de un día por la región de Nueva Aquitania, regresamos a los Midi-Pyrénnés para continuar descubriendo más secretos del fascinante departamento del Lot. Comenzaremos por el monumento subterráneo más visitado de toda Francia, el Gouffre de Padirac y terminaremos por Figeac, una de esas ciudades cuya visita no puede faltar en cualquier ruta por el sur del país galo.
Gouffre de Padirac
Para visitar el Gouffre de Padirac, uno de los lugares más alucinantes que he visto en mi vida, es absolutamente necesario que adquiráis las entradas previamente por Internet en su página web, de lo contrario habréis hecho el viaje en vano. Si tuviese que quedarme con una sola experiencia de nuestro viaje por los Midi-Pyrénnées, sin duda me quedaría con bajar a las profundidades de esta espectacular sima de 103 metros de profundidad formada en algún momento indeterminado mediante el hundimiento de su bóveda en este paisaje kárstico de millones de años de antigüedad.
A pesar de que se sabe que ya fue habitado en siglos posteriores, fue en julio de 1889 cuando el célebre y visionario espeleólogo Edouard-Alfred Martel decidió emprender una auténtica aventura descendiendo a uno de los abismos más misteriosos del planeta. Desde hacía tiempo a este gran agujero se le vinculaba con el demonio, por lo que la hazaña de Martel era tachada cuanto menos de locura absoluta.

“La realidad ha superado lo que mi imaginación había soñado… En ningún otro lugar la naturaleza ha construido monumentos más extraordinarios». Édouard-Alfred Martel
Desde entonces el Gouffre de Padirac se ha convertido en la atracción subterránea más visitada de Francia, y no es para menos. La experiencia lo merece: tras el increíble descenso a lo más profundo de la cavidad a través de varios tramos de escaleras en los que no tendréis tiempo de cerrar la boca del asombro, os espera una inolvidable visita por el sistema de cuevas, incluyendo un paseo en barca por el lago subterráneo de Padirac (afluente del Dordoña) y toda una lección de geología en sus distintas «salas abovedadas», incluyendo el Salón de la Gran Cúpula, que con sus 94 metros de altura es una de las más grandes de Europa. Un espacio en el que se terminan todos los adjetivos posibles. Por favor, no os lo perdáis porque esto es algo único en la vida.
Antes de salir, me compré un ejemplar de «Viaje al centro de la Tierra» de Julio Verne en la tienda. No podría calificar mejor esta experiencia.
Château de Castelnau-Bretenoux
Como nuestra curiosidad no tiene límites (ni tampoco nuestras ganas de aprovechar el tiempo al máximo, por muy cansados que estemos) decidimos visitar dos de los châteaux más importantes de la zona antes de llegar a Figeac, comenzando por el Château de Castelanau-Breteneoux, levantado sobre una meseta rocosa que domina la llamada «tierra de los cuatro ríos» en la frontera septentrional de la antigua provincia de Quercy.

Este imponente castillo fue propiedad de la familia Castelnau-Bretenoux, una importante baronía descendiente de la aristocracia carolingia. Por lo visto ya existía una residencia fortificada allá por el siglo XI, pero fue durante los siglos XIV y XV cuando el castillo adoptó su configuración definitiva. En última instancia, la familia Clermont-Lodève, quien heredó la baronía, terminó de emprender importantes obras de embellecimiento a mediados del siglo XVII. Catalogado como monumento histórico en 1862, el castillo fue finalmente comprado en 1896 por Jean Mouliérat, tenor de la Opéra Comique de París, quien lo salvó de la ruina rehabilitándolo y amueblándolo por completo.
Si disponéis de algo de tiempo extra en vuestra ruta, no dudéis en acercaros a visitarlo, no os llevará más de una hora. Además, existe un ticket que combina la entrada a este castillo con la del siguiente que vamos a visitar.
Château de Montal
Como contrapunto al castillo medieval de tipo defensivo de Castelnau-Breteneoux, el de Montal nos ofrece la elegancia del primer Renacimiento que penetró en la región de Quercy. Y es que este precioso château es excepcional por diferentes razones, principalmente porque se debe al empeño y al gusto exquisito de una extraordinaria mujer, Jeanne de Balsac, esposa de Amaury de Montal, señor de Laroquebrou, e hija del ambicioso Robert de Balsac, senescal de Agenais. A Jeanne debemos la rehabilitación del edificio y de la simbólica decoración tanto interior como exterior, que no son sino el reflejo de la voluntad inquebrantable de una madre que lucha contra la adversidad de haber perdido a su hijo en la guerra. Especialmente reseñable es la asombrosa ornamentación de la escalera central, así como los bustos de los medallones situados en el patio exterior, que representan los parientes de la propia Jeanne, incluyendo a su fallecido hijo.

Después del abandono que el castillo sufrió en el siglo XIX, éste fue adquirido por Maurice Fenaille, otro de esos ricos personajes con una amplia cultura. Éste dedicó todos sus esfuerzos en recuperar la mayoría de obras que habían formado parte del edificio y que habían sido vendidas por antiguos propietarios para paliar costes. Le fue imposible recuperarlas todas, pero recurrió a su amigo, el escultor Auguste Rodin, para pedirle que artistas que trabajaban para él realizaran copias exactas de las que faltaban.
Como curiosidad, Montal fue otro de esos lugares encargados de ocultar la Gioconda de da Vinci durante la Segunda Guerra Mundial. Fue entre 1943 y 1945, año en que el cuadro se trasladó definitivamente al Musée du Louvre. ¿Recordáis que también había estado escondida en el Musée Ingres de Montauban?
Figeac
Terminamos el día en Figeac, ciudad natal de Jean-François Champollion, el lingüista que descifró los jeroglíficos egipcios a principios del siglo XIX, contribuyendo decisivamente al entendimiento de una de las civilizaciones más importantes de la Antigüedad. Hoy la casa donde vivió alberga el Musée Champollion, dedicado a las escrituras del mundo, cuya visita a mi juicio resulta completamente prescindible. Algunas pocas piezas originales procedentes del país de los faraones en su piso inferior es su único atractivo, nada más.

LA PIEDRA MISTERIOSA
En la localidad de Rosetta, en el delta del Nilo, soldados franceses del ejército de Napoleón localizaron un enorme pedrusco con inscripciones en una de sus caras, dividida en tres registros. Se trataba de un decreto promulgado por Ptolomeo V en el año 196 a.C. El primero de los registros estaba escrito en un lenguaje perfectamente conocido por los historiadores, el griego; el segundo, el demótico, la última fase cursiva de la escritura egipcia; y el último estaba escrito en jeroglíficos. La piedra, que ahora se expone en el British Museum de Londres, se convirtió en el diccionario para el desciframiento de los jeroglíficos egipcios cuando, después de que numerosos eruditos se lanzaran a su estudio realizando importantes avances, Champollion logró dar con la clave definitiva, considerándosele a día de hoy el padre de la egiptología. El sabio continuó con sus estudios sobre los jeroglíficos e incluso pudo cumplir el sueño de su vida y viajar a Egipto, pero su brillante carrera quedó abruptamente truncada, ya que murió a causa de un ataque al corazón con tan solo 41 años.

Merece la pena explorar las calles del casco histórico medieval de Figeac. Sus casas palaciegas, sus calles estrechas y sus coquetas plazas os devolverán a su época dorada en la Edad Media fruto de la riqueza que propició su actividad comercial gracias a las rutas de peregrinación.
No os vayáis sin visitar la Iglesia abacial de Saint-Saveur, cuya construcción bajo la supervisión de la abadía de Conques fue el origen del desarrollo de la localidad, la Iglesia de Notre-Dame-du-Puy, desde donde hay unas vistas preciosas, la céntrica Place de la Halle y la coqueta Place des Écritures, en cuyo suelo el artista americano Joseph Kosuth realizó un homenaje al hijo más ilustre de la ciudad instalando una réplica del relieve de la Piedra Rosetta a gran escala.

Día 6
Seguimos descendiendo y durante esta jornada nos adentraremos en otro departamento fascinante de los Midi-Pyrénnés, Aveyron, donde visitaremos pueblos con mucha historia. Para ello volveremos a madrugar para disfrutar a solas de Conques, uno de los puntos fuertes de nuestro viaje.
Conques
Nuestra primera parada no es solo una de las joyas indiscutibles del Aveyron sino también una de las etapas más destacadas de la via Podiensis del Camino de Santiago francés. Y lo es porque en Conques se custodia una de esas reliquias que han atraído a millones de peregrinos a lo largo de los siglos. Me estoy refiriendo a los restos de Sainte-Foy, una jovencísima mártir de la Iglesia condenada a la hoguera y a la decapitación con apenas 13 años de edad en Agen (Nueva Aquitania) en el año 303 d.C. por defender ante los romanos sus creencias cristianas. La tradición cuenta que un monje de nombre Ariviscus robó los restos mortales de la santa en Agen para llevárselos a Conques, una astuta maniobra que en aquellos tiempos estaba a la orden del día y que permitió un rápido crecimiento en el monasterio que ya existía en la villa desde el siglo IX.
En el siglo XI se hizo necesaria la construcción de una iglesia más grande para acomodar al gran número de peregrinos, y de ahí surgió la actual Abbatiale de Sainte-Foy, declarada Patrimonio de la Humanidad y una auténtica obra maestra del románico francés gracias a la sobriedad de sus líneas arquitectónicas y a la maestría escultórica de la representación del Juicio Final en su tímpano policromado compuesto por 124 personajes, a la postre uno de los más destacados del sur del país galo.

Sus 104 vidrieras, no obstante, no pertenecen a la Edad Media sino a finales del siglo XX. Son obra del artista contemporáneo Pierre Soulages, quien ideó un tipo de vidrio especial translúcido para respetar al máximo el color amarillo de la piedra arenisca del edificio. Él mismo había visitado Conques cuando tenía 12 años y recuerda la profunda impresión que le produjo estar frente a la abbatiale, momento preciso en el que decidió que iba a dedicar su vida a ser artista. Muy atentos porque no será la única vez en el día de hoy que nos topemos con este artista.
Hoy las reliquias no se guardan en el interior del templo como antaño, sino en una sala independiente acondicionada para albergar el celebre Tesoro de Conques a la que sin duda deberéis acceder si queréis admirar uno de los conjuntos de orfebrería medieval mejor conservados del mundo.
¿SABÍAS QUE…?
La gran excepcionalidad del Tesoro de Conques reside en que es el único existente en toda Francia y uno de los pocos que se han conservado en Europa. ¿La razón? Durante la Revolución Francesa algunos vecinos decidieron esconder estas valiosas piezas en sus casas a riesgo de perder sus vidas, pues durante ese período los bienes eclesiásticos fueron incautados para las necesidades económicas de la Revolución. Así pues, podemos afirmar que fue gracias a los propios habitantes de Conques que hoy en día se haya conservado la fabulosa estatua-relicario de la Majestad de Sainte-Foy, la joya indiscutible de todo el conjunto.

Un paseo por Conques os devolverá irremediablemente a la época medieval. Nosotros lo disfrutamos a primerísima hora de la mañana, con la única compañía de algunos pocos peregrinos que desayunaban en las pequeñas terrazas de sus posadas mientras se desperezaban e intercambiaban amistosas palabras con otros peregrinos, sabedores de que esos momentos de conexión muy probablemente iban a ser únicos e irrepetibles.

A pesar de todas las buenas razones que ya os he dado y que convierten a este pueblo en uno de los que debéis visitar obligatoriamente en un recorrido por los Midi-Pyrénées, tengo que confesar que no superó mis expectativas, aquellas que me decían que íbamos a visitar el pueblo más bonito de Francia, como tantas y tantas veces había leído por ahí. Semejante afirmación se me quedó muy corta, después de haber visitado un pueblo como Saint-Cirq-Lapopie hace pocos días, o las regiones de Normandía o Alsacia en otros viajes anteriores. Pero para gustos…
Salles-la-Source
A medio camino entre Conques y Rodez hay una cascada a un pueblo pegado, que diría Quevedo. Salles-la-Source es una rareza preciosa que bien merece una breve parada. Al igual que ocurre en el maravilloso pueblo burgalés de Orbaneja del Castillo, Salles se encuentra atravesado literalmente por un salto de agua que, en este caso, alcanza los 20 metros de altura y que proviene de un río subterráneo situado en la parte superior del pueblo.

Allí arriba podréis visitar, además, un entramado medieval con casas de piedra presidido por la Iglesia de Saint-Pierre, que se encuentra junto a un hermoso y amplio parque. Al otro lado de la carretera, el templo románico de Saint-Paul. Simplemente precioso.
Belcastel
Agazapado entre montañas, este conglomerado de casas de piedra de apenas 50 residentes era un lugar prácticamente abandonado hace bien poco, hasta que en 1974 Fernand Pouillon, uno de los máximos exponentes de la arquitectura francesa del siglo XX y autor de algunas de las más conocidas reconstrucciones de ciudades tras la devastación provocada por la Segunda Guerra Mundial, decidió comprar el ruinoso Château de Belcastel, una antigua fortaleza del siglo XI, para rehabilitarlo por completo. Esta iniciativa se convirtió en el germen de la restauración del resto del municipio por parte de sus habitantes, quienes, influenciados por el espíritu de Pouillon, terminaron convirtiéndolo en lo que es hoy, una de las estampas más fotogénicas del Aveyron.

La visita del castillo viene a culminar un corto y relajado paseo ascendente que comienza en la parte inferior, con ese precioso puente medieval y la Iglesia de Sainte Marie-Madeleine, en cuyo cementerio reposan los restos del arquitecto que devolvió el esplendor perdido a Belcastel.

Musée Soulages de Rodez
Como ya es habitual en este viaje, íbamos sobrados de tiempo (es lo que tiene madrugar tanto) y decidimos llegar hasta la ciudad de Rodez para conocer más acerca del hombre que había intervenido en los vitrales de Conques. El Musée Soulages está consagrado al recientemente fallecido artista contemporáneo Pierre Soulages, natural de Rodez, uno de los padres del informalismo francés.

¿Puede un artista dedicar su vida entera a un solo color? Soulages lo hizo, y no a cualquier color. El color negro y sus infinitas tonalidades, esa fue la obsesión que marcó toda su carrera profesional hasta el mismo día de su muerte, a los 102 años. El edificio, obra del estudio español RCR Arquitectes, es en sí mismo una obra de arte que complementa a la perfección las obras de Soulages a través de materiales como el hormigón y el acero, sumergiendo al visitante en ese fuerte contraste entre luz y oscuridad tan característico de los misterios insondables de Soulages. Una experiencia inmersiva que comprende 1.700 m² de salas expositivas, incluyendo aquella dedicada a las vidrieras del templo de Conques, la más luminosa de todas.


Hubiese sido una imprudencia por nuestra parte (a pesar de la lluvia) no haber caminado los pocos metros que separan el parque donde se levanta el Musée Soulages de la Catedral de Rodez, una de las catedrales góticas más grandes del sur de Francia. Su interior estremece como el del museo dedicado al pintor del negro, pero de distinta forma. Otro artista contemporáneo, Stéphane Belzère, fue el responsable de la decoración de las vidrieras de un templo cuya construcción tardó 300 años en completarse.

Día 7
Durante el día de hoy recorreremos nuevos departamentos: regresaremos nuevamente al departamento de Tarn-et-Garonne y llegaremos al departamento de Tarn. Nuevas sorpresas nos esperan, cantineleros.
Najac
Si bien nuestro pueblo preferido de los Midi-Pyrénées es Saint-Cirq-Lapopie (de ello no hay ninguna duda), considero que el segundo que más nos gustó a ambos fue Najac. Najac sobresale de entre todas las maravillas del Aveyron al igual que lo hace su château por encima de su pequeña colina.

Probablemente estamos frente al castillo más fotogénico de todo el viaje (la perspectiva que se obtiene de él desde la parte más alta de la Rue du Barriou es sencillamente abrumadora). Esta fortaleza real construida entre los siglos XII y XIII, cuyo papel resultó decisivo en el marco de la cruzada contra los cátaros y durante la Guerra de los Cien Años, es el monumento estrella de una villa medieval articulada en una sola calle principal. Desde aquí recomendamos muchísimo la visita guiada (en francés) que se ofrece en el castillo para conocer a fondo su historia y sus características militares.
El recorrido para visitar Najac es sumamente sencillo. Desde la Place du Faubourg descenderéis por la Rue du Barriou hasta llegar a la Fontaine des Consuls (fechada en 1344). De ahí debéis continuar recto por la Rue du Bourguet hasta la Chapelle de Saint-Barthélémy, y seguidamente ascender por la Rue du Château hasta llegar a lo alto del castillo, pasando previamente por la Maison du Gouverneur (casa del antiguo gobernador en la Edad Media, recientemente restaurada) y la Maison du Sénéchal (residencia del Senescal de Rouergue, el cual se encargaba de administrar la justicia en la región por encargo directo de la corona francesa). Desde lo alto podréis disfrutar de una vista preciosa del frondoso valle que rodea la villa de Najac.

Antes de marcharos de Najac, acercaos hasta la Porte de la Pique (el acceso medieval a la antigua muralla de la ciudad) y visitad la Iglesia de Saint-Jean l’Evangeliste, no sin antes comer en un buen restaurante (L’Insolite, por ejemplo, en la Rue du Barriou) y comprar una obra de arte en alguna de sus galerías. Créedme, volveréis enamorados de Najac.
Saint-Antonin-Noble-Val
Mientras preparaba nuestro viaje por los Midi-Pyrénées leí diversas opiniones a favor y en contra del pueblo de Saint-Antonin-Noble-Val. Yo no puedo hacer otra cosa que recomendaros su visita por ser uno de los más auténticos de la ruta, además de un lugar que hará las delicias de los amantes de los deportes acuáticos y de aventura. Sin darnos apenas cuenta, hemos vuelto al departamento de Tarn-et-Garonne.

La mejor manera de entrar a Saint-Antonin es a través del puente que cruza el río Aveyron. Desde allí obtendréis la mejor panorámica posible de lo que os espera, una villa medieval perfectamente restaurada que atesora rincones realmente interesantes, como la iglesia y su campanario en punta, la Place de la Halle con su mercado cubierto o algunos de los monumentos civiles más antiguos y mejor conservados de toda Francia, como la Maison Romane, levantada en el siglo XII y restaurada por el arquitecto decimonónico Viollet-le-Duc (que ha pasado a la historia gracias a sus célebres y recordadas «restauraciones libres» de diversos edificios, como la Cité de Carcassonne, como más tarde veremos).
No olvidéis buscar también la Maison de l’amour, una casa con entramado de madera del siglo XVI en cuya piedra angular de su arco podréis admirar un relieve muy curioso, el de una pareja dándose un beso.

Puycelsi
Llegamos a un nuevo departamento, el del Tarn. Después hacer el check-in en nuestro alojamiento decidimos que aún nos quedaba tiempo para dar un rápido paseo por dos de sus pueblos que también figuran entre los más bellos de Francia: Puycelsi y Castelnau-de-Montmiral. Hasta aquí no ha llegado todavía el turismo de masas, por lo que, si lo que buscáis es la más absoluta tranquilidad y el deleite de los sentidos, estas dos antiguas bastidas son una muy buena opción.

Encaramado a un promontorio que domina el bosque de Grésigne, la pequeña alhaja de Puycelsi se encuentra rodeada por más de 800 metros de muralla (que se pueden recorrer a pie de manera deliciosa), detrás de las cuales os esperan calles tranquilas, muy tranquilas, y viviendas originales de los siglos XV y XVI con entramados de madera y ventanales de vivos colores.
Castelnau-de-Montmiral
Una de esas plazas que uno no olvida fácilmente, la de Castelnau-de-Montmiral. Con sus arcadas ojivales y sus preciosos soportales, la Place des Arcades es el paradigma de plaza típica de las bastidas del sud-oeste francés y el bello epicentro de una villa medieval fundada a principios del siglo XIII por el conde de Toulouse.


Castelnau-de-Montmiral supuso un buen epílogo para este séptimo día de ruta, en el que el cansancio ya empezaba a acumularse después de tantos días prácticamente sin descanso. Pero habrá que terminar a lo grande, ¿no os parece?
Día 8
El penúltimo día de nuestra ruta por los Midi-Pyrénées lo pasaremos en el departamento del Tarn, donde visitaremos su pueblo más insigne, Cordes-sur-Ciel, y su capital, Albi, ciudad natal del artista post-impresionista Henri de Toulouse-Lautrec.
Cordes-sur-Ciel
Tal y como nos indica su propio nombre, este pueblo parece colgar literalmente «sobre el cielo». Y es que su ubicación en lo alto de esa imponente colina elevándose por encima de la niebla que cubre el valle del Cérou en las mañanas de otoño justifica por sí sola el venir aquí a husmear.

Nuevamente mencionaré al conde de Toulouse como fundador de la villa medieval a principios del siglo XIII en el contexto de la cruzada contra los pobres cátaros, durante la cual muchas familias se quedaron sin casa y fueron a parar aquí. Cuando las cosas se calmaron al fin y la herejía fue definitivamente aplastada, la bonanza económica trajo a ricos comerciantes que edificaron casonas góticas como la Maison du Grand Fauconnier, la Maison du Grand Écuyer o la Maison du Grand Veneur. La plaza principal, con su halle o mercado cubierto, y la Iglesia de Saint-Michel, son otros monumentos que no pueden faltar en vuestro paseo sin rumbo fijo.

Las podréis admirar desde el mismo momento que traspaséis alguna de las antiguas puertas del perímetro amurallado (recordad dejar el coche en la zona inferior del pueblo). Por cierto, para llegar arriba primero tendréis que atravesar la preciosa Grand-Rue de l’Horloge, denominada popularmente la Rue des Arts, con galerías de arte a ambos lados.

No resulta fácil encontrar el famoso mirador desde el que obtener la mejor panorámica de Cordes-sur-Ciel, ya que no existen carteles que lo indiquen. Saliendo del pueblo por la D7 dirección este se debe seguir unos dos kilómetros hasta encontrar un camino de tierra a la izquierda. Siguiendo ese camino de tierra, a poco menos de un kilómetro de distancia, podréis parar el coche y continuar unos pocos pasos a pie hasta vislumbrar esta preciosa estampa.

Albi
Llegamos a la capital del Tarn, una de las ciudades más interesantes del sur de Francia y cuyo casco histórico está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Albi es importante por dos motivos principales: porque es la ciudad natal del artista Henri de Toulouse-Lautrec, uno de los pintores post-impresionistas más destacados, y por haber sido el epicentro del catarismo, una doctrina cristiana que se arraigó especialmente por el sur de Francia entre los siglos XII y XIII y que fue tachada como herética por la Iglesia católica, lo cual desencadenó un conflicto político-religioso conocido como la cruzada cátara o albigense.

LA DOCTRINA DE LOS BONS HOMES
Los cátaros promovían una dualidad del bien frente al mal, representada por Dios y Satán respectivamente. Pensaban que el mundo material era consecuencia, en su totalidad, de la acción pecadora del diablo, y solo podrían alcanzar el paraíso a través del ascetismo y la renuncia a los placeres de la vida terrenal. Frente al creciente éxito de esta nueva doctrina y a la amenaza real que suponía para la Iglesia católica, ésta determinó que había que erradicar el problema de raíz.
Por aquel entonces el sur de Francia estaba compuesto por condados y ducados. Pese a ser vasallos del rey de Francia, muchos de ellos en la práctica juraban lealtad a la Corona de Aragón, por lo que, cuando el Papa declaró como herético al movimiento cátaro, el monarca francés vio una excelente oportunidad de dominar los independientes condados sureños. Cuando se declaró la cruzada, el rey de Aragón se involucró directamente en ella para defender sus intereses en la zona.

La cruzada albigense se desarrolló entre 1209 y 1244, y sus consecuencias se dejaron notar en el continente durante siglos. Durante los últimos momentos del conflicto, los cátaros se defendieron con uñas y dientes desde sus castillos cercanos a las ciudades de Albi o Carcassonne, pero terminaron siendo exterminados, muchos de ellos quemados en la hoguera. Con la victoria francesa y la desaparición del condado de Toulouse, el rey aragonés perdió a casi todos sus vasallos en Occitania.
Tras el triunfo católico, una serie de monumentos fueron edificados por toda la zona para dejar constancia de quien mandaba. El más impresionante de todos ellos, la Catedral de Sainte-Cécile de Albi, levantada entre los siglos XIII y XV, el edificio construido en ladrillo más grande del planeta y toda una declaración de principios: una excelsa fortaleza por fuera y una representación material de la prepotencia y la opulencia de los dictámenes de Roma por dentro. En definitiva, el poder legítimo una vez más aplastando mediante la ostentación absoluta a la humildad promovida por la doctrina cátara.

No en vano en su interior impera un horror vacui que te deja absolutamente obnubilado, extasiado, en una palabra: abrumado. La catedral pintada más grande de Europa (nada menos que 18.500 m² de frescos) es un auténtico museo lleno de obras de arte en el que no se repararon en gastos. No habréis visto algo semejante en vuestra vida, créedme.

Junto a la catedral se encuentra el Palacio de la Berbie o palacio episcopal, edificado en el mismo momento histórico que su vecina con un fin similar: demostrar el poder de la máxima autoridad eclesiástica de Albi. Así, nuevamente nos toparemos con el exterior de una fortaleza de ladrillo que esconde un artístico secreto, nada más y nada menos que la mayor colección de obras de Henri de Toulouse-Lautrec del mundo.

El Musée Toulouse-Lautrec está compuesto por cuadros, litografías, dibujos, y por el conjunto de los famosos carteles publicitarios realizados por uno de los artistas más representativos de la bohemia parisina del siglo XIX. Nacido en el seno de una familia aristocrática de Albi y marcado por una enfermedad que afectaba al desarrollo de los huesos, se ganó la vida principalmente en los burdeles y cabarets de París (el más conocido, el Moulin Rouge) mientras se codeaba con otros artistas de su generación como Van Gogh, Degas o Bonnard. Todos ellos formaron, según los historiadores del arte, el movimiento post-impresionista. Después del éxtasis contemplativo de las mujeres depravadas dibujadas por Lautrec, terminad la visita en el maravilloso jardín de la Berbie, cuyas vistas al río Tarn y al Pont-Vieux os dejarán un delicioso sabor de boca.

Para completar la visita de Albi, recorred las calles de ladrillo de su casco histórico (no en vano la llaman «la ciudad roja»), donde se encuentra la colegiata románica de Saint-Salvi y una importante colección de casas de nobles, mercaderes y burgueses como la Maison Enjalbert, el Hôtel Reynes o la Maison du Vieil Alby.
Día 9
Todo llega a su fin, cantineleros. Como bien siempre dice mi madre, «para que un nuevo viaje pueda comenzar, primero debe terminar el anterior». Como bien sabéis a estas alturas, de camino a casa siempre nos gusta aprovechar y hacer alguna paradita estratégica (son nuestros míticos «ya de paso») y en esta ocasión le tocó al lugar más visitado de toda Occitania, la ciudad Patrimonio de la Humanidad que el arquitecto Viollet-le-Duc terminaría convirtiendo en un parque de atracciones medieval. Ojo que esta ciudad no pertenece a la antigua región de los Midi-Pyrénées pero qué más da, a Carcassonne hay que venir al menos una vez en la vida (aunque sea en agosto, el mes menos recomendable para visitarla).
Carcassonne
El poder de atracción que Carcassonne tiene sobre la gente es difícil de comprender. Por muchas veces que vayas, siempre encontrarás cientos de personas abarrotando sus calles. Desde luego, si el arquitecto decimonónico francés Eugène Viollet-le-Duc hubiese vivido para ver el tremendo éxito que tuvo su restauración de la Cité de Carcassonne, no lo hubiese creído. Él ya había intervenido en importantes edificios parisinos (en la catedral de Notre-Dame o la Sainte-Chapelle, concretamente) pero sin duda devolver el esplendor perdido a una ciudad medieval que se encontraba al borde de la ruina se convirtió en el proyecto más ambicioso de su carrera. Y sin duda también en el más polémico.

En vez de llevar a cabo una restauración fiel que respetara todas las épocas del complejo (gala, romana, visigoda, sarracena y franca), el arquitecto optó por una interpretación homogénea de la Cité en la que, no solo no dudó en completar fantasiosamente aquellas partes que desconocía siguiendo su propio criterio personal, sino que además añadió elementos que nada tenían que ver con el contexto histórico (por ejemplo, rematando las torres con techos cónicos construidos con pizarra gris, un estilo más propio del norte que del sur de Francia). A pesar de que se ha querido explicar como algo propio del Romanticismo imperante y generalizado en la mayoría de los arquitectos decimonónicos, lo cierto es que el trabajo de Viollet-le-Duc ya fue duramente criticado por algunos de sus contemporáneos.

En la actualidad muchos viajeros desconocen los pormenores de dicha recreación y dan por sentado que el lugar por el que están paseando es una auténtica villa medieval que se ha conservado de manera impecable con el devenir de los siglos. Contrariamente, de aquella ciudad sitiada en el siglo XIII por el ejército de Simon de Montfort en el contexto de la cruzada albigense contra la herejía cátara ya no queda prácticamente nada. Eso sí, si uno sabe abstraerse de tal circunstancia podrá disfrutar a cada paso de uno de los monumentos recreados por el espíritu romántico más importantes de Europa.

En Carcassonne hay que visitar forzosamente sus dos líneas de muralla, su Castillo condal (aquel que antes que Viollet-le-Duc había reformado el rey Luís IX, San Luís, tras la cruzada cátara) y su Basílica de Saint-Nazaire, que originariamente conservaba muchos más elementos románicos y góticos que después de la intervención del arquitecto (ya veis que absolutamente todo pasó por sus manos), aunque no ha perdido ni un ápice de su magia y en la actualidad sigue luciendo tan fascinante como siempre (esas gárgolas continúan conmoviendo a los visitantes como el primer día). Debéis saber que el templo había ostentado el rango de catedral hasta el año 1801, cuando el obispo trasladó su cátedra a la iglesia de Saint-Michel, fuera de la ciudadela.


Lo realmente difícil en Carcassonne no es llevar a cabo con éxito aquel ejercicio de abstracción mental al que he hecho referencia anteriormente, sino tratar de controlar el mal humor que se le pone a uno frente a semejante cantidad de turistas (muchos de ellos muy mal educados por cierto, pues no tienen reparos en tocar con sus grasientas manos todo lo que se parezca a una obra de arte) y al mal gusto infinito de las innumerables tiendas de souvenirs que han proliferado intramuros. Ya lo decía al principio: Carcassonne se ha convertido en un auténtico parque de atracciones. Una lástima en mayúsculas que sin embargo no debe haceros desistir de venir a conocerla.

Hasta aquí nuestro viaje saboreando las mil y una maravillas de los Midi-Pyrénées, queridos cantineleros. Espero que hayáis disfrutado de esta preciosa zona del país galo, sin duda una de las más cargadas de pueblos bonitos por metro cuadrado de toda Europa. Muchísimas gracias por acompañarnos y… ¡hasta la próxima!
Alojamientos cantineleros
Château de Cartou (Durfort)
Situado en medio de la campiña, muy cerca de Moissac, este antiguo château fue nuestro caprichito del viaje. Allí pudimos disfrutar en absoluta soledad (no tuvimos que compartirlo con ningún otro huésped) de un alojamiento precioso y amplísimo, de su piscina y de un desayuno maravilloso en medio de la naturaleza. ¡Para repetir!
Apartamento Le Puits de Garival (Tour-de-Faure)
Si buscáis un alojamiento a las afueras de Saint-Cirq-Lapopie, sin duda ésta es una excelente opción. A escasos 3 kilómetros del pueblo más bonito de los Midi-Pyrénées, esta granja reconvertida en casa rural impecablemente restaurada y decorada por su dueño Mario es una delicia para los sentidos. ¡Te sentirás como en casa! El único punto negativo, para mí, es el desayuno. Por lo demás, ¡un 10!
B&B Les Perluètes (Carennac)
Poder alojarte en el casco histórico de un pueblo como Carennac resulta todo un lujo. Si además cuentas con una fantástica piscina, con una habitación moderna y funcional, con un buen desayuno y con la posibilidad de dejar tus cosas en tu hueco personal de la cocina, ¡pues perfecto! Les Perluètes te ofrece todo esto y a muy buen precio.
Apartamento Gite de La Carrière (Saint-Julien-de-Piganiol)
De camino entre Figeac y Conques encontramos esta casa preparada para 4 personas, súper moderna y acogedora. La dueña, eso sí, nos pareció algo tiquismiquis, pero hay que reconocer que tiene buen gusto. La cocina está equipada con todo lo necesario y la paz del lugar es indiscutible.
B&B Combecave (Margat)
Nuestro mejor alojamiento en los Midi-Pyrénées fue sin duda esta preciosa casa cerca de Najac habitada por una anfitriona británica que se encargó personalmente de que todo fuera perfecto. Toda una planta para nosotros solos, una decoración exquisita y un perfecto desayuno en compañía de la dueña, con quien compartimos muchas cosas bonitas. Nunca olvidaremos aquella tarde de lluvia, ni a Foxie, su preciosa perrita, dándonos los buenos días. ¡Y además súper económico!
Apartamento Logement de 42m (Cahuzac-sur-Vère)
Qué dueños tan encantadores tiene este precioso apartamento independiente situado muy cerca del pueblo de Cordes-sur-Ciel. Ambos, jubilados, se dedican a desarrollar su arte a la par que ofrecen comodidad en su propia casa. Les estaremos siempre agradecidos por ofrecernos aquel trocito de cielo y aquellas animadas conversaciones.
Le Porta 5 (Albi)
Muy buena opción para alojarse en la ciudad de Albi, con facilidad para aparcar en la calle sin necesidad de pagar y a tan solo 10 minutos del centro histórico a pie. Este limpio apartamento posee una pequeña cocina equipada y aire acondicionado. ¡Repetiríamos sin dudarlo!


5 comentarios
Alicia de Trotajoches
Que pasada de post amigo, súper completo y muy bien detallado para planificar la ruta de cada día. Sabes que me lo guardaré en favoritos para volver y ver muchos de los pueblos que aquí detallas con tanto cariño 🙂
Muchos besos
Alicia
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias Alicia, ojalá mucha más gente nos mirase con esos mismos ojos. Agradecemos enormemente poder ayudar a personas que disfrutan tanto como tú. Un fuerte abrazo!
Emma
¡Hola Rafa!
Me encanta cómo describes cada pueblo y los apuntes históricos que aportas, además de todos los datos para organizar la ruta.
Estamos pensando en este destino, pero en autocaravana y con nuestra perra.
¿Sabrías decirme si en las proximidades de los pueblos hay parking para autocaravanas?
Supongo que no hay problema en los pueblos con perro, ya que Francia es un país bastante permisivo en este tema.
Gracias de nuevo,
Emma
Rafael Ibáñez
Hola Emmma! Muchísimas gracias por tu comentario, es un auténtico lujazo para mí viniendo de ti, que tienes uno de mis blogs favoritos.
Como bien sabes, nosotros fuimos con nuestro coche y sí recordamos haber visto varias zonas de autocaravanas, ya sabes que Francia es un paraíso para este tipo de turismo, ¡están súper preparados para el turismo de autocaravana!
Por el perrito no te preocupes tampoco lo más mínimo, ya que son aceptados en la mayoría de los lugares, seguro que vas a disfrutar mucho visitando esta preciosa zona de Francia a tus anchas.
Un besazo!
Emma
¡Gracias Rafa!!