
Tras los pasos de Van Gogh en Francia
Los cuatro pueblos donde el pintor dejó su huella
Indice
Vincent Willem Van Gogh. Cuán difícil resulta acercarse a la vida de un hombre sobre el que se ha vertido tantísima fantasía y tantísimo romanticismo. Cuando una historia llega a convertirse en mito es porque tiene todos los ingredientes necesarios de una buena novela: tragedia, locura, genialidad, incomprensión y hasta una muerte prematura, acaecida el 29 de julio de 1890, con tan solo 37 años de edad, en el pequeño pueblo de Auvers-sur-Oise. Una historia que atrapa irremediablemente y con la que todos y todas podemos identificarnos.

Tengo que confesar que lo mío con Van Gogh no fue amor a primera vista y que al principio me costó entrar en su universo personal. Durante mi primera visita al Van Gogh Museum de Ámsterdam no fui capaz de encontrar al gran genio del que tanto había oído hablar. En vez de eso, solo pude ver cuadros en los que primaba una ejecución torpe y unos colores insípidos, como esturreados sin ningún sentido. Por aquel entonces yo era joven y arrogante, y quizás también estaba proyectando mis propias inseguridades. Ese es uno de los poderes de la pintura, el de servirnos de espejo.
Tiempo después decidí volver a acercarme al pintor, pero desde otro lugar. Esto implicaba dejar a un lado al personaje que formaba parte del imaginario colectivo para centrarme en el sufrimiento de un hombre de carne y hueso. Y entonces, de pronto, pude finalmente disfrutar de todo lo que su arte nos ofrece, de esas infinitas tonalidades de amarillo y esos pastosos torbellinos en movimiento.
VAN GOGH EN SU CONTEXTO ARTÍSTICO
El artista neerlandés está considerado uno de los máximos exponentes de la segunda generación del movimiento impresionista, conocida como post-impresionismo. Éste había tomado como base los logros de la primera generación, cuyos pintores habían conseguido romper con las normas artísticas que habían imperado durante siglos, erigiéndose como una auténtica revolución. Sin embargo, el post-impresionismo aún quiso ir un paso más allá.
Para resumirlo mucho, en las obras de los primeros impresionistas, Monet, Renoir, Pissarro o Morisot, aunque rupturistas, encontraremos una cierta homogeneidad estilística. Esto es porque en el impresionismo se buscaba una suerte de «objetividad científica» a la hora de representar la naturaleza. En cambio, el post-impresionismo va a cambiar el foco y situarlo en la subjetividad particular de cada artista, esto es, sus emociones. Por esta razón una obra de Gauguin resulta muy distinta a una de Cézanne o a una de Toulouse-Lautrec, a pesar de ser contemporáneos.
En este sentido, la importancia de Van Gogh como pintor reside en haber sido uno de los primeros que, en vez de mirar hacia fuera, comenzó a mirarse hacia adentro para explorar su propio lenguaje expresivo.

Como ocurre con tantísimas figuras históricas, resulta imposible despojar completamente a Vincent de ese velo de romanticismo tan atrayente que ha perdurado durante décadas. Películas como El loco del pelo rojo (1956) o las recientes Loving Vincent (2017) y Van Gogh, a las puertas de la eternidad (2018) han contribuido enormemente en la creación de diversos estereotipos que ya forman parte de la idea que todos tenemos acerca de cómo fue su vida y su muerte.
En este sentido, considero que la mejor manera posible de aproximarnos a él es visitando aquellos lugares en los que residió y poniéndonos delante de aquellos motivos que inspiraron su imaginación.
Las piezas del puzzle Van Gogh
Hay que ser tremendamente cauteloso cuando nos acercamos a la vida de Van Gogh porque la mayoría de datos que conocemos provienen de la construcción que se ha hecho del mito y no han podido ser contrastados con la realidad.
La principal fuente de información de la que disponemos sigue siendo la correspondencia que mantenía con su hermano Theo, reputado marchante de arte afincado en París. Gracias a sus cartas, sabemos lo esencial: que nació en los Países Bajos, que pasó varios años dando tumbos intentando trabajar de esto y de lo otro (incluso como predicador, alentado por su padre), que el gusanillo por pintar le picó más bien tarde para lo que solía ser habitual en la carrera de un artista y que cuando éste le picó, le picó bien picado porque desde entonces se entregó a su verdadera vocación con una pasión desmedida.

El resto de piezas que componen el puzzle Van Gogh están sujetas a conjeturas e interpretaciones, de ahí que se hayan ficcionado y exagerado determinados episodios, como el que tiene que ver con su famosa oreja. ¿Qué hay de cierto en esta historia? ¿Realmente padeció un ataque psicótico? Si es cierto que padeció una enfermedad mental, ¿de qué enfermedad se trataba? A estas preguntas solo podemos contestar mediante hipótesis.
Y en lo que respecta a su trágica muerte, ¿es cierto que se disparó en el pecho? ¿O, tal y como sugieren las últimas líneas de investigación, fue una muerte accidental que tuvo que ver con unos muchachos del pueblo a los que el creador quiso encubrir? Quizás nunca lo sabremos, lo que sí sabemos es que su vida se ha convertido en una obra de arte en sí misma.
Vincent en Francia
Vincent (a estas alturas permitidme la licencia de tutearle) pasó la última etapa de su vida en suelo francés, desde 1886 cuando llega por primera vez a París hasta 1890, cuando muere finalmente en el pueblecito de Auvers-sur-Oise. Además de la capital, existen cuatro pueblos en Francia en los que el artista dejó una huella imborrable.
Visitar estos cuatro lugares es recorrer el mismo camino que el pintor transitó, un camino de búsqueda personal que terminó trágicamente. Os propongo realizar el mismo trayecto, peregrinando juntos a aquellos lugares que hoy ya son como templos sagrados para los amantes del arte.
Arlés (Provenza)
Nuestro punto de partida es Arlés. Lo que hoy es una pintoresca y bulliciosa ciudad Patrimonio de la Humanidad que atrae a cientos de turistas al año, en otros tiempos constituía un lugar perfecto para que Van Gogh encontrara la tranquilidad que necesitaba.

Aquí llegó el 20 de febrero de 1888 huyendo de una sociedad parisina a la que consideraba frívola y decadente. Bien es cierto que en París había entrado en contacto con las corrientes revolucionarias del nuevo arte que lo había puesto todo patas arriba, el de los impresionistas. Allí conoció a los Monet, Pissarro, Sisley, Renoir, Seurat, Bernard, Signac, Toulouse-Lautrec y Gauguin, entre otros. Allí aprendió las nuevas técnicas, abandonando definitivamente el uso de colores oscuros en favor de una gama de colores más claros.
Pero él no se sentía a gusto en la capital. Demasiada gente. Demasiado ruido. Añoraba la luz del sol y los colores vibrantes. Además, no quería hacer lo que hacía todo el mundo, él lo que deseaba era encontrar un lenguaje pictórico propio, así que buscó un lugar apartado en el sur de Francia donde lanzarse en solitario a esa búsqueda. ¿En solitario? No exactamente, pues ambicionaba algo más grande: crear una colonia de artistas de la que formar parte.

El lugar elegido fue esta ciudad milenaria con un rico pasado romano. Así lo atestiguan numerosos vestigios, como las termas de Constantino, el teatro, el recinto sepulcral (conocido como Les Alyscamps) o especialmente el anfiteatro, Les Arènes. Fue en Arlés y en los amplios paisajes de sus alrededores (los campos de trigo y de árboles frutales especialmente) donde Vincent adquirió una mayor confianza en su futuro profesional y el color amarillo se convirtió en el auténtico protagonista de sus obras más recordadas por todos y todas.

Después de alojarse por un corto periodo de tiempo en el Hotel Carrel y más tarde en el Café de la Gare, pronto se mudó definitivamente a la llamada «Casa Amarilla» (Maison Jaune), en la Place Lamartine. Desgraciadamente este edificio ya no existe porque fue derribado durante la Segunda Guerra Mundial, pero una placa con una reproducción de uno de sus cuadros recuerda su presencia.

Esta es precisamente una de las 10 etapas que constituyen la Route Van Gogh de Arles y que marcan supuestamente el lugar exacto donde el neerlandés plantó su caballete para pintar aquello que veía (con una sola excepción, la del Pont Langlois, que fue desplazado de su lugar original para preservarlo de su desaparición). Imagino que podéis haceros una idea de la emoción que un amante del arte siente al recorrer todos estos lugares emblemáticos, como el famoso Café le soir (hoy conocido como Café Van Gogh), la escalera del Pont Trinquetaille o el jardín del antiguo hospital de Arlés.


En esta antigua casa de salud, actual Espace Van Gogh, fue donde supuestamente el artista pasó su convalecencia tras el que fue probablemente el episodio más célebre de su vida. La llegada de otro creador amigo suyo a Arlés, Paul Gauguin, en octubre de 1888 anunciaba que el sueño por parte de Vincent de formar una colonia de pintores podía hacerse realidad.
Sin embargo, su optimismo inicial se vio alterado de una manera brutal al final de ese mismo año con la aparición de diferencias personales y artísticas en su relación con su compañero de la «Casa Amarilla». Esto y la progresiva agudización de los síntomas de naturaleza psicótica de su más que probable enfermedad mental terminó con una auto-mutilación del lóbulo de su oreja izquierda (no de la oreja entera, como comúnmente se cree).

Tras este llamativo episodio y diversas crisis sucesivas, Vincent decidió poner fin al que sería el periodo más fructífero de su carrera como artista, el de su estancia en Arlés, donde llegó a pintar más de 300 obras en poco más de un año. Una última visita en nuestra ruta por la ciudad debe ser el Palais de Luppé que acoge la Fondation Van Gogh, inaugurada en 2014 para mantener vivo el recuerdo de uno de los precursores del arte moderno acogiendo numerosas conferencias y exposiciones entorno a su figura. En alguna de ellas, de vez en cuando, se puede tener el privilegio de contemplar obras originales de Vincent, como fue mi caso.

Les Saintes-Maries-de-la-Mer (Provenza)
Mientras residía en Arlés, Vincent se propuso pintar algunas marinas ambientadas en la costa mediterránea, para lo que pensó en trasladarse durante unos pocos días a un antiguo pueblo de pescadores en pleno corazón del Parque Natural de La Camarga, un delta de 75.000 hectáreas mundialmente famoso gracias a sus lagunas de gran concentración salina y a su excepcional diversidad de fauna y flora. La segunda parada de nuestra ruta constituye un paisaje plano y húmedo que indudablemente tuvo que recordarle a su Holanda natal.

El pueblo en cuestión era Les Saintes-Maries-de-la-Mer, conocido centro de peregrinaje para los fieles de la comunidad gitana, quienes acuden en masa durante la romería del mes de mayo en honor a su patrona, la santa Sara Kali, la que fuera sirvienta de María Magdalena y de la que, según dicen algunos, era de etnia gitana (su imagen, cuya piel es de un llamativo color oscuro, se custodia en la iglesia fortificada de Notre Dame de la Mer).
En cualquier caso, Vincent solo permaneció en Les-Saintes-Maries-de-la-Mer la primera semana de junio de 1888, una estancia breve en la que aprovechó para realizar diversos dibujos y marinas, inmortalizando la parte antigua del pueblo y las barcas de pesca en la playa y en el mar. A pesar de que en este caso no hay paneles informativos relativos al pintor, haremos bien si dedicamos un día entero para visitar la fascinante Camarga y acercarnos hasta la playa de Les-Saintes-Maries.


Saint-Rémy-de-Provence (Provenza)
Nuestra siguiente parada nos lleva a tan solo 32 kilómetros de Arlés, a uno de los lugares más impactantes de nuestra ruta Van Gogh por tierras francesas. A las afueras del pueblo de Saint-Remy-de-Provence, muy cerca del yacimiento romano de Glanum, se encuentra un antiguo monasterio de origen medieval que fue utilizado como un lugar de reposo para pacientes psiquiátricos durante el siglo XIX. Su nombre: Saint-Paul-de-Mausole.

Una vez dado de alta en el antiguo hospital de Arlés tras el incidente con su oreja, Vincent siguió sufriendo diversos ataques, lo que motivó que en mayo de 1889 decidiese ingresar de forma voluntaria en este lugar apartado del mundo por temor a dañar a otras personas. Como es lógico, los conocimientos sobre las enfermedades mentales que existían entonces distaban mucho a los actuales y las condiciones en las que vivían los pacientes también eran radicalmente diferentes. Sin embargo, el doctor Peyron, encargado de la salud del artista, le permitió a éste seguir pintando durante su internamiento, primero únicamente en el interior del recinto (jardín incluido), y más tarde también por los alrededores.

Saint-Paul-de-Mausole es uno de esos lugares cargados de una determinada energía asociada al sufrimiento humano. Sus paredes de piedra proyectan el dolor de experiencias pasadas, incluido el de Vincent, quien pintó durante su estancia unas 150 obras en un año, algunas tan emblemáticas como La noche estrellada que se conserva hoy en día en el MOMA de Nueva York. Hallaremos numerosas reproducciones colgadas de los muros del pasillo de acceso y del jardín del antiguo monasterio.

Los que visitéis Saint-Paul comprobaréis in situ cómo este lugar sigue cumpliendo las mismas funciones como centro destinado a ayudar a personas con enfermedades mentales (con todos los adelantos psiquiátricos y terapéuticos de hoy en día, por supuesto). Yo mismo me emocioné al encontrar que incluso existe una asociación de arteterapia, Valetudo, que se encarga de ofrecer a sus participantes un espacio para expresar sus conflictos y realidades a través de la pintura. Con su trabajo, ellos mismos proclaman orgullosos haber hecho realidad aquel sueño de Vincent de formar una colonia de artistas.
¿SABÍAS QUE…?
Saint-Paul-de-Mausole ha servido como escenario para diversas películas relacionadas con creadores, entre ellas Camille Claudel 1915 (2013), con Juliette Binoche interpretando a la genial escultora que terminó sus días encerrada y aislada contra su voluntad en un sanatorio mental, o Van Gogh, a las puertas de la eternidad (2018), con Willem Dafoe interpretando al propio artista neerlandés.

El punto culminante de un recorrido que incluye iglesia, claustro, jardín y demás dependencias es la visita de la habitación reconstruida del propio Vincent, un espacio reducido donde poder sentir por un momento las angustias más profundas de un ser humano enclaustrado entre esas cuatro paredes.

Auvers-sur-Oise (Île de France)
Después de un año internado, el pintor neerlandés decidió que su periplo por el sur había terminado. En mayo de 1890 pasó unos pocos días en París para visitar a su hermano y a su cuñada, que habían sido padres recientemente, antes de dirigirse al que sería su último refugio, un pequeño pueblo situado a 30 kilómetros al noroeste de la capital. Se llama Auvers-sur-Oise y es el final de nuestra ruta Van Gogh por tierras francesas.


No es de extrañar que Auvers fuese ya una auténtica colmena de artistas antes de la llegada de Vincent (entre otros, habían residido y trabajado aquí Corot, Millet, Pissarro, Cézanne o Daubigny). Yo visité este pueblo durante mi roadtrip por Normandía y desde luego te roba fácilmente el corazón por sus cuidadas calles repletas de vegetación y sus rincones pintorescos, los mismos que hicieron sentir como en casa al creador neerlandés, aunque fuese por poco tiempo.

La elección de Vincent de establecerse aquí se debió, además, a la cercanía con respecto a su hermano sin renunciar a la tranquilidad del mundo rural. Sin embargo, el factor determinante resultó ser que allí vivía un conocido de Theo, el doctor Paul Gachet, médico, pintor aficionado y coleccionista de arte impresionista. Al parecer éste gozaba de cierta fama como experto conocedor del temperamento artístico.
En él Vincent tendría a un cuidador a la par que un amigo que alentara su actividad artística. Hoy, la casa del Dr. Gachet es uno de los puntos destacados del Chemin des peintres («camino de los pintores»), un recorrido turístico organizado por el Ayuntamiento dedicado a aquellos lugares vinculados a los artistas que visitaron Auvers.

Uno de estos lugares es el Castillo de Auvers, una antigua mansión de estilo italiano del siglo XVII cuyo interior acoge una exposición multimedia inmersiva y sensorial llamada «Visión impresionista», dedicada a la generación más revolucionaria de la historia del arte, los impresionistas. Para los no conocedores de este movimiento pictórico, lo recomiendo encarecidamente (tened en cuenta que las explicaciones son íntegramente en francés).

Volvamos a nuestro protagonista. A su llegada Vincent se alojó en el Auberge Ravoux. La que antiguamente fuese una pensión de mala muerte es hoy un restaurante que se ha convertido en un verdadero santuario para los amantes del creador, pues conserva el mismo aspecto de antaño, incluida la pequeña habitación donde Vincent falleció. Al parecer la estancia quedó intacta, según dicen, ya que nunca más se volvió a alquilar a nadie después de su muerte. Hoy en día se puede visitar, vacía, sin muebles, previo pago correspondiente.

LA MUERTE DE VINCENT, UN MISTERIO SIN RESOLVER
El pintor murió el 29 de julio de 1890 en el Auberge Ravoux a causa de una herida mortal. Las crónicas cuentan que dos días antes Vincent había aparecido en la posada ensangrentado y aturdido, justo después de haberse disparado él mismo en el pecho mientras paseaba por los alrededores del pueblo, concretamente en uno de los campos de trigo que hay detrás del Castillo de Auvers.
En realidad nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió aquel día ya que existen muy pocos datos fiables. Durante los últimos años se han realizado diversas investigaciones y se han propuesto nuevas hipótesis. El film de reciente aparición Loving Vincent (2017) puso de manifiesto la dificultad por hallar la verdad a la par que plantea su propia versión de los hechos, a saber, que fueron unos chicos del pueblo los que le dispararon accidentalmente.
El artista solo estuvo en Auvers algo más de dos meses. Durante ese tiempo y a pesar de su delicado estado de salud, protagonizó nuevamente una frenética actividad pictórica firmando más de 70 obras, algunas de las cuales podremos ver reproducidas en los puntos estratégicos desde donde él mismo colocó su caballete, como la Iglesia de Notre-Dame-de-l’Assomption o el Ayuntamiento. En su paleta los colores verdes y azules sustituyeron al amarillo de su etapa en Arlés y las líneas oscuras se tornaron mucho más marcadas.


Sin duda el lugar que más me impactó personalmente es aquel desde donde pintó Campo de trigo con cuervos, que durante mucho tiempo se ha creído que fue su última obra. La cultura popular ha alimentado durante años esta creencia, por lo de los cuervos como un símbolo de presagio de su propia muerte.
En este sentido, la película El loco del pelo rojo (1956) contribuyó a dicha creencia, ya que en ella podemos ver a un Van Gogh interpretado por Kirk Douglas pintando esa obra justo antes de suicidarse. La versión más aceptada actualmente es que esa no fue su última obra, sino una titulada Raíces de árbol. En cualquier caso, plantarse frente a esa reproducción, en el mismo trigal donde estuvo Vincent, con el mismo cielo nublado y con los cuervos sobrevolando tu cabeza… Eso, queridos míos, no tiene precio.

Unos pocos metros separan este lugar cargado de misticismo del cementerio de Auvers. Allí está enterrado el bueno de Vincent junto a su hermano Theo, que falleció solo 6 meses después a causa de la sífilis y posiblemente también, quien sabe, de la pena. Ambas tumbas se encuentran cubiertas por un manto verde de hiedras y por girasoles, algunos decrépitos, otros de plástico, imperecederos.
El respeto que proyecta este humilde rincón es equiparable a los espacios más solemnes. Al encontrarme yo frente a la lápida de Vincent pensé que, a pesar de toda la fantasía y de todo el romanticismo que se habían vertido sobre este hombre, era solo eso, un hombre. Un hombre que amó y que sufrió, como todos los demás.

Sin duda el cementerio de Auvers-sur-Oise es el mejor punto y final para nuestra ruta. A lo largo de este artículo hemos acompañado a Vincent Van Gogh en los últimos años de su vida, los más prolíficos de su carrera artística, visitando los 4 pueblos franceses que marcaron su vida y su obra. Pienso que esta es la manera más pura que existe de acercarse con honestidad a su figura.
¿Os ha gustado este artículo sobre la ruta Van Gogh en Francia? Si es así, me encantaría que dejárais vuestro comentario y me ayudárais a compartirlo con otras personas.
¡Muchas gracias y hasta la próxima, cantineleros!


6 comentarios
Beatriz Lagos
Un relato precioso y bien documentado. Es uno de mis pintores favoritos y conozco los lugares que describes. Una guía magnífica para seguir sus pasos . Gracias, Rafa!
Rafael Ibáñez
Viniendo de ti, es un auténtico privilegio tu comentario, querida amiga Bea. Me siento afortunado de tenerte como amigo. Un fortísimo abrazo!
María
Rafa,
Amigo cantinelero, tienes un don especial, para hacer que con tus palabras viajemos a Francia, conozcamos a Van Gogh y nos invada por un rato una sensación maravillosa de paz, que en los tiempos actuales, falta nos hace.
Enhorabuena por este post!
Un abrazote,
Rafael Ibáñez
Querida María, me encanta cómo percibes el mundo. Hay mucha belleza en tus palabras y sin duda eso se debe a lo bonito de tu mirada. Muchísimas gracias por tu comentario y un fuerte abrazo!
Luís Blas
Me parece un texto muy bien elaborado y documentado del cual he aprendido mucho. Asimismo, me ha incentivado la idea de conocer la ruta de Van Gogh en sus últimos años. Como usted dice: esa experiencia no tiene precio.
Solo el arte nos puede salvar en estos tiempos que corren. Y siempre.
Gracias por su labor divulgativa.
Rafael Ibáñez
Muchísimas gracias por su comentario, amigo Luís, me da fuerzas para seguir escribiendo y compartiendo sueños. Un abrazo y que viva el arte!